¡Amor y paz!
Hoy celebramos la
Dedicación de la Basílica de Letrán. Erigida por el emperador Constantino,
hacia al año 324, es la primera en dignidad de las iglesias de Occidente,
porque se trata de la catedral del Papa en Roma. Ella es la "mater omnium
ecclesiarum" (madre de todas las demás iglesias), pues de ella no sólo han
nacido nuevos cristianos por el bautismo, sino más bien porque debe engendrar a
otras Iglesias y comunidades con dedicación misionera.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en el que se responderá a la
pregunta que plantea el título.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 2,13-22.
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Comentario
Se celebra hoy la fiesta
de la dedicación de la iglesia-madre de Roma, la Basílica de San Juan de
Letrán, dedicada en un primer momento al Salvador y después a San Juan
Bautista. ¿Qué representa para la liturgia y para la espiritualidad cristiana
la dedicación de una iglesia y la existencia misma de la iglesia, entendida
como lugar de culto? Tenemos que comenzar con las palabras del Evangelio:
"Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos
adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean
los que le adoren".
Jesús enseña que el templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra. Hablando de sí y del Padre dice: "vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14, 23) y Pablo escribe a los cristianos: "¿No sabéis que sois santuario de Dios?" (1 Corintios 3, 16). Por tanto, el creyente es templo nuevo de Dios. Pero el lugar de la presencia de Dios y de Cristo también se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18, 20). El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica" (Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que "dos o tres" están reunidos en su nombre.
Jesús enseña que el templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra. Hablando de sí y del Padre dice: "vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14, 23) y Pablo escribe a los cristianos: "¿No sabéis que sois santuario de Dios?" (1 Corintios 3, 16). Por tanto, el creyente es templo nuevo de Dios. Pero el lugar de la presencia de Dios y de Cristo también se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18, 20). El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica" (Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que "dos o tres" están reunidos en su nombre.
¿Por qué, entonces, los
cristianos damos tanta importancia a la iglesia, si cada uno de nosotros puede
adorar al Padre en espíritu y verdad en su propio corazón o en su propia casa?
¿Por qué es obligatorio ir a la iglesia todos los domingos? La respuesta es que
Jesucristo no nos salva por separado; vino a formar un pueblo, una comunidad de
personas, en comunión con Él y entre sí.
Lo que es la casa para una
familia, lo es la iglesia para la familia de Dios. No hay familia sin una casa.
Una de las películas del neorrealismo italiano que todavía recuerdo es "El
techo" ("Il tetto"), escrita por Cesare Zavattini y dirigida por
Vittorio De Sica. Dos jóvenes, pobres y enamorados, se casan, pero no tienen
una casa. En las afueras de Roma tras la segunda guerra mundial, inventan un
sistema para construir una, luchando contra el tiempo y la ley (si la
construcción no llega hasta el techo, en la noche será demolida). Cuando al
final terminan el techo están seguros de que tienen una casa y una intimidad
propia, se abrazan felices; son una familia.
He visto repetirse esta
historia en muchos barrios de ciudad, en pueblos y aldeas, que no tenían una
iglesia propia y que han tenido que construirse una por su cuenta. La
solidaridad, el entusiasmo, la alegría de trabajar juntos con el sacerdote para
dar a la comunidad un lugar de culto y de encuentro son historias que valdría
la pena llevar a la pantalla como en la película de De Sica...
Ahora bien, tenemos que
evocar también un fenómeno doloroso: el abandono en masa de la participación en
la iglesia y, por tanto, en la misa dominical. Las estadísticas sobre la
práctica religiosa son como para echarse a llorar. Esto no quiere decir que
quien no va a la iglesia haya perdido necesariamente la fe; no, lo que sucede
es que se sustituye a la religión instituida por Cristo por la llamada religión
"a la carta". En Estados Unidos dicen "pick and choose",
toma y escoge. Como en el supermercado. Dejando la metáfora, cada quien se hace
su propia idea de Dios, de la oración y se queda tan tranquilo.
Se olvida, de este modo,
que Dios se ha revelado en Cristo, que Cristo predicó un Evangelio, que fundó
una ekklesia, es decir, una asamblea de llamados, que instituyó los
sacramentos, como signos y transmisores de su presencia y de su salvación.
Ignorar todo esto para crear la propia imagen de Dios expone al subjetivismo
más radical. Uno deja de confrontarse con los demás, sólo lo hace consigo
mismo. En este caso, se verifica lo que decía el filósofo Feuerbach: Dios queda
reducido a la proyección de las propias necesidades y deseos. Ya no es Dios
quien crea al hombre a su imagen, sino que el hombre crea un dios a su imagen.
¡Pero es un Dios que no salva!
Ciertamente una
religiosidad conformada sólo por prácticas exteriores no sirve de nada; Jesús
se opone a ella en todo el Evangelio. Pero no hay oposición entre la religión
de los signos y de los sacramentos y la íntima, personas; entre el rito y el
espíritu. Los grandes genios religiosos (pensemos en Agustín, Pascal,
Kierkegaard, Manzoni) eran hombres de una interioridad profunda y sumamente
personal y, al mismo tiempo, estaban integrados en una comunidad, iban a su
iglesia, eran "practicantes".
En las Confesiones
(VIII,2), san Agustín narra cómo tiene lugar al conversión al paganismo del
gran orador y filósofo romano Victorino. Al convencerse de la verdad del
cristianismo, decía al sacerdote Simpliciano: "Ahora soy cristiano".
Simpliciano le respondía: "No te creo hasta que te vea en la iglesia de
Cristo". El otro le preguntó: "Entonces, ¿son las paredes las que nos
hacen cristianos?". Y el tema quedó en el aire. Pero un día Victorino leyó
en el Evangelio la palabra de Cristo: "quien se avergüence de mí y de mis
palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre". Comprendió que el
respeto humano, el miedo de lo que pudieran decir sus colegas, le impedía ir a
la iglesia. Fue a ver a Simpliciano y le dijo: "Vamos a la iglesia, quiero
hacerme cristiano". Creo que esta historia tiene algo que decir hoy a más
de una persona de cultura.
[Traducción del original
italiano realizada por Jesús Colina]
Padre
Raniero Cantalamessa, OFM Cap. - Predicador de la Casa Pontificia (2008).
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