¡Amor y paz!
Luego de la Parábola del
Sembrador, Jesús nos relata hoy otra relacionada con el campo: la cizaña crece
mezclada con el trigo porque de noche, cautelosamente, se acercó el Maligno y
sembró las semillas del mal en medio de las semillas sembradas por Jesús. La
actitud del Maligno es crear confusión en medio del campo, tratando de llamar
al mal bien, y al bien mal. Este anti-sembrador del Reino de Dios sabe muy
bien, porque es astuto como los hijos de las tinieblas, cuál es el momento
oportuno y está al acecho para sembrar el mal.
Las dos semillas, la
cizaña y el trigo, crecen juntas en medio de las realidades concretas del
campo; se entremezclan sin diferencia alguna; por eso es necesario dejarlas que
crezcan una al lado de la otra para evitar que, recogiendo la cizaña, se
arranque con ella también el trigo. Ya llegará el momento de la siega donde se
podrá encontrar la diferencia, porque al germinar el trigo la diferencia es
evidente, el fruto permitirá reconocer quién es quién. Dar fruto o fructificar,
en la mentalidad del Evangelio, permite distinguir lo bueno de lo malo y la
supremacía de lo uno sobre lo otro (Diario Bíblico. Cicla).
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XVI Semana del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 13,24-30.
Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".
Comentario
a) Otra parábola tomada
del campo y también relacionada con la semilla: el trigo que crece mezclado con
cizaña.
Jesús les da a sus
discípulos una lección de paciencia. Dios ya sabe que existe el mal, pero tiene
paciencia y no quiere intervenir cada vez, sino que deja tiempo para que las
personas cambien.
A lo largo del evangelio
hay momentos en que los apóstoles se muestran impacientes e intolerantes. Como
cuando en un pueblo no les recibieron: «Maestro, ¿quieres que hagamos bajar
fuego del cielo?». Juan el Precursor también usaba un lenguaje duro: «ya está
el hacha puesta a la raíz de los árboles y todo árbol que no dé buen fruto será
cortado y arrojado al fuego» (Lc 3,9). Pero Jesús mostró paciencia con los
pecadores, y contó la parábola de la higuera a la que el dueño, antes de darla
definitivamente por estéril, le concedió tiempo para ver si daba fruto.
El jueves de la próxima
semana leeremos otra parábola de Jesús, la de la red del pescador que recoge
peces buenos y malos, con la misma lección de paciencia que la de hoy.
b) En este mundo -y
también en la Iglesia y dentro de cada uno de nosotros- conviven, de momento,
el bien y el mal. Conviene que lo recordemos y no nos pongamos nerviosos.
Jesús nos dice que hay
quien siembra cizaña en su campo. Más adelante (lo leeremos el martes de la
semana próxima), él mismo nos explicará la parábola. Él habla de «un enemigo»
que actúa de noche. No hay que extrañarse de que existan fuerzas opuestas al
Reino de Jesús. Hay que tener paciencia y serán poco más tolerantes, no ser
demasiado precipitados en nuestros juicios ni dejarnos llevar de un excesivo
celo, queriendo arrancar a toda costa la cizaña. Si Dios tiene paciencia y
concede a todos un margen de rehabilitación, ¿quiénes somos para desesperar de
nadie y para tomar medidas drásticas, con un corazón sin misericordia?
Sí, pero ¿y el escándalo?
¿Y el mal que pueden hacer los «malos» en la comunidad? No es que Jesús nos
invite a no luchar contra el mal, o que no nos advierta que hemos de saber
discernir lo que es trigo y lo que es cizaña, lo que son ovejas y lo que son
lobos. Sino que nos avisa que no seamos impacientes, que no condenemos ni
tomemos la justicia por nuestra mano.
Eso lo dejamos a Dios, para cuando él
crea llegado el momento, «cuando llegue la siega». Y, por tanto, no nos ponemos
en una actitud de queja continua ni de condena sistemática de los demás,
buscando una comunidad perfecta y elitista, o como los fariseos, que se creían
los perfectos y juzgaban a los demás.
Dios no es ciego. Ve el
mal, ve a los malos. Pero tiene paciencia. Todo tiene su tiempo.
Jesús come con los
pecadores y publicanos, y consigue, a veces, su conversión. El Reino ya está
actuando, aunque no lo parezca y conviva, de momento, con el mal. La Iglesia no
es la comunidad de los ya perfectos. Es la comunidad de los que van camino de
la salvación, luchando contra el mal en sí mismos y en el mundo. Con respeto a
la situación personal y al ritmo de maduración de cada uno. Como hizo Jesús.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 187-191
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 187-191
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