¡Amor y paz!
Todos somos pecadores y debemos tener conciencia de
pecadores. Nadie puede mirar al otro y decir que ‘el otro’ es el malo.
Nuestra conciencia nos acusará más y mejor de nuestra maldad cuanto más
delicadeza hayamos alcanzado en la formación y sensibilidad. El insensible
carece de conciencia y en ello estará su ruina.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este viernes de la 1ª. Semana del Tiempo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San
Mateo 5,20-26.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Comentario
Es un hecho innegable que somos víctimas frecuentes
del pecado. Nos muerde la serpiente de nuestros intereses, egoísmos,
concupiscencias; y no tenemos entrañas compasivas, misericordiosas. Desde
ese punto de vista, somos personas infieles.
Pero, para nuestro consuelo y reconsideración, Dios
no se complace ni en que vivamos en pecado (injusticias, odios,
insolidaridades, hambres, manipulaciones) ni en vengarse de nuestras ofensas.
No es policía en acecho y juez inmisericorde.
En vía de fe, única que nos habla del rostro de Dios
padre, es un hecho innegable que Él quiere nuestra salvación y felicidad, y que
por ello actúa con entrañas de amor y misericordia: aceptando nuestro
arrepentimiento, absolviéndonos del vínculo con el pecado, otorgándonos su
bendición. ¡Si Dios obrara de otra manera sería menos Dios y más parecido a
nosotros!
La página que más debe alimentarnos hoy
espiritualmente es la del evangelio, ya que desciende a detalles que nos
afectan a todos: en el examen, prueba y medida de nuestro amor, caridad,
fraternidad.
Es manifiesto que entre nosotros -familiares,
miembros de una comunidad, socios de una empresa, ciudadanos de un
pueblo, hijos de esta tierra amplia y dilatada- se multiplican las
discordias, odios, olvidos, injusticias, insolidaridad. Y lo es también que ese
mundo desconcertante y feo no cabe regenerarlo en un momento.
Pero ¿no podemos mirar cada cual a nuestro
alrededor, primero, y al horizonte, después, para descubrir cuál es nuestro
deber y compromiso?
¿A quién amamos y a
quién odiamos?
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¿A quién buscamos y a
quién rehuimos?
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¿A quién perdonamos y a
quién le tenemos en cuenta sus fechorías,
para vengarnos?
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¿A quién apoyamos y a
quién negamos nuestro pan, mano y corazón..?
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Todo eso debemos aclararlo y corregirlo antes de
poner la ofrenda en el altar.
Dominicos 2003