martes, 2 de noviembre de 2010

La Pascua de Cristo ilumina nuestra muerte

¡Amor y paz!

Ayer recordábamos a todos los Santos; hoy, a los Fieles Difuntos. Es una oportunidad para que nos fijemos en la letra de aquel cántico tradicional: “Somos los peregrinos, que vamos hacia el cielo, la fe nos ilumina, nuestro destino no se halla aquí. La meta está en lo eterno,  nuestra patria es el cielo,  la esperanza nos guía, y el amor nos hará llegar”.

Este es un día para consolidar nuestra fe en Jesús, por cuya pasión, muerte y resurrección, no moriremos sino que gozaremos de la Vida eterna, en la presencia gloriosa de Dios. Un día, también, para recordar a nuestros difuntos y para convertir este recuerdo en oración. Una ocasión para reconocer que ellos nos enseñaron una fe y para prometer que jamás traicionaremos su legado.

Finalmente, la meditación del Evangelio de hoy nos hará tener en cuenta que alguna vez seremos juzgados por lo que hicimos o dejamos de hacer en favor de todos aquellos que nuestro Padre Dios nos dio como hermanos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes en que conmemoramos el Día de Todos los Fieles Difuntos.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 25,31-46.

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna". 

Comentario

Hay párrafos del Evangelio que son una verdadera canción de denuncia de nuestro insolidario mundo. El que leemos hoy, conmemoración de todos los difuntos, trata de remediar la situación caótica de una humanidad formada por clases enfrentadas y versa sobre cómo también los paganos llegarán a obtener el Reino definitivo, que equivale a la vida eterna. 

Ovejas y cabras eran dos animales contrapuestos. La oveja era modelo depurado de virtud para los antiguos: afectuosa, no agresiva, relativamente indefensa, sumisa y tiene constante necesidad de cuidado... La relación entre pastor y oveja aparece en el Antiguo Testamento como modelo de relación entre Dios y el pueblo. La cabra, por el contrario, es hosca, desconfiada, brusca, agresiva y desobediente.

Las ovejas heredarán el reino de Dios, las cabras irán al castigo eterno. 

Curiosamente la razón de uno u otro destino es la relación mantenida con el prójimo, con quien Jesús se identifica: "Señor, le dirán unos, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o extranjero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?" Y él les contestará: "Les aseguro: Cada vez que dejaron de hacerlo con uno de esos más humildes, dejaron de hacerlo conmigo". El criterio para obtener el Reino definitivo, que equivale a la vida eterna, es la actitud de ayuda al hombre y de solidaridad con los que necesitan ayuda.

El evangelista enumera necesidades que el prójimo sufre y que pertenecen a la vida real: tener hambre o sed, ser extranjero sin derechos, estar desnudo, enfermo o encarcelado, situaciones todas que hacen inhumana e inviable la vida. Jesús, como pastor, se identifica con cada uno de estos pacientes. Quien actúa favorablemente con ellos, lo hace con él.

En una palabra, llegar a obtener la vida definitiva no depende de cumplir o no un código de leyes, estar afiliado o no a una religión, saber de teología o de iglesia; depende más bien del amor que se practique hacia cada uno de estos seres que sufren en la encrucijada de la vida. Quien ama, está salvado, aunque no confiese expresamente a Jesús, ni lo haga por él. Al fin y al cabo, se nos examinará de "amor".

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de
Latinoamérica).