viernes, 18 de febrero de 2011

“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?”

¡Amor y paz!

Hoy en el Evangelio, Jesús se dirige no sólo a sus discípulos sino también a la multitud, y les dice que como condición para tener acceso al Reino es preciso pasar por la cruz. Esto significa de una parte negar toda búsqueda de intereses propios y, de otra, optar por amar, seguir y promover la causa de Cristo, lo que se traducirá en entrega incondicional a la vida y los derechos de nuestros hermanos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la VI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Marcos 8,34-38.9,1.

Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles". Y les decía: "Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder". 

Comentario

En este mundo, es decir, en la Iglesia que toda entera sigue a Cristo, éste nos dice a todos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo». Porque esta orden no está destinada sólo a las vírgenes, excluyendo a las mujeres casadas; a las viudas, excluyendo a las esposas; a los monjes, excluyendo a los esposos; a los clérigos, excluyendo a los laicos. Es toda la Iglesia, todo el Cuerpo de Cristo, todos sus miembros diferenciados y repartidos según sus tareas propias, que deben seguir a Cristo. Que toda entera le siga, ella que es la única, la paloma, la esposa (Ct 6,9); que le siga ella, la rescatada y dotada por la sangre del Esposo. Aquí tiene su sitio la pureza de las vírgenes; aquí tiene su sitio la continencia de las viudas; aquí tiene su sitio la castidad conyugal... 

     Que sigan a Cristo estos miembros que tienen aquí su lugar, cada uno según su categoría, cada uno según su rango, cada uno a su manera. Que renuncien a sí mismos, es decir, que no se apoyen sobre sí mismos; que lleven su cruz, es decir, que, por Cristo, soporten en el mundo todo lo que el mundo les va a infligir. Que le amen a él solo, el único que no decepciona, el único que no es engañado, el único que no se engaña. Que le amen porque lo que él promete es verdad. Pero la fe vacila porque no lo da ahora; continúa, persevera, soporta, acepta esa espera, y has llevado tu cruz.

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón 96,9
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