viernes, 28 de febrero de 2014

“Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”

¡Amor y paz!

La enseñanza de Jesús se refiere hoy a la indisolubilidad del matrimonio, tal como la había pensado Dios y como tendrán que aceptar los que quieran ser sus discípulos.

En la antigua ley (Deuteronomio 24) se permitía que el marido repudiara a la mujer en algunas ocasiones. Estas condiciones eran interpretadas por algunas escuelas de maestros muy estrictamente, y por otras con gran amplitud, de modo que resultaba muy fácil obtener el divorcio y crecía por tanto la inseguridad de la familia. Estaba de por medio la dignidad de la mujer, que podía ser rechazada, pero que no podía a su vez divorciarse del hombre.

Jesús se remonta a la voluntad original de Dios al crear al hombre y la mujer. El Génesis es más importante que las interpretaciones del Deuteronomio. Lo que Dios ha pensado es más decisivo que las evoluciones sociales y las interpretaciones de los sabios. Dios pensó que el hombre y la mujer formaran una sola carne: «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», y además los hizo de igual dignidad desde el principio.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 10,1-12. 
Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.  Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". Él les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?". Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio". 
Comentario

MA/INDISOLUBILIDAD: El criterio de un cristiano para juzgar sobre las cosas no se puede basar últimamente en las evoluciones sociales o en los datos estadísticos o en las tendencias de una época, sino en la perspectiva de Dios. Respecto al matrimonio, su indisolubilidad no la ha pensado la Iglesia o una escuela de teólogos, sino Dios mismo, desde su proyecto inicial: «Los hizo hombre y mujer, de modo que ya no son dos, sino una sola carne». Nos lo recuerda hoy Jesús.

FIDELIDAD/DIFICIL: Lo que pasa es que en el mundo de hoy encontramos especiales dificultades para una fidelidad duradera. Estamos influidos por una sociedad de consumo que gasta y tira y cambia y busca nuevas sensaciones para satisfacer necesidades nuevas que nosotros mismos vamos creando. Vamos perdiendo así la capacidad de un amor total, de una entrega gratuita y estable, de un compromiso de por vida.

Estaríamos más conformes con una especie de «voluntariado» por tantos años, pero sin comprometernos de por vida.

La tendencia a la infidelidad la refería Jesús ante todo a las veleidades del pueblo de Israel en su historia, abandonando a Yahvé para adorar a otros dioses. Ahora la aplica al amor entre el hombre y la mujer, que hay que entender como estable y debe evitar todo adulterio. Por cierto, Jesús parece reconocer igual derecho en los dos, porque pone el ejemplo tanto del hombre que se divorcia como de la mujer que se separa del marido y se casa con otro. Aunque cometen adulterio si lo hacen.

Una de las razones del deterioro de la fidelidad estable es la poca preparación y la poca madurez humana que algunas personas llevan al matrimonio, hasta el punto de que se pueda dudar seriamente en no pocos casos de la validez del mismo. Lo que explica las muchas declaraciones de nulidad matrimonial que tiene que certificar la Iglesia.

Esta doctrina de Jesús sirve también para otros campos de nuestra vida y otros tipos de compromiso, como la vida religiosa o el ministerio sacerdotal. También a estas personas se aplica la invitación a una preparación madura, a una fidelidad estable y a una entrega total, como la del mismo Cristo, que se consagró hasta la muerte a la misión que se le había encomendado para salvación de la humanidad.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 200-205

jueves, 27 de febrero de 2014

“Vivan en paz unos con otros”, nos pide Jesús

¡Amor y paz!

Las palabras que pronunció Jesús hace más de 20 siglos parecen letra muerta para muchos. Se escuchan y se leen día tras día, misa tras misa, pero, como decían los abuelos, “entran por un oído y salen por el otro”.

¡¿No es lo que ocurre, acaso, con la recomendación que encabeza esta nota y con la que concluye el evangelio que meditamos hoy!?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,41-50. 

Jesús dijo a sus discípulos: «Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Porque cada uno será salado por el fuego. La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros». 

Comentario

a) El evangelio de hoy nos recuerda una serie de rasgos que deberían presentar los que quieren seguir a Jesús:

- el que dé un vaso de agua a los seguidores de Jesús, tendrá su premio,

- al que escandalizare a «uno de estos pequeñuelos que creen», o sea, a los débiles, más le valdría que le echasen al fondo del mar.
- si la mano o el pie o el ojo nos escandalizan, sería mejor que supiéramos prescindir de ellos, porque es más importante salvarnos y llegar a la vida, aunque sea sin una mano o un pie o un ojo,

- varias frases sobre la sal: la sal que salará al fuego (¿purificando a los fieles y haciéndolos agradables para Dios?), la sal que se vuelve insípida y ya no sirve para nada, y la sal que debemos tener en nuestras relaciones con los demás (sal como símbolo de gracia y humor).

b) Ojalá en nuestra convivencia -familiar o comunitaria- tengamos en cuenta estas cualidades que Cristo quiere para los suyos:

- que sepamos dar un vaso de agua fresca al que la necesita, y no sólo por motivaciones humanas, sino viendo en el prójimo al mismo Cristo («me disteis de beber»); quien dice un vaso de agua dice una cara amable y una mano tendida y una palabra animadora;

- que tengamos sumo cuidado en no escandalizar -o sea, poner tropiezos en el camino, turbar, quitar la fe, hacer caer- a los más débiles e inocentes; Pablo recomendaba en su primera carta a los Corintios una extrema delicadeza de los «fuertes» en relación a los «débiles» de la comunidad, para no herir su sensibilidad; nuestras palabras inoportunas y nuestros malos ejemplos pueden debilitar la voluntad de los demás y ser ocasión de que caigan; es muy dura esta palabra de Jesús para los que escandalizan a los débiles;

- que sepamos renunciar a algo que nos gusta mucho -la mano, el pie, el ojo- si nos damos cuenta de que nos hace mal, que nos lleva a la perdición, o sea, nos «escandaliza»; aquí somos nosotros los que nos escandalizamos a nosotros mismos, porque estamos cogiendo costumbres que se convertirán en vicios y porque nos estamos dejando esclavizar por malas tendencias; el sabio es el que corta por lo sano, sin andar a medias tintas, antes que sea tarde; como el buen jardinero es el que sabe podar a tiempo para purificar y dar más fuerza a la planta. El seguimiento de Cristo exige radicalidad: como cuando Jesús le dijo al joven rico que vendiera todo, o cuando dijo que el tesoro escondido merecía venderlo todo para llegarlo a poseer, o cuando afirmó que el que quiere ganar la vida la perderá:

- que seamos sal en la comunidad para crear una convivencia agradable, armoniosa, con humor. El que crea un clima de humor, de serenidad, de gracia, quitando hierro en los momentos de tensión, fijándose en las cosas buenas: ése es para los demás como la sal que da gusto a la carne o la preserva de la corrupción.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 196-200
www.mercaba.org

miércoles, 26 de febrero de 2014

“El que no está contra nosotros, está con nosotros”

¡Amor y paz!

Jesús sigue educando a los suyos. Esta vez les enseña que no tienen que ser personas celosas ni caer en la tentación del monopolio de nada.

Ante la acusación de Juan de que hay un exorcista que no es del grupo, o sea, que echa demonios en nombre de Jesús, pero «no es de los nuestros», Jesús reacciona con una magnifica amplitud de miras: «No se lo impidáis... el que no está contra nosotros está a favor nuestro». Y más si, en nombre de Jesús, hace milagros (José Aldazábal).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este miércoles de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,38-40.

Juan le dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. 
 Comentario

Hoy desearía detenerme brevemente en otro de los términos con los que el Concilio Vaticano II definió a la Iglesia: “Pueblo de Dios” (cf. const. dogm. Lumen gentium, 9; Catecismo de la Iglesia católica, 782).

    ¿Qué quiere decir ser “Pueblo de Dios”? Ante todo quiere decir que Dios no pertenece en modo propio a pueblo alguno; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a formar parte de su pueblo, y esta invitación está dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia de Dios “quiere que todos se salven” (1 Tm 2, 4). 

    A los Apóstoles y a nosotros Jesús no nos dice que formemos un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28, 19). San Pablo afirma que en el pueblo de Dios, en la Iglesia, “no hay judío y griego... porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 28). Desearía decir también a quien se siente lejano de Dios y de la Iglesia, a quien es temeroso o indiferente, a quien piensa que ya no puede cambiar: el Señor te llama también a ti a formar parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor. Él nos invita a formar parte de este pueblo, pueblo de Dios.

    ¿Cómo se llega a ser miembros de este pueblo? No es a través del nacimiento físico, sino de un nuevo nacimiento. En el Evangelio, Jesús dice a Nicodemo que es necesario nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para entrar en el reino de Dios (cf. Jn 3, 3-5). Somos introducidos en este pueblo a través del Bautismo, a través de la fe en Cristo, don de Dios que se debe alimentar y hacer crecer en toda nuestra vida.

Preguntémonos: ¿cómo hago crecer la fe que recibí en mi Bautismo? ¿Cómo hago crecer esta fe que yo recibí y que el pueblo de Dios posee?

Papa Francisco
Audiencia general del 12/06/2013 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
©Evangelizo.org 2001-2014

martes, 25 de febrero de 2014

¡Jesús anuncia su pasión y los discípulos discuten sobre el poder!

¡Amor y paz!

El contraste es tan drástico como evidente. Mientras Cristo, el Señor, anuncia su pasión y muerte, sus discípulos más cercanos discuten  acaloradamente sobre quién ha de ser el más importante. Mientras estos sueñan con un reino de poder y dominio, Jesús les desenmascara: el que quiera ser el primero que sea el último y, además, servidor de todos.                                                                                                                                                    
Por si no quedaba claro, recurre a una parábola en acción. Toma un niño, lo pone en medio, lo abraza, y exclama: quien acoge a un niño a mí me acoge. El niño era la imagen del desvalido, del que nada cuenta.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,30-37. 

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".
 

Comentario

Una vez más queda evidente. Jesús es otra cosa, tiene otra lógica, dice locuras para los que no están en su onda. En la hora suprema de la despedida, en la víspera de su muerte, desconcierta a los suyos. Sí, es el Maestro, y, por ello, se arrodilla y les lava los pies a sus discípulos. ¿Por qué resaltar sólo el gesto del pan y del vino, y dejar en penumbra la liturgia de hacerse siervo y servidor?

Que el servir es un valor que cotiza mucho se observa a todas horas. El Papa se firma siervo de los siervos de Dios y el Obispo dice de sí mismo indigno siervo tuyo, en el momento solemne de la Plegaria Eucarística.

Durante mis tiempos juveniles, en los campamentos se coreaba la consigna: Vale quien sirve, servir es un honor. Necesitamos organización, jerarquía, autoridad, ¿pero cómo? La regla de oro es el servicio. Y servir es no buscarse a sí mismo, no pretender protagonismos, es estar en segundo plano, es hacer crecer al otro, es dar la vida. Juan Pablo II, en el documento Ut omnes unum sint , suplicaba que le enseñaran a ejercer el Primado desde esta perspectiva. Desde luego no es difícil recorrer páginas de literatura eclesiástica y ver salpicada la prosa de términos mundanos como príncipe de la Iglesia, púrpura, dignidades, tronos, palacios, escudos, títulos.

La anécdota es reveladora. En el sínodo de Obispos, un prelado del Perú exhorta a sus colegas al abandono de los tratamientos de Excelencia; acaba su parlamento y escucha del eminentísimo moderador: Gracias, Excelencia. Se hicieron eco los periódicos.             

Quede claro que esta actitud de servicio es justa y necesaria para todo seguidor de Jesús. En cualquier cargo o situación puede brotar la vena de la soberbia, de la altanería, de la vanidad, del afán de figurar. Cuidado.

Conrado Bueno Bueno
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)



lunes, 24 de febrero de 2014

"Creo, pero ayúdame porque tengo poca fe”

¡Amor y paz!

El Reino de Dios exige seguidores dominados por la fe que sean capaces de abandonarse en el poder de Dios. Este abandonarse en el poder de Dios no es igual a caer en pasivismo, sino, por el contrario, junto a Dios ser capaces de vivir una nueva humanidad liberada de toda atadura que esclaviza y deshumaniza.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dos los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,14-29.

Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo. El les preguntó: "¿Sobre qué estaban discutiendo?". Uno de ellos le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron". "Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuando estaré con ustedes? ¿Hasta cuando tendré que soportarlos? Tráiganmelo". Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca. Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que está así?". "Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos". "¡Si puedes...!", respondió Jesús. "Todo es posible para el que cree". Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Creo, ayúdame porque tengo poca fe". Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más". El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: "Está muerto". Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?". Él les respondió: "Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración".


 Comentario

El niño que recibe el milagro de Jesús es liberado primeramente de un espíritu inmundo que le causa la epilepsia. Esto ocurre bajo la orden de Jesús: "Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él"... El espíritu inmundo sale, pero deja al niño medio muerto. 

Se hace necesaria una segunda acción de Jesús sobre el muchacho: Jesús lo toma de la mano, lo levanta y él se pone en píe. Para el seguimiento de Jesús no basta con dejar de ser malo. Es necesario, por la misericordia de Dios, llenarse de la fuerza del amor y ponerse de pie, en capacidad de seguir a Jesús. Pero, sobre todo, es necesario tener fe. Por eso el relato presenta una acción transformadora que realiza Jesús en el padre del niño: lo cura de su incredulidad.

La falta de la verdadera fe es la que impide conocer, aceptar, y seguir a Jesús. Por eso Jesús polemiza en diversos niveles: primero con todos, y los llama "generación incrédula"; después con el padre del muchacho, al cual le dice "que todo es posible para el que cree". Y finalmente con sus discípulos, a quien les explica su impotencia para curar: por falta de oración.

Asumamos la fe como una realidad necesaria para todo aquel que quiere vivir fielmente el compromiso del Reino de Dios como Jesús lo vivió.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)