¡Amor y paz!
El capítulo 15 de san
Lucas ha sido llamado "el corazón del evangelio". Nos transmite unas
parábolas muy características, las de la misericordia: hoy leemos la de la
oveja descarriada y la de la moneda perdida. La del hijo pródigo, la más
famosa, la leemos en Cuaresma.
La ocasión se la brindan a
Jesús los fariseos y los letrados que murmuraban porque él acogía a los
publicanos y pecadores y comía con ellos. La lección, por tanto, va para estas
personas que no tienen misericordia. Lo contrario de Jesús, y de Dios, que
sienten gran alegría cuando la oveja que se había descarriado vuelve al redil y
cuando la moneda que se había perdido ha sido recuperada.
Son hermosas las imágenes
del pastor que, lleno de alegría, se carga sobre los hombros a la oveja
perdida, y la de la mujer que reúne a sus vecinas para comunicarles su alegría
por la moneda encontrada. Así es la alegría de Dios de "los ángeles de
Dios"- "por un solo pecador que se convierta" (J. Aldazábal).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XXXI Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 15,1-10.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".
Comentario
Dios es rico en
misericordia. Su corazón está lleno de comprensión y clemencia. A pesar de que
nosotros, a veces, nos alejemos de él, nos busca hasta encontrarnos y se alegra
aún más que el pastor por la oveja y la mujer por la moneda.
Esta misericordia la
emplea, ante todo, con nosotros mismos, que también tenemos nuestros momentos
de alejamiento y despiste. Y también con todos los demás pecadores.
La Virgen María, en su
Magníficat, cantaba a Dios porque "acogió a Israel su siervo acordándose
de su misericordia". Si al pueblo elegido de Israel le tuvo que perdonar,
también a nosotros, que no somos mucho mejores.
Pero la lección se orienta
a nuestra actitud con los demás, cuando fallan. Sería una pena que estuviéramos
retratados en los fariseos que murmuran por el perdón que Dios da a los
pecadores, o en la figura del hermano mayor del hijo pródigo que no quería
participar en la fiesta que el padre organizó por la vuelta del hermano
pequeño. ¿Tenemos corazón mezquino o corazón de buen pastor?
Las parábolas nos las
narra Jesús para que aprendamos a imitar la actitud de ese Dios que busca a los
que han fallado, uno por uno, que les hace fácil el camino de vuelta, que les
acoge, que se alegra y hace fiesta cuando se convierten. ¿Acogemos nosotros así
a los demás cuando han fallado y se arrepienten? ¿Qué cara les ponemos? ¿Quisiéramos
que recibieran un castigo ejemplar? ¿Les echamos en cara su fallo una y otra
vez? ¿Les damos margen para la rehabilitación, como Jesús a Pedro después de su
grave fallo?
Si somos tolerantes y
sabemos perdonar con elegancia, entonces sí nos podemos llamar discípulos de
Jesús. La imagen de Jesús como Buen Pastor que carga sobre sus hombros a la
oveja descarriada (la famosa estatua del siglo III que se conserva en el Museo
de Letrán en Roma), debería ser una de nuestras preferidas: nos enseña a ser
buenos pastores y a no comportarnos como los fariseos puritanos que se creen
justos, sino como seguidores de Jesús, que no vino a condenar sino a perdonar y
a salvar.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 252-256
www.mercaba.org
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 252-256
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