¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, a la
manera de la lectio divina, en este martes de la 12ª semana del Tiempo Ordinario,
ciclo A.
Dios nos bendice...
Lectio:
Mateo 7,6.12-14
Lectio
Martes,
23 de junio de 2020
Tiempo
Ordinario
1) Oración inicial
Concédenos
vivir siempre, Señor, en el amor y respeto a tu santo nombre, porque jamás
dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por
nuestro Señor.
2) Lectura
Del
santo Evangelio según Mateo 7,6.12-14
«No
deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los
puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os
despedacen.
«Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
«Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran.
«Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
«Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran.
3) Reflexión
•
Discernimiento y prudencia al ofrecer las cosas de valor. En sus relaciones con
los demás, Jesús pone en guardia ante algunas actitudes peligrosas. Lo primero
es no juzgar (7,1-5): se trata de una verdadera prohibición, “no juzguéis”,
acción que evita todo desprecio o condena de los otros. El juicio último es
competencia exclusiva de Dios; nuestros parámetros y criterios son relativos;
están condicionados por nuestra subjetividad. Toda condenación de los demás se
vuelve también condenación de sí mismo, por cuanto nos pone bajo el juicio de
Dios y se autoexcluye del perdón. Si tu ojo está limpio, es decir, si está
libre de todo juicio hacia el hermano, puedes relacionarte con él de manera
veraz ante Dios.
Vayamos
a las palabras de Jesús que el texto nos ofrece: “No deis a los perros lo que
es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las
pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen” (7,6). A primera
vista, este “dicho” de Jesús parece extraño a la sensibilidad del lector
hodierno. Puede presentarse como un verdadero enigma. En verdad se trata de una
manera de decir, de un lenguaje semítico que requiere ser interpretado. En
tiempo de Jesús, como en la cultura antigua, los perros no eran muy apreciados porque
se consideraban semisalvajes y callejeros (U. Luz).
Vayamos
ahora al aspecto positivo y didáctico-sapiencial de las palabras de Jesús: no
profanar las cosas santas es, a fin de cuentas, una invitación a usar la
prudencia y el discernimiento. En el AT las cosas santas son la carne para el
sacrificio (Lv 22,14; Es 29,33ss; Nm 18,8-19). También la prohibición de echar
las perlas a los puercos resulta incomprensible. Para los hebreos, los cerdos
son animales impuros, como la quintaesencia de la repugnancia. Por el
contrario, las perlas son lo más precioso que puede haber. La advertencia de
Jesús se refiere a aquel que sacia a los perros callejeros con la carne
consagrada y destinada al sacrificio. Tal comportamiento resulta malvado y con
frecuencia imprudente, pues normalmente a los perros no se les daba de comer y,
movidos por su hambre insaciable, podían retroceder y asaltar a sus
“bienhechores”. A nivel metafórico, las perlas indicarían las enseñanzas de los
sabios y las interpretaciones de la “torâh”. En el evangelio de Mateo, la perla
es imagen del reino de Dios (Mt 13,45ss). La interpretación que hace el
evangelista al poner esta advertencia de Jesús, es principalmente teológica.
Seguramente la interpretación que nos parecerá más acorde con el texto es la
lectura eclesial de las palabras de Jesús: una advertencia a los misioneros
cristianos de no predicar el evangelio a cualquiera (Gnilka Luz)
•
El camino a seguir. Al final del discurso (7,13-27) Mateo pone, entre otras
cuestiones, una exhortación conclusiva de Jesús, que invita a hacer una
elección decisiva para entrar en el reino de los cielos: la puerta estrecha
(7,13-14). La palabra de Jesús no es sólo algo que hay que comprender e
interpretar, sino que sobre todo ha de formar parte de la vida. Ahora bien,
para entrar en el reino de los cielos es necesario seguir un camino y entrar en
la plenitud de la vida atravesando una “puerta”. El tema del “camino” es muy
apreciado en el AT (Dt 11,26-28; 30,15-20; Jr 21,8; Sal 1,6; Sal 118,29-30; Sal
138,4; Sb 5,6-7, etc.). El camino representado en las dos puertas conduce a
metas diversas. Una significación coherente de las advertencias de Jesús sería
que a la puerta ancha se une el camino ancho que conduce a la perdición, es
decir, recorrer un camino ancho siempre es agradable, pero esto no se dice en
nuestro texto. Más bien parece que Mateo coincide con el concepto judío de
“camino”: siguiendo Dt 30,19 y Jr 21,8 se encuentran dos caminos que se
contraponen, el de la muerte y el de la vida. Saber elegir entre dos modos
diversos de vida es decisivo para entrar en el reino de los cielos. El que
elije la vía estrecha, la de la vida, debe saber que está llena de aflicciones;
al decir estrecha indica que en el sufrimiento se encuentra la prueba de la
fe.
4) Para la reflexión personal
•
¿Cómo ha impactado en tu corazón la palabra de Jesús? ¿La escuchas para vivir
bajo la mirada del Padre y para cambiar personalmente y en tus relaciones con
los hermanos?
•
La palabra de Jesús, o mejor, Jesús mismo es la puerta que introduce en la vida
filial y fraterna. ¿Te dejas guiar y atraer por la vía estrecha y exigente del
evangelio? ¿Sigues más bien la vía ancha y fácil, que consiste en hacer lo que
a uno le place o lo que conduce a satisfacer los propios deseos, y que pasa por
alto las necesidades de los demás?
5) Oración final
Tu
amor, oh Dios, evocamos
en medio de tu templo;
como tu fama, oh Dios, tu alabanza
alcanza los confines de la tierra. (Sal 48,10-11)
en medio de tu templo;
como tu fama, oh Dios, tu alabanza
alcanza los confines de la tierra. (Sal 48,10-11)
Orden de los Carmelitas