¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este viernes en que
celebramos la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán.
Dios nos bendice....
LECTIO DIVINA:
DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN
Lectio:
Viernes, 9 noviembre,
2018
Juan 2,13-22 - Tiempo
Ordinario
1) Oración inicial
Dios omnipotente y
misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto
nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por
nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según
Juan 2,13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
3) Reflexión
• El Contexto. Nuestro pasaje
contiene una enseñanza clara e inequívoca de Jesús en el templo. Anteriormente,
Juan Bautista había dado testimonio de Jesús diciendo que era el mesías (1,29);
los primeros discípulos, tras la indicación del Bautista, lo reconocen como el
Cordero de Dios, que era una nota mesiánica: inaugurar una nueva pascua y una
nueva alianza, realizar la definitiva liberación del hombre (Jn 1,35-51); en
Caná, Jesús hace su primer milagro para manifestar su gloria (Jn 2,1-12): la
gloria se torna visible, puede ser contemplada, es decir, se manifiesta. Es la
gloria del Padre, presente en la persona de Jesús, manifestada al inicio de su
actividad, como anticipo de su “ora” (17,1). ¿En qué manera se manifiesta su
gloria? Dios establece gratuitamente con el hombre una nueva relación; lo une
íntimamente a él dándole la capacidad de amar como Él por medio del Espíritu
que purifica el corazón del hombre y lo hace hijo de Dios. Es necesario, sin
embargo, reconocer el amor inmutable de Dios manifestado en Jesús, respondiendo
con fe, o sea, con una adhesión personal.
• Jesús y el templo. Ahora
Jesús se encuentra en Jerusalén, en el templo, y, dando cumplimiento a la
profecía de Malaquías (Ml 3,1-3), se proclama mesías. Esta presencia de Jesús y
sobre todo su enseñanza produce una tensión. Ahora comprenderá el lector que
las grandes disputas con los judíos tengan lugar siempre en el templo; en este
lugar proclama Jesús sus denuncias sustanciales; su misión es conducir al
pueblo fuera del templo (2,15; 10,4). En el fondo, Jesús es condenado porque
representa un peligro para el templo y para el pueblo. Jesús va a Jerusalén con
ocasión de la Pascua de los judíos: es una ocasión clamorosa para manifestarse
en público y para revelar a todos que él es el mesías. En aquella fiesta Jerusalén
está llena de peregrinos llegados de todas partes y por tanto su proceder
habría tenido resonancia en toda Palestina. Llegando a Jerusalén, se traslada
rápidamente al templo donde realizan su trabajo diversos tipos de vendedores y
cambistas… El encuentro en el templo no se realiza con personas que buscan a
Dios, sino con comerciantes de lo sagrado: el importe por instalar los puestos
de venta era entregado al sumo sacerdote. Jesús escoge esta ocasión (la pascua)
y este lugar (el templo) para ofrecer un signo. Toma un látigo, instrumento que
simbolizaba al mesías castigando los vicios y las prácticas malvadas, y expulsa
a todos del templo junto con las ovejas y los bueyes. Es digna de notar su
polémica contra los vendedores de palomas (v.12). La paloma era un animal que
se usaba en los holocaustos propiciatorios (Lv 1,14-17), en los sacrificios de
expiación y de purificación (Lv 12,8; 15,14.29), sobre todo si los que lo
ofrecían eran pobres (Lv 5,7; 14,22.30ss). Aquí, los comerciantes venden las
palomas, es decir, venden por dinero la reconciliación con Dios.
• La casa de mi Padre. La
expresión indica que, en su obrar, Jesús se comporta como Hijo, que Él
representa al Padre en el mundo. Han transformado el culto a Dios en comercio.
El templo no es ya el lugar del encuentro con Dios, sino un mercado donde vige
la presencia del dinero. El culto se ha convertido en pretexto para el lucro.
Jesús ataca la institución central de Israel, el templo, símbolo del pueblo y
de la elección. Denuncia que ha sido usurpada al templo su función histórica:
ser símbolo de la morada de Dios en medio de su pueblo. La primera reacción al
gesto de Jesús viene de parte de los discípulos, que lo asocian al salmo 69,10:
“el celo por tu casa me devorará”. La segunda reacción viene de parte de los
sumos sacerdotes, que reaccionan en nombre de los vendedores: “qué señal nos
muestras para hacer estas cosas” (V.18). Le piden un signo; él les da el de su
muerte: “destruid este templo y en tres días lo reedificaré” (v.19). Jesús es
el templo que asegura la presencia de Dios en el mundo, la presencia de su
amor; la muerte en cruz hará de Él el templo único y definitivo de Dios. El
templo construido por manos de hombre ha caído; Jesús lo sustituirá, porque Él
es ahora la presencia de Dios en el mundo; en Él está presente el Padre.
4) Para la reflexión
personal
• ¿Has comprendido que el
signo del amor de Dios para ti no es ya el templo sino una persona, Jesús
crucificado?
• ¿Sabes que este signo se
te ofrece personalmente para tu liberación definitiva?
5) Oración final
Dios es nuestro refugio y
fortaleza,
socorro en la angustia, siempre a punto.
Por eso no tememos si se altera la tierra,
si los montes vacilan en el fondo del mar. (Sal 46,2-3)
socorro en la angustia, siempre a punto.
Por eso no tememos si se altera la tierra,
si los montes vacilan en el fondo del mar. (Sal 46,2-3)
Orden de los Carmelitas