lunes, 9 de mayo de 2011

Dios Padre quiere que creamos en quien Él ha enviado

¡Amor y paz!

Luego de la multiplicación de los panes, en su búsqueda del alimento terreno, la multitud busca a Jesús. Pero éste la invita a saciarse con un manjar que perdura para siempre. Para recibir este alimento es menester realizar las obras de Dios, es decir, creer en el Enviado. La fe y las obras son una pareja indisoluble.

Entonces, la propuesta de Jesús es invertir los valores: sin descuidar las necesidades diarias, se requiere una radical transformación interior. Es urgente abrirse a los demás, pensar en común, plantearse la posibilidad de que unidos, en comunidades de hermanos, la práctica de la justicia sea una realidad. Así, creer en Dios Padre y su enviado, Dios Hijo, significa no esperarlo todo de Él pasivamente, sino comprometerse en unión con otros a cambiar la propia situación, haciendo experiencias de fraternidad.
 
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 3ª. Semana de Pascua.

Dos los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,22-29. 
Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos. Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?". Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello". Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que Él ha enviado". 
Comentario

Hace mucho tiempo, vivía en un pueblo una aldeana muy hermosa. Todos querían esposarla pero ella sentía que nadie le aseguraba verdadero amor. 

Así, se le acercó el mercader más rico diciéndole: “Te amaré a pesar de tu pobreza”. Pero como en sus palabras no encontró verdadero amor prefirió no casarse. Después se le acercó un gran general y le dijo: “Me casaré contigo a pesar de las distancias que nos separen”. Pero tampoco aceptó la hermosa aldeana. Más tarde se le acercó el emperador a decirle: “Te aceptaré en mi palacio a pesar de tu condición de mortal”. Y también rehusó la muchacha a casarse porque tampoco veía en él un amor desinteresado. Hasta que un día se le acercó un joven y le dijo: “Te amaré a pesar... de mí mismo”. Y como en sus palabras encontró un amor verdadero y sincero, optó por casarse con él.

Ojalá que en nuestra vida suceda lo mismo. Que estemos buscando a Dios por amor desinteresado. Que le ofrezcamos nuestro amor a pesar de nosotros mismos. No busquemos a Dios por el alimento perecedero como lo buscaban las personas que menciona el evangelio. Es claro que nosotros no buscamos a Dios por un alimento material, pues sabemos y experimentamos que ese hay que ganárselo. Pero sí podríamos acercarnos a Cristo buscando alguna ganancia personal. Pidiéndole cosas que en lugar de acercarnos a nuestra santificación nos aleja. Tal vez vemos en Jesús un genio que nos concederá deseos si pronunciamos una fórmula mágica que nosotros llamamos “oración”. Cristo ve nuestras intenciones y sabe porqué le pedimos las cosas, conoce por qué le seguimos y por qué le buscamos.

Busquemos a Cristo en la Eucaristía de forma desinteresada. No a pesar de... lo que nos pueda gustar o disgustar de Él, sino sabiendo que la Eucaristía es el punto privilegiado del encuentro del amor hacia nosotros, de forma desinteresada, a pesar de nuestra condición de mortal y a pesar de nuestra pobreza.

Fuente:Catholic.net
Autor: Misael Cisneros 
Con aportes de: Diario Bíblico. Cicla