domingo, 16 de diciembre de 2012

¿Qué hacer? ¡Hagamos un mundo más humano!

¡Amor y paz!

No son suficientes las palabras de repudio y consternación que suscita la nueva masacre ocurrida en Estados Unidos. ¿Qué sociedad puede producir individuos tan crueles e inhumanos como para asesinar a tantos seres inocentes, que apenas comenzaban a vivir, y junto a ellos a sus infortunados educadores?

Es una cruel paradoja que algo tan horrendo ocurra precisamente en esta época en que los cristiano-católicos nos preparamos para la llegada del Señor Jesús. Alguien que precisamente encarna la plenitud del Amor, de la Vida y de la Paz.

Es que los que reflexionan, los que no han perdido la brújula y sí le dan sentido a este tiempo litúrgico van por un lado, pero la sociedad va por otro. ¿Qué debemos hacer entonces? No claudicar y, por el contrario, insistir en predicar y poner en práctica el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Otro mundo es posible!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este III Domingo de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 3,10-18.
La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". Él les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". Él les respondió: "No exijan más de lo estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia. 
Comentario
"¿Qué debemos hacer entonces? El anuncio de lo que aún está por ver y por venir, de  lo que será y de lo que seremos cuando venga el Señor sobre las nubes, descubre también  ante nuestros ojos la situación real en la que todavía nos hallamos y, por tanto, la  necesidad de un cambio en nuestras vidas, en nuestras costumbres, en nuestras relaciones  humanas, individual y colectivamente. Porque todo puede y debe cambiar ante la venida del Señor que se acerca. La esperanza que nos infunde la promesa es el motor del cambio, es la fuerza de la conversión. Una fuerza que nos permite sobreponernos a la situación y  tomarla a nuestro cargo con alegría, responsablemente. Que nos ayuda a salir de ella hacia  adelante. La conversión siempre es hacia adelante, hacia el Señor que se acerca, y en  modo alguno consiste en detenerse ni tan siquiera para llorar o lamentar un estado de  cosas. El que espera de verdad no se hace constantemente la pregunta de qué es lo que  ha hecho, sino que se pregunta qué debe hacer: "¿Entonces, qué hacemos?".

* "El que tenga dos túnicas...": Convertirse al evangelio, responder al anuncio de la  venida del Señor, es algo tan concreto como dar una túnica al que no la tiene, o compartir lo que tenemos para que haya igualdad entre unos y otros.. "El que tenga dos túnicas, que se las reparte con el que no tiene". La conversión es muy personal, pero no se queda en el  corazón y se expresa y se realiza como acercamiento y conversión a las necesidades del  prójimo.

A los publicanos o cobradores de impuestos, representantes de la administración pública,  Juan Bautista les dice que no cobren más de lo que es justo. Y a los soldados que no  hagan extorsión a nadie, ni se aprovechen con denuncias y se contenten con la soldada.  Son tres ejemplos que bien podrían aplicarse hoy a nuestra sociedad: ¿Hay algo más  urgente en España, y no sólo en España, claro está, que nivelar y compartir, que acabar  con las desigualdades, que repartir el trabajo y el fruto del trabajo, para que cada  ciudadano tenga su túnica y su dignidad? ¿Y qué diremos de la corrupción administrativa y  de la necesidad inaplazable de reformar la administración pública? Y lo mismo del ejército,  que no ha de ser un cuerpo extraño y en contra de la sociedad, sino para su servicio: "No  hagáis extorsión a nadie", no os aprovechéis de la fuerza.

* Hagamos un mundo más humano: Este mundo no es el reino de Dios sino el reino del  egoísmo. Este mundo no es bueno, porque no es bueno para todos, porque no hay igualdad, ni fraternidad, ni libertad, porque cada uno va a lo suyo y el hombre es como un lobo para el hombre. Los cristianos no estamos en este mundo para ganarnos el cielo, sino  más exactamente para hacer que este mundo sea más humano y más conforme a la  voluntad de Dios. Porque no estamos de paso por el mundo, sino que llevamos con nosotros el mundo, a espaldas de nuestra responsabilidad, y no podemos peregrinar y  llegar a la presencia de Dios y entrar en su reino si perdemos el hato, si no entramos con el  mundo que nos ha confiado.

Desentenderse del mundo es desentenderse de los hombres, que son nuestros  hermanos. Es pasar de largo ante los que sufren y lloran, ante los que son tratados injustamente, ante los marginados, ante el hambre, la violencia... En este sentido, no sólo la  propiedad privada puede ser un robo o una retención injusta de lo que debemos compartir  con los demás, sino también la vida privada, aunque ésta se llene de oraciones y  soliloquios divinos. Porque la vida privada, y en nuestro caso la privatización de la fe, sería  despojar a los hombres del amor y de la ayuda que les debemos por voluntad de Dios. 

EUCARISTÍA 1982, 57