¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Día litúrgico: Domingo
VII (C) del tiempo ordinario.
Dios nos bendice...
Dios nos bendice...
Texto del Evangelio (Lc 6,27-38):
En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad
por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la
otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te
pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os
hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman,
¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si
hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los
pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir,
¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir
lo correspondiente.
»Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».
»Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».
Palabra del Señor
Comentario
El Dr. Arun Gandhi, nieto
de Mahatma Gandhi, contó en la Universidad de Puerto Rico la siguiente historia
como un ejemplo de la vida sin violencia: “Tenía 16 años y estaba viviendo con
mis padres en el Instituto que mi abuelo había fundado a 18 millas de la ciudad
de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar. No teníamos
vecinos, así que a mis dos hermanas y a mi nos entusiasmaba poder ir a la
ciudad a visitar amigos o para ir al cine. Un día mi padre me pidió que lo
acompañara a la ciudad pues tenía que dar una conferencia que duraba todo el
día. Mi madre me dio una lista de cosas que necesitaba y mi padre me pidió que
llevara el carro al taller.
Al despedirnos, mi padre
dijo: ‘Nos vemos aquí a las 5 p.m. y volvemos a la casa juntos’. Después de
completar rápidamente todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me
entretuve tanto con la película que olvidé la cita. Cuando me acordé, eran las
5:30 p.m. Corrí al taller, recogí el carro y fui hasta donde mi padre me
esperaba. Eran casi las 6 p.m. Me preguntó con ansiedad: ‘¿Por que llegas
tarde?’ Me sentí mal, pero no podía decirle que estaba viendo una película de
John Wayne, de modo que dije que el carro no estaba listo y había tenido que
esperar, sin saber que él ya había llamado al taller.
Cuando se dio cuenta que
había mentido, me dijo: “Algo no anda bien en la manera como te he criado, que
no te ha dado la confianza de decirme la verdad.. Voy a reflexionar qué es lo
que hice mal contigo. Voy a caminar las 18 millas hasta la casa para pensar
sobre esto. Así que, vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a
caminar hasta la casa por caminos sin asfaltar y en medio de la oscuridad de la
noche. No lo podía dejar solo, así que manejé 5 horas y media detrás de él,
viéndolo sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho. Decidí
desde ahí que nunca más iba a mentir. Recuerdo muchas veces esto y pienso que
si me hubieran castigado como nosotros castigamos a nuestros hijos, seguramente
no habría aprendido la lección. Habría sufrido el castigo para seguir haciendo
lo mismo. Esta acción no violenta de mi padre fue tan fuerte, que la recuerdo
como si fuera hoy. Este es el poder de la vida sin violencia”.
Jesús vivió y nos enseñó
un estilo de vida no violento. Expresiones como las que nos presenta hoy san
Lucas, hablan de esta actitud fundamental de Jesús: “Amen a sus enemigos, hagan
bien a los que los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los
insultan. Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra; y si
alguien te quita la capa, déjale que se lleva también tu camisa. A cualquiera
que te pida algo dáselo, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames.
Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes”.
Estoy convencido de que,
si aplicáramos estas enseñanzas de Jesús en nuestra vida diaria, nuestros
conflictos se transformarían radicalmente. Lo que pasa normalmente es que
cuando leemos estos textos, no encontramos la forma de emplearlas en lo
cotidiano de nuestras vidas. No podemos olvidar que no se trata de fórmulas
para seguir al pie de la letra, sino de principios para aplicar a nuestras
circunstancias particulares. Tenemos que ser creativos, como lo fue el papá del
Dr. Arun Gandhi. Seguro que seremos más eficaces.
Hermann Rodríguez Osorio,
S.J.
Sacerdote jesuita, delegado
para la Misión. Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina – Lima