martes, 30 de junio de 2009

"¿POR QUÉ TIENEN MIEDO, HOMBRES DE POCA FE?"

¡Amor y paz!

Decíamos hace poco que manifestar la fe cuando todo en nuestra vida transcurre normalmente es muy o más fácil. Sin embargo, no es lo mismo cuando viene la tempestad y pareciera que moriremos. Algo así les pasó a los discípulos, a pesar de navegaban con Cristo presente.

El Evangelio de hoy, martes de la 13a. semana del T.O., nos propone reflexionar sobre esos momentos difíciles en que nuestra fe tambalea.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Mateo 8,23-27.

Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: "¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!". El les respondió: "¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?". Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

COMENTARIO

a) De hoy al jueves escuchamos otra serie de milagros de Jesús: hoy, el de la tempestad calmada. En el lago de Genesaret se forman con frecuencia grandes temporales (la palabra griega «seismós megas» apunta a un «gran seísmo», a un maremoto). Los apóstoles quedaron aterrorizados, a pesar de estar avezados en su oficio de pescadores. Despiertan a Jesús, que sigue dormido -debe tener un gran cansancio, un sueño profundo y una salud de hierro- con una oración bien espontánea: «Señor, sálvanos, que nos hundimos». Y quedan admirados del poder de Jesús, que calma con su potente palabra la tempestad: «¿quién es éste? hasta el viento y el agua le obedecen».

b) Seguir a Jesús no es fácil, nos decía él mismo ayer. Hoy, el evangelio afirma brevemente que cuando él subió a la barca, «sus discípulos lo siguieron»; pero eso no les libra de que, algunas veces en su vida, haya tempestades y sustos.

También en la de la Iglesia, que, como la barca de los apóstoles, ha sufrido, en sus dos mil años de existencia, perturbaciones de todo tipo, y que no pocas veces parece que va a la deriva o amenaza naufragio.

También en nuestra vida particular hay temporadas en que nos flaquean las fuerzas, las aguas bajan agitadas y todo parece llevarnos a la ruina. ¿Mereceríamos alguna vez el reproche de Jesús: «cobardes, ¡qué poca fe tenéis!»? Cuando sabemos que Cristo está en la barca de la Iglesia y en la nuestra; cuando él mismo nos ha dicho que nos da su Espíritu para que, con su fuerza, podamos dar testimonio en el mundo; cuando tenemos la Eucaristía, la mejor ayuda para nuestro camino, ¿cómo podemos pecar de cobardía o de falta de confianza?

Es verdad que también ahora, a veces, parece que Jesús duerme, sin importarle que nos hundamos. Llegamos a preguntarnos por qué no interviene, por qué está callado. Es lógico que brote de lo más íntimo de nuestro ser la oración de los discípulos: «sálvanos, que nos hundimos».

La oración nos debe reconducir a la confianza en Dios, que triunfará definitivamente en la lucha contra el mal. Y una y otra vez sucederá que «Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma».

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 92-96
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lunes, 29 de junio de 2009

PEDRO Y PABLO, MAESTROS DE LA FE

¡Amor y paz!

Hoy celebramos la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Una oportunidad para reconocer las virtudes de estas dos grandes columnas sobre las que está edificada la Iglesia y para orar por su actual sucesor, el Papa Benedicto XVI.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Mateo 16,13-19.

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".

COMENTARIO

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia Primer sermón para la fiesta de los santos Pedro y Pablo, 1,3,5

Cristo Mediador «no cometió pecado ni encontraron daño en su boca» (1P 2,22). ¿Cómo me atreveré a acercarme a él, yo pecador, grandísimo pecador, cuyos pecados son más numerosos que la arena del mar? Él es el más puro de todo lo que existe, y yo el más impuro... Por eso Dios me ha dado estos apóstoles, que son hombres y pecadores, y pecadores muy grandes, que han aprendido de ellos mismos y de su propia experiencia hasta que punto deben ser compasivos para con los demás. Culpables de grandes faltas, concederán fácilmente un pronto perdón a las grandes faltas y usarán la misma medida que ha servido para ellos (cf Lc 6,38).
El apóstol Pedro cometió un gran pecado, incluso es posible que no haya otro mayor. Recibió pronto y con facilidad el perdón de su pecado, hasta el punto que no perdió nada del privilegio de su primado. Y Pablo que había desencadenado sin límites, todo su furor contra la Iglesia naciente, es llevado a la fe al ser llamado por el mismo Hijo de Dios. Para pagar tanto mal se le llenó de tan grandes bienes y llega a ser «el instrumento elegido para dar a conocer el nombre del Señor a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel» (Hch 9,15)...

Pedro y Pablo son nuestros maestros: han aprendido completamente del único Maestro de todos los hombres los caminos de la vida, y todavía hoy nos siguen enseñando.

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domingo, 28 de junio de 2009

¿Por qué creemos en Jesùs?

¡Amor y paz!

El texto evangélico de este domingo (13º. del T. O.) nos pregunta sobre la razón o razones que cada uno tiene para creer en Jesús. Además, nos motiva para que nuestra fe se traduzca en obras de caridad. Nos exhorta a saber compartir los dones que tenemos -sean cuales sean- con los demás. El ejemplo que se nos propone es el de la generosidad de Jesús. Puesta la mirada en Jesús aprenderemos a ser solidarios con los demás.

Dios los bendiga…

Marcos 5, 21-43

Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"» Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad». Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos dicendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

REFLEXIÒN

Sobre el texto

En la perspectiva de un Reino de Dios abierto a todos, Marcos introducía el domingo pasado el tema de la fe en Jesús. El texto de hoy nos sitúa de nuevo en la orilla judía del lago de Genesaret, en medio de la habitual aglomeración de gente en torno a Jesús. El hilo narrativo lo configura el desplazamiento hasta la casa de Jairo, un encargado del orden en la sinagoga, cuya hija está mortalmente enferma. Entre partida de la orilla y llegada a la casa, Marcos intercala en los vs. 25-34 un episodio con una mujer. Se trata de la misma técnica narrativa que encontrábamos hace tres domingos en Mc. 3, 20-35. el episodio le sirve a Marcos para profundizar en el tema de la fe en Jesús.

Veamos. La mujer acude a Jesús como a último y único remedio a sus trastornos corporales. Pero lo hace anónimamente, mágicamente. La propia situación multitudinaria parece aconsejar un acercamiento así. En estas circunstancias resuena firme la pregunta de Jesús. "¿Quién me ha tocado el manto?" Con esta pregunta Marcos parece querer indicarnos que el ámbito de la fe en Jesús no es el del anonimato, sino el de la intercomunicación personal. La mujer, en efecto, se ve impelida a salir del anonimato. Viene con temor y temblor, y se prosterna ante Jesús.
En este contexto no puede interpretarse el temor y temblor desde planteamientos psicológicos. Representan más bien la reacción humana a la manifestación o epifanía divina. Se pone con ello de manifiesto que la mujer no había actuado por magia, sino por fe: ella había creído sencillamente en Jesús, había visto en él al enviado de Dios. Esto es lo que Marcos quiere resaltar y así lo sigue haciendo en la continuación del relato, ahora ya con Jairo.

También éste se ha prosternado ante Jesús reconociendo en él soberanía y majestad. El propio Jesús le invita a tener fe en él.

A partir de este momento el relato se hace íntimo, personal. Con la exclusión de gentío y plañideras se pone de nuevo de manifiesto que el ámbito de la fe en Jesús no puede ser otro que el de la relación personalizada. Es en un ámbito así en el que lo insospechado puede hacerse realidad. El relato termina con el sorprendente encargo, característico en el Evangelio de Marcos, de no divulgar el hecho.

Comentario

Desde el capítulo 4 de las parábolas, Marcos se está moviendo en el supuesto de un Reino de Dios abierto a todos y en la perspectiva del presente del lector creyente, judío y no judío. En este sentido a Marcos le interesa menos un Jesús sujeto activo de su propio pasado que un Jesús objeto de profundización y de reflexión por parte del creyente. Aplicando esto al texto de hoy, resulta más exacto definirlo como relato acerca de la recta comprensión de la fe en Jesús que como relato de milagros de Jesús.

Esto supuesto, el texto de hoy es una buena ocasión para preguntarnos por los móviles de nuestra fe en Jesús. ¿Por qué creemos en él? ¿Qué intereses nos mueven? ¿Buscamos obtener algo de Jesús o buscamos sencillamente entablar una relación con él? Esta podría ser la pregunta clave.

Hemos visto que el relato termina con el sorprendente encargo de no divulgar el hecho de que la niña de doce años no está muerta, sino que vive. ¿Es que acaso era posible ocultar esto? Como ya sucedía el domingo pasado, la razón del encargo no hay que buscarla en el pasado del hecho, sino en el presente del lector.

Una vez más, Marcos nos invita a situarnos en la realidad del Jesús ausente, muerto-resucitado. Esto significa que creer en Jesús pasa por un creer en Jesús muerto y resucitado. Ahora bien, una fe así invalida toda relación con Jesús basada prioritariamente en el milagro, un milagro que ni siquiera Jesús pudo hacerse a sí mismo. Creer en Jesús es andar con él un camino que termina, cierto, en la vida, pero que antes pasa por la muerte. Creemos en Jesús, no buscando el milagro de la salud, sino corriendo con él la maravillosa aventura de morir y vivir.

ALBERTO BENITO
DABAR 1988, 36
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sábado, 27 de junio de 2009

EL PODER SANADOR DE LA FE

¡Amor y paz!

Luego de bajar del monte, Jesús hace milagros. Ayer, curó a un leproso. Hoy, al sirviente de un centurión y a la suegra de Pedro. Y también expulsó demonios y curó a otros enfermos. Como dijo el profeta Isaías, el Señor tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Mateo 8,5-17.

Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole": "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.

COMENTARIO

Estos versículos nos relatan dos milagros de Jesús: la curación del criado del centurión y la de la suegra de Pedro. Dos milagros realizados a personas excluidas por la ley, menospreciadas por el rol que desempeñan en la sociedad. El verdadero milagro en estos acontecimientos es la liberación de los seres humanos al sentir la presencia de Dios cercana a ellos.

El centurión que pide a Jesús que sane a su siervo, consciente de ser pecador y excluido por la ley judía, se declara indigno. Pero es un hombre lleno de fe, cree en la misericordia y el poder de Jesús, y por eso se atreve a dirigirse a él.

El otro milagro es realizado en con una mujer enferma y mayor. El texto no recrea mucho el acontecimiento, pero cuenta cómo Jesús se acerca a ella y la cura; al sentirse sana, la mujer se incorpora al grupo. Ese mismo día curó a varios enfermos.

Lo milagroso de los milagros es la liberación profunda de la humanidad. A través de ellos se realiza también una verdadera sanación más allá de la enfermedad física: Jesús demuestra con ellos que para Dios no hay marginados. El centurión, la mujer y los otros enfermos que le traían recibían a Jesús como una revelación que los curaba, les devolvía la vida activa, los ponía en pie, los incorporaba a la comunidad, los humanizaba. Al sanar Jesús a la mujer, relegada por el mero hecho de ser mujer, la incorpora al grupo, la hace compañera de apostolado, activa su espíritu para ponerla al servicio de la iglesia...

La fe abre las puertas que conducen a la cercanía de Dios y de su Hijo. Sin la fe es posible el milagro de descubrir a Dios en el interior de los seres humanos. Jesús con sus milagros sana a la humanidad desde dentro, quita las barreras que ponen la exclusión y la marginación, acerca al ser humano a Dios. El milagro de los milagros es la mirada amorosa de Dios a la humanidad, que busca su liberación.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
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viernes, 26 de junio de 2009

TENDAMOS LA MANO AL QUE SUFRE

¡Amor y paz!

Con sus palabras y con sus obras, Jesús nos da ejemplo de cómo debemos comportarnos con los débiles, los necesitados, los que sufren, los pecadores...

El Evangelio nos relata hoy la actitud del Señor ante un leproso que, según las prescripciones judías, era condenado a ser excluido socialmente. Personas como él eran declaradas impuras y por lo tanto enviadas a vivir en la miseria fuera de la ciudad, por lo que al dolor de la enfermedad, se sumaban la soledad y el rechazo de sus hermanos.

¿Quiénes son los leprosos de hoy? ¿Cómo nos comportamos con ellos?

Los invito a leer y meditar el Evangelio de este viernes de la 12ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 8,1-4.

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio".


COMENTARIO

a) Ayer, con el capítulo séptimo de Mateo, terminamos de leer el sermón del monte. Ahora, con el octavo, iniciamos una serie de hechos milagrosos -exactamente diez-, con los que Jesús corroboró su doctrina y mostró la cercanía del Reino de Dios. Como había dicho él mismo, a las palabras les deben seguir los hechos, a las apariencias del árbol, los buenos frutos. Las obras que él hace, curando enfermos y resucitando muertos, van a ser la prueba de que, en verdad, viene de Dios: «si no creéis a mis palabras, creed al menos a mis obras».

Esta vez cura a un leproso. La oración de este buen hombre es breve y confiada: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Y Jesús la hace inmediatamente eficaz. Lo toca -nadie podía ni se atrevía a tocar a estos enfermos- y lo sana por completo. La fuerza salvadora de Dios está en acción a través de Jesús, el Mesías.

b) Jesús sigue queriendo curarnos de nuestros males.

Todos somos débiles y necesitamos su ayuda. Nuestra oración, confiada y sencilla como la del leproso, se encuentra siempre con la mirada de Jesús, con su deseo de salvarnos. No somos nosotros los que tomamos la iniciativa: tiene él más deseos de curarnos que nosotros de ser curados.

Jesús nos «toca» con su mano, como al leproso: nos toca con los sacramentos, a través de la mediación eclesial. Nos incorpora a su vida por el agua del Bautismo, nos alimenta con el pan y el vino de la Eucaristía, nos perdona a través de la mano de sus ministros extendida sobre nuestra cabeza.

Los sacramentos, como dice el Catecismo, son «fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y vivificante, acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, obras maestras de Dios en la nueva y eterna alianza» (CEC 1116).

Asimismo, como Jesús, nosotros debemos acercarnos al que sufre, extender nuestra mano hacia él, «tocar» su dolor y darle esperanza, ayudarle a curarse. Somos buenos seguidores de Jesús si, como él, salimos al encuentro del que sufre y hacemos todo lo posible por ayudarlo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 77-81
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jueves, 25 de junio de 2009

NO BASTA CON LEER O ESCUCHAR LA PALABRA DE DIOS...

¡Amor y paz!

El Señor Jesús nos invita hoy a escuchar (leer) su Palabra, pero también a ponerla en práctica.

Por favor, lean y mediten el Evangelio, en este jueves de la XII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 7,21-29.

No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'. Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande". Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.

COMENTARIO

a) Leemos hoy las últimas recomendaciones del sermón de la montaña. Si ayer se nos decía que un árbol tiene que dar buenos frutos, y si no, es mejor talarlo y echarlo al fuego, hoy se aplica la misma consigna a nuestra vida: «no todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre». No se trata de decir palabras piadosas, sino de cumplir lo que esas palabras prometen. No debe haber divorcio entre las palabras y los hechos.
A continuación, y como final de todo el discurso, Jesús propone una comparación relacionada con la misma idea: el edificio que se construye sobre roca o sobre arena. Es una imagen muy plástica: si la casa está edificada sobre roca, resistirá las inclemencias. Si sobre arena, pronto se derrumbará.

b) Nosotros escuchamos muchas veces las palabras de Jesús. Pero no basta. Si además intentamos ponerlas por obra en nuestra vida, entonces sí construimos sólidamente el edificio de nuestra persona o de la comunidad. Si nos contentamos sólo con escucharlas y, luego, a lo largo del día, no nos acordamos más de ellas y seguimos otros criterios, estamos edificando sobre arena. Jesús nos avisa que, si no se dan estos frutos prácticos, no nos valdrá recurrir a que hemos dicho cosas bonitas, o rezado, o profetizado en su nombre, o incluso expulsado demonios. Nosotros mismos, construyendo el futuro en falso, nos estamos abriendo nuestra propia tumba. A la corta o a la larga, vamos a la ruina.

Uno, en la juventud, es libre de edificar su vida como quiera: pero si descuida su salud, o los valores humanos, o la preparación cultural y profesional, o se deja llevar de costumbres y vicios que, al principio, no parecen peligrosos, él mismo está condicionando su futuro.
¿Sobre qué estoy edificando yo mi vida: sobre roca, sobre arena? ¿sobre qué construyo mis amistades, o mi vida de familia, o mi apostolado: sobre engaños y falsedades? ¿y me extrañaré de que los derrumbamientos que veo en otras personas o en otras instituciones me puedan pasar también a mi?

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 73-77
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miércoles, 24 de junio de 2009

SÓLO CON HUMILDAD RECONOCEREMOS A CRISTO

¡Amor y paz!

La Iglesia celebra hoy la solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista, una oportunidad para reconocer las virtudes del Precursor, quien con gran humildad se abajó para que creciera el Señor Jesús.

Ojalá tengamos presente que mientras nuestro corazón esté lleno de nosotros mismos, o de los ídolos que venera el mundo, no habrá espacio para Cristo.

Muchos hoy se vuelven orgullosos y soberbios porque tienen, pueden o saben y así no le dan cabida al Hijo de Dios en su vida.

Dios los bendiga,

Evangelio según San Lucas 1,57-66.80.

Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

Comentario por San Beda el Venerable
(hacia 673-735), monje, doctor de la Iglesia
Homilía II, 20; CCL 122, 328-330

«Juan no era la luz, sino testigo de la luz» (Jn 1,8)

El hecho de que el nacimiento de Juan se conmemore cuando los días comienzan a disminuir, y el del Señor cuando comienzan a aumentar, forma parte de un símbolo. En efecto, el mismo Juan ha revelado el secreto de esta diferencia. La multitud pensaba que era el Mesías a causa de sus eminentes virtudes, mientras que algunos no consideraban que el Señor fuera el Mesías, sino un profeta a causa de la debilidad de su condición corporal. Y Juan dijo: «Es preciso que él crezca y yo disminuya» (Jn 3,30).

El Señor creció verdaderamente porque, cuando pensaban que era un profeta, dio a conocer a los creyentes del mundo entero que él era el Mesías. Juan decreció y disminuyó porque él, a quien tomaban por el Mesías, apareció no como el Mesías sino como el anunciador del Mesías. Es, pues, normal que la claridad del día comience a disminuir a partir del nacimiento de Juan puesto que la reputación de su divinidad iba a desvanecerse y pronto iba a desaparecer su bautismo. De la misma manera es normal que la claridad de los días más cortos vuelva de nuevo a crecer a partir del nacimiento del Señor: en verdad él vino sobre la tierra para revelar a todos los paganos la luz de su conocimiento, de la cual, los judíos anteriormente, sólo poseían una parte, y para extender por todas las partes del mundo el fuego de su amor.

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martes, 23 de junio de 2009

TRATEMOS COMO QUEREMOS QUE NOS TRATEN

¡Amor y paz!

Es muy concreta la propuesta del Señor en este martes de la XII semana del Tiempo Ordinario: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos”.

Cuántos, por el contrario, construyen su felicidad a costa de la infelicidad de otros. Los que, por ejemplo, pagan salarios de hambre son felices acumulando un capital, pero haciendo que otros vivan infelices.

El cristiano debería plantearse mejor: “No te preguntes si eres feliz, pregúntate si son felices los que viven contigo”.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 7,6.12-14.

“No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos. Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran”.

COMENTARIO

a) Siguen, en el sermón del monte, diversas recomendaciones de Jesús. Hoy leemos tres.
La primera es bastante misteriosa, probablemente tomada de un refrán popular: «no echar las perlas a los cerdos o lo santo a los perros». No sabemos a qué se puede referir: ¿el sentido del «arcano», que aconseja el acceso a los sacramentos sólo a los ya iniciados? ¿la prudencia en divulgar la doctrina de la fe a los que no están preparados? ¿el cuidado de que no se profane lo sagrado?

La segunda sí que se entiende y nos interpela con claridad: «tratad a los demás como queréis que ellos os traten». Igualmente la tercera: «entrad por la puerta estrecha», porque ante la opción de los dos caminos, el exigente y el permisivo, el estrecho y el ancho, todos tendemos a elegir el fácil, que no es precisamente el que nos lleva a la salvación.

b) Jesús nos va enseñando sus caminos. Los que tenemos que seguir si queremos ser seguidores suyos.

Podemos detenernos sobre la segunda consigna que nos da hoy: tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros. Es una «regla de oro» que tenemos muchas ocasiones de cumplir, a lo largo del día.

Podríamos escribir en una hoja de papel la lista de cosas que deseamos o exigimos que hagan con nosotros: que nos atiendan, que se interesen por nosotros, que sean tolerantes con nuestros defectos y alaben nuestras cualidades, que no nos condenen sin habernos dado ocasión de defendernos y explicar lo que de verdad ha sucedido. Y otras cosas muy razonables y justas. Pues bien, a continuación tendríamos que decirnos a nosotros: eso mismo es lo que tú tienes que hacer con los que viven contigo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario.
Semanas 10-21Barcelona 1997.
Págs. 66-69
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lunes, 22 de junio de 2009

NO JUZGUEMOS A LOS HERMANOS

¡Amor y paz!

En este lunes de la duodécima semana del tiempo ordinario, seguimos escuchando varias recomendacipones de Jesús, aún dentro del sermón del monte, esta vez, sobre el no juzgar al hermano. Jesús no sólo quiere que no juzguemos mal, injustamente, sino que nos invita a no juzgar en absoluto. La razón: sólo a Dios corresponde hacerlo, porque sólo Él conoce bien el interior del hombre.

El comentario corresponde a la 'Imitación de Cristo', un tratado espiritual del siglo XV. Nos propone ser humildes y pacíficos, así no habrá espacio para la hipocresía que nos mueve a veces a hacer juicios, ni para la agresión resultante.

Dios los bendiga.

Luis Felipe Salamanca C.
Movimiento FRATRES
¡Hermanos de verdad!

"El Señor me ha concedido el don
de hablar como su discípulo,
y ha puesto en mi boca las palabras
para fortalecer al que está fatigado.
Cada mañana él me despiertay yo
lo escucho como hacen los discípulos."
(Is 50, 4)-

Evangelio según San Mateo 7,1-5.

No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Deja que te saque la paja de tu ojo', si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Comentario del Evangelio por Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV Libro II, c. 2 y 3


«¿No reparas en la viga que tienes en tu ojo?»


Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca a los otros, y sin dificultad satisface a los que lo odian.


Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y consuela; al hombre humilde se inclina; al humilde concede gracia, y después de su abatimiento le levanta a gran honra.

Al humilde descubre sus secretos, y le trae dulcemente a Sí y le convida.

El humilde, recibida la ofensa, está en paz; porque está en Dios y no en el mundo...

Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros.

El hombre pacífico aprovecha más que el muy letrado.

El hombre apasionado, aun el bien convierte en mal, y de ligero cree lo malo. El hombre bueno y pacífico todas las cosas echa a la buena parte. El que está en buena paz, de ninguno sospecha.

El descontento y alterado, con diversas sospechas se atormenta: ni él sosiega ni deja descansar a los otros. Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le convendría. Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus obligaciones.

Ten, pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el prójimo.

Fuente: www.evangeliodeldía.org

domingo, 21 de junio de 2009

OREMOS POR....

Estimados hermanos en Cristo:

Unámonos a la hermana María Luisa Alzati, quien ora por los niños de la guardería en Hermosillo, Sonora, México.

Dios bendiga a esos niños.

¿QUÉ TAN FUERTE ES TU FE?

Amor y paz!

Hemos llegado al Duodécimo Domingo del Tiempo Ordinario y en su Evangelio el Señor Jesús nos llama la atención sobre la debilidad de nuestra fe, sobre todo en aquellos momentos críticos de la vida.

Es muy fácil decir: '¡Señor, creo!', cuando todo nos sale bien y los días pasan sin altibajos. La fe, sin embargo, debe ser probada, como la calidad de los marineros: éstos no muestran su oro o su cobre cuando su nave está segura en el puerto. Sólo en altamar, cuando las olas enfurecidas parecieran destruir la embarcación, es en esos momentos cuando se conoce el verdadero talente de los marineros. Así es la fe del cristiano.

Esta es una buena oportunidad para enviarles a todos los padres un afectuoso saludo en su Día y pedirle a Dios Nuestro Señor copiosas bendiciones para todos. Son ellos –con la ayuda del Altísimo y el concurso de las madres-- quienes deben saber llevar el navío de sus hogares a puerto seguro, en estos días difíciles que vive nuestra sociedad.

Les deseo todo bien,

Luis Felipe Salamanca C.
Movimiento FRATRES
Evangelio según San Marcos 4,35-41.
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla". Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

COMENTARIO

“¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

Recibí hace unos meses el siguiente texto: “Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta. ¿Dios creó todo lo que existe? Un estudiante contestó valiente: Sí, lo hizo. ¿Dios creó todo?, preguntó nuevamente el profesor. Sí señor, respondió el joven. El profesor contestó, "Si Dios creó todo, entonces Dios hizo al mal, pues el mal existe, y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo". El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe era un mito”.

Otro estudiante levantó su mano y dijo: ¿Puedo hacer una pregunta, profesor? Por supuesto, respondió el profesor. El joven se puso de pie y preguntó: ¿Profesor, existe el frío? ¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío? El muchacho respondió: De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la física, lo que consideramos frío, en realidad es la ausencia de calor. "Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor".

Y, ¿existe la oscuridad? Continuó el estudiante. El profesor respondió: Por supuesto. El estudiante contestó: Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así?. Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.

Finalmente, el joven preguntó al profesor: Señor, ¿existe el mal? El profesor respondió: Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, gracias a el vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal. A lo que el estudiante respondió: El mal no existe, señor, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó al mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz. Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado. El joven se llamaba Albert Einstein.

La pregunta por el mal está y estará presente frente a nuestra fe vacilante. Los discípulos, ante la tormenta que los amenaza, se acercan a Jesús que duerme en la parte de atrás de la barca, apoyado sobre una almohada y lo despiertan con esta pregunta: “¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?” La respuesta de Jesús fue dar una orden al viento para que se calmara. Inmediatamente, confronta a sus discípulos y les pregunta: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Todavía no tienen fe?”. Eso mismo sentimos que nos pregunta el Señor cuando nos sentimos atenazados por el mal. Pero éste no es más que ausencia de Dios y la mejor forma de atacarlo es dejándonos llenar por esa luz que no conoce ocaso y que nos calienta el corazón.

* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá