¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este sábado en que celebramos la memoria del Inmaculado Corazón
de María.
Dios nos bendiga…
Evangelio según San Lucas 2,41-51.
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Comentario
1.1 Nos enseña el Papa Juan Pablo II: La Virgen
de Nazaret fue elegida para convertirse en la Madre del Redentor por obra del
Espíritu Santo: en su humildad halló gracia a los ojos de Dios (cf. Lc 1, 30).
De hecho, en el Nuevo Testamento vemos que la fe de María, por decirlo así,
"atrajo" el don del Espíritu Santo. Ante todo en la concepción del
Hijo de Dios, misterio que el mismo arcángel Gabriel explicó así: "El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra"
(Lc 1, 35).
1.2 Todos los acontecimientos relacionados con el nacimiento de
Jesús y con sus primeros años de vida estuvieron dirigidos de manera casi
palpable por el Espíritu Santo, aunque no siempre se le nombre. El corazón de
María, en perfecta sintonía con su Hijo divino, es templo del Espíritu de
verdad, donde cada palabra y cada acontecimiento son conservados en la fe, en
la esperanza y en la caridad (cf. Lc 2, 19.51).
1.3 Así podemos tener la certeza de que el corazón santísimo de
Jesús en todo el arco de su vida oculta en Nazaret encontró en el corazón
inmaculado de su Madre un "hogar" siempre encendido de oración y de
atención constante a la voz del Espíritu. Un testimonio de esta singular
sintonía entre la Madre y el Hijo, buscando la voluntad de Dios, es lo que aconteció
en las bodas de Caná. En una situación llena de símbolos de la alianza, como es
el banquete nupcial, la Virgen Madre intercede y provoca, por decirlo así, un
signo de gracia sobreabundante: el "vino bueno" que hace referencia
al misterio de la Sangre de Cristo.
2. Un Corazón que conoce el precio de la Sangre Redentora
2.1 Esto nos remite directamente al Calvario, donde María está al
pie de la cruz junto con las demás mujeres y con el apóstol san Juan. La Madre
y el discípulo recogen espiritualmente el testamento de Jesús: sus últimas
palabras y su último aliento, en el que comienza a derramar el Espíritu; y
recogen el grito silencioso de su Sangre, derramada totalmente por nosotros
(cf. Jn 19,25-34).
2.2 María sabía de dónde venía esa sangre, pues se había formado
en ella por obra del Espíritu Santo, y sabía que ese mismo "poder"
creador resucitaría a Jesús, como él mismo había prometido.
2.3 Así, la fe de María sostuvo la de
los discípulos hasta el encuentro con el Señor resucitado, y siguió acompañándolos
incluso después de su Ascensión al cielo, a la espera del "bautismo en el
Espíritu Santo" (cf. Hch 1, 5).
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