martes, 4 de mayo de 2010

JESÚS NOS DA SU PAZ, NO COMO LA DA EL MUNDO

¡Amor y paz!

En el texto evangélico, Cristo nos enseña que Él da paz, pero no una paz de acuerdos económicos, convencionales, interesados, partidistas, sino la
paz del alma, de la virtud, del amor, de la justicia.

Los invito, hermanos a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la Quinta Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 14,27-31.

Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado. Levántense, salgamos de aquí.

Comentario

Jesús da la paz a los suyos en la forma tradicional del saludo y despedida de los semitas. Pero insinúa también que quiere dar "su" paz, la cual no corresponde a la paz que dan los que son del mundo. El judío usaba la fórmula de paz no sólo como saludo ordinario, sino también como parte de un acto sagrado. La fórmula de saludo estaba llena de contenido vivencial. En el A.T. llegó a ser fórmula litúrgica de bendición en el culto en Jerusalén (Nm 6,26; Sal 29,11). En el Nuevo Testamento aparece desde el nacimiento de Juan Bautista y de Jesús (Lc 2,14; Lc 1,79), hasta la resurrección.

Jesús da la paz a sus discípulos antes de anunciarles su muerte, ligada a la acción del Maligno (v. 30a). Después de su resurrección da la paz a sus atemorizados discípulos (Jn 20,19; 21,26). Es decir, la paz de Jesús es algo más que un saludo. Es su misma fuerza, junto con la del Padre y la del Espíritu, que reconforta y anima. Es una comunicación sacramental. La iglesia primitiva sintió la paz de Jesús como la fuerza que la reunificaba en las contradicciones (Ef 2,14). Es decir, la paz estaba asociada a momentos especiales de gracia, en los que Dios se manifestaba como energía especial.

Hoy Jesús nos da esa misma paz, que debe recibir el contenido que quiso darle Jesús: no sólo un saludo de cortesía, sino una ratificación de su presencia, para no perder la esperanza y para fomentar la fraternidad. La paz no es sólo ausencia de la guerra, sino un verdadero estado de gracia, construido en lo más profundo del ser humano. Ella posibilita que nos acerquemos al otro como a un hermano. Por eso la paz es el gran clamor de la mayoría del pueblo sencillo. En contraposición a los que viven del poder, que hacen la guerra y comercian con ella, en busca de dominio y fortuna. No les importa que, como siempre, sea el pueblo sencillo el que sufra las consecuencias.

Servicio Bíblico Latinoamericano