¡Amor
y paz!
El
Evangelio que leeremos hoy corresponde a una pequeña sección de los discursos
de despedida de Jesús, antes de su pasión. Destaca la idea del amor mutuo: de
los discípulos a Jesús, del Padre y del Hijo entre sí, del Padre y de Cristo a
los discípulos. No se trata de un amor meramente sentimental, sino de un amor
comprometido que consiste en saber y cumplir sus mandamientos, en guardar su
palabra, conscientes de que es la misma Palabra de Dios.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este lunes
de la V semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Juan 14,21-26.
El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él". Judas -no el Iscariote- le dijo: "Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?". Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Comentario
a)
Toda la semana seguimos escuchando el discurso de Jesús en su Ultima Cena. A
veces el evangelio nos invita a creer en Jesús. Hoy nos invita a amarle y a
seguir sus caminos. Cuando Jesús se vaya -y en esta cena se está despidiendo de
sus discípulos- ¿cómo se podrá decir que permanecemos en él, que creemos en él
y le amamos de veras? Jesús nos da la pista: «el que me ama guardará mi
palabra», «el que no me ama no guardará mis palabras».
Pero
este amor tiene consecuencias inesperadas, una admirable intercomunión con
Cristo y con el Padre: «al que me ama lo amará mi Padre y lo amaré yo», «mi
Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él».
Y aún
más: Jesús nos anuncia al Espíritu Santo como protagonista en nuestra vida de
fe. Le llama «Paráclito», o sea, Abogado, Defensor. Le llama Maestro («él os
enseñará todo»), y también «Memoria» («os irá recordando todo lo que os he
dicho»).
b)
Pascua es algo más que alegrarnos por la resurrección de Jesús. El Resucitado
nos invita a una comunión vital: nuestra fe y nuestro amor a Jesús nos
introduce en un admirable intercambio. Dios mismo hace su morada en nosotros,
nos convertimos en templos de Dios y de su Espíritu.
Nos
invita también a permanecer atentos al Espíritu, nuestro verdadero Maestro
interior, nuestra memoria: el que nos va revelando la profundidad de Dios, el
que nos conecta con Cristo. El Catecismo de la Iglesia Católica dedica unos
números sabrosos (1091-1112) al papel del Espíritu en nuestra vida de fe. Lo
llama «pedagogo» de nuestra fe, porque él es quien nos prepara para el
encuentro con Cristo y con el Padre, el que suscita nuestra fe y nuestro amor,
y el que «recuerda a la asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros: él
despierta la memoria de la Iglesia».
La
Pascua la estamos celebrando y viviendo bien si se nota que vamos entrando en
esta comunión de vida con el Señor y nos dejamos animar por su Espíritu.
Cuando
celebramos la Eucaristía y recibimos a Cristo Resucitado como alimento de vida,
se produce de un modo admirable esa «interpermanencia» de vida y de amor:
«quien come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él... Igual que
yo vivo por el Padre, el que me coma vivirá por mi» (Jn 6, 56-57).
En la
Eucaristía se cumple, por tanto, el efecto central de la Pascua, con esta
comunicación de vida entre Cristo y nosotros, y, a través de Cristo, con el
Padre.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 102-104
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 102-104