lunes, 11 de febrero de 2013

Jesús cura, pero, sobre todo, salva



¡Amor y paz!

En el Evangelio de hoy se resumen todos los ingredientes que acompañan la predicación de Jesús, al lado de sus discípulos. Tan pronto se hacen presentes, la multitud se reúne alrededor suyo y trae a sus enfermos para que sean curados.
 
Cada milagro de Jesús no debe ser tomado al pie de la letra, ya que producía un doble efecto en las personas: una sanación interior, relacionada más con el cambio de vida que se experimentaba, y otra sanación exterior que tenía que ver con el hecho material de ver restablecida la salud de sus cuerpos.

Mucha gente no descubría en el milagro su sentido liberador, y se quedaba sólo con el milagro exterior, y con el Jesús milagrero. No eran capaces de "leer" otros aspectos en aquellos "signos", y los asociaban más con la magia, con las curaciones "parciales" fáciles y milagreras que con la difícil transformación integral de la persona y de la sociedad, es decir, con la llegada del Reino con el que Él sueña... Jesús no está haciendo milagros para exhibirse, ni para poner parches o pequeños remedios a nuestras deficiencias de salud... Eso, con ser muy importante, no es lo más importante.

Te invito, hermano, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la V Semana del Tiempo Ordinario.

Dios te bendiga…

Evangelio según San Marcos 6,53-56.

Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.

Comentario

Las gentes de los contornos llevaban a los enfermos para que, al menos, pudiesen tocar la orla del manto de Jesús. De esa manera se curaban.

Hoy nosotros podemos pensar que quizá la fe de aquellas personas tenía algo de mágica. Es posible que fuese verdad. Sin embargo, en su sencillez aquellas gentes habían intuido algo muy importante: que sólo el contacto directo con una persona nos permite conocerla o sentirnos afectados por ella.

Los cristianos tendríamos que aprender a "tocar" a Jesús, a no perder de ninguna manera el contacto directo con él, porque él es la fuente de lo que somos y de lo que da sentido a nuestras vidas. Lo mismo que tocando la orla de su vestido aquellas personas quedaban curadas, sólo tocando hoy a Jesús encontraremos s la fuerza para seguir adelante y seguirle por los caminos de nuestra vida.

No es imposible tocarlo hoy. Ciertamente no es una persona con un cuerpo como el nuestro. Pero hay dos caminos al menos para encontrarnos con Él y tocarlo. Una es a través de la Eucaristía y de la lectura y escucha de la Palabra de Dios. Ahí nos encontramos con Jesús tal y como fue y no tal y como nos gustaría que fuese.

Otra manera es acercarnos a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los más pobres y desamparados, a los que sufren. Ellos son hoy sacramentos vivientes de la presencia de Jesús en medio de nosotros. El contacto físico, real, diario, con ellos nos hará experimentar, sin ninguna duda, la humanidad viva y real de Jesús que nos cura de nuestras enfermedades.

Servicio Bíblico Latinoamericano