¡Amor y paz!
El pasaje de san Marcos hoy busca entre otras cosas hacernos notar
la autoridad que tiene Jesús. Su autoridad va más allá incluso de lo que sus
contemporáneos pudieran pensar, pues no es un rabí cualquiera, es el Hijo de
Dios. Es increíble que después de dos mil años todavía haya quienes ponen en
duda la palabra del Maestro pensando que puede ésta ser confundida con
cualquier otra enseñanza del mundo. La palabra de Jesús es poderosa y eficaz,
no solo instruye sino que sana y libera.
Por ello, la lectura asidua de la Escritura ayuda no solo a
conocer a Jesús y su doctrina sino que ejerce un poderoso influjo en nuestra
salud espiritual (en ocasiones incluso física) liberándonos de ataduras y
frustraciones. ¿Has hecho ya de la lectura de la Sagrada Escritura un hábito
cotidiano? (Pbro. Ernesto María Caro)
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el
comentario, en este martes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 1,21b-28.
Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!". Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Comentario
Hoy, primer martes del tiempo ordinario, san Marcos nos presenta a
Jesús enseñando en la sinagoga y, acto seguido, comenta: «Quedaban asombrados
de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los
escribas» (Mc 1,21). Esta observación inicial es impresionante. En efecto, la
razón de la admiración de los oyentes, por un lado, no es la doctrina, sino el
maestro; no aquello que se explica, sino Aquél que lo explica; y, por otro
lado, no ya el predicador visto globalmente, sino remarcado específicamente:
Jesús enseñaba «con autoridad», es decir, con poder legítimo e irrecusable.
Esta particularidad queda ulteriormente confirmada por medio de una
nítida
contraposición: «No lo hacía como los escribas».
Pero, en un segundo momento, la escena de la curación del hombre
poseído por un espíritu maligno incorpora a la motivación admirativa personal
el dato doctrinal: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!
(Mc 1,27). Sin embargo, notemos que el calificativo no es tanto de contenido
como de singularidad: la doctrina es «nueva». He aquí otra razón de contraste:
Jesús comunica algo inaudito (nunca como aquí este calificativo tiene sentido).
Añadimos una tercera advertencia. La autoridad proviene, además,
del hecho que a Jesús «hasta a los espíritus inmundos le obedecen». Nos
encontramos ante una contraposición tan intensa como las dos anteriores. A la
autoridad del maestro y a la novedad de la doctrina hay que sumar la fuerza
contra los espíritus del mal.
¡Hermanos! Por la fe sabemos que esta liturgia de la palabra nos
hace contemporáneos de lo que acabamos de leer y que estamos
comentando.
Preguntémonos con humilde agradecimiento: ¿Tengo conciencia de que
ningún otro hombre ha hablado jamás como Jesús, la Palabra de Dios Padre? ¿Me
siento rico de un mensaje que tampoco tiene parangón? ¿Me doy cuenta de la
fuerza liberadora que Jesús y su enseñanza tienen en la vida humana y, más
concretamente, en mi vida? Movidos por el Espíritu Santo, digamos a nuestro
Redentor: Jesús-vida, Jesús doctrina, Jesús victoria, haz que, como le
complacía decir al gran Ramón Llull, ¡vivamos en la continua
“maravilla” de Ti!
Rev. D. Antoni M. Oriol i Tataret (Vic-Barcelona, España)
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