¡Amor y paz!
Tres festividades de
santos siguen inmediatamente a la de Navidad: San Esteban, San Juan, los santos
Inocentes. San Esteban fue el primer mártir, el primero en seguir verdaderamente
a su maestro llevando la cruz, como otro Cristo.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles en que la Iglesia
celebra la fiesta de San Esteban, primer mártir.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 10,17-22.
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Comentario
El Niño del pesebre
extiende sus bracitos, y su sonrisa parece decir ya lo que más tarde
pronunciarán los labios del hombre: “Venid a mí todos los que estáis fatigados
y agobiados, y yo os aliviaré.” (Mt 11,28)... ¡Sígueme! así dicen las manos del
Niño, como más tarde lo harán los labios del hombre. Así hablaron al discípulo
que el Señor amaba y que ahora también pertenece al séquito del pesebre. Y San
Juan, el joven con un limpio corazón de niño, lo siguió sin preguntar a dónde o
para qué. Abandonó la barca de su padre (Mt 4,22) y siguió al Señor por todos
sus caminos hasta la cima del Gólgota (Jn 19,26).
¡Sígueme!-
esto sintió también el joven Esteban. Siguió al Señor en la lucha contra el
poder de las tinieblas, contra la ceguera de la obstinada incredulidad, dio
testimonio de Él con su palabra y con su sangre, lo siguió también en su
espíritu, espíritu de Amor que lucha contra el pecado, pero que ama al pecador
y que, incluso estando muriendo, intercede ante Dios por sus asesinos.
Son
figuras luminosas que se arrodillan en torno al pesebre: los tiernos niños
inocentes, los confiados pastores, los humildes reyes, Esteban, el discípulo
entusiasta, y Juan, el discípulo predilecto. Todos ellos siguieron la llamada
del Señor. Frente a ellos se alza la noche de la incomprensible dureza y de la
ceguera: los escribas, que podían señalar el momento y el lugar donde el
Salvador (Mt 2,5) del mundo habría de nacer, pero que fueron incapaces de
deducir de ahí el “Venid a Belén”; el rey Herodes que quiso quitar la vida al
Señor de la Vida. Ante el Niño en el pesebre se dividen los espíritus. Él es el
Rey de los Reyes y Señor sobre la vida y la muerte. El pronuncia su ¡sígueme!,
y el que no está con Él está contra EÉ (Mt 12,30). Él nos habla también a nosotros
y nos coloca frente a la decisión entre la luz y las tinieblas.
Santa
Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza,
filosofa, mártir, copatrona de Europa El misterio de Navidad, Obras completas IV, 232, ed. Monte Carmelo
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