¡Amor y paz!
Nos encontramos con el tercer anuncio
de la pasión, un marco de referencia para entender el relato posterior centrado
en las ambiciones de poder de los Zebedeos. Y es que, entre otras, hay tres
grandes tentaciones para el ser humano: tener, placer y poder. Es fácil
sucumbir ante ellas, "mas el que
persevere hasta el fin, éste será salvo" (Mt 24, 13).
Los invito, hermanos, a leer y meditar
el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 8ª. Semana del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San
Marcos 10,32-45.
Continuaron el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos. Los discípulos estaban desconcertados, y los demás que lo seguían tenían miedo. Otra vez Jesús reunió a los Doce para decirles lo que le iba a pasar: «Estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley: lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros, que se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán. Pero tres días después resucitará.» Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.» Él les dijo: «¿Qué quieren de mí?» Respondieron: «Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria.» Jesús les dijo: «Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo estoy bebiendo o ser bautizados como yo soy bautizado?» Ellos contestaron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «Pues bien, la copa que voy a beber yo, la beberán también ustedes, y serán bautizados con el mismo bautismo que voy a recibir yo; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí el concederlo; eso ha sido preparado para otros.» Cuando los otros diez oyeron esto, se enojaron con Santiago y Juan. Jesús los llamó y les dijo: «Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones actúan como dictadores, y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. Pero no será así entre ustedes. Por el contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, debe hacerse el servidor de todos, y el que quiera ser el primero, se hará esclavo de todos. Sepan que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate por una muchedumbre.»
Comentario
a) En el camino hacia Jerusalén -lo
cual no es un dato geográfico, sino un símbolo teológico de su marcha hacia la
pasión y la muerte- sitúa Marcos varias escenas programáticas. Jesús «sube» a
la pasión, muerte y resurrección, y el evangelista quiere dejar bien claro que
los discípulos han de seguir el mismo camino. Jesús va decidido y se adelanta
un poco a los demás. Marcos dice que «los discípulos se extrañaban y los que
seguían iban asustados».
Jesús les anuncia por tercera vez su
muerte. Marcos subraya cada vez que los discípulos no querían entender nada. La
primera vez fue Pedro el que tomó aparte a Jesús y le echó en cara que hablara
de muerte y fracaso. La segunda vez que Jesús anunció su muerte, los discípulos
se pusieron a discutir sobre los primeros puestos. En esta tercera, de nuevo
Marcos subraya la cerrazón de los apóstoles: nos cuenta la escena de Santiago y
Juan, ambiciosos, en búsqueda de grandeza y poder, pidiendo los primeros
puestos en el Reino.
Como respuesta Jesús les anuncia la
muerte que deberán asumir esos dos discípulos que ahora piden honores: lo hace
con las comparaciones de la copa y el bautismo. Beber la copa es sinónimo de
asumir la amargura, el juicio de Dios, la renuncia y el sacrificio. Pasar por
el bautismo también apunta a lo mismo: sumergirse en el juicio de Dios, como el
mundo en el diluvio, dejarse purificar y dar comienzo a una nueva existencia.
La pasión de Cristo -la copa amarga y el bautismo en la muerte- les espera
también a sus discípulos. Santiago será precisamente el primero en sufrir el
martirio por Cristo.
Los otros diez se llenan de
indignación, no porque creyeran que la petición hubiera sido inconveniente,
sino porque todos pensaban lo mismo y esos dos se les habían adelantado. Jesús
aprovecha para dar a todos una lección sobre la autoridad y el servicio. Se
pone a sí mismo como el modelo: «El Hijo del Hombre no ha venido para que le
sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».
b) Por si también nosotros ambicionamos,
más o menos conscientemente, puestos de honor o intereses personales en nuestro
seguimiento a Jesús, nos viene bien su lección.
La autoridad no la tenemos que entender
como la de «los que son reconocidos como jefes de los pueblos», porque esos, según
la dura descripción de Jesús «los tiranizan y los oprimen». Para nosotros,
«nada de eso». Los cristianos tenemos que entender toda autoridad como servicio
y entrega por los demás: «el que quiera ser primero, sea esclavo de todos».
Cuando nos examinamos sinceramente sobre este punto, a veces descubrimos que
tendemos a dominar y no a servir, que en el pequeño o grande territorio de
nuestra autoridad nos comportamos como los que tiranizan y oprimen. Tendríamos
que imitar a Jesús, que estaba en medio de los suyos como quien sirve.
Pero además, y yendo a la raíz de la
lección, debemos preguntarnos si aceptamos el evangelio de Jesús con todo
incluido, también con la cruz y la «subida» a Jerusalén, sólo en sus aspectos
más fáciles. El mundo de hoy nos invita a rehuir el dolor y el sufrimiento.
Lo que cuenta es el placer inmediato.
Pero un cristiano se entiende que tiene que asumir a Cristo con todas las
consecuencias: «que cargue cada día con su cruz y me siga». Ser cristiano es
seguir el camino de Cristo e ir teniendo los mismos sentimientos de Cristo. El
va hacia Jerusalén. Nosotros no hemos de rehuir esa dirección.
Igual que el amor o la amistad
verdadera, también el seguimiento de Cristo exige muchas veces renuncia,
esfuerzo, sacrificio. Como tiene que sacrificarse el estudiante para aprobar,
el atleta para ganar, el labrador para cosechar, los padres para sacar la familia
adelante.
Depende del ideal que se tenga. Para un
cristiano el ideal es colaborar con Cristo en la salvación del mundo. Por eso,
en la vida de comunidad muchas veces debemos estar dispuestos al trabajo y a la
renuncia por los demás, sin pasar factura. La filosofía de la cruz no se basa
en la cruz misma, con una actitud masoquista, sino en la construcción de un
mundo nuevo, que supone la cruz. Lo que parece una paradoja -buscar los últimos
lugares, ser el esclavo de todos- sólo tiene sentido desde esta perspectiva y
este ejemplo de Jesús.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 221-226
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 221-226