¡Amor y paz!
Continuamos recibiendo los
"signos" que Jesús nos da. Para comprenderlos mejor, hoy incluiremos la 1a. lectura que, junto al salmo y el Evangelio, se proclaman en la Eucaristía diariamente. Esta vez se trata de la Primera carta de Juan, y cuya afirmación más profunda es que Dios nos ha
amado primero y que su amor se ha manifestado en que nos ha enviado a su Hijo
como Salvador de todos.
Todo lo demás es
consecuencia y respuesta. La que insistentemente nos repite la carta es:
«amémonos unos a otros», porque todos somos hijos de ese Dios que ama, y por
tanto hermanos los unos de los otros.
El evangelio, por su
parte, destaca el mejor ejemplo de amor, el de Cristo Jesús, tal como aparece
ya en sus primeras intervenciones como misionero del Reino, y como seguirá a lo
largo de su vida: siempre atiende a los que sufren.
Jesús predica a las
multitudes la Palabra, porque se compadece de ellas. Pero no sólo les predica
sino que las alimenta generosamente. El Movimiento Fratres se ha dedicado hasta
ahora a proclamar el Evangelio. En adelante se ocupará también, a su manera, de
la sanación y el alimento.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes del tiempo de Navidad después de la Epifanía del Señor.
Dios
los bendiga...
Epístola I de San Juan 4,7-10.
Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
Evangelio según San Marcos 6,34-44.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer". El respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Ellos le dijeron: "Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos". Jesús preguntó: "¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver". Después de averiguarlo, dijeron: "Cinco panes y dos pescados". Él les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta. Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente. Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado. Los que comieron eran cinco mil hombres.
Comentario
"Amor",
"amar", son las palabras que resuenan con insistencia en la primera
lectura de hoy. Son palabras tan usadas que ya casi no significan nada, o
significan muchas cosas que no son ni verdadero amor, ni verdadero amar.
Hemos leído una definición
sublime de Dios, no por sublime menos comprensible: "Dios es amor",
un amor operativo, activo, que se ha volcado sobre nuestro mundo necesitado
dándonos la salvación en su hijo Jesucristo, cuyo nacimiento estamos acabando
de celebrar en este tiempo de Navidad y Epifanía. Se nos exhorta a que también
nosotros nos amemos, como Dios nos ama; Él nos ha tomado la delantera, nos ha
amado primero, para movernos a obrar como Él.
No se trata de cumplir
muchas leyes, muchos mandamientos o normas. Se trata simplemente de amar a
nuestros hermanos, de manifestarles nuestro amor en el servicio, como nos ha
servido Dios en su Hijo Jesucristo al cual hizo "propiciación", es
decir, rescate, expiación, perdón, pago y cancelación de nuestros pecados:
aquellos que cometemos contra nuestros hermanos, que son, por eso, pecados
contra nuestro Padre Dios.
En el Evangelio, al igual
que ayer Mateo, hoy Marcos nos presenta a Jesús en plena actividad: predica a las
multitudes la Palabra, porque se apiada de ellas que estaban como ovejas sin
pastor. Pero no solamente les predica sino que las alimenta generosa,
gratuitamente. Palabra y sanación. Palabra y alimento.
Como debemos hacer
nosotros: proclamar el Evangelio, la buena noticia de la salvación que Dios nos
otorga en Jesucristo; y luchar para que la Palabra se haga realidad en una
sociedad más justa, en la cual los hijos de Dios podamos vivir dignamente como
tales.
Claramente se nos dice en
este pasaje que el Evangelio proclamado se debe hacer realidad en la existencia
de quienes lo reciben. Los milagros de Jesús, que tanto nos asombran y nos
intrigan, no son actos de magia para dominar a los demás, son signos de lo que
dicen las palabras: solidaridad, justicia, paz.
La Eucaristía celebrada como un
signo de compartir, de estar unidos, debe hacerse realidad en nuestros pueblos
aquejados de hambre, desempleo, ignorancia, violencia. Este es el
"programa" de Jesús, y debe ser nuestro programa a lo largo del año.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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