¡Amor y paz!
En el Evangelio de
hoy se resumen todos los ingredientes que acompañan la predicación de Jesús, al
lado de sus discípulos. Tan pronto se hacen presentes, la multitud se reúne
alrededor suyo y trae a sus enfermos para que sean curados.
Cada milagro de Jesús no
debe ser tomado al pie de la letra, ya que producía un doble efecto en las
personas: una sanación interior, relacionada más con el cambio de vida que se
experimentaba, y otra sanación exterior que tenía que ver con el hecho material
de ver restablecida la salud de sus cuerpos.
Mucha gente no descubría en
el milagro su sentido liberador, y se quedaba sólo con el milagro exterior, y
con el Jesús milagrero. No eran capaces de "leer" otros aspectos en
aquellos "signos", y los asociaban más con la magia, con las
curaciones "parciales" fáciles y milagreras que con la difícil
transformación integral de la persona y de la sociedad, es decir, con la
llegada del Reino con el que Él sueña... Jesús no está haciendo milagros para
exhibirse, ni para poner parches o pequeños remedios a nuestras deficiencias de
salud... Eso, con ser muy importante, no es lo más importante.
Te invito, hermano, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la V Semana del Tiempo
Ordinario.
Dios te bendiga…
Evangelio según San Marcos
6,53-56.
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
Comentario
Las gentes de los
contornos llevaban a los enfermos para que, al menos, pudiesen tocar la orla
del manto de Jesús. De esa manera se curaban.
Hoy nosotros podemos
pensar que quizá la fe de aquellas personas tenía algo de mágica. Es posible
que fuese verdad. Sin embargo, en su sencillez aquellas gentes habían intuido
algo muy importante: que sólo el contacto directo con una persona nos permite
conocerla o sentirnos afectados por ella.
Los cristianos tendríamos
que aprender a "tocar" a Jesús, a no perder de ninguna manera el
contacto directo con él, porque él es la fuente de lo que somos y de lo que da
sentido a nuestras vidas. Lo mismo que tocando la orla de su vestido aquellas
personas quedaban curadas, sólo tocando hoy a Jesús encontraremos s la fuerza
para seguir adelante y seguirle por los caminos de nuestra vida.
No es imposible tocarlo
hoy. Ciertamente no es una persona con un cuerpo como el nuestro. Pero hay dos
caminos al menos para encontrarnos con Él y tocarlo. Una es a través de la
Eucaristía y de la lectura y escucha de la Palabra de Dios. Ahí nos encontramos
con Jesús tal y como fue y no tal y como nos gustaría que fuese.
Otra manera es acercarnos
a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los más pobres y desamparados,
a los que sufren. Ellos son hoy sacramentos vivientes de la presencia de Jesús
en medio de nosotros. El contacto físico, real, diario, con ellos nos hará
experimentar, sin ninguna duda, la humanidad viva y real de Jesús que nos cura de
nuestras enfermedades.
Servicio
Bíblico Latinoamericano