¡Amor
y paz!
Con
la celebración de Pentecostés ayer, regresamos hoy a lo que en liturgia se
llama el ‘Tiempo Ordinario’, que no significa de poca importancia sino que se
distingue de los ‘tiempos fuertes’: la Pascua y su Cuaresma, la Navidad y su
Adviento.
Estuvimos leyendo el evangelio
según San Juan y ahora seguiremos con el de San Marcos y, concretamente, el
diálogo de Jesús con un hombre rico sobre las exigencias del seguimiento y los
peligros que genera la acumulación de la riqueza.
Es
la oportunidad para preguntarnos: qué tanto tenemos puesto nuestro corazón y
nuestras prioridades en las riquezas.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes
de la 8ª. Semana del Tiempo Ordinario.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Marcos 10,17-27.
Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
Comentario
a)
Jesús se encuentra con un joven que quiere «heredar la vida eterna» y entabla
con él un diálogo lleno de buena intención y de psicología.
El
joven parece sincero. ¿Tal vez un poco demasiado seguro de su bondad: «todo eso
lo he cumplido desde pequeño»? Jesús le mira con afecto, con esa mirada que
tanto impresionó a sus discípulos: la mirada de afecto al joven de hoy o la de
ira a los que no querían ayudar al enfermo en sábado, o la de perdón a Pedro
después de su negación. Al joven le propone algo muy radical: «una cosa te
falta: anda, vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme».
El joven se retira
pesaroso. No se atreve a dar el paso.
Jesús
saca la lección: los ricos, los que están demasiado apegados a sus bienes, no
pueden acoger el Reino: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una
aguja...».
b) Es
una escena simpática: un joven inquieto que busca caminos y quiere dar un
sentido más pleno a su vida.
Pero
el diálogo, que prometía mucho, acaba en un fracaso. Tampoco Jesús consigue
todo lo que quiere en su predicación, porque respeta con delicadeza la libertad
de las personas. Algunos le siguen a la primera, dejándolo todo.
Como los
apóstoles. Otros se echan atrás. Jesús se debió quedar triste. Había puesto su
cariño en aquel joven. Más tarde mirará con tristeza a la higuera estéril, que
es Israel. Y a los que han convertido el Templo en cueva de ladrones. El joven
se convirtió en símbolo del pueblo elegido de Dios que, llegado el momento, no
quiso aceptar el mensaje del Mesías. No tuvo fácil su misión Jesús de Nazaret.
Aunque tal vez así nos anima más a nosotros si tampoco tenemos resultados muy
halagüeños en nuestra misión educativa o familiar o eclesial
Es
que Jesús no pide «cosas», sino que pide la entrega absoluta. No se trata de
«tener» o no tener, sino de «ser» y «seguir» vitalmente: «que cargue con su
cruz cada día y me siga», «el que quiera guardar su vida, la perderá». A todos
nos cuesta renunciar a lo que estamos apegados: las riquezas o las ideas o la
familia o los proyectos o la mentalidad.
Cuando
estamos llenos de cosas, menos agilidad para avanzar por el camino. El atleta
que quiera correr con una maleta a cuestas conseguirá pocas medallas. Es el
ejemplo que nos dio el mismo Jesús: «el cual, siendo de condición divina, se
despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo, y se humilló hasta la
muerte y muerte de cruz» (Fil 2,6-7). Era rico y se hizo pobre por
nosotros.
Los
que han abrazado la vida religiosa han decidido imitar a Jesús más de cerca:
han vendido todo y le han seguido. Si han querido hacer los votos de pobreza,
celibato y obediencia, ha sido para poder caminar más ágilmente por el camino
de las bienaventuranzas, para poder amar más, para estar disponibles para los
demás, para ser libres interiormente, como Jesús. Todo ello, fiados no en sus
fuerzas, sino en las de Dios: «es imposible para los hombres, no para Dios».
Todo
cristiano puede seguir el camino de las bienaventuranzas. No se trata de que el
discípulo de Jesús no pueda tener nada propio, sino de que no se apegue a lo
que posee.
Que
no intente servir a dos señores. Que lo relativice todo, para conseguir el
tesoro y los valores que valen la pena, los que ofrece Cristo.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 212-216
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 212-216