¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar e Evangelio
y el comentario, en este 28º. Domingo del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Marcos 10,17-30.
Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible". Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.
Comentario
San Antonio Abad nació en Egipto en el año 251, y
murió el 17 de enero del año 356, día en que celebramos su memoria litúrgica
actualmente. Fue el iniciador de un amplio movimiento espiritual. Se le
consideró el Abad, es decir, el padre de los
ermitaños, que a partir de mediados del siglo III abandonan las
ciudades, en número cada vez mayor, para retirarse al desierto, en Egipto o en
cualquier otro lugar, buscando un estilo de vida que les permitiera vivir más
radicalmente las exigencias del Evangelio.
Su primera biografía fue escrita por el obispo San
Atanasio. En ella, nos cuenta que San Antonio quedó huérfano de padre y madre a
los veinte años, heredando una gran fortuna. Poco después, al entrar a una
iglesia, oyó leer aquellas palabras de Jesús: "Si quieres ser perfecto,
vende lo que tienes, y dáselo a los pobres y luego ven y sígueme". Salió
de allí y vendió las 300 fanegadas de buenas tierras que sus padres le habían
dejado en herencia, y repartió el dinero a los necesitados. Lo mismo hizo con
sus casas y mobiliarios. Sólo dejó una pequeña cantidad para vivir él y su
hermana.
Pero luego oyó leer en un templo aquella frase del
Señor: "No se preocupen por el día de mañana", y vendió el resto de
los bienes que le quedaban. Aseguró en un convento de monjas la educación y el
futuro de su hermana y repartió todo lo demás entre la gente más pobre,
quedando en la más absoluta pobreza, confiado sólo en Dios. Se fue al desierto,
donde vivía de su propio trabajo en completa soledad. Pero su fama de santidad
fue creciendo y atrajo a muchos jóvenes a quienes orientó en este estilo de vida
que se constituyó en una especie de protesta contra una sociedad opulenta que
iba perdiendo los valores del Evangelio en medio de una cultura de la
abundancia.
Así como San Antonio, muchos cristianos y
cristianas a lo largo de la historia han respondido con mucha generosidad a las
palabras que Jesús le dirigió a este hombre que nos presenta hoy el evangelio.
Tal vez esta es una de las páginas más radicales de la Escritura. Las frases
que Jesús dirige a sus discípulos después de que este hombre “se fue triste,
porque era muy rico”, son de una contundencia implacable: “¡Qué difícil va a
ser para los ricos entrar en el reino de Dios! (...) Es más fácil para un
camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de
Dios”. Frases tan exigentes hicieron que los discípulos, asombrados se
preguntaran: “¿Y quién podrá salvarse?” A lo que Jesús respondió “Para los
hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él no hay nada imposible”.
Este Encuentro con la Palabra nos
pude dejar una sensación de frustración. No sé cuántos, al oír el domingo estas
palabras de Jesús, salgan de la Iglesia y vayan a vender todo lo que tienen
para dárselo a los pobres. Supongo que no muchos. Pero no podemos perder de
vista que para Dios no hay nada imposible. Así como San Antonio recibió la
fuerza de Dios para dar este salto que cambió la historia del mundo antiguo,
Dios puede mover nuestros corazones para descubrir la respuesta que podemos
darle al Señor en una sociedad como la nuestra. Dejemos que él tome la
iniciativa.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad
de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá