¡Amor y paz!
En la página evangélica de
hoy se nos cuentan dos milagros de Jesús intercalados el uno en el otro: cuando
va camino de la casa de Jairo a sanar a su hija -que mientras tanto ya ha
muerto- cura a la mujer que padece flujos de sangre. Son dos escenas muy
expresivas del poder salvador de Jesús. Ha llegado el Reino prometido. Está ya
actuando la fuerza de Dios, que a la vez se encuentra con la fe que tienen
estas personas en Jesús.
El jefe de la sinagoga le
pide que cure a su hija. En efecto, la cogió de la mano y la resucitó, ante el
asombro de todos. La escena termina con un detalle bien humano: «y les dijo que
dieran de comer a la niña».
La mujer enferma no se
atreve a pedir: se acerca disimuladamente y le toca el borde del manto. Jesús
«notó que había salido fuerza de él» y luego dirigió unas palabras amables a la
mujer a la que acababa de curar.
En las dos ocasiones Jesús
apela a la fe, no quiere que las curaciones se consideren como algo mágico:
«hija, tu fe te ha curado», «no temas, basta que tengas fe».
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 4ª Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 5,21-43.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad". Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
Comentario
Jesús, el Señor, sigue
curando y resucitando. Como entonces, en tierras de Palestina, sigue
enfrentándose ahora con dos realidades importantes: la enfermedad y la muerte.
Lo hace a través de la
Iglesia y sus sacramentos. El Catecismo de la Iglesia, inspirándose en esta
escena evangélica, presenta los sacramentos «como fuerzas que brotan del Cuerpo
de Cristo siempre vivo y vivificante»: el Bautismo o la Reconciliación o la
Unción de enfermos son fuerzas que emanan para nosotros del Señor Resucitado
que está presente en ellos a través del ministerio de la Iglesia. Son también
acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia y «las
obras maestras de Dios en la nueva y eterna Alianza» (CEC 1116).
Todo dependerá de si
tenemos fe. La acción salvadora de Cristo está siempre en acto.
Pero no actúa mágica o
automáticamente. También a nosotros nos dice: «No temas, basta que tengas fe».
Tal vez nos falta esta fe de Jairo o de la mujer enferma para acercarnos a
Jesús y pedirle humilde y confiadamente que nos cure.
Ante las dos realidades
que tanto nos preocupan, la Iglesia debe anunciar la respuesta positiva de
Cristo. La enfermedad, como experiencia de debilidad. y la muerte, como el gran
interrogante, tienen en Cristo, no una solución del enigma, pero sí un sentido
profundo. Dios nos tiene destinados a la salud y a la vida. Eso se nos ha
revelado en Cristo Jesús. Y sigue en pie la promesa de Jesús, sobre todo para
los que celebramos su Eucaristía: «El que cree en mi, aunque muera, vivirá; el
que me come tiene vida eterna».
Para la pastoral de los
sacramentos puede ser útil recordar el proceso de la buena mujer que se acerca
a Jesús. Ella, que por padecer flujos de sangre es considerada «impura» y está
marginada por la sociedad, sólo quiere una cosa: poder tocar el manto de Jesús.
¿Es una actitud en que mezcla su fe con un poco de superstición? Pero Jesús no
la rechaza porque esté mal preparada.
Convierte el gesto en un encuentro humano
y personal, la atiende a pesar de que todos la consideran «impura» y le concede
su curación.
Los sacerdotes, y también
los laicos que actúan como equipos animadores de la vida sacramental de la
comunidad cristiana, tendrían que aprender esta actitud de Jesús Buen Pastor,
que con amable acogida y pedagogía evangelizadora, ayuda a todos a encontrarse
con la salvación de Dios, estén o no al principio bien preparados.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 100-105
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 100-105