lunes, 28 de febrero de 2011

Entonces, ¿quién puede salvarse?

¡Amor y paz!

Jesús es coherente. Lo es en el texto del Evangelio de ayer, según San Mateo, como en el de hoy, según san Marcos. Ayer, el Señor nos dijo: “Buscad primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”; hoy, “Vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo”. Ya lo había dicho antes cuando la primera llamada a sus discípulos (Mc 1, 18-19): "Venid y seguidme... dejando enseguida sus redes... dejando a su padre en la barca..”. Fue la primera instrucción a los discípulos al enviarlos en misión (Mc 6, 8): "les ordenó no tomar nada para el camino, ni pan, ni saco, ni dinero en el cinturón..." Fue la primera consecuencia que había que sacar del primer "anuncio de la Pasión" (Mc8, 34): "si alguno quiere venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo...No hay términos medios ni aguas tibias. Le damos la máxima importancia al ser o al tener, a Dios o al dinero.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la VIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 10,17-27. 
Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?".  Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible". 
Comentario

a) Jesús se encuentra con un joven que quiere «heredar la vida eterna» y entabla con él un diálogo lleno de buena intención y de psicología.

El joven parece sincero. ¿Tal vez un poco demasiado seguro de su bondad: «todo eso lo he cumplido desde pequeño»? Jesús le mira con afecto, con esa mirada que tanto impresionó a sus discípulos: la mirada de afecto al joven de hoy o la de ira a los que no querían ayudar al enfermo en sábado, o la de perdón a Pedro después de su negación. Al joven le propone algo muy radical: «una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme». El joven se retira pesaroso. No se atreve a dar el paso.

Jesús saca la lección: los ricos, los que están demasiado apegados a sus bienes, no pueden acoger el Reino: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja...».

b) Es una escena simpática: un joven inquieto que busca caminos y quiere dar un sentido más pleno a su vida.

Pero el diálogo, que prometía mucho, acaba en un fracaso. Tampoco Jesús consigue todo lo que quiere en su predicación, porque respeta con delicadeza la libertad de las personas. Algunos le siguen a la primera, dejándolo todo, como los apóstoles. Otros se echan atrás. Jesús se debió quedar triste. Había puesto su cariño en aquel joven. Más tarde mirará con tristeza a la higuera estéril, que es Israel. Y a los que han convertido el Templo en cueva de ladrones. El joven se convirtió en símbolo del pueblo elegido de Dios que, llegado el momento, no quiso aceptar el mensaje del Mesías. No tuvo fácil su misión Jesús de Nazaret. Aunque tal vez así nos anima más a nosotros si tampoco tenemos resultados muy halagüeños en nuestra misión educativa o familiar o eclesial.

Es que Jesús no pide «cosas», sino que pide la entrega absoluta. No se trata de «tener» o no tener, sino de «ser» y «seguir» vitalmente: «que cargue con su cruz cada día y me siga», «el que quiera guardar su vida, la perderá». A todos nos cuesta renunciar a lo que estamos apegados: las riquezas o las ideas o la familia o los proyectos o la mentalidad.

Cuando estamos llenos de cosas, menos agilidad para avanzar por el camino. El atleta que quiera correr con una maleta a cuestas conseguirá pocas medallas. Es el ejemplo que nos dio el mismo Jesús: «el cual, siendo de condición divina, se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo, y se humilló hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil 2,6-7).  Era rico y se hizo pobre por nosotros.

Los que han abrazado la vida religiosa han decidido imitar a Jesús más de cerca: han vendido todo y le han seguido. Si han querido hacer los votos de pobreza, celibato y obediencia, ha sido para poder caminar más ágilmente por el camino de las bienaventuranzas, para poder amar más, para estar disponibles para los demás, para ser libres interiormente, como Jesús. Todo ello, fiados no en sus fuerzas, sino en las de Dios: «es imposible para los hombres, no para Dios».

Todo cristiano puede seguir el camino de las bienaventuranzas. No se trata de que el discípulo de Jesús no pueda tener nada propio, sino de que no se apegue a lo que posee.

Que no intente servir a dos señores. Que lo relativice todo, para conseguir el tesoro y los valores que valen la pena, los que ofrece Cristo.

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 212-216

domingo, 27 de febrero de 2011

¡No se puede servir a Dios y al dinero!

¡Amor y paz!

¿Usted, hermano, se siente servidor del dinero? ¿Qué tantas horas diarias las dedica a buscar, a hacer dinero? ¿Cuando los jóvenes hoy escogen una carrera en qué piensan? ¿En servir? ¿En algo que les garantice dinero, mejor si es bastante y cuanto antes? ¿Por qué hay ladrones de cuello blanco y los callejeros? ¿Secuestradores y explotadores? ¡Por dinero! ¿Por qué muchos pagan salarios de hambre? ¡Por dinero! ¿Por qué los gobernantes no cumplen con las promesas que les hicieron a sus electores? ¡Por dinero! ¿Por qué los bancos cobran altas tasas de interés cuando nos prestan y nos pagan tan poco por nuestros ahorros? ¡Por dinero! ¿A quién se le construyen hoy los grandes ‘templos’ de acero, concreto y cristal? ¡Al dinero! En fin… Los casos son muy numerosos…

Lo que Jesús propone hoy es una inversión de orden: Buscad "primero" el Reino de Dios y su justicia… Si pensáramos menos en dinero y más en Dios, como mínimo reduciríamos la injusticia en el mundo… y nos haríamos un campito en el cielo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este VIII Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 6,24-34.     

Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero. Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción. 
Comentario

Nos encontramos ante uno de los pasajes más bellos, tanto en el orden literario de la forma, como en el orden doctrinal del contenido: una pieza de antología. Destinatario: el hombre de cualquier época, en cualquier lugar del ancho mundo: el rico, el discreto "burgués" o el pobre; el hombre individual y el hombre colectivo.

La orientación hacia el Reino de Dios y la vida según el Espíritu de Cristo exige una decisión definitiva y radical: hay que optar fundamentalmente por Dios o por el dios-dinero (o lo que se puede comprar y gozar mediante el dinero). Tan evidente es esto que la sabiduría de la gente ha transformado en refrán la frase de Jesús: "Nadie puede servir a dos señores". Pero uno se pregunta: ¿por qué esta obsesión de Jesús por prevenirnos y liberarnos de esta tiranía del dios-dinero? Porque cada vez que el dios-dinero se convierte en amo, el hombre pierde su libertad y su dignidad; porque, cuando el hombre consagra su vida al dios-dinero, orquesta un ritual de sacrificios y devociones que le arrebatan la paz y lo convierten en un manojo de angustias, inquietudes y preocupaciones.

Jesús nos conoce bien y desenmascara directa y abiertamente las justificaciones más "nobles" que nosotros solemos darnos para legitimar nuestra idolatría del dinero. Lo hace con tres comparaciones llenas de poesía y encanto: las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; sin embargo, son alimentadas; nadie, por mucho que se haya afanado, ha podido cambiar la estatura de un hombre; los lirios del campo no hilan ni tejen y, sin embargo, están muy bien vestidos. Hay que reconocer que estas palabras son verdaderamente cautivadoras; pero, a medida que reflexionamos, las cosas se hacen tal vez menos sencillas.

¿Cómo compaginar las evocaciones poéticas de Mateo con la situación miserable en que se encuentran sumergidos centenares de millones de seres humanos? ¿No está más que justificada la inquietud del hombre, cuando todos nos preguntamos cómo podremos sobrevivir simplemente en este mundo descentrado y salvaje? ¿Nos echaremos en brazos de una magia celestial o nos conformaremos con suscribir una póliza de seguro celestial contra los infortunios temporales? ¿Y qué hacemos entonces con el espíritu de solidaridad y con la misma caridad cristiana? La primera tentación que nos sale al paso es la de dulcificar las palabras de Jesús. Pero la Palabra de Dios no se deja acomodar: la única actitud noble es la de escucharla, acogerla y dejarse transformar por ella. Veamos breve y sencillamente lo que la Palabra nos dice.

Ante todo, Jesús no invita ni a la pereza ni a la abdicación: las aves no dejan de "trabajar" para encontrar su alimento; los lirios del campo no dejan de hundir sus raíces en la tierra para mantener la frescura y viveza de sus vestidos. La inactividad, el cruzarse de brazos y la despreocupación están condenadas por el sentido común y por el evangelio (parábolas de las minas y de los talentos). El humor discreto de Jesús subraya todo lo que tiene de irrazonable la inquietud exagerada de los hombres: el hombre no es ni un lirio del campo ni un pájaro del cielo, sino que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios; por eso mismo es providencia para sí y providencia para los demás, como enseña Santo Tomás de Aquino.

Jesús nos invita hoy a hacer una apuesta tan poco "popular" como las otras exigencias radicales del evangelio. Hay que tener bien claro el fin y los medios, la meta y el camino: Dios, el Padre de Jesús, o el dios-dinero. Si hemos optado por Dios-Padre, la prioridad no tiene vuelta de hoja ni admite compadreos: "Buscad como cosa primera el Reino de Dios y su justicia..." Este es el corazón y el secreto de la revolución liberadora del evangelio (=conversión). La lógica del Reino(=la justicia) supone un vuelco en la escala de valores, incluso de los valores realmente importantes, que los proyectos seculares de salvación proponen al hombre.

Apostar por el Reino de Dios quiere decir que hemos de convertirnos en luchadores natos de la persona, la vida, la libertad y la hermosura para todos. No se trata de repartir, sino de compartir el ser y la vida. Esto supone que cada uno de nosotros se libere de las ataduras del dios-dinero y se considere, como S.Pablo, un servidor del Reino, al margen de angustias e inquietudes paralizadoras, de autocríticas narcisistas y complejos de inferioridad. Porque una cosa hay firme y segura: aunque la madre se llegara a olvidar del hijo de sus entrañas, Dios Padre no se olvida de cada uno de nosotros (Is 49,14-15). Si nos mantenemos, pues, en la lógica del Reino las otras cosas nos serán añadidas, porque brotarán del corazón en que no reina la angustia, sino que reina la paz.

Tenemos que terminar, pues, con la propuesta clave de Jesús: "Nadie puede servir a dos señores". ¿A quién elegimos para servir de por vida? El dios-dinero ofrece poder, bienestar, abundancia, lucha sin escrúpulos para tener y poseer; el Dios-Padre convoca a la vida, a la libertad y a la alegría, a la confianza y al compromiso por ser y ayudar a ser a los otros. Pero, eso sí, no olvidemos que optar por Dios-Padre implica participar en el misterio pascual de Cristo y en su ritmo combinado de muerte y resurrección.

DABAR/81/17

sábado, 26 de febrero de 2011

El Reino de Dios pertenece a los que son como niños

¡Amor y paz!

En el Evangelio de hoy, los indefensos, los más necesitados, los menospreciados vuelven a ser protagonistas.  Esta vez son los niños. Jesús no sólo los acoge sino que los pone como ejemplo de la actitud que hay que tener para recibir el Reino de Dos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de a VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 10,13-16.
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos. 
Comentario

Una vez más insiste Jesús en la importancia de acoger en la comunidad a los que no cuentan, representados esta vez por los niños. Los niños en nuestra sociedad son con frecuencia el centro de atención de la familia. Cuanto más desarrollado es un país, más desciende el nivel de natalidad y los niños son más valorados.

No sucedía lo mismo en tiempos de Jesús. Los niños eran sinónimo de los últimos, de los que no cuentan; no se sentaban a la mesa a comer con los padres, sino con los criados. Niño y criado era con frecuencia sinónimos: ambos pertenecían al grupo de los sometidos, de los dependientes.

Jesús no quiere una comunidad en la que haya unos que cuenten y otros no; donde haya dominadores y dominados, señores y siervos. Sus discípulos, sin embargo, no estaban en esa onda y, por ello, cuando ven que acercan los niños a Jesús, los conminan para que se dispersen como si se tratase de demonios. Jesús se indigna por la actitud de los discípulos y les anuncia que el reino de Dios -del que la comunidad cristiana es una primicia- es de los que son como niños, o lo que es igual, de quienes se han hecho como niños: servidores y últimos. Para entrar en él hay que deponer todo deseo de preeminencia, de poder, de dominación y de señorío. El discípulo debe saber que la comunidad no tiene nada más que un Señor que se ha hecho servidor de todos hasta la muerte. No es el discípulo más que el maestro. ¿Estamos de acuerdo en esto?

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

viernes, 25 de febrero de 2011

«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre»

¡Amor y paz!

En esta época en que para muchos los matrimonios han perdido importancia para dale paso a las uniones libres y en que las separaciones están a la orden del día, conviene leer lo que nos dice el Señor Jesús al respecto.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la VIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 10,1-12.
Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más. Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?". Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio". 
Comentario

a) La enseñanza de Jesús se refiere hoy a la indisolubilidad del matrimonio, tal como la había pensado Dios y como tendrán que aceptar los que quieran ser sus discípulos.

En la antigua ley (Deuteronomio 24) se permitía que el marido repudiara a la mujer en algunas ocasiones. Estas condiciones eran interpretadas por algunas escuelas de maestros muy estrictamente, y por otras con gran amplitud, de modo que resultaba muy fácil obtener el divorcio y crecía por tanto la inseguridad de la familia. Estaba de por medio la dignidad de la mujer, que podía ser rechazada, pero que no podía a su vez divorciarse del hombre.

Jesús se remonta a la voluntad original de Dios al crear al hombre y la mujer. El Génesis es más importante que las interpretaciones del Deuteronomio. Lo que Dios ha pensado es más decisivo que las evoluciones sociales y las interpretaciones de los sabios. Dios pensó que el hombre y la mujer formaran una sola carne: «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», y además los hizo de igual dignidad desde el principio.

b) MA/INDISOLUBILIDAD: El criterio de un cristiano para juzgar sobre las cosas no se puede basar últimamente en las evoluciones sociales o en los datos estadísticos o en las tendencias de una época, sino en la perspectiva de Dios. Respecto al matrimonio, su indisolubilidad no la ha pensado la Iglesia o una escuela de teólogos, sino Dios mismo, desde su proyecto inicial: «Los hizo hombre y mujer, de modo que ya no son dos, sino una sola carne». Nos lo recuerda hoy Jesús.
FIDELIDAD/DIFICIL: Lo que pasa es que en el mundo de hoy encontramos especiales dificultades para una fidelidad duradera. Estamos influidos por una sociedad de consumo que gasta y tira y cambia y busca nuevas sensaciones para satisfacer necesidades nuevas que nosotros mismos vamos creando. Vamos perdiendo así la capacidad de un amor total, de una entrega gratuita y estable, de un compromiso de por vida.

Estaríamos más conformes con una especie de «voluntariado» por tantos años, pero sin comprometernos de por vida.

La tendencia a la infidelidad la refería Jesús ante todo a las veleidades del pueblo de Israel en su historia, abandonando a Yahvé para adorar a otros dioses. Ahora la aplica al amor entre el hombre y la mujer, que hay que entender como estable y debe evitar todo adulterio. Por cierto, Jesús parece reconocer igual derecho en los dos, porque pone el ejemplo tanto del hombre que se divorcia como de la mujer que se separa del marido y se casa con otro. Aunque cometen adulterio si lo hacen.

Una de las razones del deterioro de la fidelidad estable es la poca preparación y la poca madurez humana que algunas personas llevan al matrimonio, hasta el punto de que se pueda dudar seriamente en no pocos casos de la validez del mismo. Lo que explica las muchas declaraciones de nulidad matrimonial que tiene que certificar la Iglesia.

Esta doctrina de Jesús sirve también para otros campos de nuestra vida y otros tipos de compromiso, como la vida religiosa o el ministerio sacerdotal. También a estas personas se aplica la invitación a una preparación madura, a una fidelidad estable y a una entrega total, como la del mismo Cristo, que se consagró hasta la muerte a la misión que se le había encomendado para salvación de la humanidad.

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 200-205

jueves, 24 de febrero de 2011

Cristo está presente en el hermano necesitado y que sufre

¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy nos trae una serie de distintivos de quien quiera ser discípulo (seguidor) de Jesús y que incluyen invitaciones a dar, a compartir, pero también a no escandalizar.  Más que una mera acción filantrópica, el discípulo del Señor actúa con misericordia porque  lo ve a Él en el hermano necesitado y que sufre.

Jesús también nos llama a ser sal de la tierra, pero advierte que no debemos perder el sabor, porque ¿quién nos lo devolverá? Si los que estamos llamados a ser guías, perdemos el rumbo, ¿cómo podremos reencontrarlo?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,41-50. 
Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena.  Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Porque cada uno será salado por el fuego. La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros. 
Comentario

a) El evangelio de hoy nos recuerda una serie de rasgos que deberían presentar los que quieren seguir a Jesús:

- el que dé un vaso de agua a los seguidores de Jesús, tendrá su premio,

- al que escandalizare a «uno de estos pequeñuelos que creen», o sea, a los débiles, más le valdría que le echasen al fondo del mar.

- si la mano o el pie o el ojo nos escandalizan, sería mejor que supiéramos prescindir de ellos, porque es más importante salvarnos y llegar a la vida, aunque sea sin una mano o un pie o un ojo,

- varias frases sobre la sal: la sal que salará al fuego (¿purificando a los fieles y haciéndolos agradables para Dios?), la sal que se vuelve insípida y ya no sirve para nada, y la sal que debemos tener en nuestras relaciones con los demás (sal como símbolo de gracia y humor).

b) Ojalá en nuestra convivencia -familiar o comunitaria- tengamos en cuenta estas cualidades que Cristo quiere para los suyos:

- que sepamos dar un vaso de agua fresca al que la necesita, y no sólo por motivaciones humanas, sino viendo en el prójimo al mismo Cristo («me disteis de beber»); quien dice un vaso de agua dice una cara amable y una mano tendida y una palabra animadora;

- que tengamos sumo cuidado en no escandalizar -o sea, poner tropiezos en el camino, turbar, quitar la fe, hacer caer- a los más débiles e inocentes; Pablo recomendaba en su primera carta a los Corintios una extrema delicadeza de los «fuertes» en relación a los «débiles» de la comunidad, para no herir su sensibilidad; nuestras palabras inoportunas y nuestros malos ejemplos pueden debilitar la voluntad de los demás y ser ocasión de que caigan; es muy dura esta palabra de Jesús para los que escandalizan a los débiles;

- que sepamos renunciar a algo que nos gusta mucho -Ia mano, el pie, el ojo- si nos damos cuenta de que nos hace mal, que nos lleva a la perdición, o sea, nos «escandaliza»; aquí somos nosotros los que nos escandalizamos a nosotros mismos, porque estamos cogiendo costumbres que se convertirán en vicios y porque nos estamos dejando esclavizar por malas tendencias; el sabio es el que corta por lo sano, sin andar a medias tintas, antes que sea tarde; como el buen jardinero es el que sabe podar a tiempo para purificar y dar más fuerza a la planta. El seguimiento de Cristo exige radicalidad: como cuando Jesús le dijo al joven rico que vendiera todo, o cuando dijo que el tesoro escondido merecía venderlo todo para llegarlo a poseer, o cuando afirmó que el que quiere ganar la vida la perderá:

- que seamos sal en la comunidad para crear una convivencia agradable, armoniosa, con humor. El que crea un clima de humor, de serenidad, de gracia, quitando hierro en los momentos de tensión, fijándose en las cosas buenas: ése es para los demás como la sal que da gusto a la carne o la preserva de la corrupción.

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 196-200

miércoles, 23 de febrero de 2011

“El que no está contra nosotros, con nosotros está”

¡Amor y paz!

Existe la tendencia en algunos a desacreditar y subvalorar lo que otros hacen y, consecuentemente, a considerar que sólo lo de ellos es válido y verdadero.

El campo de la religión no se escapa a esta actitud, porque son muchos los que creen que tienen el monopolio de la verdad. Jesús en el Evangelio nos habla hoy al respecto.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este miércoles de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,38-40.
Juan le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. 
Comentario

En el episodio de hoy, uno de los discípulos, Juan, corre donde Jesús para pedir autorización y detener a uno que luchaba contra los demonios en nombre de Jesús sin la necesaria autorización...

La respuesta de Jesús abre las puertas para que todas las personas que quieran obrar el bien en su nombre lo hagan. No obliga a todos a meterse bajo el mismo techo. El ecumenismo de Jesús es verdaderamente universal porque le preocupa el bien de la humanidad y no el renombre de su grupo. Hacer el bien a los demás es más importante que los protagonismos.

Jesús debió oponerse fuertemente a los impulsos de los discípulos de convertir la comunidad en un círculo cerrado, como eran las comunidades de Fariseos o de escribas. El conocimiento que él impartía podía ser comprendido por la gente sencilla de mentalidad abierta. Esto no quitaba que las mujeres y hombres que lo seguían recibieran una formación más sólida, porque, la comunidad estaba al servicio de los excluidos y todo el saber al servicio de quien lo quisiera adquirir. 

De esta manera, el mensaje de Jesús preparaba a sus discípulas y discípulos a vivir en completa libertad la solidaridad con otras comunidades que hubieran acogido total o parcialmente la opción de Jesús a favor de los marginados.
Importante lección para nuestros días, cuando por la "mundialización" actual, sentimos tan cercana la presencia de las muchas religiones del mundo, que otrora nos pasaban desapercibidas. Hoy convivimos como vecinos cercanos de otras religiones. El espíritu ecuménico de Jesús debe llevarnos a aceptar y reconocer con gozo la presencia de Dios que actúa en todos los pueblos, que atrae hacia sí a los hombres y mujeres desde los múltiples caminos de las diferentes religiones, y que tales religiones no son caminos de condenación, ni siquiera caminos sin salvación, sino caminos que también conducen hasta El. 

Es preciso convertirnos al espíritu ecuménico de Jesús, a una valoración positiva de todo aquello que en realidad "no está contra nosotros, sino a nuestro favor".

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

martes, 22 de febrero de 2011

“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”

¡Amor y paz!

La liturgia latina celebra hoy la fiesta de la cátedra del San Pedro. Se trata de una tradición muy antigua, testimoniada en Roma desde finales del siglo IV, con la que se da gracias a Dios por la misión confiada al apóstol Pedro y a sus sucesores. La «cátedra», literalmente, quiere decir la sede fija del obispo, colocada en la iglesia madre de una diócesis, que por este motivo es llamada «catedral», y es el símbolo de la autoridad del obispo y, en particular, de su «magisterio», es decir, de la enseñanza evangélica que él, en cuanto sucesor de los apóstoles, está llamado a custodiar y transmitir a la comunidad cristiana.

Cuando el obispo toma posesión de la Iglesia particular que le ha sido confiada, con la mitra y el báculo, se sienta en su cátedra. Desde esa sede guiará, como maestro y pastor, el camino de los fieles, en la fe, en la esperanza y en la caridad. (Benedicto XVI).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes en que la Iglesia celebra la fiesta de la Cátedra del apóstol  San Pedro.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".  Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". 
Comentario

A la luz del evangelio siempre volvemos a encontrarnos: celebrando a Pedro como apóstol (29 de junio) y celebrando a Pedro como roca (22 de febrero). No son dos perspectivas opuestas, pero sí diferentes. La figura de Pedro da pie para ello.

¿Quién no conoce la historia de Pedro? Debió de ser un hombre decidido, entusiasta, generoso, fiel a su maestro y amigo, desde el día en que lo miró Jesús y le cambió el nombre de Simón por el de Cefas, piedra sobre la que iba a edificar su Iglesia. Tenía, no obstante, sus debilidades. Es el que puede ir andando sobre las aguas. Pero es el que luego comienza a hundirse. Es el que alardea de que, aunque todos los discípulos negasen a Jesús, él nunca lo haría. Después lo hizo. Negó a Jesús, pero sintió sobre sí la mirada de amor de su maestro y "lloró amargamente". Por eso, más tarde, después de la resurrección, ya no presumirá de amar a Jesús más que sus compañeros. Se limitará a decir esa bella frase con la cual nos sentimos tan identificados: "Tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero".

Tras la resurrección de Jesús, el rudo pescador se convierte en un apasionado predicador y padre de nuevas comunidades. "No hay Iglesia sin Pedro", el que tiene el poder de atar y desatar, el que tiene también la función de "confirmar a sus hermanos". "No hay Iglesia sin Pedro"; o lo que es lo mismo: no hay Iglesia sin referencia a aquel que simboliza la unidad y la firmeza de una fe que se funda en Jesucristo. "No hay Iglesia sin Pedro"; o, dicho de otra forma, prescindiendo de aquellos que en la historia hacen las veces de Pedro.

Es esencial que los hombres y mujeres de hoy, todo los creyentes, sigamos mirando a ese Pedro que es piedra y que da firmeza, coherencia y serenidad a nuestra fe. Y hasta que cantemos con entusiasmo aquel viejo "Tu es Petrus" (Tú eres Pedro).

Patricio García Barriuso cmf.

lunes, 21 de febrero de 2011

"Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración"

¡Amor y paz!

Al bajar del monte de la Transfiguración, Jesús cura al muchacho epiléptico y mudo, al  que todos consideran poseído por el demonio y al que los discípulos no han sido capaces  de liberar. 

El mensaje se centra hoy en que nuestra lucha contra el mal, el que hay dentro de nosotros y el de los demás, sólo  puede ser eficaz si se basa en la fuerza de Dios y, por tanto, sólo puede darse desde la fe y la  oración, en unión con Cristo, el que libera al mundo de todo mal. El Señor nos reafirma hoy: "Todo es posible para el que cree".

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,14-29.

Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo. El les preguntó: "¿Sobre qué estaban discutiendo?". Uno de ellos le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron". "Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo". Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca. Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que está así?". "Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos". "¡Si puedes...!", respondió Jesús. "Todo es posible para el que cree". Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Creo, ayúdame porque tengo poca fe". Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más". El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: "Está muerto". Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?". El les respondió: "Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración".

Comentario      

«Si vuestra fe fuera como un grano de mostaza..., nada os sería imposible» (Mt 17,20). Todo lo podemos por la oración: si no recibimos es que hemos tenido poca fe, o que hemos orado poco, o que sería malo para nosotros que nuestra petición fuera atendida, o que Dios nos da alguna cosa mejor que lo que hemos pedido. Pero jamás dejaremos de recibir lo que pedimos por ser la cosa demasiado difícil de obtener: «Nada os sería imposible».

No dudemos en pedir a Dios incluso las cosas más difíciles, como es la conversión de grandes pecadores, de pueblos enteros. Pidámosle, pues, incluso aquellas cosas que creemos son las más difíciles, con la certeza de que Dios nos ama apasionadamente y que cuanto mayor es el don más desea hacerlo el que ama apasionadamente; pero pidámoslo con fe, con insistencia, con constancia, con amor, con buena voluntad. Y estemos seguros que si pedimos así y con mucha constancia, seremos escuchados y recibiremos la gracia pedida o una todavía mejor. 

Pidamos, con osadía,  a nuestro Señor las cosas más imposibles de alcanzar cuando son para su gloria, y estemos seguros que su Corazón nos las concederá tanto más cuanto ellas parecen humanamente imposibles; porque dar lo imposible al que ama es agradable a su Corazón, y ¡cuánto nos ama él!

Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara.
Meditaciones sobre el Evangelio a propósito de las principales virtudes.
©Evangelizo.org 2001-2010

domingo, 20 de febrero de 2011

‘Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores’

¡Amor y paz!

Jesús nada contra la corriente, no sólo de su tiempo, sino de todos los tiempos. ¡Amar a los enemigos y rogar por quienes nos persiguen! Sin embargo, el hecho de que el ser humano se limite a amar sólo a quien lo ama y a odiar y perseguir a quien no lo ama y le hace daño origina los grandes males que afligen a la humanidad. ¿De dónde, si no, surgen las guerras, la pobreza y la corrupción? Si atendiéramos a lo que nos pide el Señor Jesús el mundo cambiaría totalmente.

Cada acto de amor hacia alguien nos hace subir un peldaño en la escala de la perfección a la que nos convoca Jesús. Pero también, cada vez que actuamos con odio o con indiferencia, descendemos.

Los invito, hermanos a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 5,38-48. 
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. 
Comentario

La ley del talión, ‘ojo por ojo y diente por diente’, era, y desgraciadamente sigue siendo, una norma aplicada en las relaciones interpersonales y también entre grupos humanos enfrentados por diferencias de todo tipo. Esta ley termina por destruir a las dos partes y no abre caminos de solución para ninguno de los conflictos que pretende resolver. La propuesta de Jesús de responder al mal con bien, ha tenido muchos seguidores a lo largo de la historia. Uno de los más destacados ha sido el pastor bautista, Martin Luther King, premio Nobel de la paz en 1964, que fue asesinado en abril de 1968. En uno de sus libros, Stride Toward Freedom, encontramos todo un programa para vivir lo que podríamos llamar, una espiritualidad de la no violencia, que va en la misma línea del texto evangélico que hoy nos propone la Iglesia. Veamos algunos de los puntos que sugiere este profeta de nuestros tiempos:

“La resistencia no violenta no es un método para cobardes. La no violencia implica resistencia. Si uno recurre a este método por miedo o simplemente porque carece de instrumentos para ejercer violencia, no es verdaderamente no violento. (…) El método es pasivo físicamente, pero muy activo espiritualmente. No se trata de una resistencia pasiva al mal, sino de una resistencia activa no violenta al mismo”.

“Un segundo punto fundamental que caracteriza a la no violencia es que no busca derrotar o humillar al oponente, sino granjearse su amistad y comprensión. El resistente no violento debe expresar con frecuencia su protesta mediante la no cooperación o el boicot, pero no los entiende como fines en sí mismo; son simplemente medios para generar un sentimiento de vergüenza moral en el oponente. El objetivo es la redención y la reconciliación. El resultado de la no violencia es la creación de la comunidad, mientras que el resultado de la violencia es el resentimiento trágico”.

“Una tercera característica de este método es que está dirigido contra las fuerzas del mal en vez de contra personas que hacen el mal. El resistente no violento pretende derrotar el mal, no las personas victimizadas por él”.

“Un cuarto punto que caracteriza la resistencia no violenta es la disposición a aceptar el sufrimiento sin retaliar, a aceptar los golpes del oponente sin responder. Como les decía Gandhi a sus compatriotas, ‘Quizás tengan que correr ríos de sangre antes de que obtengamos nuestra libertad, pero debe ser nuestra sangre”. El resistente no violento está dispuesto a aceptar la violencia si es necesario, pero nunca a utilizarla. (…) El sufrimiento inmerecido es redentor. El resistente no violento entiende que el sufrimiento tiene tremendas potencialidades educativas y transformadoras”.

“Un quinto punto con respecto a la resistencia activa no violenta es que evita no sólo la violencia física externa, sino también la violencia espiritual interna. El resistente no violento no sólo rehúsa dispararle a su oponente, sino también a odiarlo. La base de la no violencia es el principio del amor. El resistente no violento argumentaría que en la lucha por la dignidad humana, los oprimidos del mundo no deben sucumbir a la tentación de amargarse o de participar en campañas de odio. El retaliar de la misma manera sólo intensificaría la existencia del odio en el universo. A lo largo de la vida, alguien debe tener el suficiente sentido común y de moralidad para romper la cadena del odio. Esto sólo puede hacerse proyectando la ética del amor al centro de nuestras vidas”.

Un buen ejemplo de esta espiritualidad no violenta que nos propone Jesús es una historia que trae Anthony de Mello en su libro “Un minuto para el absurdo”: “Dijo un día el maestro: «No estaréis preparados para ‘combatir’ el mal mientras no seáis capaces de ver el bien que produce». Aquello supuso para los discípulos una enorme confusión que el Maestro no intentó siquiera disipar. Al día siguiente les enseñó una oración que había aparecido garabateada en un trozo de papel de estraza hallado en el campo de concentración de Ravensburg: «Acuérdate, Señor, no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino también de los de mala voluntad. No recuerdes tan sólo todo el sufrimiento que nos han causado; recuerda también los frutos que hemos dado gracias a ese sufrimiento; la camaradería, la lealtad, la humildad, el valor, la generosidad, la grandeza de ánimo que todo ello ha conseguido inspirar. Y cuando los llames a ellos a juicio, haz que todos esos frutos que hemos dado sirvan para su recompensa y su perdón»” (De Mello, Un minuto para el absurdo).

Jesús fue el primero que tuvo el sentido común suficiente, para romper la cadena del odio que significa la ley del talión. Su palabra, que nos invita a orar por nuestros enemigos, se hizo vida cuando, desde la cruz, pidió perdón al Padre por los que lo estaban matando. Eso es llegar a la perfección a la que nos invita el evangelio. También a nosotros se nos invita hoy a vivir inspirados en una ética del amor, para hacernos perfectos, como el Padre celestial es perfecto.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 19 de febrero de 2011

«Este es mi Hijo amado: escuchadlo»

¡Amor y paz!

En Jesús tiene lugar la plenitud de la Revelación; en su palabra y en su vida se contiene todo lo que Dios ha querido decir a la humanidad y a cada hombre; en Cristo encontramos todo lo que debemos saber acerca de nuestra propia existencia, en Él entendemos el sentido de nuestro vivir diario.

El Evangelio de hoy nos trae el episodio de la Transfiguración, donde Jesús nos muestra más claramente su gloria.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la VI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,2-13.

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos". Y le hicieron esta pregunta: "¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?". Jesús les respondió: "Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito". 

Comentario

a) La escena de la Transfiguración pone un contrapunto a la página anterior del evangelio, cuando Jesús tuvo que reñir a Pedro porque no entendía, e invitaba a sus seguidores a cargar con la cruz.

A los tres apóstoles predilectos, los mismos que estarán presentes más tarde en la crisis del huerto de los Olivos, Jesús les hace experimentar la misteriosa escena de su epifanía o manifestación divina: acompañado por Moisés y Elías (Jesús es la recapitulación del AT, de la ley y los profetas), oye la voz de Dios: «Éste es mi Hijo amado». Aparece envuelto en la nube divina, con un blanco deslumbrante, como anticipando el destino de victoria que seguirá después de la cruz, tanto para el Mesías como para sus seguidores.

La voz de Dios invita a los discípulos a aceptar a Cristo como el maestro auténtico:

«Escuchadlo».

El protagonismo de Pedro también aparece resaltado en esta escena.

No es muy feliz su petición, después de la negativa anterior a aceptar la cruz: ahora que está en momentos de gloria, quiere hacer tres tiendas. Marcos comenta la no muy brillante intervención de Pedro diciendo que «no sabía lo que decía».

b) CRUZ/GLORIA: Nosotros escuchamos este episodio ya desde la perspectiva de la Pascua. Creemos en Jesús Resucitado, el que a través de la cruz y la muerte ha llegado a su nueva existencia glorificada y nos ha incorporado también a nosotros a ese mismo movimiento pascual, que incluye las dos cosas: la cruz y la gloria.

Sabemos muy bien que, como dice el prefacio de la Transfiguración (el 6 de agosto), «la pasión es el camino de la resurrección». El misterio de la gloria ilumina el sentido último de la cruz. Pero el misterio de la cruz ilumina el camino de la gloria.

Es de esperar que nuestra reacción ante este hecho no sea como la de Pedro, espabilado él, que aquí sí que quiere construir tres tiendas y quedarse para siempre. Le gusta el Tabor, con la gloria. No quiere oir hablar del Calvario, con la cruz. Acepta lo fácil. Rehuye lo exigente. Lo cual puede ser retrato de nuestras actitudes, aunque no seamos siempre conscientes de ello. Tenemos que estar a las duras y a las maduras. No hacer censura de páginas del evangelio.

De nuevo aparece el mandato de que no propalen todavía su mesianismo «hasta que resucite de entre los muertos», porque no veÍa todavía preparada a la gente. Por cierto que después de la resurrección de Jesús, Marcos nos dirá que las mujeres, temblando de miedo, se callaron y no dijeron nada a nadie de su encuentro con el ángel.

Además, también recibimos la gran consigna de Dios: «Éste es mi Hijo amado: escuchadle». Día tras día, en nuestra celebración eucarística escuchamos la Palabra de Dios en los libros del AT y los del NT, y más en concreto la voz de Cristo en su evangelio.

¿Escuchamos de veras a Jesús como al Maestro, como a la Palabra viviente de Dios? ¿le prestamos nuestra atención y nuestra obediencia? ¿comulgamos con Cristo Palabra antes de acudir a comulgar con Cristo Pan? Nuestra actitud ante la Palabra debería ser la de los modelos bíblicos: «habla, Señor, que tu siervo escucha» (Samuel), «hágase en mi según tu palabra» (María), «Señor, enséñame tus caminos» (salmista).

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 1178-182