jueves, 12 de julio de 2012

Aquí están los consejos de Jesús a sus enviados

¡Amor y paz!

Jesús envía a los apóstoles que acaba de elegir y les da unos consejos. Lo fundamental es anunciar el Reino. Para mostrar que ya está cerca, es necesario curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos y echar demonios.

Este anuncio sólo resulta creíble y eficaz cuando se realiza con gratuidad (Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis), con simplicidad de medios (No llevéis oro, plata ni calderilla), con actitud de paz (Al entrar en una casa, deseadle la paz) y con valentía (Si alguno no os recibe, sacudid el polvo de los pies).

Cuando se hace caso omiso de estos consejos, muchos se dejan llevar por las tentaciones del placer, se engolosinan con el poder, o terminan poniendo a Dios como excusa para en realidad entregarse de lleno a servirle al dinero.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentarlo, en este jueves de la XIV semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 10,7-15. 
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.
Comentario

Toda capacidad para predicar, y todo signo que la acompaña, se caracteriza por ser don de Dios. Regalo del Señor para que la sociedad alternativa -el Reino- con la que él ha soñado pueda ser una realidad; anunciada y concretada. Esa sociedad de fraternidad tiene en la gratuidad un signo muy decisivo, porque quiebra de raíz la mentalidad mercantil de “dar para recibir”.

Acá se trata, expresamente, de dar sin esperar recibir. Será Dios el que se encargará de la respuesta a los que acogen o no al misionero: con la paz o con un trato semejante al de Sodoma y Gomorra. La confianza en lo que suele llamarse “providencia” radica en la fraternidad, en la que se supone que el evangelizador será recibido y sustentado por la comunidad, es “ser providentes” de los hermanos.

Pero ese don gratuito de todo lo que el mismo Dios ha dado e invita a compartir (su Buena Noticia del Reino, sus signos...) debe darse gratuitamente. Porque no le pertenece al misionero, sino que pertenece a Dios.

Llevar esa riqueza, del mensaje del Reino, es llevar el mensaje de la paz. Llevarlo con paz. Es llevar, confiados en Dios y los hermanos y hermanas, la vida al servicio del Reino. En no necesitar más nada: “mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre” dirá Jesús en Juan.

Es sabido cómo impactó este texto en Francisco de Asís y su compromiso con la “dama pobreza”. Se le atribuye haber dicho que no debemos tener bienes porque, si no, después necesitaremos armas para defenderlos. Es una buena comprensión de este texto. Gratuidad y pobreza son dos palabras muy importantes para enfrentar esta sociedad de mercado donde “tanto tienes tanto vales”. Gratuidad y pobreza son buena medida para conocer al verdadero discípulo. Y, por casa ¿cómo andamos?

Servicio Bíblico Latinoamericano