viernes, 9 de agosto de 2013

“El que pierda su vida a causa de mí, la encontrará”

¡Amor y paz!

El viraje decisivo de los evangelios se hizo a partir de la Confesión de Pedro. Jesús se dirige hacia lo esencial, hacia "su hora"... y se concentra en lo que considera como trabajo suyo principal: la formación profunda del grupo de los Doce.

-Jesús, después de haber anunciado a los discípulos su pasión y su resurrección, les dijo: "El que quiera venirse conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

"Si alguien quiere venirse conmigo..." Este "si" condicional, o sea la frase inicial: "El que quiera", me ayudan a penetrar en un misterio esencial de Dios: Él es quien inventó la libertad del hombre... que es la grandeza del hombre según Dios. Jamás la forzará (Noel Quesson).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario.

La Iglesia celebra también hoy la fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, virgen y mártir, patrona de Europa. Pidámosle que interceda por los habitantes de ese continente.

Evangelio según San Mateo 16,24-28.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino". 
Comentario

 Al cumplirse el misterioso designio de su bondad, el Señor tomó la condición de esclavo y se dignó rebajarse hasta la muerte de cruz (Fl 2,8). Para realizar en nuestro corazón, por medio de una humillación visible, aquella celestial sublimación, para nosotros invisibles. Considera pues, de qué altura nos precipitamos desde el principio, y comprenderás que por  voluntad de la divina sabiduría y por su bondad somos restituidos a la vida. Con Adán caímos en la soberbia; por eso somos humillados en Cristo para poder cancelar la antigua culpa con el remedio de la virtud contraria, de modo  que los que con la soberbia ofendimos a Dios, lo aplaquemos poniéndonos a su servicio.

        Alegrémonos, y gocemos en aquel que nos ha hecho objeto de su lucha y de su victoria, diciendo: “Tened valor, yo he vencido al mundo» (Jn16, 33)... El invencible, peleará por nosotros y vencerá en nosotros. Entonces el príncipe de las tinieblas será echado fuera, aunque no ciertamente fuera del mundo, sino fuera del hombre, cuando al penetrar en nosotros la fe, es obligado a salir fuera y dejar libre el puesto a Cristo; cuya presencia pone en fuga al pecado y significa el destierro de la derrota de la serpiente...

      Que los oradores guarden su elocuencia, los filósofos su sabiduría, los reyes sus reinos; para nosotros la gloria, las riquezas y el reino, es Cristo; nuestra sabiduría, es la locura del Evangelio; la fuerza es, la debilidad de la carne, y la gloria, es el escándalo de la cruz.

San Paulino de Nola  ( 355- 431), obispo.
Carta 38, 3-4.6
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