¡Amor y paz!
Ahora sí llegó diciembre, ahora sí hemos de preparar la Navidad, no cuando el comercio diga, ni los medios despistados lo anuncien. Y menos desde el 'Halloween'. Hoy comienza el «año
litúrgico», que no coincide con el año civil, ni con el curso lectivo, ni tal
vez con el «ejercicio económico anual» de tal ramo de empresas... El año
litúrgico es una periodización propia de la Iglesia católica.
Comienza con el tiempo de «adviento», uno de los varios que lo
componen... «Ad-viento», apócope de «ad-venimiento», significa venida, llegada,
y alude a «la venida de Cristo», que, bíblicamente hablando, son dos: la venida
que ya tuvo lugar, que celebraremos en Navidad, y la futura, la llamada
«segunda venida» de Jesús, «en poder y majestad», que, en la visión clásica
tradicional, pondrá fin al mundo, inaugurará el «juicio final» o «juicio de las
naciones», y abrirá la era definitiva, el «nuevo eón», la «vida eterna»
beatífica para los salvados, y el sufrimiento eterno en el infierno para los
«condenados».
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este Primer Domingo de Adviento.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 24,37-44.
En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
Comentario
Cuentan que John F.
Kennedy, Presidente norteamericano asesinado hace cincuenta años, solía
terminar los discursos de su campaña en 1960 contando la historia de un famoso
coronel Davenport. Este personaje, en 1789, durante una jornada de trabajo de
la Asociación de Representantes de Connecticut, fue interrumpido por una
terrible tempestad que causó gran revuelo entre los asistentes. Los relámpagos,
los truenos y la fuerza de los vientos que golpeaban la casa, hicieron pensar a
todos que había llegado el juicio final. Los presentes pidieron a Davenport que
se suspendiera la sesión porque el recinto había quedado en una completa
penumbra, imposibilitando el trabajo. El coronel Davenport se puso en pie y
dijo: “Señores, el día del juicio final puede estar cerca o puede tardar
todavía muchos años, nadie lo sabe... Si no está cerca, no tenemos por qué
preocuparnos; el chaparrón pasará y seguiremos tranquilos. Pero si el juicio
final está muy cerca, yo prefiero que me encuentre cumpliendo mi deber. Por
tanto, pido el favor que traigan las velas que sean necesarias para alumbrar el
salón”. Inmediatamente, trajeron suficientes velas y la sesión continuó sin
problemas.
No sabemos cuándo vendrá
el Señor. Para hablar de la venida del Hijo del hombre, el Evangelio de hoy nos
recuerda la historia de Noé: “En aquellos tiempos, antes del diluvio, y hasta
el día en que Noé entró en el arca, la gente comía y bebía y se casaba. Pero
cuando menos lo esperaban, vino el diluvio y se los llevó a todos. Así sucederá
también cuando regrese el Hijo del hombre. En aquel momento, de dos hombres que
estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado. De dos mujeres que
estén moliendo, una será llevada y la otra dejada”. Lo típico de esta
comparación es el hecho de que la venida del Señor se dará cuando menos lo
esperamos. Por eso, la recomendación característica de este tiempo de Adviento,
con el cual comenzamos el ciclo litúrgico de Mateo (A), es mantenerse
despiertos y atentos, “porque no saben qué día va a venir su Señor”. La segunda
comparación que se utiliza aquí, es muy particular. Se recurre a la sagacidad
de los ladrones, que aprovechan los descuidos de los dueños de casa, para hacer
sus fechorías. “(...) si el dueño de una casa supiera a qué hora de la noche va
a llegar el ladrón, se mantendría despierto y no dejaría que nadie se metiera
en su casa a robar. Por eso, ustedes también estén preparados; porque el Hijo
del hombre vendrá cuando menos lo esperen”. De nuevo, la sorpresa de lo
inesperado.
Tanto la comparación de
Noé, como la de los ladrones, suponen situaciones negativas. El diluvio fue una
tragedia para la humanidad y para la creación entera. Los ladrones nunca han
sido una bendición para nadie; ni ayer ni hoy. Sin embargo, estas dos
comparaciones no anuncian un cataclismo universal o un castigo para que paguemos
todas nuestras deudas y pecados. Esta solía ser una estrategia utilizada por
algunos evangelizadores que pensaban que para lograr los cambios necesarios en
las personas creyentes, eran más eficaces las amenazas y los castigos, que el
anuncio de la salvación gratuita que Dios nos ofrece. Por esto, es importante
recordar hoy que lo que nos va a sorprender por lo inesperado de su llegada, es
la salvación. Lo que pretende la Iglesia con este tiempo de Adviento es que nos
preparemos para recibir en nuestros corazones la plenitud de la presencia del
Dios-con-nosotros, que se encarna de nuevo para nuestra salvación. Y ojalá nos
encuentre cumpliendo nuestro deber, no por temor, sino por amor...
Hermann Rodríguez Osorio,
S.J.*
* Sacerdote jesuita,
Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad
Javeriana – Bogotá