martes, 15 de noviembre de 2011

Jesús vino a buscar y a salvar al que está perdido

¡Amor y paz!

Tres diferentes actitudes se pueden apreciar en el Evangelio que la Iglesia nos propone leer hoy. De una parte, la del pecador, Zaqueo, que, pese a sus limitaciones, hace lo posible por ver a Jesús, lo recibe en su casa y anuncia que va a reparar a las personas que ha podido perjudicar.  De otra, la de quienes murmuran y critican y, en tercer lugar, la del Señor, que acoge al pecador por encima de las habladurías y reafirma que su misión es la de salvar a quienes estaban perdidos, no a los que se creen justos.

Para destacar, entonces, que en este episodio, que solo relata el evangelista Lucas, Jesús expresa  la infinita misericordia de Dios y Zaqueo su decisión de conversión, pese a la intromisión de los murmuradores.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 19,1-10.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".
Comentario

La escena que el Evangelio nos presenta es una evocación del misterio que ha cambiado nuestras vidas: la Encarnación. Dios que quiso venir a visitar la casa de los hombres, el mundo que Él mismo creó. Le necesitábamos, y no dudó en venir para traernos la salvación.

La historia de Zaqueo se repite cada día. Es nuestra misma historia. Somos hombres que buscamos a Dios porque somos débiles. Una multitud que quiere ver en su vida a Cristo cerca y alberga ese profundo deseo en el corazón. Personas que, a pesar de nuestra baja estatura en el espíritu, nos atrevemos a subir a un árbol, porque a toda costa queremos encontrarnos con Él.

Y Cristo no se hace rogar. Sale al encuentro, pasa por el camino, fija su honda mirada en nuestros ojos, que brillan de ilusión. Y nos dice: “Hoy quiero quedarme en tu casa”. ¡Y nuestra alma se inunda de gozo! Hemos encontrado lo que buscábamos, la fuerza para nuestra debilidad, la paz y la felicidad para nuestras vidas.

El Señor cambia nuestras vidas. Zaqueo dio a los pobres la mitad de sus bienes. Nosotros, que también buscamos con anhelo a Cristo, saldremos transformados de ese encuentro y le daremos la totalidad de nuestro ser.

Fuente: Catholic.net
Autor: Ignacio Sarre