domingo, 12 de septiembre de 2010

"Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta"

¡Amor y paz!

Existen estadísticas sobre cuántos católicos hay en el mundo, pero no conozco muchas sobre cuántos de ellos son realmente practicantes. Muchos lo son sólo de nombre y muy pocos los que se preocupan por profundizar, alimentar y vivir su fe.

Es destacada, por tanto, la novedosa campaña mediática “Catholics come home” (“Católicos regresad a casa”), fundada y dirigida por el estadounidense Tom Peterson, a raíz de la cual más de 200.000 personas en Estados Unidos, entre ateos, ex católicos y católicos no practicantes, han decidido regresar al seno de la Iglesia Católica.

Por medio de la publicidad en diferentes canales de televisión de E.U. y de la página web, decenas de miles han podido encontrarse con un mensaje que invita a descubrir la esencia del catolicismo, su alcance a lo largo de la historia, así como la alegría que representa para millones de fieles alrededor del mundo vivir la fe católica. Y eso, agrego, a pesar de la guerra sucia que se libra desde muchos medios en contra de la Iglesia, que magnifican sus errores históricos o los pecados de algunos de sus miembros.

Y me refiero a esto hoy, cuando leemos todo el capítulo 15 del evangelio según san Lucas, en el que aparecen las tres parábolas de la misericordia de Dios: la oveja descarriada, la moneda perdida y el hijo pródigo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 15,1-32.

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte". Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'. Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".

Comentario

Son cada vez más las personas que, habiendo abandonado la práctica religiosa tradicional, sienten sin embargo la nostalgia de Dios. Hay algo que desde lo más hondo de su ser les invita a buscar el Misterio último de la vida.

Desearían encontrarse con un Dios Amigo, verdadera fuente de vida y alegría. Pero, ¿dónde encontrar signos de su presencia? ¿Qué caminos seguir para iniciar su búsqueda? ¿Qué novedad introducir en una vida superficial tan alejada de cualquier experiencia religiosa?

El primer camino puede ser la naturaleza. A pesar de los estragos que se han cometido contra ella, el hombre puede vislumbrar todavía en el cosmos a su Creador. Ese universo que nos rodea, escenario fascinante donde se refleja de mil formas la belleza, la fuerza y el misterio de la vida, puede ser una invitación callada para orientar el corazón hacia aquel que es el origen de todo ser. La llegada del otoño con sus colores teñidos de nostalgia y su invitación al recogimiento, ¿no será para nadie presencia humilde del Misterio insondable?

Otro camino para elevar nuestro espíritu hacia Dios puede ser la experiencia estética. El disfrute de la belleza artística invita y remite hacia la absoluta belleza y gloria de Dios. En medio de una vida tan agitada y dispersa que nos impide escuchar nuestros deseos y aspiraciones más nobles, ¿no puede ser el goce musical una experiencia que cree en nosotros un espacio interior nuevo e inicie un movimiento regenerador y una actitud más abierta hacia el Misterio de Dios?

Otro camino es, sin duda, el encuentro amoroso entre las personas. La amistad entrañable, el disfrute íntimo del amor, el perdón mutuo, la confianza compartida son experiencias que nos hacen saborear la existencia de una manera más honda, nos liberan de la inseguridad, la soledad y la tristeza, y nos invitan a vislumbrar la ternura y acogida incondicional de Dios. ¿No pueden nunca unos esposos disfrutar sus encuentros amorosos presintiendo la plenitud insondable del que es sólo Amor?

Para los cristianos, el primer camino es Jesucristo. Estoy convencido de que para muchos que se han alejado de la Iglesia, conocer mejor a Jesús, leer sin prejuicios su mensaje, dejarse ganar por su Espíritu y sintonizar con su estilo de vivir, puede ser el camino más seguro para descubrir el verdadero rostro de Dios.

La parábola del hijo pródigo nos recuerda que todos vivimos demasiado olvidados de Dios, estropeando nuestra vida de muchas maneras, lejos de aquel que podría introducir una alegría nueva en nuestra existencia. Pero Dios está ahí, en el interior mismo de la vida, nos espera y nos busca.

Más aún. Dios se deja encontrar hasta por quienes no se interesan por él. Recordemos aquellas palabras sorprendentes del profeta Isaías. Así dice Dios: "Yo me he dejado encontrar de quienes no preguntaban por mí; me he dejado hallar de quienes no me buscaban. Dije: Aquí estoy, aquí estoy".

José Antonio Pagola
Sin perder la dirección
Escuchando a S. Lucas. Ciclo C
San Sebastián 1944.Pág. 105 s.

www.mercaba.org