¡Amor
y paz!
En el
capítulo 10, Mateo comienza una nueva sección de su evangelio: el llamado
«discurso misionero» o «apostólico». Terminada la serie de milagros que había
narrado después del sermón de la montaña, ahora leemos el segundo de los cinco
grandes discursos de Jesús, en el que da a sus apóstoles unas consignas para su
misión evangelizadora.
El
Señor convoca sus apóstoles y les da el poder de expulsar a los espíritus
impuros (destruir el mal) y de curar cualquier enfermedad o dolencia (hacer el
bien). A nosotros los bautizados nos corresponde hacer otro tanto.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este
miércoles de la 14.a semana del Tiempo Ordinario.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Mateo 10,1-7.
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Comentario
El
número “Doce” no es cualquier número en Israel. Es un número que representa a
un pueblo. Es un número que representa un “sueño de Dios”. Él se eligió un
pueblo, representado en las “Doce tribus de Israel”, y quiere que ese pueblo
muestre una sociedad alternativa de fraternidad, de solidaridad, de servicio a
Dios, de rechazo a los ídolos de la muerte, un pueblo que dé frutos de justicia
y derecho. Pero el pueblo no supo, o no quiso seguir ese camino y se fue
dispersando. La gran mayoría de esas tribus terminó desapareciendo y su memoria
se había perdido.
El
número Doce elegido por Jesús en estrecha relación con el Reino, no es “por
casualidad”. La tarea de este “nuevo Israel” es “restaurar las tribus”, buscar
“las ovejas perdidas del pueblo de Israel”, es predicar el Reino que no es sino
fraternidad de hermanos bajo un único Dios y padre.
Jesús
se eligió Doce, aunque no todos ellos fueron fieles a su proyecto -como Judas-,
y elegidos los puso confiados en las manos de Dios para que sepan dejarse
conducir por él. Y, como su maestro, se manifiesten compasivos con los dolores
y angustias de las “ovejas” del pueblo.
Todos
los que fuimos elegidos por Jesús para seguirlo, y fuimos llamados por nuestro
nombre desde el Bautismo, estamos -como los Doce- llamados a manifestar que una
sociedad diferente a este mundo de injusticia y corrupción, de modernas
esclavitudes y viejas muertes, un mundo diferente es posible. Ese mundo debemos
empezar a mostrarlo visiblemente en la Iglesia, y en nuestra capacidad de
conmovernos frente a los dolores de la humanidad. Ciertamente estamos muy lejos
de esto, tanto en la Iglesia como en la historia, pero de nosotros depende que
el sueño de Jesús no sea simplemente eso, un sueño.
Servicio Bíblico Latinoamericano