¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 3ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 21,23-27.
Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si respondemos: 'Del cielo', él nos dirá: 'Entonces, ¿por qué no creyeron en él?'. Y si decimos: 'De los hombres', debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta". Por eso respondieron a Jesús: "No sabemos". El, por su parte, les respondió: "Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto".
Comentario
Cristo ha venido a purificar nuestras conciencias de todo pecado y a darnos la salvación. Él no viene con una autoridad humana, sino con la autoridad que ha recibido de su Padre Dios, pues el Padre y Él son uno.
No porque hayamos recibido el Bautismo y, en razón de él, seamos templo del Espíritu Santo, tenemos asegurada la salvación eterna. El Señor nos pide que demos fruto, y que lo demos en abundancia, pues quien se cierre al amor de Dios y al amor al prójimo, quien viva en una soledad espiritual, quien piense que está en paz con el Señor porque le da culto, pero desprecia a su prójimo, se está engañando a sí mismo. No basta ofrecer el Sacrificio al Señor, es necesario que nuestro interior quede libre de egoísmos, de injusticias sociales, de persecuciones injustas, de falta de amor fraterno y solidario.
No podemos cerrar nuestro corazón al llamado que Dios nos hace a la conversión por medio de su Iglesia, pues por su medio la Palabra de Dios se actualiza entre nosotros, y al mismo tiempo el Señor continúa, por medio de ella, presente entre nosotros con todo su poder salvador. ¿Realmente creemos esto?
Ante el Señor y confrontando nuestra vida con su Palabra, reconocemos nuestras miserias, nuestros pecados; y no sólo pedimos perdón, sino que estamos totalmente dispuestos a reiniciar nuestro camino en el bien, libres de todo aquello que nos divide o destruye.
El Señor, con un gran amor hacia nosotros, se acerca a cada uno para manifestársenos como el Dios y Padre de misericordia. Que Él purifique nuestras conciencias de todo pecado, pues tiene poder y autoridad para hacerlo. Que Él nos descubra sus caminos para seguirlos, y nos haga brillar con su luz para que jamás nos convirtamos en motivo de maldición, sino de bendición para todos cuantos nos traten.
(…) Sabemos que hemos recibido el poder salvador de Dios, pues el Señor nos lo ha querido participar. La Iglesia de Cristo no tiene un poder humano sino divino. La Iglesia tiene como principal encomienda el trabajar para que todos los hombres, de todos los tiempos y lugares, se reconcilien con Dios y se reconcilien entre sí, de tal forma que vivamos como hijos de Dios unidos por un auténtico amor fraterno.
Trabajar por la paz, por la unidad, por el bien de todos es la forma como la Iglesia manifiesta el poder que ha recibido de su Señor. Quien en lugar de preocuparse por su prójimo lo aplasta o destruye; quien en lugar de ser motivo de bendición se convierte en maldición para los demás, no podemos decir que realmente esté cumpliendo con la vocación que ha recibido de ser para todos un signo del amor salvador del Señor. No dejemos que nuestra fe en el Señor se nos diluya. Si realmente creemos en Cristo, si realmente esperamos de Él la salvación, aceptemos al Señor que se acerca a nosotros para purificarnos y renovarnos, de tal forma que en adelante seamos criaturas nuevas en Cristo.
www.homiliacatolica.com