miércoles, 11 de julio de 2012

Jesús pide a sus apóstoles destruir el mal y hacer el bien

¡Amor y paz!

En el capítulo 10, Mateo comienza una nueva sección de su evangelio: el llamado «discurso misionero» o «apostólico». Terminada la serie de milagros que había narrado después del sermón de la montaña, ahora leemos el segundo de los cinco grandes discursos de Jesús, en el que da a sus apóstoles unas consignas para su misión evangelizadora.

El Señor convoca sus apóstoles y les da el poder de expulsar a los espíritus impuros (destruir el mal) y de curar cualquier enfermedad o dolencia (hacer el bien). A nosotros los bautizados nos corresponde hacer otro tanto.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 14.a semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 10,1-7. 
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. 
Comentario

El número “Doce” no es cualquier número en Israel. Es un número que representa a un pueblo. Es un número que representa un “sueño de Dios”. Él se eligió un pueblo, representado en las “Doce tribus de Israel”, y quiere que ese pueblo muestre una sociedad alternativa de fraternidad, de solidaridad, de servicio a Dios, de rechazo a los ídolos de la muerte, un pueblo que dé frutos de justicia y derecho. Pero el pueblo no supo, o no quiso seguir ese camino y se fue dispersando. La gran mayoría de esas tribus terminó desapareciendo y su memoria se había perdido.

El número Doce elegido por Jesús en estrecha relación con el Reino, no es “por casualidad”. La tarea de este “nuevo Israel” es “restaurar las tribus”, buscar “las ovejas perdidas del pueblo de Israel”, es predicar el Reino que no es sino fraternidad de hermanos bajo un único Dios y padre.

Jesús se eligió Doce, aunque no todos ellos fueron fieles a su proyecto -como Judas-, y elegidos los puso confiados en las manos de Dios para que sepan dejarse conducir por él. Y, como su maestro, se manifiesten compasivos con los dolores y angustias de las “ovejas” del pueblo.

Todos los que fuimos elegidos por Jesús para seguirlo, y fuimos llamados por nuestro nombre desde el Bautismo, estamos -como los Doce- llamados a manifestar que una sociedad diferente a este mundo de injusticia y corrupción, de modernas esclavitudes y viejas muertes, un mundo diferente es posible. Ese mundo debemos empezar a mostrarlo visiblemente en la Iglesia, y en nuestra capacidad de conmovernos frente a los dolores de la humanidad. Ciertamente estamos muy lejos de esto, tanto en la Iglesia como en la historia, pero de nosotros depende que el sueño de Jesús no sea simplemente eso, un sueño.

Servicio Bíblico Latinoamericano