¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este lunes de la XV semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.
Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa". Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
Comentario
"No, estas frases se refieren a ciertas circunstancias en
nuestra existencia, en las que hay que decidirse y tomar partido por Dios y por
su causa, por Jesús: ser buen cristiano y seguir a Jesús, puede provocar la oposición
de nuestros deudos... En este caso, ¡Jesús nos pide que seamos capaces de
preferirlo! Es, ciertamente, una cuestión de amor, de preferencia: hay casos en
los que estamos obligados a tomar una decisión. Siguiendo a Jesús, no hay que
dudar en esos casos. Todos los lazos terrestres, aun los más sagrados, como los
de la familia, de la sangre, del ambiente, deben pasar, entonces a un segundo
plano.
Hay que salir de sí mismo, ir más allá, superarse. En el olvido de
sí mismo es donde se halla la verdadera VIDA, la verdadera felicidad, el
verdadero crecimiento y plenitud. La Palabra de Jesús no tiene pues ningún
aspecto negativo, ni triste ni punible: es una palabra de luz y de alegría.
Dando su propia vida, como Jesús, uno encuentra la vida, y esta vida, que se
encuentra de nuevo es mucho más valiosa que la simple vida terrestre (Juan 10,
10).
"Cada misa es el memorial y la
renovación del don que Jesús hizo de Sí mismo antes de pedirnos que esta
actitud sea también la nuestra: He aquí mi vida entregada por vosotros, he aquí
mi cuerpo y mi sangre entregados por vosotros..."
http://fraynelson.com/homilias.html.