miércoles, 30 de noviembre de 2011

«Yo los haré pescadores de hombres»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles en que celebramos la fiesta de San Andrés Apóstol.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 4,18-22.
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".  Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Comentario

Hoy es la fiesta de san Andrés apóstol, una fiesta celebrada de manera solemne entre los cristianos de Oriente. Fue uno de los dos primeros jóvenes que conocieron a Jesús a la orilla del río Jordán y que tuvieron una larga conversación con Él. Enseguida buscó a su hermano Pedro, diciéndole «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús (Jn 2,41). Poco tiempo después, Jesús llamó a estos dos hermanos pescadores amigos suyos, tal como leemos en el Evangelio de hoy: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). En el mismo pueblo había otra pareja de hermanos, Santiago y Juan, compañeros y amigos de los primeros, y pescadores como ellos. Jesús los llamó también a seguirlo. Es maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le siguieron “al instante”, palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se le ha de decir: “después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...

También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos —esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos “pescadores de hombres”. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre y Doctor de la Iglesia dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y, por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo. “Pescar hombres” quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo a que encuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino.

Prof. Dr. Mons. Lluís Clavell (Roma, Italia)

martes, 29 de noviembre de 2011

¿Un cristianismo sin Cristo?

¡Amor y paz!

En esta época de leche deslactosada, de dulce sin azúcar, de café sin cafeína, de chocolote sin cacao, de jugos con sabor y color de fruta, pero sin fruta, muchos nos quieren ‘vender’ un cristianismo sin Cristo. ¿Una religión 'light'?

El Evangelio de hoy también nos da luces sobre quién es Cristo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este martes de la I Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 10,21-24.
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!". 
Comentario

Ocasionalmente encontramos formas de cristianismo que se pasan a Jesús por la faja. El centro de su devoción no es el Jesús de los evangelios, sino un conjunto aficiones por imágenes, santos y otras figuras interesantes de la fe cristiana. Pero, muchas veces, sin querer, ignoran a quien es el centro de nuestra fe.

Lo que nos enseñan los evangelios en su extensa catequesis es esto precisamente: para la cabal comprensión y asimilación del cristianismo es insustituible conocer y comprender al hombre Jesús de Nazaret. El pasaje que hoy leemos nos enfatiza precisamente este asunto.

En boca de Jesús el evangelista nos propone una reflexión sumamente interesante. Para nosotros los cristianos, la relación con Dios está mediada por la historia concreta de una persona concreta que es indispensable para nuestra fe. Y esta persona no es otra que Jesús, el que venía de Galilea y murió en Jerusalén. El evangelista es enfático en decirnos "Nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo". Jesús y su historia son de este modo insustituibles para la fe. Quien pretenda ser cristiano ignorando el significado de Jesús para la fe, pierde el tiempo y se equivoca de camino.

Hoy asistimos al nacimiento de muchos movimientos religiosos que se saltan olímpicamente la relevancia de Jesús y lo reemplazan por espiritualismo de poco vuelo. Cambian el núcleo de la fe por cualquier ideología, ilusión o engañifa creyendo que con hacer más fácil la religión y ponerle estrategias publicitarias hacen un gran aporte al cristianismo. El evangelio, por el contrario, nos invita a tomarnos a Jesús en serio y a valorarlo como el tesoro hallado en el campo: por Él damos todo y vibramos de alegría.

Servicio Bíblico Latinoamericano

lunes, 28 de noviembre de 2011

El mensaje de Jesús no es excluyente sino universal

¡Amor y paz!

El Evangelio nos narra hoy la curación de una persona que no pertenecía a la comunidad judía. Se trata del criado de un centurión, lo que nos manifiesta que el mensaje de Jesús es universal.

En efecto, el Señor viene para invitar a todos los seres humanos, de cualquier clase y condición, a asumir el camino de salvación, a construir el Reino de Dios. Cada ser humano es libre de acoger o rechazar el llamado de Jesús. Pero si lo acepta, su respuesta está signada por la fe que, en el caso del centurión, es elogiada por Jesús. "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará…”, ha dicho el militar romano.

Usted, que esto lee, también está llamado por Jesús. ¿Cuán grande es su fe? ¿Cuál es su respuesta?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes I de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 8,5-11.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole":  "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos;
Comentario


Hoy Cafarnaún es nuestra ciudad y nuestro pueblo, donde hay personas enfermas, conocidas unas, anónimas otras, frecuentemente olvidadas a causa del ritmo frenético que caracteriza a la vida actual: cargados de trabajo, vamos corriendo sin parar y sin pensar en aquellos que, por razón de su enfermedad o de otra circunstancia, quedan al margen y no pueden seguir este ritmo. Sin embargo, Jesús nos dirá un día: «Cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). El gran pensador Blaise Pascal recoge esta idea cuando afirma que «Jesucristo, en sus fieles, se encuentra en la agonía de Getsemaní hasta el final de los tiempos».

El centurión de Cafarnaún no se olvida de su criado postrado en el lecho, porque lo ama. A pesar de ser más poderoso y de tener más autoridad que su siervo, el centurión agradece todos sus años de servicio y le tiene un gran aprecio. Por esto, movido por el amor, se dirige a Jesús, y en la presencia del Salvador hace una extraordinaria confesión de fe, recogida por la liturgia Eucarística: «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa: di una sola palabra y mi criado quedará curado» (Mt 8,8). Esta confesión se fundamenta en la esperanza; brota de la confianza puesta en Jesucristo, y a la vez también de su sentimiento de indignidad personal, que le ayuda a reconocer su propia pobreza.

Sólo nos podemos acercar a Jesucristo con una actitud humilde, como la del centurión. Así podremos vivir la esperanza del Adviento: esperanza de salvación y de vida, de reconciliación y de paz. Solamente puede esperar aquel que reconoce su pobreza y es capaz de darse cuenta de que el sentido de su vida no está en él mismo, sino en Dios, poniéndose en las manos del Señor. Acerquémonos con confianza a Cristo y, a la vez, hagamos nuestra la oración del centurión.

Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España)

domingo, 27 de noviembre de 2011

¡Alégrense, el Señor está cerca!


¡Amor y paz!

Al comenzar  hoy un nuevo Año Litúrgico (ahora es el B), estrenamos diseño y, sobre todo, renovamos nuestra fe y esperanza en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, que diariamente promulgamos y meditamos, para la gloria de Dios y el bien de nuestros hermanos.

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 1er Domingo de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 13,33-37.
Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".
Comentario

Son tantos nubarrones los que se ciernen en el horizonte del bienestar, tantos malos augurios sobre el presente y el futuro (casi mejor no enumerarlos) que el Adviento, tiempo de preparación a la Navidad, al Nacimiento de Cristo, nos va a venir de perlas para infundirnos aliento y esperanza.

1. ¿Qué es el Adviento? El adviento nos sitúa en la dirección adecuada. ¡Va a llegar el Señor! Y lo hará desde tres direcciones distintas:

-Desde Dios. Ese Dios que, en palabras del Papa Benedicto XVI, se ha convertido en el gran olvidado de muchas personas. ¿No será precisamente el olvido de Dios causa de tanta ruptura personal, ansiedad, infelicidad, insatisfacción, etc.? Os lo dejo a vuestra reflexión

-Desde el hombre. Viene el Señor desde el intento, por parte de Dios, de compartir nuestra humanidad. De hacerse uno como nosotros. Y, esto, produce en nosotros una sensación de alivio: ¡no estamos solos! ¡Dios camina junto a nosotros!

-Desde la esperanza. ¡Pues bendito sea Dios!¡Por fin, en medio de un mundo decadente en tantos aspectos, Dios nos infunde valor, ánimo, alegría y optimismo! 

2.-El Adviento, amigos, no es una repetición de jugada; no es hacer ni celebrar otra vez lo mismo: es dar una nueva oportunidad a la esperanza para que, de lleno, entre en la vida de las personas, en aquellos que buscan y que, mirando hacia el horizonte saben que Dios es lo máximo que puede esperar y encontrar.

El Adviento, más que nunca en el momento en el que nos encontramos, produce paz y sosiego. ¿No sentimos alegría ante la llegada de un amigo? ¿No nos ponemos en pie para ponerlo todo a punto? Qué bueno sería que, así como estamos ya pensando en lista de Navidad, también nos apuntásemos en nuestra agenda aquello en lo que podemos ser más aplicados y mejores vigilantes para que, el Nacimiento de Cristo, lejos de dejarnos indiferentes produzca en nosotros una riada de felicidad, de fe y de esperanza.

A mí, para terminar, se me ocurren algunos puntos:

- No descuidemos nuestra fe personal. Leamos y meditemos la Palabra de Dios. ¿Tal vez la misa diaria?

- Vigilemos la tarea que Dios nos ha encomendado. Si somos padres, indiquemos a los hijos el camino de la fe. Si somos catequistas, crezcamos primero nosotros antes de animar a los demás, si estamos implicados en la vida activa de la Iglesia preguntémonos ¿en qué tenemos que progresar y qué hemos de desterrar de nuestros trabajos para preparar un digno camino al Señor?

- Cuidemos la oración. El Adviento es una buena oportunidad para recuperar el gusto por el “estar a solas con Dios”. Es hora de que, cada cristiano, cada católico, empiece a recuperar o a iniciarse en el camino de la oración personal. Entre otras cosas, porque el vigilante, sabe que en las horas de más soledad sabe que alguien y sin ruido puede presentarse. Y, es en la oración, donde el Señor se manifiesta de una forma silenciosa, suave y sanadora.

Si en el hombre hay una gran carencia de esperanza; si el mundo es un tren de prisas y de ansiedades; si la atmósfera que respiramos es un cúmulo de incertidumbres… ¿por qué empeñarnos en estar dormidos cuando, el Señor, nos quiere despiertos y con ganas de recibirle? ¡Feliz Adviento!

Javier Leoz
www.mercaba.org

sábado, 26 de noviembre de 2011

Jesús nos pide velar y hacer oración siempre

¡Amor y paz!

Jesús nos pide hoy en el Evangelio no dejarnos embotar por los asuntos que pueden hacernos extraviar el camino que nos conduce a Dios. Igualmente, nos invita a velar y hacer oración siempre, para poder comparecer seguros ante Él en el último día.  

La Palabra de Dios nos ha pedido no poner nuestra seguridad y confianza en lo pasajero, dado que, si bien necesitamos de muchas cosas temporales para vivir con dignidad, ellas no nos garantizan los bienes eternos, que sólo el Reino de Dios nos puede brindar.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado, último día del año litúrgico (XXXIV del Tiempo Ordinario).

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 21,34-36.
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y la preocupación del dinero, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes  como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.
Comentario

a) Última recomendación de Jesús en su "discurso escatológico", último consejo del año litúrgico, que enlazará con los primeros del Adviento: "estad siempre despiertos".

Lo contrario del estar despiertos es que se "nos embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero". Y el medio para mantener en tensión nuestra espera es la oración: "pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir".

La consigna final es corta y expresiva: "manteneos en pie ante el Hijo del Hombre".

b) "Manteneos en pie ante el Hijo del Hombre".

Todos necesitamos un despertador, porque tendemos a dormirnos, a caer en la pereza, bloqueados por las preocupaciones de esta vida, y no tenemos siempre desplegada la antena hacia los valores del espíritu.

Estar de pie, ante Cristo, es estar en vela y en actitud de oración, mientras caminamos por este mundo y vamos realizando las mil tareas que nos encomienda la vida. No importa si la venida gloriosa de Jesús está próxima o no: para cada uno está siempre próxima, tanto pensando en nuestra muerte como en su venida diaria a nuestra existencia, en los sacramentos, en la Eucaristía, en la persona del prójimo, en los pequeños o grandes hechos de la vida.

Los cristianos tenemos memoria: miramos muchas veces al gran acontecimiento de hace dos mil años, la vida y la Pascua de Jesús. Tenemos un compromiso con el presente, porque lo vivimos con intensidad, dispuestos a llevar a cabo una gran tarea de evangelización y liberación. Pero tenemos también instinto profético, y miramos al futuro, la venida gloriosa del Señor y la plenitud de su Reino, que vamos construyendo animados por su Espíritu.

En la Eucaristía se concentran las tres direcciones, como nos dijo Pablo (1 Co 11,26): "cada vez que coméis este pan y bebéis este vino (momento privilegiado del "hoy"), proclamáis la muerte del Señor (el "ayer" de la Pascua) hasta que venga (el "mañana" de la manifestación del Señor)". Por eso aclamamos en el momento central de la Misa: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús".

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 333-335

viernes, 25 de noviembre de 2011

Ante los anuncios del fin: confiar y esperar

¡Amor y paz!

Siguiendo la pauta del Evangelio de hoy, el Concilio Vaticano II nos invita a leer los ‘signos de los tiempos’, en tanto son elocuentes para indicarnos algo de la voluntad de Dios sobre nuestras vidas: “es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos. Es necesario comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones" (GS 4).

No se trata, entonces, de estar pendientes de viejas profecías o malas relecturas para acomodarlas a los tiempos que vivimos, sino de interpretar las señales que se manifiestan en la realidad y que nos permitan percibir la cercanía del Reino de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 21,29-33.
Y Jesús les hizo esta comparación: "Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol.  Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Comentario

Jesús acaba de anunciar el «fin de Jerusalén» y, simbólicamente o realmente, el «fin del mundo»... sus venidas al mundo eran el presagio de su venida definitiva. Su gran preocupación es tratar de evitar a sus apóstoles toda angustia y pánico.
 
-Cuando empiece a suceder esto poneos derechos y alzad la cabeza...

La Iglesia anda «encorvada» bajo el peso de las pruebas y de las persecuciones, Jesús le pide de enderezarse, de alzar la cabeza.  

Lo que, para mucha gente, aparece como una destrucción y un juicio terribles, para los creyentes, por el contrario, debe aparecer como el comienzo de la salvación...  

-Porque vuestra redención está cerca.  

Esta palabra, tan frecuente en san Pablo (Co 1, 30; Rm 3, 24; 8, 23; Col 1, 14) sólo es usada en esas citas, y en ninguno de los evangelios. El término «redención» procede del latín «redemptio»; mejor sería traducirlo directamente del griego «apolutrôsis» por el término «liberación».  

"¡Vuestra liberación está cerca!"  

Señor, ayúdame a considerar todo acontecimiento de la historia, como una etapa que me acerca a la «liberación».  

-Y les puso una comparación: Fijaos en la higuera o en cualquier otro árbol: Cuando echan brotes, os basta verlos, para saber que el verano ya está cerca.  
Me agrada esa comparación.  

Un árbol en primavera. ¿Qué hay de más hermoso? ¿De más prometedor? Me imagino una higuera o un manzano lleno de brotes tiernos. Después del invierno es una promesa del verano. Guardo unos momentos esta imagen en mi imaginación.  

Para Jesús la cercanía del «fin» es un acercarse a la primavera.  

¡El verano está cerca!  

La Pasión empezará dentro de unos días (Lucas 22). Cuando esos sucesos anunciadores del fin de Jerusalén, del fin del mundo, de vuestro fin personal... comenzarán, ¡enderezaos, levantad la cabeza, porque vuestra liberación está cerca, viene el verano!  

Del mismo modo, también vosotros, cuando veáis que suceden todas estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca.  

-«Los hombres se morirán de miedo en el temor de las desgracias que sobrevendrán en el mundo.»  

«Vosotros, ¡enderezaos! ¡El Reino de Dios está cerca!» Prácticamente en Palestina no hay primavera, de tal modo es rápido el paso del invierno al verano: ¡toda la naturaleza florece de una vez!  

Con esto, Jesús da a sus amigos unas imágenes de la muerte... y del fin del mundo. De otra parte distingue netamente a los creyentes de los demás hombres que están espantados.  

Más que contestar a la pregunta de sus amigos sobre la fecha de la destrucción del Templo, Jesús les indica las actitudes que deben tomar. "De lo que estáis contemplando, días vendrán en los que no quedará piedra sobre piedra".  

-Maestro, ¿cuándo sucederá?- Cuando esto suceda, enderezaos» La primera actitud ante los anuncios escatológicos, es... ¡la esperanza!  

-El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán...  

La segunda actitud, es... ¡la confianza! La certeza de que Dios no puede fracasar, que las palabras divinas son sólidas, no son frágiles, ni caducas.  

En el DÍA de HOY, ¿dan los cristianos testimonio de esa seguridad tranquila de la que Jesús daba prueba, pocos días antes de su muerte? ¡Señor, danos una fe más sólida!  

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTÉS A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 304 s.

jueves, 24 de noviembre de 2011

“Tengan ánimo… porque está por llegarles la liberación”

¡Amor y paz!

En el Evangelio de hoy, Jesús, entristecido, vuelve a anunciar la destrucción de Jerusalén. También aquí Lucas mezcla dos planos: el de la caída de Jerusalén -que probablemente ya había sucedido cuando él escribe- y la del final del mundo, la segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas y el estruendo del mar y el miedo y la ansiedad.

Pero la perspectiva es optimista: "entonces verán al Hijo del Hombre venir con gran poder y gloria". El anuncio no quiere entristecer, sino animar: "Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 21,20-28.
Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima.  Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.  Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
Comentario

Las imágenes se suceden una tras otra para describirnos la seriedad de los tiempos futuros: la mujer encinta, la angustia ante los fenómenos cósmicos, la muerte a manos de los invasores, la ciudad pisoteada. Esta clase de lenguaje apocalíptico no nos da muchas claves para saber adivinar la correspondencia de cada detalle.

Pero por encima de todo, está claro que también nosotros somos invitados a tener confianza en la victoria de Cristo Jesús: el Hijo del Hombre viene con poder y gloria. Viene a salvar. Debemos "alzar la cabeza y levantarnos", porque "se acerca nuestra liberación".

Sea en el momento de nuestra muerte, que no es final, sino comienzo de una nueva manera de existir, mucho más plena. Sea en el momento del final de la historia, venga cuando venga (mil años son como un día a los ojos de Dios). Entonces la venida de Cristo no será en humildad y pobreza, como en Belén, sino en gloria y majestad.

Levantaos, alzad la cabeza. Nuestra espera es dinámica, activa, comprometida.

Tenemos mucho que trabajar para bien de la humanidad, llevando a cabo la misión que iniciara Cristo y que luego nos encomendó a nosotros. Pero nos viene bien pensar que la meta es la vida, la victoria final, junto al Hijo del Hombre: él ya atravesó en su Pascua la frontera de la muerte e inauguró para sí y para nosotros la nueva existencia, los cielos nuevos y la tierra nueva.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 326-329

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Cristianos serán perseguidos, pero triunfarán si perseveran

¡Amor y paz!

Sabemos que el mensaje de Cristo va en contravía de aquel que pregona el mundo. Jesús fue juzgado, condenado, sufrió y murió a consecuencia de esto. En el Evangelio de hoy, el Señor advierte que otro tanto les puede pasar a sus discípulos para que puedan dar testimonio de Él.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 21,12-19.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,  y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas. 
Comentario

El anuncio del mensaje cristiano siempre suscita fuerte animosidad en una sociedad construída sobre valores directamente en oposición a los anunciados por Jesús. Componente fundamental de la vida del Mesías ha sido el "es necesario que el Mesías padezca"; esa situación es fruto de una agresividad de los que que ven amenazada la estructura injusta construída a partir de sus egoísmos.

La magnitud de esta resistencia que puede llegar hasta poner en riesgo la propia vida, proviene desde lo externo y aun desde las personas más cercanas. Todo se combina para conducir a situaciones amenazantes: cárcel, juicios, traición de los familiares, un odio general hacia el mensaje, trasladado a la persona de los mensajeros.

En esa situación no es inexplicable la tentación de desaliento. Jesús advierte sobre ella, pero junto a esa advertencia pronuncia una palabra de promesa que renueva la confianza necesaria para continuar en la tarea.
En cada juicio, motivado por la animosidad, el cristiano sabe que puede contar con la presencia de Jesús que concede un lenguaje y una sabiduría a la que no pueden oponerse los adversarios.

Y aunque la muerte pueda acabar con algunos mensajeros, otros seguirán proclamando la Buena Noticia de la fraternidad universal entre los hombres. El poder de los enemigos no puede superar la bondad de Dios, incapaz de soportar la mínima pérdida de sus enviados.

Para ello se requieren una firmeza y un coraje a toda prueba, capaces de asegurar la ganancia de la propia vida.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

martes, 22 de noviembre de 2011

No nos dejemos seducir por los falsos mesías


¡Amor y paz!

Desde cuando era niño he oído de personas que lo atemorizan a uno diciendo que está próximo el fin del mundo. Hombres de larga barba y pobrísima vestimenta, pregoneros que portan carteles, vendedores de las ‘únicas velas que alumbrarán en la oscuridad final’, etc., son parte de los que anuncian que es inminente el fin del mundo.

Ya Jesús lo había previsto y nos dice hoy en el Evangelio que no nos dejemos engañar y que no sigamos a quienes se presentarán en su Nombre prediciendo que el fin está cerca.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Lucas 21,5-11.
Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:  "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.

Comentario
a) A partir de hoy, y hasta el sábado, leemos el "discurso escatológico" de Jesús, el que nos habla de los acontecimientos futuros y los relativos al fin del mundo. Lo que es coherente con esta semana, la última del Año Litúrgico, que hemos iniciado con la solemnidad de Cristo Rey del Universo.

Escuchamos el segundo lamento de Jesús sobre su ciudad, Jerusalén anunciando su próxima ruina. Pero Lucas lo cuenta mezclando planos con otro acontecimiento más lejano, el final de los tiempos. Es difícil deslindar los dos.
La perspectiva futura la anuncia Jesús con un lenguaje apocalíptico y misterioso: guerras y revoluciones, terremotos, epidemias, espantos y grandes signos en el cielo. Pero "el final no vendrá en seguida", y no hay que hacer caso de los que vayan diciendo "yo soy", o "el momento está cerca"

b) La ruina de Jerusalén ya sucedió en el año 70, cuando las tropas romanas de Vespasiano y Tito, para aplastar una revuelta de los judíos, destruyeron Jerusalén y su templo, y "no quedó piedra sobre piedra". Nos hace humildes el ver qué caducas son las instituciones humanas en las que tendemos a depositar nuestra confianza, con los sucesivos desengaños y disgustos. Los judíos estaban orgullosos -y con razón- de la belleza de su capital y de su templo, el construido por el rey Herodes. Pero estaba próximo su fin.

El otro plano, el final de los tiempos, está por llegar. No es inminente, pero sí es serio. El mirar hacia ese futuro no significa aguarnos la fiesta de esta vida, sino hacernos sabios, porque la vida hay que vivirla en plenitud, sí, pero responsablemente, siguiendo el camino que nos ha señalado Dios y que es el que conduce a la plenitud. Lo que nos advierte Jesús es que no seamos crédulos cuando empiecen los anuncios del presunto final. Al cabo de dos mil años, ¿cuántas veces ha sucedido lo que él anticipó, de personas que se presentan como mesiánicas y salvadoras, o que asustaban con la inminente llegada del fin del mundo? "Cuidado con que nadie os engañe: el final no vendrá en seguida".

Esta semana, y durante el Adviento, escuchamos repetidamente la invitación a mantenernos vigilantes. Que es la verdadera sabiduría. Cada día es volver a empezar la historia. Cada día es tiempo de salvación, si estamos atentos a la cercanía y a la venida de Dios a nuestras vidas.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 319-323

lunes, 21 de noviembre de 2011

A la hora de amar, se necesita mucha generosidad

¡Amor y paz!

Esta semana concluye el año litúrgico (el domingo será el primero de Adviento, preparación de la Navidad) y resuenan las palabras del Evangelio de ayer sobre el juicio final. Seremos juzgados según la medida de nuestro amor al prójimo.

Hoy, retornando a Lucas, se nos habla de la generosidad a la hora de dar. Realmente,  nadie puede amar si no es generoso y para eso, no sólo hay que estar en disposición de dar sino, sobre todo, en disposición de darse en bien de los demás.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 21,1-4.
Después, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir".
Comentario

     Mi Señor Jesús, qué pronto se hará pobre quién amándoos de todo corazón, no pueda soportar ser más rico que su Bienamado... Mi Señor Jesús, qué pronto se hará pobre, quien pensando que todo lo que se hace a uno de estos pequeños, es a Vos a quien se hace (Mt 25,40.45), que todo lo que no se les hace, es a Vos a quien no se hace, aliviará todas las miserias a su alcance... Qué deprisa se hará pobre, quien reciba con fe vuestras palabras: «Si queréis ser perfectos, vended lo que tenéis, y dádselo a los pobres... Bienaventurados los pobres... Todo aquel que deje sus bienes por mi, recibirá aquí abajo, cien veces más y en el cielo la vida eterna...» (Mt 19,21.29; 5,3). Y tantas otras.

¡Dios mío, no sé si es posible a algunas almas veros pobres y seguir a gusto siendo ricas, verse mayores que su Maestro, que su Bienamado, no quererse parecer a Vos  en todo lo que de ellas depende y sobre todo en vuestras humillaciones; yo creo que ellas os aman, Dios mío, y sin embargo creo que falta algo a su amor, y en todo caso yo no puedo concebir el amor sin una necesidad, una imperiosa necesidad de conformación, de semejanza, y sobre todo de compartir todas las penas, todas las dificultades, todas las durezas de la vida... Ser rico, a mi gusto, vivir tranquilamente de mis bienes, cuando Vos habéis sido pobre, machacado, viviendo penosamente de un trabajo rudo! Yo no puedo, Dios mío... Yo no puedo amar así.

«No conviene que el criado sea mayor que el Amo» (Jn 13,16), ni que la esposa sea rica, cuando el Esposo es pobre... a mí me resulta imposible entender el amor, sin la búsqueda de la semejanza... sin la necesidad de compartir todas las cruces...

Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara
Retiro de Nazaret, 11 noviembre 1897 (trad. Obras espirituales. Editorial San Pablo 1998)
©Evangelizo.org 2001-2010

domingo, 20 de noviembre de 2011

El amor será el criterio para merecer el castigo eterno o la Vida eterna

¡Amor y paz!

Al concluir el año litúrgico, celebramos la solemnidad de Jesucristo Rey del universo. Hemos venido meditando sobre el último día de nuestra vida y hoy no es la excepción, sino el culmen: el evangelio según san Mateo nos propone meditar sobre las palabras de Jesús el día del juicio final, cuando seremos juzgados según la medida de nuestro amor a los hermanos. 

Oremos, como un solo corazón y una sola alma:

Dios santo, Señor y Dios nuestro,
tú que contemplas los cielos
en el infinito de tu gloria,
has tomado rostro de hombre
y has compartido la miseria
del más abandonado de entre los pobres.
Danos la fuerza de tu bendición.
Santifica nuestro corazón con el fuego de tu palabra
para que nuestros ojos reconozcan tu presencia
en la mano que se tiende
y en la mirada que mendiga nuestro amor.
Pues tú nos juzgarás sobre el amor
cuando llegue el día de tu juicio.

(Dios cada día. Siguiendo el leccionario ferial. Cuaresma y Tiempo Pascual. Sal Terrae/Santander  1989.Pág. 27)

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 25,31-46.
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
Comentario

Mateo ha decidido concluir el discurso escatológico (y la serie entera de los discursos de Jesús) con la grandiosa escena del juicio. Para algunos es el texto más universalista de todo el Nuevo Testamento: la pertenencia al Reino no exige el conocimiento explícito de Cristo, sino únicamente la acogida concreta del hermano necesitado. Ni siquiera el mismo cristiano goza de garantía alguna; también él será juzgado solamente por la caridad. Mas esta dimensión universal, que a primera vista parece imponerse, en realidad es muy discutida. 

Todo depende del significado de esos "hermanos más pequeños" (vv. 40/45), con los cuales parece identificarse Jesús. ¿Quiénes son? ¿Simplemente los pobres, los discípulos de Jesús o, más en particular, los misioneros pobres y perseguidos? Antes de discutir las dos hipótesis, deseamos aclarar tres afirmaciones que parecen seguras.

Primera: el juez es llamado "hijo del hombre" y "rey". La presentación es solemne y gloriosa; pero a nadie puede escapársele que este rey es Jesús de Nazaret, el que fue perseguido y crucificado, rechazado y el que en su vida compartió enteramente la debilidad de la condición humana: el hambre, la desnudez, la soledad. Y es un rey que se identifica con los más humildes y los más pequeños; también en su función de juez universal permanece fiel a aquella lógica de solidaridad que le guió en toda su existencia terrena. Por lo tanto, es un rey que vive bajo apariencias desconocidas: bajo las apariencias de sus "hermanos pequeños".

Segunda: erraríamos por completo si quisiéramos ver en esta página una lógica diversa de la de la cruz; digamos un contraste entre el Cristo crucificado y el juez escatológico, como si la lógica del amor (cruz) fuese sustituida por la lógica del poder y de la gloria (juicio). Nada de esto; el juicio se limita a manifestar el verdadero sentido del amor patentizado en el Crucificado, y que a muchos les pareció inútil y estéril, desmentido por la historia y por el mismo Dios. Pero, simultáneamente, se revela la verdadera identidad del hombre; solamente el amor a los hermanos le da al hombre consistencia y salvación.

Tercera: en otros pasajes nos ha dicho Mateo que los hombres deberán dar cuenta en el juicio de todos los actos de su vida (16. 27), incluso de cada palabra (12. 36). Aquí, sin embargo, Jesús recuerda sólo la acogida a los excluidos. Una acogida concreta, de hecho; todo el juicio está construido en torno a la contraposición entre "hacer" y "no hacer". Nos parece volver a escuchar el discurso de la montaña (7. 21-23). Es la tesis habitual predilecta de Mateo: lo esencial de la vida cristiana no es decir, y ni siquiera confesar a Cristo de palabra, sino practicar el amor concreto a los pobres, a los extraños y a los oprimidos. Esta es la voluntad de Dios. Esta es la vigilancia.

-"Estos hermanos míos pequeños"

Volvamos a la pregunta: ¿Quiénes son los "pequeños" a los que Jesús llama "mis hermanos" y de los cuales se hace solidario hasta el punto de considerar hecho a él mismo lo que se les hace a ellos? El término "pequeño" (Mt/18/06/10/14) se usa en otros lugares para indicar a los cristianos débiles, frecuentemente abandonados por las élites de la comunidad. Según otro texto muy afín (Mt/10/42), los "pequeños" son los predicadores del evangelio, pobres y necesitados de acogida. El término "hermano" tiene un sentido más general.

Sin embargo, la expresión "mis hermanos" sólo aparece en Mt/12/49 y Mt/28/10, e indica a los discípulos. A todo esto hay que añadir un último texto (Mt/10/40): "El que a vosotros os recibe, a mí me recibe".

La conclusión parece imponerse: los pequeños hermanos de Jesús son los miembros de la comunidad abandonados, débiles, considerados insignificantes, despreciados. Más en particular, son los predicadores del evangelio, pobres y perseguidos. En este sentido, la escena del juicio no es más que la dramatización de lo que se afirma en 10. 42: "El que diere de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeñuelos porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa".

La advertencia contenida en esta escena del juicio es entonces doble: una, dirigida a todos los hombres; otra, a la Iglesia. A todos: la suerte de cada hombre depende de la acogida mostrada a los misioneros del evangelio; depende de la acogida o del rechazo de la palabra de Cristo. Y a la Iglesia: ninguna comunidad está al abrigo del juicio, sino que también la comunidad será juzgada según la acogida que haya dispensado concretamente a los pobres, a los abandonados, a los pequeños.

No obstante, a pesar de cuanto hemos dicho, tenemos aún la impresión de que, al menos a nivel de una lectura global del evangelio, los "hermanos pequeños" son todos los que de un modo u otro son pobres, extraños, perseguidos y prisioneros. Y seguimos en la convicción de que la bendición del Hijo del hombre (y también, por el contrario, su condena) es para todos los que, no importa que sean o no creyentes, han amado y acogido, aunque sea sin saberlo, han servido a Cristo.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 262
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