lunes, 31 de diciembre de 2012

Todos los que reciben la Palabra pueden llegar a ser hijos de Dios

¡Amor y paz!

Concluye hoy 2012 y comienza un nuevo año. Démosle gracias a Dios por los 365 días que concluyen, por los logros y los fracasos, los sinsabores y las alegrías y pongámonos nuevamente en sus manos para que Él se digne bendecirnos y guiarnos cada día del 2013.

El final del año resuena en nuestra celebración. El evangelio nos muestra a Jesús como punto de referencia único de la historia. Hoy podemos hablar de que todo nuestro tiempo, en la vida humana y en la fe, tiene un único centro y criterio: Jesús.

El evangelio nos invita a contemplar a este Jesús: en él está toda la gracia y el amor de Dios; y esta gracia y amor los hemos visto en su hacerse hombre, en su "carne". Sólo en la vida concreta de este Jesús podemos encontrar la gloria de Dios, el sentido de todo (Josep Lligadas).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 7º. Día de la Octava de Navidad.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre. 
Comentario

Este himno cristológico es muy antiguo. Seguramente ya existía cuando se escribió el evangelio de Juan. Es un himno extensamente estudiado, debatido, explicado. Hoy, sólo nos fijaremos en unos pocos versículos.

Juan, a diferencia de Lucas y Mateo, no pone el origen de Jesucristo directamente relacionado con un "nacimiento maravilloso (Mt 1, 18-25), ni se remonta al primer Adán (Lc 3, 38) sino que afirma el origen de Jesucristo en Dios mismo". Este procedimiento nos quiere señalar no sólo el significado de Jesús para el pueblo elegido, o para la humanidad en general. Su interés es enfatizar el significado definitivo que tiene la existencia de Jesús para toda la humanidad. Jesús nos revela al hombre en su integridad total y absoluta. 

Depende de nuestra decisión el que nos tomemos en serio a ese hombre y lo asumamos como nuestro itinerario vital.

El verbo de Dios, su palabra creadora, se enfrenta a la oscuridad del mundo. Y es un conflicto que no ocurre en el vacío, sino en lo concreto de la historia. La oscuridad del mundo es todo aquel sistema de ideas, organizaciones y realizaciones que empantana la existencia humana y la sumergen en la injusticia y la angustia. La Palabra creadora de Dios viene a desafiar esa situación y a plantear una alternativa definitiva.

Por eso, la existencia de Jesucristo, ilumina nuestra vida con una luz absolutamente novedosa. Esa luz nos permite reconocernos como seres humanos dignos y auténticos. La comunidad humana bajo esta nueva perspectiva no está sometida a la oscuridad que quiere imponer el mundo de la injusticia y la angustia. La Palabra de Dios viene en nuestro rescate y da todo lo que es para alcanzar nuestra liberación.

Ahora, esa lucha definitiva contra el mal ocurre en la historia, en la vida concreta de un ser humano que se enfrentó al absurdo de un mundo hundido en la oscuridad. Esa persona es Jesús de Nazaret. De su vida, historia y presencia continua en nuestras vidas depende el sentido que le demos a la historia de la humanidad, especialmente al futuro. Si queremos que la realidad cambie, no podemos ignorar lo que Dios ha hecho en Jesús por nosotros: ha realizado en la historia la perfección de su creación. Y no en un hombre biológica, intelectual o psíquicamente superior, no. Lo ha hecho en un hombre que nos ha mostrado que el verdadero significado de la humanidad está en Dios. Y un Dios que significa respeto, dignidad, justicia, solidaridad y todos aquellos valores que nos permiten hacernos un juicio correcto de lo que debe constituir el mundo para el ser humano.

Servicio Bíblico Latinoamericano

domingo, 30 de diciembre de 2012

¡Que la luz de Cristo ilumine nuestras familias!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo en que celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José.

Oración

Hoy, Señor, te damos gracias por nuestra familia.

Gracias, Señor, por nuestros padres:
siendo jóvenes quisieron complicarse la vida
y me trajeron al mundo.
Me han colmado de amor
y me han enseñado a amar;
Han llenado mi vida de besos,
de caricias, de cuidados, de regalos...
Y me acompañan dando seguridad a mis años.

Gracias, Señor, por los padres de mis padres, mis abuelos.
Su cariño, su ternura y su paciencia,
sus consejos y relatos
son la mejor reserva de felicidad.

Gracias, Señor, por nuestros hijos,
que son tuyos, pues son tu bendición a nuestro amor.
Haz que crezcan sanos,
que aprendan y que jueguen y sean felices.
Ellos son la ilusión de nuestra vida, nuestro gozo.

Gracias por los tíos y primos y parientes:
todos nos hacen sentir unidos,
acompañados, arraigados y seguros.

Ayúdanos, Señor,
a crecer en el amor y repartirlo,
a crecer en experiencia y compartirla.

Conserva nuestras familias unidas en el amor,
para que entre todas
construyamos el mundo sobre la solidaridad. 

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 2,41-52. 
Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres. 
Comentario

Hoy contemplamos, como continuación del Misterio de la Encarnación, la inserción del Hijo de Dios en la comunidad humana por excelencia, la familia, y la progresiva educación de Jesús por parte de José y María. Como dice el Evangelio, «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

El libro del Siracida, nos recordaba que «el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole» (Si 3,2). Jesús tiene doce años y manifiesta la buena educación recibida en el hogar de Nazaret. La sabiduría que muestra evidencia, sin duda, la acción del Espíritu Santo, pero también el innegable buen saber educador de José y María. La zozobra de María y José pone de manifiesto su solicitud educadora y su compañía amorosa hacia Jesús.

No es necesario hacer grandes razonamientos para ver que hoy, más que nunca, es necesario que la familia asuma con fuerza la misión educadora que Dios le ha confiado. Educar es introducir en la realidad, y sólo lo puede hacer aquél que la vive con sentido. Los padres y madres cristianos han de educar desde Cristo, fuente de sentido y de sabiduría.

Difícilmente se puede poner remedio a los déficits de educación del hogar. Todo aquello que no se aprende en casa tampoco se aprende fuera, si no es con gran dificultad. Jesús vivía y aprendía con naturalidad en el hogar de Nazaret las virtudes que José y María ejercían constantemente: espíritu de servicio a Dios y a los hombres, piedad, amor al trabajo bien hecho, solicitud de unos por los otros, delicadeza, respeto, horror al pecado... Los niños, para crecer como cristianos, necesitan testimonios y, si éstos son los padres, esos niños serán afortunados.

Es necesario que todos vayamos hoy a buscar la sabiduría de Cristo para llevarla a nuestras familias. Un antiguo escritor, Orígenes, comentando el Evangelio de hoy, decía que es necesario que aquel que busca a Cristo, lo busque no de manera negligente y con dejadez, como lo hacen algunos que no llegan a encontrarlo. Hay que buscarlo con “inquietud”, con un gran afán, como lo buscaban José y María.

Rev. D. Joan Antoni Mateo i García (La Fuliola-Lleida, España)

sábado, 29 de diciembre de 2012

Jesús es luz para todos los pueblos de la tierra

¡Amor y paz!

El evangelio nos trae nuevamente ecos de la Navidad. Jesús nos aparece plenamente encarnado en la condición humana: es un niño que tiene que ser llevado en brazos como cualquier otro niño, y su familia ha de someterse a la Ley como toda familia. Y es pobre: hace la ofrenda de los pobres.

En esta condición humana normal, somos llamados a reconocer, como Simeón, al Salvador de todos los pueblos. Eso quiere decir que Jesús es la luz de nuestra vida, y que vale la pena creer en él; que el camino de la salvación está en el Evangelio, en lo que Jesús dirá y hará; y que vale la pena hacer conocer esta luz a todo el mundo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º. día de la Octava de Navidad.

Dios los bendiga..

Evangelio según San Lucas 2,22-35.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos". 
Comentario

En la lectura del evangelio de san Lucas que acabamos hacer, Simeón exclama lleno de alegría: "mis ojos han visto a tu salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel". Cristo es la luz del mundo, por su palabra de fraternidad y de reconciliación, no solo para Israel, el pueblo al cual perteneció por sus orígenes humanos, sino para todos los pueblos de la tierra, como dice el anciano Simeón.

San Lucas es el único evangelista que nos presenta esta solemne escena de la presentación de Jesús recién nacido en el templo de Jerusalén. Aparentemente sus padres lo llevaron allí para cumplir las minuciosas prescripciones de la ley mosaica: la purificación de la madre, después del parto, y el pago del rescate por el nacimiento de su hijo primogénito, pues los primogénitos pertenecían a Dios según la ley, y debían ser rescatados con la oferta de ciertos animales. Pero el Espíritu de Dios tenía otros planes: apenas atravesando los portales del templo salió al encuentro de los padres de Jesús un anciano que, por la manera como es descrito, representa a los profetas y a los justos del Antiguo Testamento que durante tantos siglos esperaron el cumplimiento de las promesas divinas. Simeón bendice a Dios que ha cumplido su Palabra, ha enviado a su Mesías, al salvador del mundo. Ahora puede morir en paz. Simeón bendice también a los padres del niño, solo que el Espíritu lo mueve a anunciarles algo del destino doloroso que les espera, al niño y a la madre: el uno será objeto de contradicción, como una bandera que se disputan ejércitos enemigos; la madre sentirá que una espada le traspasa el alma.

Contemplando esta escena caemos en la cuenta de que la Navidad no es un juego infantil, una mera ocasión para jolgorios. El niño a quien cantamos villancicos para que duerma plácidamente se convertirá en todo un hombre, abandonará su casa, su familia, su trabajo, para asumir su destino, su vocación. Proclamará a los cuatro vientos su mensaje: el Evangelio, la buena noticia del amor de Dios por los pobres, los pequeños, los pecadores. Y será condenado por los poderosos del mundo a una muerte vergonzosa. Con él estamos comprometidos a ser sus discípulos, a seguirlo cargando con su cruz. En la firme esperanza de que Dios, que lo resucitó a él de entre los muertos, también nos dará a sus fieles la vida eterna. Así ponemos, a la luz de las lecturas de este día, una nota de seriedad a estas celebraciones que pueden pasar, incluso para nosotros los cristianos, en medio de la inconsciencia y la vanidad.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

viernes, 28 de diciembre de 2012

La Navidad nos empieza a exigir

¡Amor y paz!

Querer celebrar hoy solamente un acontecimiento de pocas probabilidades históricas es algo infantil. Pensar que Dios haya querido que mueran niños víctimas del odio de Herodes es además, quizá, morboso. Sobre todo cuando hoy se registran matanzas de inocentes con mucha más crueldad que la que nos asombra de Herodes (Recuérdese no más la reciente masacre de niños en Estados Unidos).

Hoy, en nuestra Latinoamérica abandonada de la justicia, mueren miles de niños víctimas de la pobreza, del maltrato, de la enfermedad.

Cuando hicimos regalos en la Nochebuena, ¿nos acordamos de los niños que no pueden celebrar la Navidad? ¿Compartimos algo de cariño o algún detalle con ellos? Nunca será tarde.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes en que celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, Mártires.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 2,13-18.
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo. Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen. 
Comentario

a) Sea cual sea la exacta historicidad de la huida a Egipto y del episodio de los niños de Belén, muy creíble dada la envidia y maldad del rey Herodes, el pasaje de Mateo nos ayuda a entender toda la profundidad del nacimiento del Mesías. Es la oposición de las tinieblas contra la luz, de la maldad contra el bien. Se cumple lo que Juan dirá en su prólogo: «vino a su casa y los suyos no le recibieron».

Seguramente Mateo quiere establecer también un paralelo entre Moisés liberado de la matanza de los niños judíos en Egipto, y Jesús, salvado de la matanza de los niños por parte de Herodes. Los dos van a ser liberadores de los demás: del pueblo de Israel y de toda la humanidad. Pero antes son liberados ellos mismos.

Los niños de Belén, sin saberlo ellos, y sin ninguna culpa, son mártires. Dan testimonio «no de palabra sino con su muerte». Sin saberlo, se unen al destino trágico de Jesús, que también será mártir, como ahora ya empieza a ser desterrado y fugitivo, representante de tantos emigrantes y desterrados de su patria. El amor de Dios se ha manifestado en la Navidad. Pero el mal existe, y el desamor de los hombres ocasiona a lo largo de la historia escenas como ésta y peores.

De nuevo la Navidad se vincula con la Pascua. En el Nacimiento ya está incluida la entrega de la Cruz. Y en la Pascua sigue estando presente el misterio de la Encarnación: la carne que Jesús tuvo de la Virgen María es la que se entrega por la salvación del mundo.

b) El evangelio nos interpela. José y María empiezan a experimentar que los planes de Dios exigen una disponibilidad nada cómoda. La huida y el destierro no son precisamente un adorno poético en la historia de la Navidad.

El sacrificio de estos niños inocentes y las lágrimas de sus madres se convierten en símbolo de tantas personas que han sido injustamente tratadas por la maldad humana y han sufrido y siguen sufriendo sin ninguna culpa.
Desde el acontecimiento de la Pascua de Cristo, todo dolor es participación en el suyo, y también en el destino salvador de su muerte, la muerte del Inocente por excelencia.

¿Aceptamos el esfuerzo y la contradicción en el seguimiento de Cristo? ¿Sabemos apreciar la lección de reciedumbre que nos dan tantos cristianos que siguen fieles a Dios en medio de un mundo que no les ayuda nada?

También nosotros, como los niños de Belén, debemos dar testimonio de Dios con las obras y la vida, más que con palabras bonitas.

c) Nuestra celebración eucarística comienza normalmente con un acto penitencial: nos presentamos con humildad ante Dios y nos reconocemos débiles, pecadores, y le pedimos que nos purifique interiormente antes de escuchar su palabra y celebrar su sacramento. Y lo hacemos con confianza, porque vamos a participar de ese Cristo Jesús que es «el que quita el pecado del mundo».

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 .Págs. 116 ss.

jueves, 27 de diciembre de 2012

“Él también vio y creyó”

¡Amor y paz!

El evangelio nos presenta lo que es fundamental de los apóstoles: seguidores de Jesús, testigos de la resurrección, creyentes en Jesús resucitado y en todo su camino. Hoy, mientras contemplamos al Niño de Belén, somos invitados a vivir esta misma fe plena.

Juan, en sus escritos, nos habla del amor-comunión de Dios con nosotros, y del amor que hemos de tener a los hermanos. Que la fiesta de hoy nos ayude a revivirlo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves en que la Iglesia celebra la Fiesta de San Juan, apóstol y evangelista.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 20,2-8.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Comentario

a) Juan, el evangelista, el anunciador de la Buena Noticia.

Él lo hizo con los importantes escritos que se le atribuyen: el evangelio, las tres cartas y el Apocalipsis. Gracias a su testimonio, miles y millones de personas a lo largo de dos mil años han entendido mejor el misterio del Dios hecho hombre, que luego se entregó en la Cruz para la salvación de la humanidad y, resucitado de entre los muertos, está presente en la vida de su Iglesia a lo largo de la historia.

b) ¿Somos nosotros evangelistas de esta buena noticia en nuestro mundo? ¿Somos apóstoles, o sea, enviados?

No hace falta ser obispos o sacerdotes, ni saber escribir libros como el Apocalipsis, para ser buenos testigos de Cristo. Precisamente en los primeros días fueron las mujeres, y en concreto la Magdalena, las verdaderas evangelistas: fueron apóstoles para con los apóstoles, porque fueron ellas las que creyeron en Jesús Resucitado y fueron a anunciarlo a los apóstoles.

c) Lo que sí hace falta para ser evangelizadores es ser antes evangelizados nosotros mismos. Estar convencidos de esa gran noticia del amor de Dios que Juan nos va a ir repitiendo en su carta. La primera pregunta que nos debamos hacer hoy, al leer el inicio de la carta de Juan, es si de veras vivimos en comunión con ese Dios y estamos dispuestos a sacar todas las consecuencias que él nos pida.

En la bendición solemne de la Navidad, el sacerdote nos desea: «el que encomendó al ángel anunciar a los pastores la gran alegría del nacimiento del Salvador, os llene de gozo y os haga también a vosotros mensajeros del Evangelio».

Y en la de la fiesta de la Epifanía, igualmente: «a todos vosotros, fieles 
seguidores de Cristo, os haga testigos de la verdad ante los hermanos».

El testimonio de los ángeles, el de los magos, el de Esteban y hoy el del apóstol Juan: estimulas para que en esta Navidad también cada uno de nosotros sea un mensajero del amor de Dios.

Hoy más que nunca, las personas que nos rodean sólo entienden el lenguaje de un testimonio vital, no hecho de discursos, sino de obras.

d) Cada Eucaristía es experiencia de Navidad y de Pascua: de un Dios hecho hermano nuestro, que se nos da él mismo como alimento desde su existencia pascual.

Cada Eucaristía debería ser, por tanto, motor y estimulo de una jornada vivida en comunión con ese Cristo, para difundir su luz entre nuestros hermanos.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 .Págs. 112 ss.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

¡Decidámonos entre la luz y las tinieblas!

¡Amor y paz!

Tres festividades de santos siguen inmediatamente a la de Navidad: San Esteban, San Juan, los santos Inocentes. San Esteban fue el primer mártir, el primero en seguir verdaderamente a su maestro llevando la cruz, como otro Cristo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles en que la Iglesia celebra la fiesta de San Esteban, primer mártir.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 10,17-22.
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. 
Comentario

El Niño del pesebre extiende sus bracitos, y su sonrisa parece decir ya lo que más tarde pronunciarán los labios del hombre: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré.” (Mt 11,28)... ¡Sígueme! así dicen las manos del Niño, como más tarde lo harán los labios del hombre. Así hablaron al discípulo que el Señor amaba y que ahora también pertenece al séquito del pesebre. Y San Juan, el joven con un limpio corazón de niño, lo siguió sin preguntar a dónde o para qué. Abandonó la barca de su padre (Mt 4,22) y siguió al Señor por todos sus caminos hasta la cima del Gólgota (Jn 19,26).

  ¡Sígueme!- esto sintió también el joven Esteban. Siguió al Señor en la lucha contra el poder de las tinieblas, contra la ceguera de la obstinada incredulidad, dio testimonio de Él con su palabra y con su sangre, lo siguió también en su espíritu, espíritu de Amor que lucha contra el pecado, pero que ama al pecador y que, incluso estando muriendo, intercede ante Dios por sus asesinos.

    Son figuras luminosas que se arrodillan en torno al pesebre: los tiernos niños inocentes, los confiados pastores, los humildes reyes, Esteban, el discípulo entusiasta, y Juan, el discípulo predilecto. Todos ellos siguieron la llamada del Señor. Frente a ellos se alza la noche de la incomprensible dureza y de la ceguera: los escribas, que podían señalar el momento y el lugar donde el Salvador (Mt 2,5) del mundo habría de nacer, pero que fueron incapaces de deducir de ahí el “Venid a Belén”; el rey Herodes que quiso quitar la vida al Señor de la Vida. Ante el Niño en el pesebre se dividen los espíritus. Él es el Rey de los Reyes y Señor sobre la vida y la muerte. El pronuncia su ¡sígueme!, y el que no está con Él está contra EÉ (Mt 12,30). Él nos habla también a nosotros y nos coloca frente a la decisión entre la luz y las tinieblas.  

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, filosofa, mártir, copatrona de Europa El misterio de Navidad, Obras completas IV, 232, ed. Monte Carmelo
©Evangelizo.org 2001-2012 

martes, 25 de diciembre de 2012

¡Felices pascuas de Navidad!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este día de la solemne celebración del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 1,1-18. 

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

Comentario

*¡FELICES PASCUAS! Ningún saludo mejor para esta mañana que el tradicional de estos días: ¡Felices Pascuas! Felicitémonos y comuniquemos a todos nuestro gozo. Y que estos buenos deseos, esta buena voluntad perdure siempre y se vaya haciendo realidad. Ninguna fiesta cristiana ha marcado como ésta la historia y posiblemente nuestra propia experiencia. Las navidades ocupan un puesto de excepción en el calendario y en la vida. En estos días nos sentimos especialmente contentos, y hasta nos parece descubrir sentimientos análogos en los demás. El mundo y la vida nos parecen distintos. Las vacaciones, las fiestas, los regalos, las compras, las reuniones familiares y entre amigos... Todo contribuye a hacer de las navidades una época maravillosa en el año.

*HOY ES NAVIDAD. Pero podría suceder, amigos míos, que las navidades nos impidieran descubrir el sentido profundo de la Navidad. Porque puede ocurrir que los insistentes reclamos de la publicidad y de la propaganda empañen el mensaje del evangelio. Y puede ocurrir también que las infinitas expectativas de la sociedad de consumo entibien la esperanza y sofoquen la caridad y el sentido de la justicia y de la igualdad. Nosotros celebramos la Navidad, un acontecimiento más allá de todos los incentivos navideños. Celebramos el nacimiento del niño Jesús, el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Celebramos el hecho insólito de que Dios se haya hecho uno de nosotros y esté con nosotros y entre nosotros. Tenemos su palabra, su ejemplo, su sacramento. Está aquí.

*NAVIDAD ES EL PRINCIPIO. El nacimiento de Jesús no es sólo el punto de partida de un nuevo calendario casi universal, sino el primer paso de una nueva historia, que es la historia de la salvación del mundo, a pesar de todo. Quizás pueda parecernos muy lenta la marcha de esta historia de salvación. Buena parte de culpa en esa lentitud radica en nosotros, en nuestra tibieza en aceptar y seguir el evangelio de Jesús. Pero la salvación avanza, a pesar de que nuestra historia sigue teñida de sangre, de violencia, de injusticia, de destrucción y de temores. No hace falta insistir en lo que de todos es conocido: que el hombre viene venciendo innumerables obstáculos de escasez y de enfermedad para hacer cada vez más amable la vida. La ciencia y la técnica, el trabajo y la política, todo y todos se han esforzado en este sentido. Pero todo ha sido y sigue siendo poco. Lo cierto es que queda todavía mucho por hacer.

*NAVIDAD DEBE SER UN PASO ADELANTE. La celebración cristiana de la Navidad, el auténtico sentido de la Navidad, no se detiene en el recuerdo nostálgico de lo que pasó en aquel tiempo, sino que es memoria y coraje para sacar adelante en este tiempo el espíritu y el cambio queridos por Jesús y manifestados en el evangelio. Lo que Cristo hizo, es lo que tenemos que seguir. La misión de Cristo es la de los cristianos. Tenemos que salvar el mundo. Salvar el mundo es, sobre todo, poner a salvo a los hombres, liberarlos de la ignorancia, de la impotencia, de la opresión y de la injusticia, que los condena a la pobreza y al hambre. Pero salvar el mundo es también, hoy lo reconocemos fácilmente, poner el mundo, las cosas y la vida fuera del alcance de la explotación, la contaminación y la destrucción. Salvar el mundo es humanizarlo, construirlo a la altura y al servicio del hombre, de todos sin excepción, respetando y conservando la naturaleza. Salvar el mundo es disfrutarlo de acuerdo con la voluntad de Dios.

*¡FELIZ NAVIDAD! Dios se ha hecho hombre en Jesús para reconducir la evolución, manipulada y estropeada por la codicia de los hombres. Jesús nos ha enseñado que la salvación no está en la riqueza, ni en el poder, ni en la violencia, ni en la desigualdad. Siendo Dios, se hace hombre, uno cualquiera. Nace de una familia humilde, en soledad y pobreza, sin protocolos ni solemnidades cortesanas, sólo un niño, indefenso, impotente, accesible y amable. El amor será su praxis y su predicación, su lema y su ley. También la causa de su muerte, pero por eso la gloria de la resurrección. El amor es el mensaje de Navidad, el amor es la tarea a renovar cada Navidad. Si así lo creemos y hacemos, ¡Feliz Navidad! Y no será sólo un buen deseo, una expresión de buena voluntad, sino una hermosa y feliz realidad.

EUCARISTÍA 1990, 60

lunes, 24 de diciembre de 2012

¡Bendito seas, Señor!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este lunes anterior a la gran celebración del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,67-79

Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo y profetizó diciendo:
«Bendito el Señor Dios de Israel
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y nos ha suscitado una fuerza salvadora
en la casa de David, su siervo,
como lo había prometido desde antiguo,
por boca de sus santos profetas,
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian
teniendo misericordia con nuestros padres
y recordando su santa alianza
el juramento que juró
a Abrahán nuestro padre,
de concedernos que, libres de manos enemigas,
podamos servirle sin temor
en santidad y justicia
en su presencia todos nuestros días.
Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo,
pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos
y dar a su pueblo el conocimiento de la salvación
mediante el perdón de sus pecados,
por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
que harán que nos visite una Luz de lo alto,
a fin de iluminar a los que habitan
en tinieblas y sombras de muerte
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»

3) Reflexión

• El Cántico de Zacarías es uno de los muchos cánticos de las comunidades de los primeros cristianos, que hasta hoy están esparcidos por los escritos del Nuevo Testamento: en los evangelios (Lc 1,46-55; Lc 2,14; 2,29-32), en las cartas paulinas (1Cor 13,1-13; Ef 1,3-14; 2,14-18; Fil 2,6-11; Col 1,15-20) y en el Apocalipsis (1,7; 4,8; 11,17-18; 12,10-12; 15,3-4; 18,1 hasta 19,8). Estos cánticos nos dan una idea de cómo era la vivencia de la fe y de la liturgia semanal en aquellos primeros tiempos. Dejan entrever una liturgia que era, al mismo tiempo, celebración del misterio, profesión de fe, animación de la esperanza y catequesis.

• Aquí en el Cántico de Zacarías, los miembros de aquellas primeras comunidades, casi todos judíos, cantan la alegría de haber sido visitados por la bondad de Dios que, en Jesús, vino a realizar las promesas. El cántico tiene una bonita estructura, bien elaborada. Parece una lenta subida que lleva a los fieles hasta lo alto de la montaña, de donde observan el camino recorrido desde Abrahán (Lc 1,68-73), experimentan el comienzo de la realización de las promesas (Lc 1,74-75) y de allí miran hacia delante previendo el camino que tiene que recorrer el niño Juan hasta el nacimiento de Jesús; el sol de justicia que viene a preparar para todos el camino de la Paz (Lc 76-79).

• Zacarías comienza alabando a Dios porque ha visitado y redimido a su pueblo (Lc 1,68) y ha suscitado a un poderoso salvador en la casa de David su siervo (Lc 1,69) como había prometido por boca de los profetas (Lc 1,70). Y describe en qué consiste esta salvación poderosa: salvarnos de todos nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian (Lc 1,71). Esta salvación es el resultado, no de nuestro esfuerzo, sino de la bondad misericordiosa de Dios mismo que se acordó de su alianza sagrada y del juramento hecho a Abrahán; nuestro padre (Lc 1,72). Dios es fiel. Este es el fundamento de nuestra seguridad.

• Seguidamente Zacarías describe en qué consiste el juramento de Dios a Abrahán: es la esperanza de “que, libres de nuestros enemigos, podamos vivir sin temor, en santidad y justicia, en presencia de Dios, todos los días de nuestra vida”. Este era el gran deseo de la gente de aquel tiempo y sigue siendo el gran deseo de todos los pueblos de todos los tiempos: vivir en paz, sin miedo, sirviendo a Dios y al prójimo, en santidad y justicia, todos los días de nuestra vida. Este es lo alto de la montaña, el punto de llegada, que apareció en el horizonte con el nacimiento de Juan (Lc 1,73-75).

• Ahora la atención del cántico se dirige a Juan, al niño que acaba de nacer. El será el profeta del Altísimo, porque irá delante del Señor preparándole el camino, capacitando a su pueblo para conocer la salvación para el perdón de los pecados (Lc 1,76-77). Aquí tenemos una alusión clara a la profecía mesiánica de Jeremías que decía: “Ya no tendrá que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: "Conozcan a Javé". Porque todos, grandes y pequeños, meconocerán, oráculo de Javé, porque yo habré perdonado su culpa y no me acordaré más de su pecado” (Jer 31,34). En la Biblia, “conocer” es sinónimo de “experimentar”. El perdón y la reconciliación nos hacen experimentar la presencia de Dios.

• Todo esto será fruto de la acción misericordiosa del corazón de nuestro Dios y se realizará plenamente con la venida de Jesús, el sol que viene de lo alto para iluminar todos los que están en tinieblas y sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por los caminos de la Paz (Lc 1,78-79).

4) Para la reflexión personal

• Hay veces que es bueno leer el cántico como si fuera por primera vez para poder descubrir en él toda la novedad de la Buena Nueva de Dios.

• ¿Has experimentado alguna vez la bondad de Dios? ¿Has experimentado alguna vez el perdón de Dios?

5) Oración final

Cantaré por siempre el amor de Yahvé,
anunciaré tu lealtad de edad en edad.
Dije: «Firme está por siempre el amor,
en ellos cimentada tu lealtad. (Sal 89,2-3)

(El sitio web oficial de los Carmelitas)

domingo, 23 de diciembre de 2012

“¡Dichosa tú que has creído!”

¡Amor y paz!

La alabanza hacia María es doble: como madre del Señor y como creyente. Quedan reunidas aquí las dos bendiciones que encontramos en Lc 11, 27-28: una en boca de una mujer sobre la maternidad y la otra de Jesús sobre los que creen. Igualmente se acentúan en toda la escena los aspectos de gozo y de felicidad como señales del nuevo tiempo mesiánico que empieza (Joan Naspleda).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este IV Domingo de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,39-45.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Dichosa tú por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". 
Comentario

No sé si habrá sido cierto o no, pero cuentan que en un vuelo trasatlántico, un venerable sacerdote, que regresaba de una peregrinación a tierra santa, entabló conversación con su vecino de asiento. La charla estuvo muy animada y duró gran parte del viaje. Cuando el viajero desconocido supo que el sacerdote era el cura párroco de una conocida parroquia  en la ciudad donde él iba a estar unos días de trabajo, le ofreció ir el domingo a cantar en la misa mayor. El cura se excusó diciéndole que tenían un coro muy bien organizado y que no veía conveniente desplazarlo de sus funciones precisamente en la eucaristía más concurrida de toda la semana. Agradeció la gentileza del viajero, pero rechazó la oferta.

Al llegar al aeropuerto de su ciudad, después de haber hecho el proceso de migración y de haber recogido las maletas, el sacerdote salió del aeropuerto y vio a su vecino de asiento respondiendo a una multitud de periodistas con cámaras fotográficas y de televisión y toda clase de micrófonos. Picado por la curiosidad sobre la identidad de su compañero de vuelo, se acercó al primer transeúnte que se le cruzó y le preguntó si por casualidad sabía quién era ese señor que estaban entrevistando; “–Claro que se quién es. Se trata de un famoso tenor que viene a la ciudad a ofrecer una serie de conciertos. Se llama Luciano Pavarotti”.

Poco después de que María dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí, según tu palabra”, ella salió “de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea” a visitar a su prima Isabel, que estaba esperando a Juan el Bautista. Este encuentro sencillo de amistad, marcado por la acción de Dios en ambas mujeres, refleja la confianza de la Virgen María en la promesa que había recibido de parte de Dios. Ella creyó en la promesa que se le hizo de que sería la Madre del Salvador: “El ángel le dijo: –María no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo, y Dios el Señor lo hará Rey, como a su antepasado David, para que reine por siempre sobre el pueblo de Jacob. Su reinado no tendrá fin” (Lucas 1, 30-33).

Una promesa como esta no es fácil de creer. Por eso, su prima Isabel le dijo: “–¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!”.

Pidamos para que en este tiempo de Adviento, crezca en nosotros esa esperanza en que las promesas del Señor se cumplirán. Que el Señor no permita que nos contagiemos de la desconfianza que pulula hoy por todas partes. Las promesas que hemos escuchado en este tiempo son incontables. 

La pregunta es si las hemos escuchado como promesas electoreras que no entusiasman, o como promesas del Señor que siempre cumple su palabra. Porque nos puede pasar lo que le pasó al sacerdote de la historia, que se queda sin escuchar a Pavarotti por no confiar en lo que le ofrecían.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 22 de diciembre de 2012

El cántico de María, para orar, meditar y llevar a la práctica

¡Amor y paz!

Después de escuchar las alabanzas de su prima Isabel, María entona un cántico de admiración, alegría y gratitud a Dios, el Magníficat, que la Iglesia ha seguido cantando generación tras generación y, concretamente, en el oficio de Vísperas, de la Liturgia de las Horas (que pueden conseguir y rezar diariamente en este blog).

Sin embargo, no basta con cantar el Magníficat reiteradamente, sino que hay que meditarlo y hacerlo vida. De tal manera, no se puede decir que alguien vive con lealtad la fe cuando, aparentando una cercanía al Señor, destruye, oprime, explota a los pobres y hace sufrir a los demás. Quien no causa males sino, por el contrario, sale al encuentro de los que sufren para remediárselos, quien verdaderamente trata a ‘los demás’ como sus hermanos, es digno de ser llamado hijo de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la feria de Adviento, en la semana antes de la Navidad (dic. 22).

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,46-56.
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. 
Comentario

Dios no actúa conforme a los criterios humanos. Él no se deja impresionar por nadie, pues el hombre ve a lo externo, pero Dios ve el corazón. A quienes el Señor ha elegido, Él los santifica y les muestra su amor y su misericordia. Hay algunos que han destruido la esperanza de quienes viven en condiciones de pobreza, de enfermedad, de edad avanzada.

El Señor, como el Buen Pastor, ha salido al encuentro, no sólo de la oveja descarriada, sino también de la enferma, de la coja, de la ciega; al buscarla para cargarla sobre sus hombros de vuelta al redil, está dándonos a saber que se ha puesto de parte de los que sufren y de los pecadores.

Él quiere que todos lleguemos a la salvación; por eso nadie puede atraparla como propia y exclusiva; y si el Señor ha querido confiársela a su Iglesia no es para que la encierre, ni para que la distribuya entre quienes crea más conveniente o entre quienes piense que sacará de ellos más partido económico o de poder. Esa clase de poderosos, mercaderes de la religión, serán destronados de su poder malsanamente utilizado, y sólo serán reconocidos como hijos de Dios y portadores de su Gracia aquellos que aprendan a ser misericordiosos como Dios lo ha sido con nosotros. 

Efectivamente sólo los humildes, los hambrientos y los misericordiosos serán exaltados por el mismo Dios, quien los hará participar de la Vida y de la Gloria de su mismo Hijo.

Dios nos ha convocado, sin distinción de razas o de condiciones sociales, en torno suyo, como sus hijos a quienes sólo une el Espíritu de Amor, y que nos hace vivir en el amor fraterno. A pesas de nuestras miserias, tal vez demasiado grandes, el Señor nos ha manifestado su amor misericordioso. Él, hecho uno de nosotros, ha salido a nuestro encuentro para perdonarnos, para levantarnos de nuestras miserias y para hacernos hijos de Dios, uniéndonos a Él en comunión de vida. Este es el misterio de salvación que celebramos en la Eucaristía. Por eso tratemos de no vivir separados de Cristo, sino consagrados a Él de por vida.

Dios nos ha puesto a nosotros como un signo de su amor misericordioso para todos los hombres de todos los tiempos y lugares. La Iglesia continúa en la historia la obra salvadora de Dios, no por sí misma, sino por vivir unida en alianza nueva y definitiva con su Señor. El Dios-con-nosotros sigue, así, saliendo como salvador y lleno de misericordia de generación en generación. 

El cántico de María no sólo debe ser meditado, sino hecho vida en el seno de la Iglesia de Cristo como un cántico programático de salvación. Por eso no podemos decir que se viva con lealtad la fe cuando aparentando una cercanía al Señor se viva destruyendo, oprimiendo, haciendo sufrir a los demás o explotando a los pobres. Si en verdad queremos vivir nuestra fe en Cristo tratemos de salir al encuentro de los que sufren para remediar sus males, y al encuentro de los pecadores para hacerles llegar la salvación que Dios nos ha confiado para que la distribuyamos hasta los últimos confines de la tierra y del tiempo.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir amando a nuestro prójimo como nosotros hemos sido amados por Dios, de tal forma que a nadie le tratemos con signos de maldad ni de muerte, sino que nos preocupemos de hacerles el bien para que, desde nosotros, conozcan el amor misericordioso de Dios, que se ha acercado al hombre para liberarlo del pecado y de la muerte, y para conducirlo a la posesión de los bienes definitivos. Amén.