domingo, 13 de octubre de 2019

"Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios"

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, ciclo C.

Dios nos bendice...

Lecturas de hoy Domingo 28º del Tiempo Ordinario
Hoy, domingo, 13 de octubre de 2019

Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Reyes (5,14-17):

EN aquellos días, el sirio Naamán bajó y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra de Eliseo, el hombre de Dios, Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio de su lepra.
Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando:
«Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo».
Pero Eliseo respondió:
«Vive el Señor ante quien sirvo, que no he de aceptar nada».
Y le insistió en que aceptase, pero él rehusó.
Naamán dijo entonces:
«Que al menos le den a tu siervo tierra del país, la carga de un par de mulos, porque tu servidor no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a otros dioses más que al Señor».

Palabra de Dios

Salmo
Sal 97,1.2-3ab.3cd-4

R/. El Señor revela a las naciones su salvación.

V/. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

V/. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

V/. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2,8-13):

Querido hermano:
Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre ¡os muertos, nacido del linaje de David, según mi evangelio, por el que padezco hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito:
Pues si morimos con él, también viviremos con él;
si perseveramos, también reinaremos con él;
si lo negamos, también él nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel,
porque no puede negarse a sí mismo.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19):

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor

Comentario

Una de las primeras expresiones que se aprenden como resultado de una buena educación es la del agradecimiento. Cuando al niño o a la niña se les da un regalo, se les pregunta: “¿cómo se dice?”, y la respuesta esperada es “gracias”. Esto indica lo mucho que apreciamos el valor de la gratitud. Tanto, que nos duele en el alma la indiferencia de quien no sabe agradecer. Sin embargo, la ingratitud es muy frecuente, especialmente por parte de quienes se consideran superiores a los demás. Pero aun si agradecemos a los seres humanos de quienes recibimos favores y hasta le damos “gracias a la vida”, como dice la canción, podemos preguntarnos: ¿nos acordamos de darle gracias a Dios por sus beneficios, empezando por la vida misma, o sólo nos dirigimos a Él para pedirle ayuda cuando estamos en problemas?

1. “¿Y los otros nueve dónde están?”

En el relato que hoy nos presenta el Evangelio, al ver de lejos a Jesús que va hacia Jerusalén y pasa por Samaria, diez leprosos, marginados y excluidos socialmente por causa de su enfermedad, le piden que se compadezca de ellos. Él obra entonces el milagro de curarlos a todos, pero sólo uno responde alabando a Dios y da las gracias. “¿Y los otros nueve dónde están?”, pregunta Jesús. El evangelista subraya un detalle: el único agradecido es un samaritano, perteneciente a un pueblo extranjero enemigo de los judíos de aquel tiempo, y especialmente rechazado por los fariseos y doctores de la Ley que se oponían a Jesús y a su mensaje universal que no admite discriminaciones.

Este relato puede interpretarse en el sentido de la contraposición entre el rechazo a Jesucristo por parte de una gran parte de sus propios coterráneos -especialmente los mencionados fariseos y doctores de la Ley- y la acogida de su mensaje por parte de los “gentiles”, como son denominados en la Biblia quienes no pertenecen a la nación ni a la religión judía. Sin embargo, podemos aplicar también su significado a la situación de quienes, en cualquier época o lugar, se creen superiores a los demás porque pertenecen a una institución o a una casta determinada. El que se cree superior, nunca o rara vez se muestra agradecido, porque considera que todo se le debe.

2. La lección del relato de la curación de Nahamán

La primera lectura, tomada del segundo libro de los Reyes, del Antiguo Testamento (2 Reyes 5, 14-17) nos presenta a otro extranjero que expresa su gratitud al ser sanado de la lepra. El relato es mucho más extenso, pero el pasaje escogido nos invita a centrarnos en el gesto agradecido del sirio Nahamán. El instrumento de Dios para sanarlo fue el profeta Eliseo, que vivió en Israel hacia la segunda mitad del siglo IX antes de Cristo, y a quien la teología bíblica cristiana -católica y no católica- reconoce como una prefiguración de Jesús. La gratitud de Nahamán se expresa en su oferta de un regalo que Eliseo no acepta precisamente porque se reconoce servidor e instrumento de Dios: es a Dios a quién se debe agradecer.

Hay un detalle en los versículos siguientes que no incluye la primera lectura: un empleado de Eliseo, llamado Guejazí, se aprovecha de la situación para pedirle después dinero a Nahamán, supuestamente en nombre del profeta. Pero cuando recibe el doble de lo que ha pedido, la lepra que antes había tenido el sirio se le pega a aquél empleado mentiroso y corrupto. Todo el relato nos presenta entonces una lección no sólo acerca del agradecimiento, sino también sobre la honestidad en las relaciones humanas.

3. La Eucaristía es acción de gracias

El significado del término griego “Eucaristía” -acción de gracias o alabanza agradecida-, es el de un acto gozoso de agradecimiento por el buen (eu) don (xaris) recibido. En la Eucaristía le damos gracias a Dios en comunidad por el don maravilloso de su Hijo Jesús, sacrificado por nosotros en la cruz, muerto y resucitado, que nos sana espiritualmente, nos transmite sus enseñanzas y nos comunica su propia vida cada vez que nos reunimos junto a una misma mesa para compartir el pan de vida y la bebida de salvación, realizando lo que Él mismo dijo que hiciéramos en memoria suya.

Y esto mismo es lo que quiere expresar el apóstol san Pablo cuando en el texto de la segunda lectura le dice a su amigo y discípulo Timoteo: “Haz memoria de Jesucristo, el Señor resucitado” (2ª Carta a Timoteo 2, 8-13). Que nuestra acción de gracias a Dios sea una actitud consciente y constante: tanto en la oración individual como cuando nos dirigimos a Dios en familia o en comunidad, lo primero que deberíamos hacer es agradecerle su amor infinito, manifestado en tantos bienes recibidos de Él y sobre todo en su acción sanadora y salvadora por medio de Jesús. Y que esta expresión de gratitud no se quede en palabras, sino que la llevemos a la práctica con nuestra entrega generosa de servicio a Dios en nuestros prójimos, especialmente en los más necesitados. Así sea.

El mensaje del Domingo
Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J