viernes, 4 de diciembre de 2009

JESÚS NOS CURA DE NUESTRA CEGUERA

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 1ª. semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 9,27-31.

Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: "Ten piedad de nosotros, Hijo de David". Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: "¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?". Ellos le respondieron: "Sí, Señor". Jesús les tocó los ojos, diciendo: "Que suceda como ustedes han creído". Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: "¡Cuidado! Que nadie lo sepa". Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.

Comentario

La liturgia de Adviento ha recurrido a este pasaje evangélico con el fin de esclarecer uno de los aspectos de la actuación del Mesías esperado. Para ello se nos coloca frente al cumplimiento de una de las profecías más significativas sobre los tiempos prometidos: la curación de la ceguera, la restitución de la vista a ciegos, como se consigna también en la primera lectura.

La comunidad cristiana vive de la convicción de que el futuro depende de la acción de Dios que desea el bien de la Humanidad. Los tiempos mesiánicos producen una transformación de toda la realidad que recupera la finalidad original para la que ha sido creada. Las tinieblas cederán su paso a la luz, la injusticia sucumbirá ante la justicia de Dios que se revela en plenitud a los seres humanos.

Esta expectativa no se coloca exclusivamente en el futuro temporal de la existencia sino que ha comenzado a ser operante en la realidad con la actuación histórica de Cristo que, aunque colocada en el pasado, representa la realización de las posibilidades a las que el ser humano está llamado.

Por ello, en la curación de los dos ciegos, más que una simple sanación física, debemos ser capaces de descubrir la transformación que produce ya ahora en el ser humano la acción de Jesús de Nazaret.

Las fuerzas de los imperios ocupantes fueron entendidas en el pasado de Israel como una acción caótica en que se podía descubrir la acción de las tinieblas que se habían adueñado de la tierra y del ser humano. Este dominio de las tinieblas ha producido la ceguera de la existencia humana, la incapacidad de distinguir la realidad y de asignarle su sentido.

Por ello, los dos ciegos que aparecen en el pasaje representan al pueblo israelita doliente y necesitado de compasión, al que pertenecen estas personas como se revela en el título de "Hijo de David" con que se dirigen a Jesús.

Sin embargo, ese título no expresa adecuadamente toda la realidad de Jesús. Es necesario que se abran a un reconocimiento más profundo, el de la fe que les lleva a proclamar a Jesús como el Señor y a un acercamiento fruto del caminar hasta su "casa" (v.29).

La fe produce en los ciegos una liberación de la esclavitud de las tinieblas. En ellos la acción de Dios se manifiesta como revelación de un nuevo éxodo y de un nuevo acto creador capaz de separar la luz de las tinieblas y , por lo mismo, de la recuperación de la capacidad de visión.

Los ciegos obtienen así la misma respuesta que había obtenido el centurión en 8,13 y en ambas respuestas se hace patente el cumplimiento de las promesas ligadas a la fe.
Sin embargo, hay una diferencia entre uno y otro caso. Aquí Jesús prohíbe divulgar lo acontecido a fin de evitar que Israel, al que los ciegos pertenecen, pueda interpretar la curación desde una perspectiva de un Mesías nacionalista entendido exclusivamente como el Hijo de David.

El encuentro con Jesús, por tanto, debe significar para cada integrante de la comunidad cristiana una liberación de la ceguera y la entrada en el ámbito de una libertad, capaz de superar todo exclusivismo producto de intereses de razas o de grupos.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
www.mercaba.org