jueves, 31 de diciembre de 2015

Demos gracias a Dios por el año que concluye

¡Amor y paz!

Hoy es el último día del año 2015 y es una oportunidad de darle gracias a Dios por todos los favores recibidos en este período.

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 7º día de la Octava de Navidad, pero antes a recitar el siguiente himno de alabanza, conocido como "Himno Ambrosiano".

Dios nos bendice…

A Ti, oh Dios, te alabamos,
a Ti, Señor, te reconocemos.
A Ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A Ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A Ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te aclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el Reino de los Cielos.
Tú sentado a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.

Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la Gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de Ti.

En Ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

https://www.youtube.com/watch?v=d2NUq76U6WA

Evangelio según San Juan 1,1-18. 
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre. 

Comentario

Leemos el comienzo del evangelio de san Juan, el llamado "prólogo". Con palabras solemnes y hermosas se nos dice que la Palabra de Dios, su verbo, su "logos", ha acampado en medio de nuestro mundo, para iluminarlo con su potente luz. La Palabra divina se ha hecho carne humana en Jesucristo, poniendo en nuestra historia un principio de esperanza. Los creyentes sabemos que ni la muerte ni la vejez, ni el dolor ni la enfermedad, ni la guerra ni el hambre, ningún mal que podamos padecer podrá apartarnos del amor de Dios. Nuestra suerte está asegurada si recibimos a Cristo en nuestra vida, en nuestro hogar, en nuestro corazón. Somos nosotros, los cristianos, los responsables de hacer que este mensaje tan alegre se haga realidad en el mundo. Que estas palabras dejen de ser meras palabras para convertirse en realidades de convivencia fraterna, de paz y de servicio, especialmente a favor de los pequeños, los pobres y los humildes. El tiempo que pasa y que contamos por años según el ritmo de la tierra alrededor del sol, es nuestra oportunidad de hacer presente a Dios en nuestro mundo, como lo hizo presente Jesucristo al nacer y vivir en medio de nosotros. Es cierto que "a Dios nadie lo ha visto", pero Jesús nos lo dio a conocer y nosotros, los cristianos, hemos de darlo a conocer al mundo, no tanto con palabras, sino con actitudes y compromisos que correspondan a nuestra fe.

Es el último día del año, cuando muchos se entregan a frenéticas fiestas sin sentido, entorpeciéndose de ruidos, luces fatuas y vanas celebraciones. Nosotros proclamamos serenamente que Dios es Señor de la historia, que nos ha creado para compartir su felicidad y disfrutar su amor perfecto, y que nos sentimos comprometidos a seguir testimoniándolo ante los seres humanos, todos los días que Él quiera darnos, a lo largo de este tercer milenio cuyo amanecer nos ha sido dado ver. Quién sabe si no será para que el mundo conozca días de paz y de prosperidad compartida para todos. Eso esperamos, eso pedimos humildemente al Padre de nuestro Señor Jesucristo y eso queremos regalarle al mundo con nuestra vida comprometida.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica) 

miércoles, 30 de diciembre de 2015

«Alababa a Dios y hablaba del Niño a todos»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 6º día de la Octava de Navidad.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 2,36-40. 
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él. 
Comentario

Hoy, José y María acaban de celebrar el rito de la presentación del primogénito, Jesús, en el Templo de Jerusalén. María y José no se ahorran nada para cumplir con detalle todo lo que la Ley prescribe, porque cumplir aquello que Dios quiere es signo de fidelidad, de amor a Dios.

Desde que su hijo —e Hijo de Dios— ha nacido, José y María experimentan maravilla tras maravilla: los pastores, los magos de Oriente, ángeles... No solamente acontecimientos extraordinarios exteriores, sino también interiores, en el corazón de las personas que tienen algún contacto con este Niño.
Hoy aparece Ana, una señora mayor, viuda, que en un momento determinado tomó la decisión de dedicar toda su vida al Señor, con ayunos y oración. No nos equivocamos si decimos que esta mujer era una de las “vírgenes prudentes” de la parábola del Señor (cf. Mt 25,1-13): siempre velando fielmente en todo aquello que le parece que es la voluntad de Dios. Y está claro: cuando llega el momento, el Señor la encuentra a punto. Todo el tiempo que ha dedicado al Señor, aquel Niño se lo recompensa con creces. —¡Preguntadle, preguntadle a Ana si ha valido la pena tanta oración y tanto ayuno, tanta generosidad!

Dice el texto que «alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén» (Lc 2,38). La alegría se transforma en apostolado decidido: ella es el motivo y la raíz. El Señor es inmensamente generoso con los que son generosos con Él.

Jesús, Dios Encarnado, vive la vida de familia en Nazaret, como todas las familias: crecer, trabajar, aprender, rezar, jugar... ¡“Santa cotidianeidad”, bendita rutina donde crecen y se fortalecen casi sin darse cuenta la almas de los hombres de Dios! ¡Cuán importantes son las cosas pequeñas de cada día!
Rev. D. Joaquim FLURIACH i Domínguez (St. Esteve de P., Barcelona, España) 

martes, 29 de diciembre de 2015

Ni ‘oscurantismo’ ni Ilustración ni Nueva Era: la Luz verdadera viene de Cristo

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar las 1ª. Lectura, el Evangelio y el comentario, en este 5º día de la Octava de Navidad.

Dios nos bendice…

Epístola I de San Juan 2,3-11. 
Queridos hermanos: La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos. El que dice: "Yo lo conozco", y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Esta es la señal de que vivimos en él. El que dice que permanece en él, debe proceder como él. Queridos míos, no les doy un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el que aprendieron desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que ustedes oyeron. Sin embargo, el mandamiento que les doy es nuevo. Y esto es verdad tanto en él como en ustedes, porque se disipan las tinieblas y ya brilla la verdadera luz. El que dice que está en la luz y no ama a su hermano, está todavía en las tinieblas. El que ama a su hermano permanece en la luz y nada lo hace tropezar. Pero el que no ama a su hermano, está en las tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas lo han enceguecido.  

Evangelio según San Lucas 2,22-35. 
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos". 

Comentario


1.1 Las lecturas de hoy van unidas en el tema de la luz. El que está en Cristo tiene luz porque Cristo mismo es la luz. ¿Qué significa esto para nosotros?

1.2 Es interesante al respecto recordar que los cristianos llamaban "iluminación" a la recepción del bautismo: era entendido este sacramento como entrar en la luz.

1.3 Mas luego llegaron otras ofertas de luz. En el siglo XVIII se llamó "oscura" a la época en que la fe tenía preponderancia social y presencia académica. El tiempo entre el humanismo griego y el humanismo renacentista fue considerado una época "sombría," de modo que ser bautizado y público creyente fue considerado "oscurantismo." Los pensadores que estas cosas decían llamaron a su propio tiempo "iluminación," o, como es conocido más comúnmente, "ilustración."

1.4 La luz vuelve a ser tema en la Nueva Era. En multitud de metáforas y sugestivas imágenes la Nueva Era nos quiere invitar a acoger la luz, pero esta vez se trata de una luz que ya no predica la sola (y "fría") racionalidad sino que anuncia una especie de experiencia espiritual, de fusión con el cosmos o de conexión con potencias celestiales o mensajeros de sabiduría.

1.5 En el ambiente esotérico es común hablar de los "grandes maestros" (entre los que estaría el mismo Cristo) y presentarlos como ejemplos de verdaderos "iluminados." Según estos "nuevaeristas," la iluminación viene a través de la meditación, la superación o anulación del ego, y otras cosas que en realidad pretenden superar los males del racionalismos egocéntrico de la Modernidad, es decir, de la anterior Iluminación o Ilustración.

2. La Nueva Era Es Todo, Menos Nueva

2.1 La Primera Carta de Juan ya tuvo que tratar el tema de la gente que se creía muy iluminada pero que llevaba una vida oscura. Lo básico es que la vida tiene que resplandecer, y que una luz que se queda en el nivel del conocimiento no es luz verdadera.

2.2 El racionalismo de la Ilustración o las experiencias mentales de la Nueva Era suceden en el nivel del intelecto, esto es, de la mente entendida como superior o independiente de la realidad temporal y corporal que tenemos. La razón endiosada o el cerebro recargado de sensaciones densas se suponen superiores a la vida que transcurre más allá de la reflexión o el conocimiento. El texto de hoy va exactamente en contra de ese modo de ver las cosas.

2.3 Frente a los que se enorgullecían de su conocimiento (que en griego se dice "gnosis") Juan pronuncia una palabra clara: ¿cómo está tu vida? Y la vida se refleja en criterios visibles: los mandamientos, no sólo en el sentido de los Diez Mandamientos, que no quedan excluidos, sino en el sentido amplio de conformidad con el querer divino. Y en cuanto ese querer significa vida y salvación para mi hermano, tener luz es estar en camino de anunciar y comunicar vida, amor, salvación a mi hermano.

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lunes, 28 de diciembre de 2015

El poder endiosado es un poder homicida

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes en que celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, Mártires.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 2,13-18. 
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo. Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen. 
Comentario

El evangelio, por su parte, alude a la fiesta de hoy. Su mensaje, dramáticamente serio y actual, se resume en esto: el poder endiosado es un poder homicida.

Raquel llora a sus hijos. Fue esta mujer la imagen de la esposa amada de Jacob. Sus hijos son los frutos del amor y no de la simple pasión, y por ello el pueblo de Israel miró a Raquel como a su madre y no a Lía o Lea, la otra esposa que Jacob, que vino a ocupar el lugar, triste es decirlo, de un precio por trabajos de Jacob. El sentido, pues, de este llanto es: el amor ha sido tronchado, la crueldad se ha ensañado contra el amor.

Los planes de Herodes fracasan. Ha mostrado su poder derrotando a madres inermes y asesinando niños. Con esa ostentación ha dejado al descubierto sobre qué bases gobierna y a quién sirve su fuerza. Sobre las ruinas de ese fracaso el plan de Dios sigue su marcha. Nunca fue más cierto que "Dios escribe derecho en renglones torcidos".

Jesús en Egipto es el inmigrante, el desplazado por la violencia, el extranjero, el que nada cuenta. Su humillación del pesebre era la primera a vista del mundo, pero no sería la única, pues con ella se abre esta serie de iniquidades padecidas que nos muestran qué "carne" ha tomado Cristo. No es simplemente nuestra "biología", son los aspectos más terribles de nuestro ser en el mundo... hasta el extremo mismo de la Cruz. Cristo, ¡gracias!

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domingo, 27 de diciembre de 2015

Es hora de examinar qué familia tenemos y qué familia queremos

¡Amor y paz!

Los invito, a leer y meditar el Evangelio y el comentario en este domingo en que celebramos las Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, José y María.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 2,41-52. 
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres. 

Comentario

Alguna vez leí en El Tiempo un artículo del Hermano Marista, Andrés Hurtado, conocedor, como el que más, de la geografía y de las riquezas ecológicas de Colombia. Se nota que no sólo conoce los ríos más remotos y las cordilleras más apartadas, sino el corazón humano. El título de su escrito es: Cuando sufrir es bueno. Y comienza contando su encuentro con un matrimonio que viene a ponerle quejas de su hijo adolescente:

"No sabemos qué pasa, es de una rebeldía total, parece incluso que nos odiara a nosotros sus padres, que se lo hemos dado todo’. Sin compasión y tratando de no ser nada elegante pero sí muy sincero, les dije: ‘Ese es el problema: que se lo han dado todo. Para empezar, señora –le dije– deje de llamarlo mi niño o mi bebé, que ya tiene 17 años’. Luego supe que sus padres le han satisfecho todo, hasta los más mínimos caprichos. Y pretenden calmar sus rebeldías y ganar su amor dándole cada vez más cosas, incluso ajustándose el cinturón porque mi niño o mi bebé cada vez exige cosas de más valor. Esta es la radiografía de muchos padres modernos, que creen amar a sus hijos y educarlos cediendo a todos sus caprichos, colmándolos de regalos y evitándoles el menor sufrimiento” (...).

“La capacidad de sufrimiento de estos muchachos es nula, porque nada los ha contrariado en la vida y todo lo han tenido a pedir de boca y a velocidad de madre torpe y sobreprotectora. Cuando llegan ciertas contrariedades cuya solución no se encuentra en regalos o cosas materiales, la idea del suicidio ronda y en veces se hace efectiva. (...) Por ahí leí que el hombre es un aprendiz y el dolor es su maestro; que el que no ha sufrido nada sabe. Y podríamos componer un refrán que diga: dime cuánto has sufrido y te diré cuánto vales. Ahora que hemos descubierto que los niños y los hijos también tienen derechos humanos (¡admito que quiero ser sarcástico!), debemos respetar el derecho sumo que tienen a ser bien educados y formados. Y hay que prepararlos también para el sufrimiento (que es parte importante de la vida) y para las dificultades (...)”.

“Amar a los hijos a punta de concesiones y consentimientos es hacer de ellos seres débiles y convertirlos en tiranos de los demás y esclavos de sí mismos. (...) Resumiendo: señores y señoras acariciadores, denle gusto en todo, conviértanlo(a) en un ser inútil y él o ella mañana los maldecirá, con casi todo derecho. O bien, sufran por dentro, coman callados, háganse los fuertes y háganlo(a) fuerte y antes de que llegue el día de mañana él o ella se lo agradecerá y ustedes no habrán vivido en vano. Que así sea”.

El Evangelio de hoy me trajo a la memoria este estupendo artículo. La virgen María y San José le reclamaron a Jesús su comportamiento: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?” Evidentemente, ellos no entendieron la respuesta, pero no se quedaron callados ni aplaudieron su proceder. Se trató de un reclamo tranquilo, pero firme y hecho en un clima de diálogo y comprensión. Hoy, cuando celebramos el día de la Sagrada Familia, pidamos para que en nuestras familias exista un verdadero diálogo y se viva el amor que es capaz de enseñar también el valor del sufrimiento y de la frustración, que forma seres humanos capaces de enfrentar con entereza y generosidad, los difíciles caminos de la vida.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Profesor Asociado de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá 

sábado, 26 de diciembre de 2015

Aquel que persevere hasta el fin se salvará

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio en este sábado en que se celebra la fiesta de San Esteban Protomártir.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 10,17-22. 
Jesús dijo a sus apóstoles: Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. 
Comentario

1. Enseñanzas de un gran contraste

1.1 Entre el día de ayer y el de hoy se dan inmensos contrastes. Ayer celebrábamos un nacimiento; hoy recordamos una muerte. Ayer se proclama la paz en cánticos del cielo; hoy un alud de insultos y pedruscos ejerce violencia en la tierra. Ayer nos hemos gozado viendo el triunfo del amor; hoy parecieran imponer su lenguaje la intransigencia y el odio.

1.2 Mas hay también nexos profundos entre ambas celebraciones. La muerte de Esteban no es otra cosa que un nacimiento, un nacer para el cielo. Como dicen los Santos Padres: "nació Cristo en la tierra para que Esteban pudiera nacer para el cielo".

1.3 Además, la paz de la natividad, según comentábamos en otra ocasión, no es ausencia de problemas sino superación interior del poder tiránico que los problemas quieren tener sobre nosotros. De acuerdo con ello, no están distantes la paz de la Navidad, en medio de tantos sinsabores, y la paz del martirio de Esteban, en medio de tantos insultos y piedras. Finalmente, es un mismo amor el que vence los obstáculos para que Cristo venga al mundo y el que vence las agresiones que pretenden impedir su reinado en nuestros corazones. El amor hizo la Navidad; el amor hizo al primer mártir.

2. Cielos Abiertos

2.1 En adviento recordábamos, quizá con lágrimas de devoción en nuestros ojos, aquella plegaria sentida de Isaías: "ojalá rasgaras el cielo y bajaras" (Is 64,1). Esta oración fue escuchada, y la Navidad es la gran respuesta a ella. Pero Jesús, que "rasgó los cielos", y bajó, "es el mismo que subió" (Ef 4,10), de modo que los cielos, abiertos por su amor para que él bajara, han quedado así abiertos por su amor para que nosotros subamos, y Esteban es en cierto modo el primero en hacerlo.

2.2 No olvidemos, pues: el fruto de la Navidad son los cielos abiertos. Por eso abundan los ángeles, por eso también las súplicas de los hombres son particularmente escuchadas, según aquello que hemos aprendido que Jesús dijo a Santa María Margarita Alacocque: "lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia, y nada te será negado". No es una fórmula "mágica", sino la expresión, en términos de confianza y de intercesión, de aquello que hemos afirmado: la Navidad significa cielos abiertos.

2.3 Poco antes de morir Esteban proclamó este misterio. Su muerte era su gran Navidad. Dijo, en efecto: "Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios" (Hch 7,56). Nuestra muerte, como la de Esteban, ha de ser eso: ver los cielos abiertos, ver al Hijo de Dios.

3. Perseverar hasta el fin

3.1 El evangelio de hoy nos invita, como es natural, a admirar la gracia propia del martirio, un género de muerte particularmente espantoso, pero también particularmente significativo y fecundo. Y en este evangelio Jesús nos apremia a perseverar hasta el final. Ese llamado adquiere un tono particular cuando lo relacionamos con la Navidad. Un nacimiento es un comienzo, y he aquí una lectura que nos llama a llegar hasta el final.

3.2 Y tiene mucho sentido, porque de poco sirve acoger a Cristo bebé si no es para dejarlo crecer en nosotros. Sea la última enseñanza de esta reflexión meditar en ello: ¿he acogido al Niño Jesús para dejarlo crecer en mí? Un santo, como es santo Esteban, es uno que dejó crecer a Jesús en sí mismo. La santidad, especialmente la santidad del martirio, no es otra cosa que un Cristo maduro, un Cristo que ha crecido en la vida de alguien.

3.3. Quede, pues, el propósito: mientras celebramos a Cristo Niño en Belén y mientras nos alimentamos de Cristo-Eucaristía en la Santa Misa, crezca Él en nosotros; viva su misterio en nosotros, cumpla su edad perfecta en nosotros, como ya la cumplió en Esteban, su primer gran testigo.


viernes, 25 de diciembre de 2015

Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros ¡Aleluya!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en esta solemne celebración del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 1,1-18.
En el principio ya existía la Palabra,  y la Palabra estaba junto a Dios,  y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.Por medio de la Palabra se hizo todo,  y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida,  y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
[Surgió un hombre enviado por Dios,  que se llamaba Juan:  éste venía como testigo,  para dar testimonio de la luz,  para que por él todos vinieran a la fe.
No era él la luz,  sino testigo de la luz.]
La Palabra era la luz verdadera,  que alumbra a todo hombre.Al mundo vino y en el mundo estaba;  el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa,  y los suyos no la recibieron.Pero a cuantos la recibieron,  les da poder para ser hijos de Dios,  si creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre,  ni de amor carnal,  ni de amor humano,  sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne,  y acampó entre nosotros,  y hemos contemplado su gloria:  gloria propia del Hijo único del Padre,  lleno de gracia y de verdad.[Juan da testimonio de él y grita diciendo:
-Este es de quien dije:  «El que viene detrás de mí  pasa delante de mí,  porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud  todos hemos recibido  gracia tras gracia:  porque la ley se dio por medio de Moisés,  la gracia y la verdad  vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: El Hijo único,  que está en el seno del Padre,  es quien lo ha dado a conocer.]
Comentario

¡Aleluya! Un decreto de amor nos cobija, una palabra de gracia nos protege, un designio de misericordia ha sido pronunciado a favor de nosotros. Es Cristo, es él, en la humildad de Belén, quien nos invita a aprender el lenguaje siempre antiguo y siempre nuevo del amor. Junto al pesebre la humanidad recomienza, en el seno de María todo tiene una nueva oportunidad, un nuevo principio.

El lenguaje que triunfa no es el de los hombres. Las palabras humanas desfallecen persiguiéndose unas a otras. Son como las olas, que en su vaivén viajan sin llegar y se mueven sin cambiar. La Palabra Divina es distinta, porque tiene una fuente y un término, a saber, el misterio de Dios, misterio que no se esconde al revelarse pero que en su revelación nos desborda con su riqueza, profundidad y hermosura.

Digno de Adoración

Navidad es un tiempo precioso para adorar. En esta noche santa y en este día santo hay tanto que admirar, tanto que meditar y tanto que celebrar que el alma cristiana quisiera resumirlo todo en un solo acto de donación y de fusión con el Amado. Por eso la Navidad es tiempo de adoración.

Adorar es dejarnos conquistar por el amor, dejarnos invadir por la belleza, abrir las puertas a la pureza y darle permiso a la humildad para que irrumpa suavemente llenando todo de orden y sentido. El alma humana necesita adorar porque si no tiene hacia dónde dirigirse se precipita monstruosamente sobre sí misma, y se recome en su egoísmo y su nada.

Mas, ¿qué o quién es digno de adoración? La respuesta brota en Navidad: hay Uno que es adorable. Uno que no engaña si le creemos, que no decepciona si en él confiamos; hay Uno que cumple todo lo que promete y que rebasa nuestros mejores deseos; Uno que nos ama bien y que desde su primer hálito hasta su último suspiro sólo conoce el lenguaje del amor. Hoy es Niño en el pesebre, mañana Sacerdote en la Cruz. Se llama Jesús.

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jueves, 24 de diciembre de 2015

«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves 24 de diciembre, último de Adviento: desde la medianoche de hoy, ¡será Navidad!

Dios nos bendice…

Evangelio según san Lucas 1,67-79
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz."
Comentario

Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.

Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.

«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!

Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!

Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa, Barcelona, España) 

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Si alguien no aceptara a Jesús, no sería porque Dios no ha sido misericordioso

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la Feria de Adviento: Semana antes de Navidad (23 dic.)

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 1,57-66.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. 

Comentario

De una cosa podemos estar ciertos frente a la figura de Juan. Esta no es exaltada en sí misma, sino en cuanto al papel que va a desempeñar en relación a Jesús. Juan es como su presentador oficial ante la sociedad israelita. En esa misma medida debe estar rodeado de acontecimientos que, correctamente interpretados, le dan crédito a su misión o la hacen comprender con mayor profundidad. La perícopa de hoy se refiere propiamente a la circuncisión de Juan, acontecimiento significativo para una familia judía, ya que se trataba de una ceremonia a través de la cual se incorporaba el hijo recién nacido al pueblo de Israel, o pueblo de la elección y de la alianza con el Dios Yavé.

Si comparamos la circuncisión de Juan y la de Jesús, la de Juan tiene mayor riqueza de datos. Nos encontramos con la circuncisión de la figura que cierra oficialmente el Antiguo Testamento. El nombre de Juan (en hebreo "Yohanan") significaba "Dios ha tenido compasión de su pueblo". Es decir, Dios no le falló a Israel. La vida de Juan, prefigurada, anunciada o resumida en su nombre, es la mayor prueba de ello. Juan es uno de tantos eslabones en la infinita cadena de actos de misericordia y de compasión que tuvo Yahvé para con su pueblo, hasta la llegada de Jesús. Si el pueblo llegara a ser infiel, a no aceptar a Jesús, nunca sería por no haber palpado el corazón de Dios abierto al amor y a la misericordia.

Una de las personas que percibe esta cadena de misericordias de Dios es una mujer: Isabel, la estéril. Sobre la tradición que aconsejaba ponerle al primogénito el nombre del padre, Isabel hace primar la conciencia de la misericordia de Dios para con ella y para con el pueblo. De esta manera, en Juan queda la constancia de lo que ha sido toda la historia de Israel: la dispensación de un acto de amor tras otro: un derroche de amor. Sólo cuando el hombre de la casa, el sacerdote Zacarías, enmudecido por no haber creído a tiempo en la misericordia de Dios, reconozca este amor gratuito de Dios ratificando el nombre de Juan, recuperará el habla. Sin duda alguna Zacarías sabía que él era el padre del niño. Sin embargo, en razón de la misión que Juan trae, él es también obra de Dios y debe llevar explícita -en razón de un nuevo nombre- esa especie de dependencia o filiación especial de Dios que trae en razón de su misión. No olvidemos que para ser una persona justa, el ser humano debe siempre reconocer la presencia y la autoría de Dios en aquellas cosas que, como hombre, no alcanza a comprender.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de
Latinoamérica)