¡Amor y paz!
Uno de las críticas que
Jesús hace a los fariseos es que magnifican cosas insignificantes, poco importantes
ante Dios, y descuidan las que verdaderamente valen la pena. Ese es el tema del
evangelio de hoy, que los invito a leer y meditar, en este martes de la XXI
Semana del Tiempo Ordinario.
Hoy se celebra la fiesta
de San Agustín de Hipona, uno de los más grandes teólogos y líderes espirituales
de la Iglesia Católica. Tras su conversión, el santo escribe una de las oraciones
más hermosas y famosas, en su obra ‘Confesiones’ (X, 27, 38):
«¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan
nueva, tarde te amé! Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por
fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que
tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo. Reteníanme lejos
de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y
clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi
ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y
siento hambre y sed, me tocaste, y abraséme en tu paz».
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 23,23-26.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
Comentario
a) Uno de los defectos de
los fariseos era el dar importancia a cosas insignificantes, poco importantes
ante Dios, y descuidar las que verdaderamente valen la pena.
Jesús se lo echa en cara:
«pagáis el diezmo de la menta... y descuidáis el derecho, la compasión y la
sinceridad». De un modo muy expresivo les dice: «filtráis el mosquito y os
tragáis el camello». El diezmo lo pagaban los judíos de los productos del campo
(cf. Dt 14,22-29), pero pagar el diezmo de esos condimentos tan poco
importantes (la menta, el anís y el comino) no tiene relevancia, comparado con
las actitudes de justicia y caridad que debemos mantener en nuestra vida.
Otra de las acusaciones
contra los fariseos es que «limpian por fuera la copa y el plato, mientras por
dentro están rebosando de robo y desenfreno». Cuidan la apariencia exterior, la
fachada. Pero no se preocupan de lo interior.
b) Estos defectos no eran
exclusivos de los fariseos de hace dos mil años.
También los podemos tener
nosotros.
En la vida hay cosas de
poca importancia, a las que, coherentemente, hay que dar poca importancia. Y
otras mucho más trascendentes, a las que vale la pena que les prestemos más
atención. ¿De qué nos examinamos al final de la jornada, o cuando preparamos
una confesión, o en unos días de retiro: sólo de actos concretos, más o menos
pequeños, olvidando las actitudes interiores que están en su raíz: la caridad,
la honradez o la misericordia?
Ahora bien, la consigna de
Jesús es que no se descuiden tampoco las cosas pequeñas: «esto es lo que habría
que practicar (lo del derecho y la compasión y la sinceridad), aunque sin
descuidar aquello (el pago de los diezmos que haya que pagar)». A cada cosa hay
que darle la importancia que tiene, ni más ni menos. En los detalles de las
cosas pequeñas también puede haber amor y fidelidad. Aunque haya que dar más
importancia a las grandes.
También el otro ataque nos
lo podemos aplicar: si cuidamos la apariencia exterior, cuando por dentro
estamos llenos de «robo y desenfreno». Si limpiamos la copa por fuera y, por
dentro, el corazón lo tenemos impresentable.
Somos como los fariseos
cuando hacemos las cosas para que nos vean y nos alaben, si damos más importancia
al parecer que al ser. Si reducimos nuestra vida de fe a meros ritos externos,
sin coherencia en nuestra conducta. En el sermón de la montaña nos enseñó Jesús
que, cuando ayunamos, oramos y hacemos limosna, no busquemos el aplauso de los
hombres, sino el de Dios. Esto le puede pasar a un niño de escuela y a un joven
y a unos padres y a un religioso y a un sacerdote. Nos va bien a todos
examinarnos de estas denuncias de Jesús.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 308-311
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 308-311