¡Amor y paz!
Debido a que celebramos la
fiesta de San Mateo apóstol y evangelista, el sábado pasado no leímos la
parábola de la semilla, la Palabra de Dios, que debería dar el ciento por uno
de fruto si la escuchamos "con un corazón noble y generoso" y la
guardamos.
Las breves enseñanzas de
hoy son continuación de aquélla. Jesús quiere que seamos luz que ilumine a los
demás: un candil no se enciende para esconderlo. No tiene que quedar oculto lo
que la Palabra nos ha dicho: debe hacerse público. Si actuamos así, será verdad
lo de que "al que tiene, se le dará", porque la Palabra multiplica
sus frutos en nosotros. Y al revés, al que no le haga caso, "se le quitará
hasta lo que cree tener" y quedará estéril.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXV Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 8,16-18.
No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener".
Comentario
Uno de los frutos mejores
de la Palabra de Dios que escuchamos -por ejemplo en nuestra Eucaristía- es que
se convierta en luz dentro de nosotros y también en luz hacia fuera.
Para eso la escuchamos:
para que, evangelizados nosotros mismos, evangelicemos a los demás, o sea,
anunciemos la Buena Noticia de la verdad y del amor de Dios. Lo que recibimos
es para edificación de los demás, no para guardárnoslo. Como la semilla no está
pensada para que se quede enterrada, sino para que germine y dé fruto.
Tenemos una cierta
tendencia a privatizar la fe, mientras que Jesús nos invita a dar testimonio
ante los demás. ¡Qué efecto evangelizador tiene el que un político, o un
deportista, o un artista conocido no tengan ningún reparo en confesar su fe
cristiana o su adhesión a los valores más profundos!
¿Iluminamos a los que
viven con nosotros? ¿les hacemos más fácil el camino? No hace falta escribir
libros o emprender obras muy solemnes. ¡Cuánta luz difunde a su alrededor
aquella madre sacrificada, aquel amigo que sabe animar y también decir una
palabra orientadora, aquella muchacha que está cuidando de su padre enfermo,
aquel anciano que muestra paciencia y ayuda con su interés y sus consejos a los
más jóvenes, aquel voluntario que sacrifica sus vacaciones para ayudar a los
más pobres! No encienden una hoguera espectacular. Pero sí un candil, que sirve
de luz piloto y hace la vida más soportable a los demás.
El día de nuestro Bautismo
-y lo repetimos en la Vigilia Pascual cada año se encendió para cada uno de
nosotros una vela, tomando la luz del Cirio pascual símbolo de Cristo. Es un
gesto que nos recuerda nuestro compromiso, como bautizados, de dar testimonio
de esa luz ante las personas que viven con nosotros.
El Vaticano II llamó a la
Iglesia Lumen Gentium, luz de las naciones. Lo deberíamos ser en realidad,
comunicando la luz y la alegría y la fuerza que recibimos de Dios, de modo que
no queden ocultas por nuestra pereza o nuestro miedo. Jesús, que se llamó a sí
mismo Luz del mundo, también nos dijo a sus seguidores: vosotros sois la luz
del mundo. Somos Iglesia misionera, que multiplica los dones recibidos
comunicándolos a cuantos más mejor.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 92-96
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 92-96
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