¡Amor y paz!
“Ite, missa est”, (Idos se
acabó la misa), decían o dicen en latín el sacerdote o el diácono al concluir
la celebración eucarística. “Deo gratias” (A Dios gracias), respondía la asamblea en la
misma lengua. En español, se
ha cambiado la fórmula por “Podéis ir en paz” y “Demos gracias a Dios”.
Sin
embargo, algunos de quienes presiden la Eucaristía le han agregado: “Vayan a
vivir lo que aquí han celebrado”. Y
esto, porque son conscientes, y quieren hacer consciente a la asamblea reunida, que en la Misa han celebrado lo que creen, pero que también hay que vivir lo
que han celebrado. De otra forma, serían sólo cristianos de apariencia y
ritualismos.
Es el ejemplo que nos da
Jesús en el Evangelio hoy, porque, fiel a su misión, recordada en la profecía
de Isaías, de anunciar la salvación a los pobres, curar a los ciegos y dar la
libertad a los oprimidos, al salir de la sinagoga desarrolla lo que debe ser el
programa de un cristiano verdadero.
En efecto, hoy leemos una
jornada de Jesús "al salir de la sinagoga": cura la fiebre de la
suegra de Pedro, impone las manos y sana a los enfermos que le traen, libera a
los poseídos por el demonio y no se cansa de ir de pueblo en pueblo
"anunciando el Reino de Dios". Mientras puede, busca momentos de paz
para orar en algún lugar solitario.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXII
Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 4,38-44.
Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: "También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado". Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Comentario
Contemplemos las diversas
actividades de Jesús, a través del relato de Lucas.
1º Reza en público. Al
salir de la sinagoga...
Cada pueblo judío tenía
una "casa de oración", la Sinagoga... algo así como nuestras iglesias
y capillas.
Muy de mañana iba Jesús,
como otros muchos judíos piadosos; y allí, sentado en un banco, recitaba de
memoria los salmos, balanceándose a derecha y a izquierda, como la Ley
recomendaba, a fin que la Palabra de Dios penetrara hasta en los ritmos vitales
corporales, como vemos que todavía lo hacen los orientales. Los Salmos... la
Ley... Jesús quedó profundamente impregnado de ellos.
Sí, Jesús meditó,
reflexionó, rumió las palabras de la Biblia.
Ayúdanos, Señor, a que,
como Tú, sepamos dar mucha importancia a esa impregnación regular de la Palabra
de Dios. Cuando rezo los salmos en particular, ayúdame a rezar en unión contigo
pensando que recitaste esas mismas plegarias venerables, cada mañana, en la
sinagoga de tu pueblo.
2º Vive con algunos
allegados, algunos amigos. Jesús entró en casa de Simón. La suegra de Simón
estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella.
Cuando estabas en Nazaret,
pasabas la mayor parte del día con tu familia. Al empezar tu vida pública,
adoptaste otra familia, otra casa, la de Simón-Pedro en Cafarnaúm.
Allí tenías tus relaciones
familiares, las de la vida ordinaria.
Mi primer deber, también
para mí, es el de prestar atención a aquellos con quienes comparto la vida
cotidiana.
Trato de imaginar tu
actitud, con las personas que te encontrabas todos los días... Pedro, su
suegra...
3º Hace el bien. Él se
inclinó a la cabecera, increpó a la fiebre y se le pasó. Ella levantándose al
momento se puso a servirles. Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos
se los llevaron y El, aplicándole las manos a cada uno, los iba curando... De
muchos de ellos expulsó demonios...
Esa es una de tus
ocupaciones esenciales, Señor. Tu evangelio está lleno de enfermos curados y de
demonios expulsados.
Has venido al mundo para
sanar y salvar.
Por tu sola presencia, el
mal retrocede. En este sentido, las enfermedades son un símbolo expresivo: son
un ataque al hombre, lo disminuyen al quitarle sus capacidades de acción
aparente, hacen daño... y con ello son como una imagen sensible y visible de ese
otro mal más interior y menos controlable, que es el pecado. Y, para poner muy
de manifiesto que este es el mal más grave para el hombre, "expulsas a los
demonios".
Señor, ayúdame a
participar en ese gran combate que es el tuyo.
En lo profundo de mi vida,
como en el mundo que me rodea, ¡que sepa yo hacer retroceder el mal y progresar
el bien! ¡Que, contigo y como Tú lo hiciste, trabaje para el desarrollo, la
felicidad y la promoción de mis hermanos! ¿Qué curación, HOY, puedo yo
contribuir a hacer avanzar en mí? ¿En mis hermanos? ¿En la sociedad?
4º De nuevo, Jesús ora en
solitario. Jesús salió y se fue a un lugar apartado y desierto.
Tiene un tiempo para la
plegaria pública, en la sinagoga, y un tiempo para la oración solitaria, de
corazón a corazón.
5º Evangeliza. He de
anunciarles también la buena nueva del reino...
El mensaje que Jesús
siente que ha de proclamar no puede retrasarse. "He de".
No me retengáis. Son
tantos los hombres que no han oído aún todas las "cosas buenas" que
debo decirles de parte de Dios. Es la sed misionera. Hacer que oigan el
evangelio de la salvación los que están todavía fuera de su alcance.
¿Tengo yo ese ardor? ¿Soy
cristiano solamente "para mí"?
Noel Quesson
Palabra de Dios para cada día 2
Evang. de Pentecostés a Adviento
Edit. Claret/Barcelona 1983. Pág. 156 s.
Palabra de Dios para cada día 2
Evang. de Pentecostés a Adviento
Edit. Claret/Barcelona 1983. Pág. 156 s.