¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario en este XXVI Domingo del
Tiempo ordinario
Dios los bendiga…
Evangelio según San
Lucas 16,19-31.
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan'. 'Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí'. El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento'. Abraham respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'. 'No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán'. Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'".
Comentario
Hace algún tiempo el
periódico El Tiempo traía una noticia que debió crear malestar entre los ricos
de nuestro país: “En E.U. piden a colombianos pagar más para la guerra”. Un
poco más abajo decía: “Se muestran preocupados [los congresistas
norteamericanos que debaten ayuda para Colombia] ante la posibilidad de estar
‘subsidiando’ a la élite colombiana, que, según las cifras, paga pocos
impuestos en comparación con el resto del mundo”. Es triste que sólo se les
ocurra que hay que pagar más impuestos para financiar la guerra y no se les
ocurra que hay que pagar más para financiar el desarrollo humano sostenible de
toda la población, de modo que se le quite el piso a la guerra en la que está
sumido este pobre país. Es triste, es verdad, pero nos hacen caer en la cuenta
de una realidad que puede estar a la base de todo el problema social que
vivimos.
Según el artículo,
“Colombia es el tercer país menos equitativo de América Latina, que es la
región más inequitativa del mundo. El 10 por ciento de los colombianos más
ricos gana 80,27 veces más que el 10 por ciento de los más pobres. En E.U. ese
mismo 10 por ciento gana solo 15,9 veces más que el 10 por ciento de los pobres
(...) Si se mira la situación desde la perspectiva de la tenencia de la tierra,
la inequidad es aún mayor: el 0,4 por ciento de los colombianos, de acuerdo con
un estudio del Gobierno, es dueño del 61,2 por ciento de la tierra para fines
agrícolas”. No hay que olvidar que estas cifras tienen su origen en un informe
del Centro para la Política Internacional (CIP), reconocido grupo de análisis
social, publicado en el periódico con mayor circulación en Colombia, al que no
se puede acusar, propiamente hablando, de favorecer a la subversión...
Pocos días después, un
buen amigo vio cómo la policía, por petición de los vecinos del sector donde
vive actualmente, se llevaba a una vendedora ambulante, que sólo trabaja para
vivir y sostener a su familia. Ante el atropello que se estaba cometiendo, mi
amigo se acercó y le dijo a los policías: “Trátenla como una persona humana”.
Uno de los vecinos, que habían denunciado a la vendedora, respondió: “¡No nos
venga ahora con discursos sociales!”. Pero mi buen amigo, encarando al hombre,
dijo: “¡No estoy hablando de discursos sociales, sino del Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo!”
Eso mismo deberíamos
repetir hoy después de haber ofrecido los datos de la repartición de las
riquezas en nuestro país, y de la necesidad de crear condiciones de mayor
igualdad entre los colombianos: ¡Estamos hablando del Evangelio! La parábola
que nos cuenta hoy el Señor parece sacada de nuestra propia realidad: “Había un
hombre rico que se vestía con ropa fina y elegante y que todos los días ofrecía
espléndidos banquetes. Había también un pobre llamado Lázaro, que estaba lleno
de llagas y se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este hombre quería
llenarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros se acercaban a
lamerle las llagas”. La historia muestra el destino definitivo del pobre
después de su muerte, que es llevado al seno de Abraham, y el destino del rico
del que solo dice que “fue enterrado” y llevado un lugar de tormento.
El diálogo entre el rico y
Abraham es muy interesante. El rico quiere que Abraham advierta a sus hermanos,
por algún medio, para que al morir no vayan al mismo lugar a donde él ha sido
llevado. Pero Abraham le recuerda que para eso tienen a Moisés y a todos los
profetas. Solo tienen que hacerles caso. Por fin, el rico termina diciendo:
“Padre Abraham, eso no basta; pero si un muerto resucita y se les aparece,
ellos se convertirán. Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés
y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite”. Resucitó el
Señor, y tampoco le hemos hecho caso. Incluso, al que predica estas cosas lo
acusan de estar echando ‘discursos sociales’, cuando lo que está en
juego es el anuncio del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Los congresistas
norteamericanos encontraron el origen de nuestras desgracias, pero están
equivocados en la solución, cuando creen en la guerra y no en la vida digna
para todos.
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J
Sacerdote
jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia
Universidad Javeriana – Bogotá
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