martes, 31 de marzo de 2015

Llegó la hora de las tinieblas: Jesús es traicionado


¡Amor y paz!

Jesús anuncia la traición de Judas y la negación de Pedro. Cuando sale el traidor subraya el evangelista que era de noche. Es la hora del poder de las tinieblas. Pero también aquella en la que el Padre glorificará al Hijo, puesto que para Jesús la gloria de la resurrección es inseparable de la muerte en la Cruz... 

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio hoy Martes Santo.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38. 
Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere". Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?". Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer". Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'. Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás". Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".  

Comentario

1. Profundidad en la psicología de Jesús:

El Maestro está profundamente conmovido por la magnitud de la revelación que va a hacer: un discípulo va a traicionar al Maestro con el que ha compartido su vida, dones, predicación... 

¡Quien mucho ama mucho sufre con la ingratitud del amado!

2. Profundidad en la sorpresa de los discípulos :

Los discípulos se sienten débiles, pobres, desagradecidos; pero en la conciencia de casi todos es inimaginable una traición de tal calidad que conlleve la entrega del Maestro. ¡Para eso hace falta no sólo ser débil y pecador sino ser muy pecador y traidor!

Demos gracias a Dios porque Él ha favorecido a la naturaleza humana con cierta dosis de bondad, y porque a la conciencia limpia le repugna hacer el mal.

3. Profundidad en el gesto de caridad:

Jesús unta el pan, lo entrega, y habla al corazón; no quiere la muerte y ruina del pecador sino que se arrepienta y viva.

¡Gracias, Señor, gracias!

4ª.Profundidad en la ceguera de Judas (y acaso en la mía).

Al desoír la palabra y despreciar el gesto de Jesús, Satanás tomó posesión del corazón del discípulo, privándole de toda luz.

¡Todo se hizo noche en el alma! ¡Es como perder a Dios!

5º Desahogo de Jesús.

Una vez esculpida en el corazón de Judas la traición a su Maestro, y dicho el adiós, resulta sorprendente humanamente, y grandioso en el plano divino,  escuchar de labios de Jesús esta exclamación de entrega que contempla el triunfo final de salvación:

Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él .
Jesús  se lanza a consumar la obra de nuestra redención y de retorno al Padre.

Dominicos 2003

lunes, 30 de marzo de 2015

Más allá de los intereses inmediatos, hay un amor que mira lejos

¡Amor y paz!

Los textos de la Sagrada Escritura que la Iglesia nos propone meditar hoy nos muestran la actitud de Dios hacia nosotros y las de algunos seres humanos con el Hijo de Dios. El Padre, conmovido, envía a su Hijo para ser luz de las naciones, abrir los ojos a los ciegos, sacar de la mazmorra a quienes habitan las tinieblas...

Jesús ya está llegando al final de su misión y mientras Judas urde la traición, los amigos del Señor lo atienden. Dan lo mejor de sí para agradecerle. Marta le sirve la cena; María lo unge con perfume fino. Tres maneras de obrar: la misericordia infinita de Dios, la respuesta traidora de algunos humanos y el agradecimiento de quien da lo mejor de sí…

¿Cuál es mi respuesta a la acción de Dios Creador, Redentor y Santificador? Volvamos al título de este texto: “Más allá de los intereses inmediatos, hay un amor que mira lejos”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, hoy Lunes Santo.

Dios nos bendice…

Isaías 42, 1-7
Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Así dice el Señor Dios, que creó y desplegó los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, dio el respiro al pueblo que lo habita y el aliento a los que se mueven en ella. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.
Juan 12,1-11. 
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.  A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre". Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.  

Comentario


1.1 Lunes, Martes y Miércoles de esta semana van acompañados, en la primera lectura de la Misa, por sendos textos del profeta Isaías. Se trata de pasajes bellos y hondos, de singular hermosura y un contenido que toca el alma creyente. Una larga y venerable tradición les ha dado un nombre común: los Cánticos del Siervo.

1.2 Se describe en estas piezas bellísimas de literatura y profecía el perfil de un personaje misterioso, quizá un ser humano en particular, quizá el mismo Isaías, tal vez el pueblo sufriente y fiel. Lo cierto es que estos textos que antecedieron en siete siglos al nacimiento de Cristo pronto fueron leídos por la comunidad creyente como un retrato del Mesías en su Pasión.

1.3 Y la verdad impacta sobremanera ver a Jesús con los ojos de Isaías. Es ver al Mesías en contacto inmediato con el dolor de la humanidad y a la vez en perfecta fidelidad a Dios. ¿Y dónde se encuentra este cuadro mejor o más patente que en la Cruz Bendita de nuestro Salvador?

1.4 En el primero de esos Cánticos, el que la Iglesia nos ofrece hoy, tomado del capítulo 42 de Isaías, hay un tono irreprimible de victoria. El Siervo de Dios es el "elegido", es Aquel destinado a realizar el designio salvador de Dios con firmeza y constancia, hasta los confines mismos de la tierra. Es este el pasaje famoso en que se llama a Jesucristo "Luz de las Naciones", nombre que dio su título a una de las Constituciones del Concilio Vaticano II, la que trata sobre la Iglesia.

1.5 Guiados, pues, por la liturgia, miremos a Cristo y en él gocémonos. Su misión, que no ha de fallar, es "proclamar la justicia con firmeza, no titubear ni doblegarse, hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza...".

2. Perfume para una sepultura

2.1 ¡Oh, qué contraste entre ese tono victorioso del Cántico de Isaías y las notas lúgubres del texto del evangelio de hoy! Si en la primera lectura se oyen ecos de triunfo en este evangelio resuenan lamentaciones. Está próxima la sepultura, y Jesús, como asumiendo ya la condición de un muerto, acepta los perfumes propios de un funeral a usanza de su época y cultura.

2.2 Después de las lecturas de los evangelios de la semana pasada, entendemos bien que ahora ya poco queda por hacer. Las opiniones se han radicalizado y Juan lo resume preciosamente con lo que sucede en torno a Lázaro, a quien el Señor ha devuelto la vida: "la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús".

2.3 Dos cosas es justo destacar de esta nota que nos ofrece Juan. Primera: el deseo de matar a Jesús no es la aspiración mayoritaria del pueblo judío, que más bien saluda en el milagro de Lázaro una señal digna de ser conocida y de despertar la fe. Segunda: las autoridades tienen clara una razón para querer deshacerse de Jesús: la gente se estaba apartando de ellos y yendo donde Jesús. La crudeza de esta descripción nos es necesaria para meternos en lo que estaba sucediendo en esas horas decisivas, y en los planes que condujeron a la muerte de Cristo.

2.4 Pero más allá de esos planes, hay un plan, el de Dios. Cuando Jesús ve en el acto de cariño de la mujer que derrama el perfume una "unción para sepultura" está saltando de las consideraciones puramente humanas al designio de su Padre. Una lección que nos invita a levantar la mirada, pues más allá de los intereses inmediatos hay un amor que mira lejos.

http://fraynelson.com/homilias.html. 

domingo, 29 de marzo de 2015

He aquí la más grande historia de amor jamás contada…

¡Amor y paz!

Es inmenso el bombardeo de información al que estamos sometidos todos los días en los tiempos que corren; son muy variadas y absorbentes nuestras ocupaciones; los medios audiovisuales, la internet y las redes sociales acaparan nuestra atención. 

La inmensa mayoría de las informaciones y ocupaciones tienen que ver con lo material y con los bienes terrenales del hombre. Por eso es fundamental que nos demos un espacio para leer y escuchar la más grande historia de amor, perdón y misericordia que se haya contado jamás. En efecto, desde hoy nos disponemos a celebrar la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús, el acontecimiento más importante de la fe cristiana.

Leamos, celebremos y vivamos con una actitud de oración, contemplación, agradecimiento y respeto: nada menos que por ese acontecimiento fuimos liberados de la muerte y el pecado.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Marcos 14,1-72.15,1-47. 


Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían: "No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo". Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: "¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres". Y la criticaban. Pero Jesús dijo: "Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo". Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo. El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?". Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?' Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario". Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. Y mientras estaban comiendo, dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo". Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: "¿Seré yo?".  Él les respondió: "Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo.  El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!". Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios". Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Y Jesús les dijo: "Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea". Pedro le dijo: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré". Jesús le respondió: "Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces". Pero él insistía: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos decían lo mismo. Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: "Quédense aquí, mientras yo voy a orar". Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando". Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía: "Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: "Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?  Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil". Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.  ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar". Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado". Apenas llegó, se le acercó y le dijo: "Maestro", y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús les dijo: "Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras". Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo. Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban. Algunos declaraban falsamente contra Jesús: "Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre'". Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: "¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?". El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: "¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?". Jesús respondió: "Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo". Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Y todos sentenciaron que merecía la muerte. Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían: "¡Profetiza!". Y también los servidores le daban bofetadas. Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Nazareno".  Él lo negó, diciendo: "No sé nada; no entiendo de qué estás hablando". Luego salió al vestíbulo. La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: "Este es uno de ellos". Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro: "Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo". Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces". Y se puso a llorar. En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "Tú lo dices" Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!". Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato. En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición. La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?".  Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo: "¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?". Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!". Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!". Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del Cráneo". Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los judíos". Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.  Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: "¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!". De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!". También lo insultaban los que habían sido crucificados con él. Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde;  y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías". Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo". Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: "¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!". Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén. Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer,José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto. 
Comentario


1.1 Nuestro Señor y Divino Salvador no aceptó la aclamación de las multitudes que pretendían hacerlo rey después de ver sus asombrosos milagros (cf. Jn 6,15). No quiso una corona cuando todos exclamaban: "¡todo lo hace bien!" (Mc 7,37). Huyó a la montaña muchas veces y a menudo se refugió en la oración y la intimidad con Dios, su Padre (Mt 14,23). En todas esas ocasiones, cuando hubiera sido sencillísimo y casi natural proclamarse Hijo de David y sucesor del trono para liberar a Israel, guardó silencio, se ocultó discreto, oró en lo escondido, se apartó de las aclamaciones y los vítores.

1.2 Pero hubo un día en que aceptó el aplauso y no huyó de la ovación de su pueblo. Un día Cristo aceptó ser rey, y selló su destino, cambió la historia y abrió un futuro para el universo entero con el gesto humilde y noble que hoy contemplamos: miremos todos, asómbrese el mundo, cante Judá y no calle Israel: Jesús, el Nazareno, es el Rey, y manso entra en la ciudad de David rodeado de humilde corte.

1.3 ¿Por qué esta vez el Señor aceptó lo que antes rechazaba? ¿Por qué nos parece que se deja envolver en el entusiasmo de aquella multitud que por fin puede dar rienda suelta a su afecto y emoción? Es que bien sabía Jesús qué le esperaba después de esos aplausos y cuánto cambiarían esas voces en cuestión de horas. Percibía su corazón el odio exacerbado de aquellos que veían en él un peligro para sus intereses. Sabía que los poderosos, tantas veces fustigados por el verbo del Verbo, terminarían por unirse, aunque sólo fuera para estar de acuerdo en quitarlo de en medio. Y en cuanto a sus discípulos, entendía cuán frágil era su amor, así le juraran lo contrario. Comprendía entonces que las cotas más altas de la maldad brotarían con inusitado ímpetu de uno a otro momento, y sabía que ser rey, en medio de semejante torbellino de pasiones y venganzas, más que un honor era un acto de compasión, una obra de misericordia, una manifestación, la última y más perfecta, de su amor inextinguible.

2. Frontispicio de la Semana Santa

2.1 Este día, domingo que introduce la celebración de los misterios más hondos y bellos de nuestra fe, es como el frontispicio desde el que ya vemos la grandeza que nos espera en la semana que comienza.

2.2 Y por eso la Iglesia, después de invitarnos a cantar aclamaciones al Mesías Pacífico y verdadero Rey, nos invita a mirar en un solo y maravilloso conjunto qué fue lo que entonces sucedió, para que nuestros oídos se acostumbren a la música de drama y de amor que es la Pasión del Señor.

2.3 Es bueno oír así de una sola vez la Pasión para entender que fue Uno solo el que todo sufrió y Uno solo el que todo venció. Fue Uno solo el que cargó con nuestras culpas y Uno solo el que las arrojó a lo hondo del mar. Uno solo venció a nuestro enemigo, Uno solo triunfó sobre la muerte, Uno solo nos amó hasta el extremo, Uno solo nos dio el perdón, la paz, la gracia y la vida que no acaba. Uno solo: Jesucristo, el Hijo del Dios vivo.

2.4 Miremos, pues, con ojos de gratitud y escuchemos con oídos de discípulo el sublime testimonio de este relato. Nada hay semejante en las páginas o escritos de esta tierra. Nada se compara a la altura de ese perdón que, como en cascada, cae desde la Cruz para hacer un nuevo diluvio, no de venganza y castigo, sino de misericordia y de gracia. Nada tan útil y saludable como esta historia de redención, la única que será de nuestro interés cuando nuestros ojos se cierren a las vanidades de esta tierra y tengan que abrirse, para gloria o condena, en la eternidad.





sábado, 28 de marzo de 2015

Jesús da su vida para reunir a los hijos de Dios dispersos

¡Amor y paz!

En el evangelio de hoy, Jesús es presentado como el que da su vida «para reunir en la unidad a los hijos de Dios dispersos». El profeta había ya desarrollado ese tema de la «reunión de los dispersados», cuando el exilio en Babilonia.

Palabra del Señor: recogeré los hijos de Israel de entre las naciones a las que marcharon... Los congregaré de todas partes.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la V Semana de Cuaresma.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 11,45-57. 
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación". Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?". No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos. Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse.  Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?". Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo. 

Comentario

Puesto que Dios nos ha amado hasta entregarnos a su Hijo...

-Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos convocaron consejo contra Jesús
El gran Sanedrín convoca consejo. La decisión se va precisando. Vamos a ver el desarrollo de la reunión y de sus deliberaciones.

-¿Qué hacemos? Si le dejamos así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación...
Es por una razón seria que te condenan: por razón religiosa y por razón de Estado.
¡Hay intereses graves en todo este juego! Mas también reconocen la gran atracción que
Tú provocas: "todos creerán en El."

-Caifás, sumo sacerdote, dijo: "Conviene que muera un solo hombre por todo el pueblo...
A fin de evitar que perezca toda la nación.
Sorprendente sustitución: Tú solo, en el lugar de todos.
Por su parte es un horrible cálculo interesado, para salir ellos ilesos del asunto. Pero no creían haber estado tan acertados. Porque ¡ésta es la verdad!

-No dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel ano, profetizó...
Caifás imaginaba haber acertado a decir una palabra inteligente humanamente. De hecho, sin él saberlo, cumplía así el plan de Dios.
Me pasa a menudo no ver muy claro en mi propia vida.
Hazme, Señor, un instrumento d tus proyectos, aunque yo no lo vea.

-Jesús había de morir por la nación, y no sólo por la nación, sino para reunirse en la unidad todos los hijos de Dios que están dispersos.
Ayúdame, Señor, a meditar detenidamente esta palabra.

Según san Juan, este es el secreto de tu muerte. Por ello has ofrecido tu vida. Es una de tus intenciones más profundas.

He ahí el fin, el objetivo que Tú buscabas: "reunir todos los hombres en la unidad".
Hacer que se amen los hombres divididos entre sí. Acercar a los antagonistas, no solamente a los de tu raza, sino hasta todos los extremos de la tierra. "Porque todos son hijos del mismo Padre." No es una visión política, ni simplemente humana la que te guía. Es algo mucho más profundo que cualquier humanitarismo o solidaridad natural. Es también el secreto de cada una de las misas.

"He aquí mi Cuerpo entregado. He aquí mi Sangre derramada". Jesús se da para enrolar en su movimiento de amor a toda la humanidad. "Humildemente, te suplicamos, que participando al Cuerpo y a la Sangre de Cristo, seamos reunidos en un solo cuerpo".

La fraternidad universal de la familia humana -familia de Dios- es un don del Padre, que la sangre de Jesús nos ha merecido. La humanidad desgarrada de hoy tiene siempre la misma necesidad de sacrificio. Racismos. Oposiciones. Luchas y violencia. La humanidad es un gran cuerpo descuartizado. Cristo ha dado su vida para que, en El, la humanidad llegue a ser un Cuerpo único.
¿Y yo? ¿Trabajo en esa gran obra de Dios?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 164 s.