domingo, 1 de diciembre de 2013

“El Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada”

¡Amor y paz!

Ahora sí llegó diciembre, ahora sí hemos de preparar la Navidad, no cuando el comercio diga, ni los medios despistados lo anuncien. Y menos desde el 'Halloween'.  Hoy comienza el «año litúrgico», que no coincide con el año civil, ni con el curso lectivo, ni tal vez con el «ejercicio económico anual» de tal ramo de empresas... El año litúrgico es una periodización propia de la Iglesia católica.

Comienza con el tiempo de «adviento», uno de los varios que lo componen... «Ad-viento», apócope de «ad-venimiento», significa venida, llegada, y alude a «la venida de Cristo», que, bíblicamente hablando, son dos: la venida que ya tuvo lugar, que celebraremos en Navidad, y la futura, la llamada «segunda venida» de Jesús, «en poder y majestad», que, en la visión clásica tradicional, pondrá fin al mundo, inaugurará el «juicio final» o «juicio de las naciones», y abrirá la era definitiva, el «nuevo eón», la «vida eterna» beatífica para los salvados, y el sufrimiento eterno en el infierno para los «condenados».

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Primer Domingo de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 24,37-44.
En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. 
Comentario

Cuentan que John F. Kennedy, Presidente norteamericano asesinado hace cincuenta años, solía terminar los discursos de su campaña en 1960 contando la historia de un famoso coronel Davenport. Este personaje, en 1789, durante una jornada de trabajo de la Asociación de Representantes de Connecticut, fue interrumpido por una terrible tempestad que causó gran revuelo entre los asistentes. Los relámpagos, los truenos y la fuerza de los vientos que golpeaban la casa, hicieron pensar a todos que había llegado el juicio final. Los presentes pidieron a Davenport que se suspendiera la sesión porque el recinto había quedado en una completa penumbra, imposibilitando el trabajo. El coronel Davenport se puso en pie y dijo: “Señores, el día del juicio final puede estar cerca o puede tardar todavía muchos años, nadie lo sabe... Si no está cerca, no tenemos por qué preocuparnos; el chaparrón pasará y seguiremos tranquilos. Pero si el juicio final está muy cerca, yo prefiero que me encuentre cumpliendo mi deber. Por tanto, pido el favor que traigan las velas que sean necesarias para alumbrar el salón”. Inmediatamente, trajeron suficientes velas y la sesión continuó sin problemas.

No sabemos cuándo vendrá el Señor. Para hablar de la venida del Hijo del hombre, el Evangelio de hoy nos recuerda la historia de Noé: “En aquellos tiempos, antes del diluvio, y hasta el día en que Noé entró en el arca, la gente comía y bebía y se casaba. Pero cuando menos lo esperaban, vino el diluvio y se los llevó a todos. Así sucederá también cuando regrese el Hijo del hombre. En aquel momento, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada”. Lo típico de esta comparación es el hecho de que la venida del Señor se dará cuando menos lo esperamos. Por eso, la recomendación característica de este tiempo de Adviento, con el cual comenzamos el ciclo litúrgico de Mateo (A), es mantenerse despiertos y atentos, “porque no saben qué día va a venir su Señor”. La segunda comparación que se utiliza aquí, es muy particular. Se recurre a la sagacidad de los ladrones, que aprovechan los descuidos de los dueños de casa, para hacer sus fechorías. “(...) si el dueño de una casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se mantendría despierto y no dejaría que nadie se metiera en su casa a robar. Por eso, ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen”. De nuevo, la sorpresa de lo inesperado.

Tanto la comparación de Noé, como la de los ladrones, suponen situaciones negativas. El diluvio fue una tragedia para la humanidad y para la creación entera. Los ladrones nunca han sido una bendición para nadie; ni ayer ni hoy. Sin embargo, estas dos comparaciones no anuncian un cataclismo universal o un castigo para que paguemos todas nuestras deudas y pecados. Esta solía ser una estrategia utilizada por algunos evangelizadores que pensaban que para lograr los cambios necesarios en las personas creyentes, eran más eficaces las amenazas y los castigos, que el anuncio de la salvación gratuita que Dios nos ofrece. Por esto, es importante recordar hoy que lo que nos va a sorprender por lo inesperado de su llegada, es la salvación. Lo que pretende la Iglesia con este tiempo de Adviento es que nos preparemos para recibir en nuestros corazones la plenitud de la presencia del Dios-con-nosotros, que se encarna de nuevo para nuestra salvación. Y ojalá nos encuentre cumpliendo nuestro deber, no por temor, sino por amor...

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá