¡Amor y paz!
La Virgen María ha sido saludada gozosamente por su prima Isabel. De manera espontánea también, María responde con alegría, mediante fórmulas de "salmos" que provienen del Antiguo Testamento.
Vemos en el Evangelio de hoy el clima habitual de la oración de María. Es una plegaria que hay que repetir la víspera de Navidad y muchas veces. De hecho, se reza a diario con la Liturgia de las Horas, una costumbre que ojalá adoptemos desde el año entrante y que nuestro amable lector puede conseguir diariamente en la columna derecha de este blog.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la IV Semana de Adviento.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 1,46-56.
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Comentario
La respuesta de María al saludo de su prima Isabel que tradicionalmente designamos con el nombre latino de “Magníficat”, es un salmo de acción de gracias compuesto de citas y alusiones al Antiguo Testamento, en especial del canto de Ana, la madre de Samuel (cf 1Sam 2,1-10). El poema tiene dos partes. La primera es una acción de gracias personal de María: a pesar de la humildad y pobreza de su vida, Dios ha puesto su mirada en ella, por eso será llamada dichosa. Dios se sirve muchas veces de lo sencillo y humilde para hacer presente su salvación en la historia humana. La segunda parte del canto expresa, por boca de María, la acción de gracias del pueblo de Israel; todas las promesas dadas a Abrahán y sus descendientes se cumplirán ahora en este niño que va a nacer.
Lucas nos muestra en este canto de María uno de sus temas favoritos: Dios se apiada de los pobres. En realidad no hay sólo aquí una alabanza de los pobres, de los que María es representante, sino una concepción utópica de la historia en la que la misericordia de Dios y la fuerza de su brazo se dirige a derribar a los ricos y soberbios y a levantar a los empobrecidos y humillados de la tierra.
El canto de María que Lucas nos presenta en su evangelio nos revela que los que cuentan ante los ojos de Dios son los que han sido deshumanizados y humillados por los poderes del mundo; María da testimonio de que el Dios de la Biblia es aquel que se pone siempre del lado de los excluidos y marginados por las estructuras de poder encarnadas en el orden social, económico, cultural, religioso, político, familiar...
María retoma un canto de liberación que seguramente Isabel recitó a lo largo de su vida. Este es el canto de la misericordia de Dios, de un Dios que se ha puesto abiertamente de lado de aquellos que no han experimentado el sentido de humanidad. María, por tanto, queda enmarcada dentro de los personajes bíblicos que viven descontentos frente a los modelos sociales de desigualdad que se imponen al pueblo.
Este canto de María sigue hoy llamando la atención del pueblo cristiano que día a día recita en su oración ese proyecto y deseo de ver el mundo y la historia en total equilibrio. Cuando la humanidad pueda vivir este canto-proyecto, podremos experimentar en nuestras vidas la irrupción de Dios que es misericordia, entenderemos que la fidelidad de Dios va “de generación en generación”.
Nuestra gran tarea hoy es redescubrir ese Dios que experimentaron Jesús y María, y actualizar su proyecto de misericordia y justicia en medio de las situaciones de miseria y de muerte que se nos imponen desde los círculos de poder que rigen los destinos de la historia y de la humanidad.
Ponernos del lado de Jesús al estilo de María, la mujer fiel y comprometida con la causa de la justicia, es dejar atrás el modelo de cristianismo que hemos vivido basado en la seguridad y en la comodidad, para experimentar en nuestra propia vida la suerte de los sin suerte, la realidad de miseria que viven tantos hermanos y hermanas nuestros. No podemos seguir siendo cristianos sin incomodarnos por la desigualdad, la injusticia, el hambre, la muerte y marginación de nuestros pueblos.
Que este tiempo de adviento nos sirva para potenciar la oración, pero no de la forma neutral como hemos orado hasta hoy, sino que sea una oración para estar despiertos y poder comprender los signos de los tiempos y empezar a vivir en resistencia. La pedagogía de Dios, del Padre de Jesús, es bien clara en el canto de María. Debemos asimilar esa pedagogía y estar de parte de los predilectos de Dios: los pobres. Esta época es propicia para lograr dar un salto cualitativo en nuestras vidas. ¡Comencemos ya!
Servicio Bíblico Latinoamericano