lunes, 27 de julio de 2009

EL RETO DE SER FERMENTO PARA EL MUNDO

¡Amor y paz!

Jesús recurre hoy también a las parábolas para comparar el Reino de los cielos. Ayer fue el sembrador; hoy, la semilla de mostaza y la levadura.

Dios elige lo pequeño e insignificante para luego realizar obras grandes. No irrumpe espectacularmente en el mundo, sino a modo de una semilla que brota y germina silenciosamente y se convierte en planta o como la levadura que, también sigilosamente, transforma la masa de harina.

Así ocurrió con Jesús, que se encarnó en un pueblo pequeño y se valió de personas sin gran cultura ni prestigio. La Iglesia que Él fundó ha sufrido muchas persecuciones y rechazos y ha cometido errores; aún así, el Reino de Dios sigue creciendo, no sólo porque hay personas generosas que trabajan casi imperceptiblemente, sino por la acción del Espíritu Santo que es abono para las semillas y vitalidad para la levadura.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,31-35.

También les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas". Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.

COMENTARIO

Estamos acostumbrados a deslumbrarnos ante los grandes acontecimientos y las cosas extraordinarias y despreciamos la fuerza de lo pequeño. En cambio el proceder de Dios es diferente: se manifiesta siempre en lo que no cuenta, en lo que es insignificante, en lo cotidiano, en lo pequeño. De ahí que al ser humano le cuesta mucho descubrir por dónde va Dios, y pretende encontrarlo aplicando sus propios criterios.

El profeta, en el Antiguo Testamento, buscaba a Dios en la tormenta o en una manifestación fuerte de la naturaleza, pero sólo lo encontró en la brisa suave. Un gran edificio comienza en la base, un gran discurso comienza con una palabra, los grandes movimientos sociales empiezan por ser la idea de unos cuantos que poco a poco van contagiando a otros. Jesús sabe que el Reino no se instaura a partir de un acontecimiento extraordinario, sino a partir de la vida cotidiana vivida en la dimensión de la justicia y del amor.

El grano de mostaza es insignificante pero tiene por dentro la capacidad de producir la vida. Al estar dentro de la tierra tiene la fuerza suficiente para irrumpir, brotar hacia arriba y convertirse en árbol y poder abrigar a los pájaros del cielo. Pero este proceso requiere de tiempo. A veces somos demasiado impacientes y más aún en estos nuestros días en que se espera eficiencia, rendimiento y utilidad en el menor tiempo posible. Los avances tecnológicos han encontrado la forma de acelerar muchos procesos. Nos hemos vuelto más impacientes, hemos ido perdiendo la capacidad de esperar.

Quien acepta el Reino de los Cielos debe comenzar desde lo de simple e insignificante, pero apuntando con fuerza hacia el ideal de mejorar la capacidad de producir, de mantener y de recrear la vida en el amor y en la justicia. La comparación de la levadura es semejante a la del grano de mostaza aunque también tiene sus diferencias. Ambos nos indican lo que sucede al interior de las personas, recordándonos que la fuerza que transforma y hace crecer viene de adentro. Pero también es un reto para los cristianos, que deben ser como el grano de mostaza y la levadura, para el mundo.


Servicio Bíblico Latinoamericano
http://www.mercaba.org/