¡Amor y paz!
En esta época en que para muchos los matrimonios han perdido importancia para dale paso a las uniones libres y en que las separaciones están a la orden del día, conviene leer lo que nos dice el Señor Jesús al respecto.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la VIII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 10,1-12.
Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más. Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?". Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".
Comentario
a) La enseñanza de Jesús se refiere hoy a la indisolubilidad del matrimonio, tal como la había pensado Dios y como tendrán que aceptar los que quieran ser sus discípulos.
En la antigua ley (Deuteronomio 24) se permitía que el marido repudiara a la mujer en algunas ocasiones. Estas condiciones eran interpretadas por algunas escuelas de maestros muy estrictamente, y por otras con gran amplitud, de modo que resultaba muy fácil obtener el divorcio y crecía por tanto la inseguridad de la familia. Estaba de por medio la dignidad de la mujer, que podía ser rechazada, pero que no podía a su vez divorciarse del hombre.
Jesús se remonta a la voluntad original de Dios al crear al hombre y la mujer. El Génesis es más importante que las interpretaciones del Deuteronomio. Lo que Dios ha pensado es más decisivo que las evoluciones sociales y las interpretaciones de los sabios. Dios pensó que el hombre y la mujer formaran una sola carne: «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», y además los hizo de igual dignidad desde el principio.
b) MA/INDISOLUBILIDAD: El criterio de un cristiano para juzgar sobre las cosas no se puede basar últimamente en las evoluciones sociales o en los datos estadísticos o en las tendencias de una época, sino en la perspectiva de Dios. Respecto al matrimonio, su indisolubilidad no la ha pensado la Iglesia o una escuela de teólogos, sino Dios mismo, desde su proyecto inicial: «Los hizo hombre y mujer, de modo que ya no son dos, sino una sola carne». Nos lo recuerda hoy Jesús.
FIDELIDAD/DIFICIL: Lo que pasa es que en el mundo de hoy encontramos especiales dificultades para una fidelidad duradera. Estamos influidos por una sociedad de consumo que gasta y tira y cambia y busca nuevas sensaciones para satisfacer necesidades nuevas que nosotros mismos vamos creando. Vamos perdiendo así la capacidad de un amor total, de una entrega gratuita y estable, de un compromiso de por vida.
Estaríamos más conformes con una especie de «voluntariado» por tantos años, pero sin comprometernos de por vida.
La tendencia a la infidelidad la refería Jesús ante todo a las veleidades del pueblo de Israel en su historia, abandonando a Yahvé para adorar a otros dioses. Ahora la aplica al amor entre el hombre y la mujer, que hay que entender como estable y debe evitar todo adulterio. Por cierto, Jesús parece reconocer igual derecho en los dos, porque pone el ejemplo tanto del hombre que se divorcia como de la mujer que se separa del marido y se casa con otro. Aunque cometen adulterio si lo hacen.
Una de las razones del deterioro de la fidelidad estable es la poca preparación y la poca madurez humana que algunas personas llevan al matrimonio, hasta el punto de que se pueda dudar seriamente en no pocos casos de la validez del mismo. Lo que explica las muchas declaraciones de nulidad matrimonial que tiene que certificar la Iglesia.
Esta doctrina de Jesús sirve también para otros campos de nuestra vida y otros tipos de compromiso, como la vida religiosa o el ministerio sacerdotal. También a estas personas se aplica la invitación a una preparación madura, a una fidelidad estable y a una entrega total, como la del mismo Cristo, que se consagró hasta la muerte a la misión que se le había encomendado para salvación de la humanidad.
J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 200-205
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