¡Amor y paz!
Las palabras de Jesús en
el Evangelio de hoy, más que constituir un desprecio hacia su Madre, se
convierten en un descubrir la grandeza de María ante Dios, especialmente por su
amor fiel.
¿Y quién mejor para destacar
la gran valía de nuestra Madre del cielo que otra gran mujer? Santa Teresa del
Niño Jesús, estando muy cercana su muerte, se encargará de ello.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXV Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 8,19-21.
Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte".Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".
Comentario
¡Cuánto me hubiera gustado ser
sacerdote para predicar sobre la Santísima Virgen! Un solo sermón me habría
bastado para decir todo lo que pienso al respecto.
Ante todo, hubiera hecho ver qué poco se
conoce su vida. No habría que decir de ella cosas inverosímiles o que no
sabemos; por ejemplo que de muy pequeñita, a los tres años, la Santísima Virgen
fue al templo para ofrecerse a Dios con ardientes sentimientos de amor,
totalmente extraordinarios, cuando tal vez fue allá sencillamente por obedecer
a sus padres... Para que un sermón sobre la Virgen me guste y me aproveche,
tiene que hacerme ver su vida real, no su vida supuesta; y estoy segura de que
su vida real fue extremadamente sencilla. Nos la presentan inaccesible, habría
que presentarla imitable, hacer resaltar sus virtudes, decir que ella vivía de
fe igual que nosotros, probarlo por el Evangelio, donde leemos. «No
comprendieron lo que quería decir». Y esta otra frase, no menos misteriosa: «Su
padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño». Esta
admiración supone una cierta extrañeza, ¿no te parece, Madrecita?
Sabemos muy bien que la Santísima Virgen es la Reina del cielo y de la tierra,
pero es más madre que reina; y no se debe decir que a causa de sus
prerrogativas eclipsa la gloria de todos los santos como el sol al amanecer
hace que desaparezcan las estrellas. ¡Dios mío, qué cosa más extraña! ¡Una
madre que hace desaparecer la gloria de sus hijos...! Yo pienso todo lo
contrario, yo creo que ella aumentará con mucho el esplendor de los elegidos.
Está bien hablar de sus privilegios, pero no hay que quedarse ahí... ¡Y quién
sabe si en ese caso algún alma no llegará incluso a sentir cierto
distanciamiento de una criatura tan superior y a decir: «Si eso es así, mejor
irse a brillar como se pueda en un rincón».
Lo que la Santísima Virgen tiene sobre nosotros es que ella no podía pecar y
que estaba exenta del pecado original. Pero por otra parte, tuvo menos suerte
que nosotros, porque ella no tuvo una Santísima Virgen a quien amar, y eso es
una dulzura más para nosotros y una dulzura menos para ella.
Santa
Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia. Últimas Conversaciones, 21•08•1897
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