lunes, 30 de noviembre de 2015

“Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes en que celebramos la fiesta de San Andrés Apóstol.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 4,18-22
En aquel tiempo, pasando Jesús ante el lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: "Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres." Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Comentario


1.1 En la escuela, cuando íbamos a iniciar un nuevo párrafo o un nuevo capítulo siempre oíamos esa expresión del dictado: "punto y aparte". Algo que se cierra y algo nuevo que empieza. Eso es lo que Jesús trae a nuestra vida: punto y aparte. Como sucedió a aquellos primeros llamados por Él: dejaron una vida y empezaron una historia nueva.

1.2 Cristo viene, pues, a romper algo en el hilo de nuestra vida; o mejor: viene a revelar la continuidad profunda de nuestro hoy incierto con su mañana glorioso. No es igual pescar peces que pescar hombres, pero hay una continuidad: pescar. Nuestro hoy y nuestro mañana en Cristo tienen una continuidad; algo que no hemos podido encontrar y que sólo encontraremos al ritmo de su voz.

2. Un evangelizador precoz

2.1 Andrés es el evangelizador precoz por excelencia. La idea viene del Oficio de Lectura de hoy, y la expresa bellamente San Juan Crisóstomo: Andrés manifiesta pronto lo que había aprendido, pero deja a Jesús el campo libre para que explique lo que le supera.

2.2 Dos son las cualidades de un evangelizador, según esto: ser pronto en dar la buena nueva, y saber detenerse a tiempo, dando espacio para que Dios obre. O dicho de otro modo: hablar a tiempo y callar a tiempo. Sí: también el silencio evangeliza. Y la gente necesita no sólo ver que hablamos de lo que entendemos sino que callamos ante lo que no entendemos. 

No sólo predicamos con ardor; también callamos y adoramos con fervor.

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domingo, 29 de noviembre de 2015

«Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo I de Adviento.

Dios nos bendice,

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán. Entonces, verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.»


Comentario

Cuentan la historia de un soldado que se acerca a su jefe inmediato y le dice: “–Uno de nuestros compañeros no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo”. “–Permiso denegado –replicó el oficial–. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto”. Haciendo caso omiso de la prohibición, el soldado salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo. El oficial, furioso, le gritó: ”–¡Ya le dije yo que había muerto! Dígame, ¿valía la pena ir allí para traer un cadáver arriesgando su propia vida?” Y el soldado moribundo respondió: “–¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: ‘¡Estaba seguro que vendrías!". En estos casos es cuando se entiende que un amigo es aquel que se queda cuando todo el mundo se ha ido. Los verdaderos amigos no calculan costos, ni están midiendo gota a gota su propia entrega. Un verdadero amigo no sabe de ahorros, ni de moderaciones en la generosidad. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15, 13), decía Jesús antes de su propia entrega hasta la muerte, y muerte de cruz. 

Lo que realmente hace novedosa nuestra fe, con respecto a otras religiones, es que nuestro Dios se encarnó, se hizo hombre, compartió nuestra condición humana, menos en el pecado, asumiendo todas las consecuencias de la encarnación. No nos dejó abandonados al poder de nuestras limitaciones, sino que vino a rescatarnos de nuestras miserias personales y sociales. Esta es la esperanza que nos anima y por la cual tenemos que estar despiertos para saber reconocerla y recibirla el día que se acerque: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se endurezcan por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de pronto sobre ustedes como una trampa. Porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre”.

Estas advertencias que nos presenta el evangelio de hoy, pueden ser leídas con temor y temblor, porque anuncian acontecimientos extraordinarios: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra las naciones estarán confusas y se asustarán por el terrible ruido del mar y de las olas. La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo; pues hasta las fuerzas celestiales serán sacudidas. Entonces se verá al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”. Sin embargo, san Lucas está invitando precisamente a lo contrario; no a sentir miedo, sino a llenarse de alegría por lo que va a suceder: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados”.

Cuando nos sintamos hundidos en medio de las dificultades personales o sociales, y parezca imposible levantar la cabeza por la vergüenza y la desesperación; cuando ya no haya luces que iluminen nuestro camino en medio de la noche cerrada, podemos estar seguros, como el soldado aquel con el que comenzamos, que Dios no nos dejará abandonados en medio del campo de batalla. Podremos decirle a Dios: “¡Estaba seguro que vendrías!”, porque nuestro Dios vendrá, con toda certeza, a nuestro encuentro.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J

Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá






sábado, 28 de noviembre de 2015

Jesús nos pide estar prevenidos y orar constantemente

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 34ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 21,34-36. 

Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".  
Comentario

Hemos de velar y hacer oración para poder comparecer seguros ante el Hijo del hombre. Hay muchas cosas que pueden hacernos perder de vista a Dios y hacernos errar el camino que nos conduce a Él. Nadie está libre de una diversidad de tentaciones que nos invitan a poner sólo nuestra mirada, nuestra seguridad y confianza, en lo pasajero. Cierto que necesitamos de muchas cosas temporales para vivir con dignidad; pero no podemos entregarles nuestro corazón, sino saberlas, no sólo utilizar, sino emplearlas incluso para hacer el bien a quienes carecen de lo necesario para sobrevivir. Sin embargo, este desapego de lo temporal y el ponernos en marcha, cargado nuestra propia cruz, tras las huellas de Cristo, no es obra del hombre, sino la obra de Dios en el hombre. Por eso, a la par que hemos de estar vigilantes para no dejarnos sorprender por las tentaciones, ni deslumbrar por lo pasajero, hemos de orar pidiendo al Señor su gracia y la asistencia de su Espíritu Santo para que podamos caminar en el bien, con los pies en la tierra y la mirada puesta en el Señor.

Dios quiere estar siempre con nosotros. Y el modo más excelente de su presencia en medio de su Pueblo se lleva a cabo cuando nos reúne para alimentarnos con su Palabra y con su Eucaristía. Es en este momento culminante del caminar de la Iglesia por el mundo, cuando los discípulos del Señor continuamos escuchando su Palabra Salvadora, y continuamos alimentándonos con el Pan de vida para no desfallecer por el camino a causa de las diversas tentaciones, que quisieran apartarnos del amor de Dios y del amor al prójimo. Que una de nuestras mayores preocupaciones sea estar siempre con el Señor; y estar con Él no sólo en la oración y en el culto, sino en toda nuestra vida convertida en una continua alabanza, en un sacrificio de suave aroma al Señor. Por eso hemos de procurar que nuestra Eucaristía se prolongue en cada momento y acontecimiento de nuestra vida. Dios nos conceda vivir a impulsos, no de lo pasajero, que nos embota y hace perder el camino seguro de salvación, sino al impulso del Espíritu Santo, que habita en nuestros corazones como en un templo, y nos hace ser testigos creíbles del amor de Dios en el mundo.+

Vueltos a nuestra vida diaria, en medio de un mundo que nos bombardea con sus criterios y propagandas que nos prometen la felicidad mediante la acumulación de bienes temporales, seamos testigos de la verdad y de la salvación que no procede sino de Dios. No vivamos esclavos de aquello que, siendo útil, no merece ser elevado a la categoría de Dios. Aprendamos a utilizar los bienes de la tierra, sin perder de vista los bienes del cielo. Que todo lo tengamos y poseamos nos sirva para socorrer a los necesitados, para proclamar el Nombre de Dios no sólo con las palabras, sino con la vida que se ha de convertir en un servicio de amor fraterno, especialmente a los más desposeídos. Entonces podremos, al final de nuestra vida, comparecer seguros ante el Hijo del hombre, pues iremos, no como derrotados por la maldad, sino como aquellos que disfrutan la Victoria de Cristo, que nos hace caminar y vivir en el amor.

viernes, 27 de noviembre de 2015

«Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años, para que comprenda lo caduco que soy»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario,  este viernes de la 34ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendiga…

Evangelio según San Lucas 21,29-33. 
Jesús hizo a sus discípulos esta comparación: "Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán." 
Comentario

  «Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años, para que comprenda lo caduco que soy» (Sl 38,5). Si me hicieras conocer mi fin, dice el salmista, si me hicieras conocer cuál es el número de mis días, por ahí mismo podré saber lo que me falta. Y es posible que a través de estas palabras quiera también indicar eso: todo oficio tiene una finalidad. Por ejemplo, la finalidad de una empresa constructora es construir una casa; la finalidad de un astillero es construir un buque capaz de enfrentarse con las olas del mar y soportar los azotes de los vientos; y la finalidad de cada oficio es llegar a una cosa parecida a la que el mismo oficio parece inventado. Quizás es así que nuestra vida y la del mundo entero tiene una cierta finalidad con la cual hacemos todo lo que se hace en nuestra vida, o por la cual el mismo mundo ha sido creado o subsiste.

 El apóstol Pablo se acuerda de esta finalidad cuando dice: «Seguidamente vendrá el fin, cuando entregue el Reino a Dios Padre» (1Co 15,24). Ciertamente que hay que apresurarse hacia este fin puesto que es el precio mismo de la obra por la cual somos creados por Dios.

  De la misma manera que nuestro organismo corporal, pequeño y reducido al nacer, es, sin embargo estimulado y tiende al término de su grandeza creciendo en edad, y también así como nuestra alma se expresa primero a través de un lenguaje balbuciente y más claro después para, en fin, llegar a una perfecta y correcta manera de expresión, también es cierto que toda nuestra vida comienza en el presente de esta manera: primero como balbuciente entre los hombres sobre la tierra, pero se acaba y llega a su cumbre en los cielos cerca de Dios.

   Por este motivo el profeta desea conocer la finalidad por la cual ha sido hecho para que, mirando el fin, examinando sus días y considerando su  perfección, ve todo lo que le falta en relación con este fin hacia el cual tiende... Es como si los que salieron de Egipto hubieran dicho: «Hazme conocer, Señor, mi fin» que es una tierra buena y una tierra santa, «y el número de mis días» por los que ando «para que conozca lo caduco que soy”, y cuánto me falta hasta llegar a la tierra santa que me tienes prometida.

Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo
1ª homilía sobre el salmo 38
©Evangelizo.org 2001-2015

jueves, 26 de noviembre de 2015

Al final de los tiempos, Cristo completará nuestra liberación

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 34 semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 21,20-28. 
Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación". 
Comentario

El cuadro abigarrado y dramático del evangelio de hoy puede confundirnos. Podríamos sentir que la crueldad de aquellas horas últimas hace incierto el desenlace de nuestra propia historia. Mas la intención de Cristo es claramente opuesta a esa incertidumbre: él pretende, por el contrario, mostrar cómo, aunque se agiten y convulsionen cielos y tierra, esas horas finales de combate son también las horas iniciales de nuestra verdadera liberación. El texto, pues, nos habla de un final pero también de un comienzo. Y la idea es: "aunque todo parezca acabar, no será así para ti, si tienes puesta tu fe en el que nunca termina."

En otro sentido, es claro que hay aquí una enseñanza con respecto a Jerusalén. La consigna es: "¡apártate del epicentro de la catástrofe!" A Jerusalén le ha llegado su hora, y hay un momento en el que no tiene más sentido pretender sostener lo que se derrumba; es preciso saber dejar atrás un pasado que no volverá, una gloria que tuvo su época pero que renegó de su propia vocación.

 ¿Se ha cumplido ya todo esto por el hecho de que Jerusalén cayó en el año 70 de nuestra era y fue pisoteada? Hay quienes entienden que sí; otros piensan que hay un significado permanente en este texto, un algo que va más allá del siglo I de nuestra era. Lo cierto es que, aunque nosotros no estemos exactamente en esa situación, porque desde luego la mayoría de los cristianos estarán o estaremos muy lejos de una Jerusalén física cuando esto suceda en su consumación última, todos tenemos un algo que dejar, un algo que abandonar y por eso necesitamos una conciencia ágil y un corazón libre y dispuesto a partir. 

Si Cristo dice que se acerca nuestra liberación y nos aferramos a lo que ya no será, querría decir que preferimos nuestras esclavitudes a su libertad.

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miércoles, 25 de noviembre de 2015

«Gracias a la constancia salvarán sus vidas»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 34ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 21,12-19.
 
Jesús dijo a sus discípulos: «Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»


Comentario

En esta exhortación que el Señor nos hace a permanecer firmes en el testimonio de nuestra fe, aceptando con amor todas las consecuencias que nos vengan por confesarnos hijos en el Hijo; y en que nos invita a perseverar sin claudicar de nuestro compromiso con Cristo cuando la persecución arrecie; y en que nos promete que si nos mantenemos firmes, conseguiremos la vida, pareciéramos escuchar aquellas palabras de Jesús: Bienaventurados serán ustedes cuando los injurien y los persigan, y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía. Alégrense y regocíjense, porque será grande su recompensa en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes. Cuando los Israelitas fueron al destierro el Señor les habló por medio de uno de sus profetas diciéndoles: El Señor los ha traído para que, por medio de ustedes, los paganos conozcan al Señor. Y el Señor nos dice: cuando sean llevados a los tribunales déjenme hablar a mí por medio de ustedes, pues con esto ustedes darán testimonio de mí. Dejemos que el Espíritu Santo hable por medio nuestro. Muchas veces queremos hablar con la erudición humana. Y lo que salva no son nuestras palabras, sino la Palabra que Dios sigue pronunciando día a día por medio de su Iglesia. Por eso debemos aprender a estar a los pies del Maestro para que, cuando vayamos a proclamar su Nombre, podamos decir como los auténticos profetas: esto dice el Señor, en lugar de decir lo que dice determinado autor humano, por muy eruditas que sean sus palabras. Y cuando Dios hable nadie podrá resistir a esas palabras que Él pronuncie por medio nuestro. Entonces el malvado podrá volver al Señor y el reino del Malo habrá llegado a su fin, no por obra nuestra, sino por la obra que Dios realice por medio nuestro.

En torno a Cristo Él pronuncia su Palabra sobre nosotros. Su Espíritu nos la hace comprender. La Iglesia, unida a su Señor, se convierte, así, en una Palabra viva, en el Evangelio viviente del Padre para todos los hombres. El Señor nos instruye con su Palabra y con su ejemplo, para que vayamos nosotros también a proclamar su Evangelio no sólo con los labios, sino con la vida que se entrega para que los demás encuentren al Señor, unan su vida a Él, participen de sus dones y se salven. Cristo entrega su vida para que nosotros tengamos vida. Él fue odiado y perseguido hasta que, finalmente, dio su vida por nosotros. Ese es el camino que debemos afrontar quienes nos unimos a Él no sólo en la oración, sino en la participación de su Cuerpo, que se entrega por nosotros; y de su Sangre, que se derrama por nosotros, para que vayamos y hagamos nosotros lo mismo.

La Misión está dada. No podemos haber entrado en comunión de vida con el Señor para después convertirnos en vaso de maldad y de corrupción. Cristo nos quiere como signos claros de su amor en medio del mundo y al paso de la historia. Meditemos si hemos colaborado para que desaparezcan las injusticias, las maldades, las guerras y persecuciones en el mundo, o si, llamándonos cristianos, hemos colaborado para que el mal avance en el mundo. Cristo quiere que demos testimonio de Él no sólo con una vida personal intachable, sino haciendo nuestras las miserias y sufrimientos de todos los hombres para darles una solución adecuada, no desde nuestras imaginaciones cortas y miopes, sino desde la inspiración del Espíritu que nos lleva, no por donde nosotros queramos, sino por donde Él quiere. Entonces, a pesar de que tengamos que pasar por la muerte, el mismo Espíritu nos conducirá hasta la Gloria del Padre, y todo lo que hayamos tenido que padecer por el Nombre de Dios será comprendido como los caminos incomprensibles de Dios para nosotros, pero dentro de la voluntad decidida y salvífica de Dios para nosotros.

Que el Señor nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, estar abiertos a las inspiraciones del Espíritu Santo en nosotros, dejándonos conducir por Él hasta lograr la eterna bienaventuranza. Amén.

www.homiliacatolica.com

martes, 24 de noviembre de 2015

“Muchos se presentarán diciendo: 'El tiempo está cerca'. No los sigan”

¡Amor y paz!”

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 34ª semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice….

Evangelio según San Lucas 21,5-11.
Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo." 
Comentario

Hoy escuchamos asombrados la severa advertencia del Señor: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida» (Lc 21,6). Estas palabras de Jesús se sitúan en las antípodas de una así denominada “cultura del progreso indefinido de la humanidad” o, si se prefiere, de unos cuantos cabecillas tecnocientíficos y políticomilitares de la especie humana, en imparable evolución.

¿Desde dónde? ¿Hasta dónde? Esto nadie lo sabe ni lo puede saber, a excepción, en último término, de una supuesta materia eterna que niega a Dios usurpándole los atributos. ¡Cómo intentan hacernos comulgar con ruedas de molino los que rechazan comulgar con la finitud y precariedad que son propias de la condición humana!

Nosotros, discípulos del Hijo de Dios hecho hombre, de Jesús, escuchamos sus palabras y, haciéndolas muy nuestras, las meditamos. He aquí que nos dice: «Estad alerta, no os dejéis engañar» (Lc 21,8). Nos lo dice Aquel que ha venido a dar testimonio de la verdad, afirmando que aquellos que son de la verdad escuchan su voz.

Y he aquí también que nos asevera: «El fin no es inmediato» (Lc 21,9). Lo cual quiere decir, por un lado, que disponemos de un tiempo de salvación y que nos conviene aprovecharlo; y, por otro, que, en cualquier caso, vendrá el fin. Sí, Jesús, vendrá «a juzgar a los vivos y a los muertos», tal como profesamos en el Credo.

Lectores de Contemplar el Evangelio de hoy, queridos hermanos y amigos: unos versículos más adelante del fragmento que ahora comento, Jesús nos estimula y consuela con estas otras palabras que, en su nombre, os repito: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestra vida» (Lc 21,19).

Nosotros, dándole cordial resonancia, con la energía de un himno cristiano de Cataluña, nos exhortamos los unos a los otros: «¡Perseveremos, que con la mano ya tocamos la cima!».

+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)

lunes, 23 de noviembre de 2015

Más vale dar poco, pero con buena intención

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 34ª. Semana (última) del Tiempo Ordinario. El Domingo comienza un nuevo año litúrgico, con el Adviento.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 21,1-4.
Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir."

Comentario

 La misericordia no merece tan sólo ser alabada por la abundancia de favores, sino cuando procede de un pensar recto y misericordioso. Hay personas que dan y distribuyen mucho pero que no son consideras misericordiosas delante de Dios, y hay personas que no tienen nada, que no poseen nada, pero en su corazón se apiadan de todos. Estos, delante de Dios son considerados como perfectos misericordiosos y, en efecto, lo son. No digas, pues: “No tengo nada que dar a los pobres”; no te aflijas pensando que a causa de ello no puedes ser misericordioso. Si tienes algo, da eso que tienes; si no tienes nada, da, aunque sólo sea un pedazo de pan seco, con una intención verdaderamente misericordiosa y esto, delante de Dios, será considerado como misericordia perfecta.

    Nuestro Señor, no ha loado a los que tiraban mucho en el cepillo; ha alabado a la viuda por haber echado dos pequeñas piezas que, con recta intención, había sacado de su indigencia para echarlas en el tesoro de Dios.   Es reputado misericordioso delante de Dios el hombre que tiene piedad de sus semejantes; una intención recta sin efectos visibles es mejor que muchas obras notorias sin recta intención.

Youssef Bousnaya (c. 869-979), monje sirio
Vida y doctrina de Rabban Youssef Bousnaya por Jean Bar Kaldoum
©Evangelizo.org 2001-2015

domingo, 22 de noviembre de 2015

“El que es de la verdad, escucha mi voz"

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo en que celebramos la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo,  Rey del Universo.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 18,33b-37. 
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz". 

Comentario

Hace varios años en un pueblo de la Guajira, zona apartada y semidesértica del norte colombiano, un compañero jesuita en formación vivió una situación que todavía me causa escalofrío cuando la recuerdo. Resulta que había varios jesuitas trabajando en la región y en una Semana Santa fuimos a colaborar en varios caseríos y pueblos de una de las parroquias que estaban a cargo de los jesuitas. Cada uno de los estudiantes de filosofía fuimos enviados a sitios distintos. Todos encontramos comunidades más o menos acogedoras y dispuestas a celebrar los días santos con más o menos entusiasmo. Sin embargo, en uno de los pueblos, la apatía se sentía en el ambiente y era fácil predecir que no habría mucha asistencia a las celebraciones, sobre todo porque no iban a contar con sacerdotes sino con seminaristas inexpertos que venían del interior del país.

En medio de este contexto, mi compañero se pasó los primeros días motivando a la población para la participación en las fiestas de la Semana Mayor. Aparentemente iría poca gente, pero él estaba seguro que algunos asistirían. Lo cierto fue que el Viernes santo, a las diez de la mañana, cuando se supone que comenzaba el Via Crucis, no llegó nadie. El día anterior había encargados para cada una de las catorce estaciones y los niños habían prometido que asistirían. Diez y media, y no llegaba nadie. Ni siquiera el sacristán apareció por ninguna parte... Ya desesperado, mi compañero decidió salir él solo, cargando con la cruz que habían preparado para que fuera llevada por grupos de una estación a otra. A las once y media de la mañana, cuando ya estaba saliendo con el alba puesta y la cruz a cuestas, llegó el sacristán completamente borracho, dispuesto a acompañar al padrecito en la procesión por todo el pueblo. En medio de un silencio canicular, como el sol que caía sobre las calles polvorientas de este pueblo perdido de nuestra geografía, mi compañero fue recorriendo todas y cada una de las estaciones delVia Crucis, escoltado por un borracho que apenas se sostenía en su vaivén embriagado...

Cuenta mi compañero que cuando pasaba por el frente de las tiendas o de las casas de familia donde estaban los pobladores esperando que fuera la hora del almuerzo, todos se quedaban mirándolo completamente absortos por el espectáculo tan ridículo que estaban presenciando. Creo que si García Márquez se hubiera enterado de esta historia, hubiera escrito una novela más de su colección de realismo mágico que no es superado sino por la realidad cotidiana de estos queridos pueblos de nuestra querida Colombia.

Imagino a Jesús, fatigado y demacrado, después de una noche de torturas e interrogatorios, delante del Gobernador romano en todo su esplendor, discutiendo si él era el Rey de los judíos y si venía en nombre propio o en nombre de Dios a decir la verdad. Jesús tiene que dejarle claro a Pilato: “– Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. Jesús sabe que es rey, pero su reinado consiste en decir la verdad: “Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan”. Al celebrar esta Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, nos comprometemos con la verdad que él representa, aunque hagamos el ridículo, como mi compañero en aquel pueblo perdido de la Guajira colombiana.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá 

sábado, 21 de noviembre de 2015

«No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario. 

La liturgia en Colombia nos propone celebrar la Memoria de la Presentación de Santa María Virgen, a quien le rogamos que interceda por nosotros.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 20,27-40. 
En aquel tiempo, acercándose a Jesús algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer». Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven». Algunos de los escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Pues ya no se atrevían a preguntarle nada. 

Comentario

Hoy, la Palabra de Dios nos habla del tema capital de la resurrección de los muertos. Curiosamente, como los saduceos, también nosotros no nos cansamos de formular preguntas inútiles y fuera de lugar. Queremos solucionar las cosas del más allá con los criterios de aquí abajo, cuando en el mundo que está por venir todo será diferente: «Los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido» (Lc 20,35). Partiendo de criterios equivocados llegamos a conclusiones erróneas.

Si nos amáramos más y mejor, no se nos antojaría extraño que en el cielo no haya el exclusivismo del amor que vivimos en la tierra, totalmente comprensible a causa de nuestra limitación, que nos dificulta el poder salir de nuestros círculos más próximos. Pero en el cielo nos amaremos todos y con un corazón puro, sin envidias ni recelos, y no solamente al esposo o a la esposa, a los hijos o a los de nuestra sangre, sino a todo el mundo, sin excepciones ni discriminaciones de lengua, nación, raza o cultura, ya que el «amor verdadero alcanza una gran fuerza» (San Paulino de Nola).

Nos hace un gran bien escuchar estas palabras de la Escritura que salen de los labios de Jesús. Nos hace bien, porque nos podría ocurrir que, agitados por tantas cosas que no nos dejan ni tiempo para pensar e influidos por una cultura ambiental que parece negar la vida eterna, llegáramos a estar tocados por la duda respecto a la resurrección de los muertos. Sí, nos hace un gran bien que el Señor mismo sea el que nos diga que hay un futuro más allá de la destrucción de nuestro cuerpo y de este mundo que pasa: «Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven» (Lc 20,37-38).
Rev. D. Ramon CORTS i Blay (Barcelona, España). 

viernes, 20 de noviembre de 2015

“Mi casa será una casa de oración”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en reste viernes de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice….

Evangelio según San Lucas 19,45-48. 
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras. 
Comentario

Hoy, el gesto de Jesús es profético. A la manera de los antiguos profetas, realiza una acción simbólica, plena de significación de cara al futuro. Al expulsar del templo a los mercaderes que vendían las víctimas destinadas a servir de ofrenda y al evocar que «la casa de Dios será casa de oración» (Is 56,7), Jesús anunciaba la nueva situación que Él venía a inaugurar, en la que los sacrificios de animales ya no tenían cabida. San Juan definirá la nueva relación cultual como una «adoración al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). La figura debe dejar paso a la realidad. Santo Tomás de Aquino decía poéticamente: «Et antiquum documentum / novo cedat ritui» (Que el Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo»).

El Rito Nuevo es la palabra de Jesús. Por eso, san Lucas ha unido a la escena de la purificación del templo la presentación de Jesús predicando en él cada día. El culto nuevo se centra en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios. Pero, en realidad, el centro del centro de la institución cristiana es la misma persona viva de Jesús, con su carne entregada y su sangre derramada en la cruz y dadas en la Eucaristía. También santo Tomás lo remarca bellamente: «Recumbens cum fratribus (…) se dat suis manibus» («Sentado en la mesa con los hermanos (…) se da a sí mismo con sus propias manos»).

En el Nuevo Testamento inaugurado por Jesús ya no son necesarios los bueyes ni los vendedores de corderos. Lo mismo que «todo el pueblo le oía pendiente de sus labios» (Lc 19,48), nosotros no hemos de ir al templo a inmolar víctimas, sino a recibir a Jesús, el auténtico cordero inmolado por nosotros de una vez para siempre (cf. He 7,27), y a unir nuestra vida a la suya.
  
P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)

jueves, 19 de noviembre de 2015

"¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz!”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 33ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 19,41-44. 
Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".  
Comentario

a) Jesús lloró una vez por la muerte de su amigo Lázaro. Hoy nos lo describe Lucas llorando por Jerusalén, previendo su ruina. Después del largo camino desde Galilea a la capital, en vez de prorrumpir en cantos de gozo -"¡qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!"-, a Jesús se le saltan las lágrimas.

Su ciudad preferida no ha sabido "comprender en este día lo que conduce a la paz", "no reconociste el momento de mi venida", y no sabe que se acerca la gran desgracia. La destrucción que, en efecto, le acarrearon las tropas de Vespasiano y Tito el año 70.

b) ¿Qué resumen podría hacer Jesús de nuestra historia? ¿tendría que lamentarse porque tampoco nosotros hemos "reconocido el momento de su venida"? ¿o nos alabaría porque le hemos sido fieles?

Todos podríamos aprovechar mejor las gracias que nos concede Dios. Ayer se nos decía lo de las monedas de oro que deben producir beneficios. Hoy se nos pone delante, para escarmiento, la imagen de un pueblo que no ha sabido abrir los ojos y comprender el momento de la gracia de Dios.

Dentro de pocos días iniciaremos un nuevo año con el Adviento. Una y otra vez se nos dirá que hemos de estar vigilantes, porque Dios viene continuamente a nuestras vidas, y es una pena que nos encuentre dormidos, bloqueados por preocupaciones sin importancia, distraídos en valores que no son decisivos.

¿Dejaremos escapar tantas oportunidades como nos pone Dios en nuestro camino, oportunidades que nos traerían la verdadera felicidad? No pensemos tanto en si Jesús lloraría hoy por la situación de nuestro mundo. Pensemos más bien en si cada uno de nosotros le estamos correspondiendo como él quisiera, o lo estamos defraudando.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 302-306
 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Se acabaron las disculpas: ¡haz lo que tienes que hacer!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 33ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 19,11-28. 
Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. Él les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: 'Háganlas producir hasta que yo vuelva'. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: 'No queremos que este sea nuestro rey'. Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más'. 'Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades'. Llegó el segundo y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más'. A él también le dijo: 'Tú estarás al frente de cinco ciudades'. Llegó el otro y le dijo: 'Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado'. Él le respondió: 'Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigentes, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses'. Y dijo a los que estaban allí: 'Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más'. '¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!'. Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia". Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.  
Comentario


San Josemaría Escrivá de Balaguer abundó en predicación y testimonios sobre las virtudes propias de quien aprovecha el tiempo y las circunstancias, y va adelante con la obra de Dios. Las frases que siguen son suyas y nos sirven a todos.

He leído un proverbio muy popular en algunos países: "el mundo es de Dios, pero Dios lo alquila a los valientes", y me ha hecho reflexionar. - ¿A qué esperas?

Me dirás, quizá: ¿y por qué habría de esforzarme? No te contesto yo, sino San Pablo: el amor de Cristo nos urge.

Cuando remuerde la conciencia, por haber dejado de realizar una cosa buena, es señal de que el Señor quería que no la omitiéramos. - Efectivamente. Además, ten por cierto que "podías" haberla hecho, con la gracia de Dios.

Toda la vida del Señor me enamora. Tengo, además una debilidad particular por sus treinta años de existencia oculta en Belén, en Egipto y en Nazaret. Ese tiempo -largo-, del que apenas se habla en el Evangelio, aparece desprovisto de significado propio a los ojos de quien lo considera con superficialidad. Y, sin embargo, siempre he sostenido que ese silencio sobre la biografía del Maestro es bien elocuente, y encierra lecciones de maravilla para los cristianos. Fueron años intensos de trabajo y de oración, en los que Jesucristo llevó una vida corriente -como la nuestra, si queremos-, divina y humana a la vez; en aquel sencillo e ignorado taller de artesano, como después ante la muchedumbre todo lo cumplió a la perfección.

http://fraynelson.com/homilias.html.