¡Amor y paz!
No son suficientes las palabras
de repudio y consternación que suscita la nueva masacre ocurrida en Estados Unidos.
¿Qué sociedad puede producir individuos tan crueles e inhumanos como para asesinar a tantos seres inocentes, que apenas comenzaban a vivir, y junto a ellos
a sus infortunados educadores?
Es una cruel paradoja que algo
tan horrendo ocurra precisamente en esta época en que los cristiano-católicos
nos preparamos para la llegada del Señor Jesús. Alguien que precisamente
encarna la plenitud del Amor, de la Vida y de la Paz.
Es que los que reflexionan, los que no han perdido la brújula y sí le dan sentido a este tiempo litúrgico van por un
lado, pero la sociedad va por otro. ¿Qué debemos hacer entonces? No claudicar y, por el contrario, insistir en predicar y poner en práctica el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Otro mundo es posible!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este III Domingo de Adviento.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 3,10-18.
La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". Él les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". Él les respondió: "No exijan más de lo estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
Comentario
* "¿Qué debemos hacer entonces? El anuncio de lo que aún está por ver y por venir,
de lo que será y de lo que seremos cuando venga el Señor sobre las nubes,
descubre también ante nuestros ojos la situación real en la que todavía
nos hallamos y, por tanto, la necesidad de un cambio en nuestras vidas,
en nuestras costumbres, en nuestras relaciones humanas, individual y
colectivamente. Porque todo puede y debe cambiar ante la venida del Señor que
se acerca. La esperanza que nos infunde la promesa es el motor del cambio,
es la fuerza de la conversión. Una fuerza que nos permite sobreponernos a
la situación y tomarla a nuestro cargo con alegría, responsablemente. Que
nos ayuda a salir de ella hacia adelante. La conversión siempre es hacia
adelante, hacia el Señor que se acerca, y en modo alguno consiste en
detenerse ni tan siquiera para llorar o lamentar un estado de cosas. El
que espera de verdad no se hace constantemente la pregunta de qué es lo
que ha hecho, sino que se pregunta qué debe hacer: "¿Entonces, qué
hacemos?".
* "El que tenga dos
túnicas...": Convertirse al evangelio, responder al anuncio de la
venida del Señor, es algo tan concreto como dar una túnica al que no la tiene,
o compartir lo que tenemos para que haya igualdad entre unos y otros..
"El que tenga dos túnicas, que se las reparte con el que no
tiene". La conversión es muy personal, pero no se queda en el
corazón y se expresa y se realiza como acercamiento y conversión a las necesidades del
prójimo.
A los publicanos o
cobradores de impuestos, representantes de la administración pública,
Juan Bautista les dice que no cobren más de lo que es justo. Y a los soldados
que no hagan extorsión a nadie, ni se aprovechen con denuncias y se
contenten con la soldada. Son tres ejemplos que bien podrían aplicarse
hoy a nuestra sociedad: ¿Hay algo más urgente en España, y no sólo en
España, claro está, que nivelar y compartir, que acabar con las
desigualdades, que repartir el trabajo y el fruto del trabajo, para que
cada ciudadano tenga su túnica y su dignidad? ¿Y qué diremos de la
corrupción administrativa y de la necesidad inaplazable de reformar la
administración pública? Y lo mismo del ejército, que no ha de ser un
cuerpo extraño y en contra de la sociedad, sino para su servicio:
"No hagáis extorsión a nadie", no os aprovechéis de la fuerza.
* Hagamos un mundo más
humano: Este mundo no es el reino de Dios sino el reino del egoísmo. Este
mundo no es bueno, porque no es bueno para todos, porque no hay igualdad,
ni fraternidad, ni libertad, porque cada uno va a lo suyo y el hombre es como
un lobo para el hombre. Los cristianos no estamos en este mundo para
ganarnos el cielo, sino más exactamente para hacer que este mundo sea más
humano y más conforme a la voluntad de Dios. Porque no estamos de paso
por el mundo, sino que llevamos con nosotros el mundo, a espaldas de
nuestra responsabilidad, y no podemos peregrinar y llegar a la presencia
de Dios y entrar en su reino si perdemos el hato, si no entramos con el
mundo que nos ha confiado.
Desentenderse del mundo es
desentenderse de los hombres, que son nuestros hermanos. Es pasar de
largo ante los que sufren y lloran, ante los que son tratados injustamente,
ante los marginados, ante el hambre, la violencia... En este sentido, no sólo
la propiedad privada puede ser un robo o una retención injusta de lo que
debemos compartir con los demás, sino también la vida privada, aunque
ésta se llene de oraciones y soliloquios divinos. Porque la vida privada,
y en nuestro caso la privatización de la fe, sería despojar a los hombres
del amor y de la ayuda que les debemos por voluntad de Dios.
EUCARISTÍA
1982, 57