domingo, 31 de julio de 2011

“…denles de comer ustedes mismos”

¡Amor y paz!

El Evangelio pone hoy nuevamente a nuestra consideración un episodio muy significativo en la vida de Jesús: aquel en que el Señor les pide a sus discípulos que le den de comer a la multitud y, ante las escasas provisiones, Él interviene para saciar el hambre de sus tantísimos seguidores.

He dicho que el episodio es muy significativo, pero así lo son todos en la vida del Señor, sólo que aquí es muy directa la lección para todos nosotros: Él ha dado ejemplo antes, porque ha sentido compasión y ha curado a los enfermos y luego, ante la petición de sus discípulos de que despache a la multitud con hambre, Él les dice: “denles de comer ustedes mismos”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Domingo XVIII del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 14,13-21.

Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos". Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos". Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados". "Tráiganmelos aquí", les dijo. Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. 
Comentario

Anthony de Mello, cuenta en su libro, El Canto del Pájaro, la historia de un hombre que paseando por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas; el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir el pobre zorro mutilado. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. De modo que el hombre quedó maravillado de la inmensa bondad de Dios y se dijo: «Voy a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito». Así lo hizo durante varios días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía: «¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado».

Es frecuente que, cuando nos encontramos con situaciones dolorosas, reaccionemos ante Dios pidiéndole que haga algo por nosotros, que nos ayude a solucionar nuestros problemas. Y, ciertamente, Dios hace algo, pero nos invita a colaborar con él en su obra. Cuánta gente, cuando constata las miserias y sufrimientos de nuestros pueblos, no le reclama de Dios una respuesta frente a tanto dolor. La pregunta que muchas veces asoma a nuestros labios es: “¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada?” La respuesta que nos da Dios es: “Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti”.

El texto evangélico de este domingo nos presenta la reacción de Jesús ante el asesinato de Juan el Bautista. “Cuando Jesús recibió la noticia, se fue de allí él solo, en una barca, a un lugar apartado. Pero la gente lo supo y salió de los pueblos para seguirlo por tierra. Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud; sintió compasión de ellos y sanó a los enfermos que llevaban”.

Jesús no se deja aplastar por su dolor ante el crimen que había acabado de cometer Herodes contra su amigo, el profeta Juan. Siente compasión y no pude cerrar los ojos ante el sufrimiento de aquellos que lo siguen hasta ese lugar apartado.

Los discípulos, viendo que se hacía tarde, y que la gente no tenía dónde encontrar comida, le sugieren a Jesús que los despida para que vayan a las aldeas a comprar comida. Pero Jesús les dice: “No es necesario que se vayan; denles ustedes de comer”. La reacción de sorpresa no se deja esperar: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. Esto no alcanzará para alimentar a tantos. Jesús, entonces, toma los pocos panes y peces, manda que la multitud se siente sobre la hierba y “mirando al cielo, pronunció la bendición y partió los panes, los dio a los discípulos y ellos los repartieron entre la gente”. Jesús parte y los discípulos re-parten lo poco que tenían con una multitud. Y “todos comieron hasta quedar satisfechos”.

No podemos seguir imitando al zorro mutilado. Tenemos que imitar más bien al tigre, que alimenta todos los días al que no puede buscar su alimento. Sólo así seremos discípulos de Aquel que no evadía el hambre de su pueblo, sino que partía y repartía con ellos todo lo que tenía.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá.

sábado, 30 de julio de 2011

Juan el Bautista, mártir de la verdad

¡Amor y paz!

Estos versículos nos transportan a otro momento de la vida de Jesús, la muerte violenta de Juan Bautista por Herodes. El Bautista fue un mártir de la verdad.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 14,1-12.
En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos". Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla". Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús. 
Comentario

Hemos creado un mundo de apariencia y de falsedad que necesariamente debe estar respaldado por unas estructuras sociales que lo mantienen y alimentan. El orden social lo justificamos por el bien común, pero por debajo se mueven los intereses personales, de clase o de grupo. Igual sucedía en tiempos de Jesús.

Cuando Herodes oye hablar de Jesús lo confunde con Juan Bautista, a quien él había mandado a matar, cree que éste ha resucitado y por eso actúan en él las fuerzas milagrosas. Herodes y Pilatos no son presentados como los culpables de la muerte del Bautista y de Jesús, respectivamente; es todo un sistema de injusticia y de violación de derechos que aparece como el orden social, como el orden establecido ante el cual toda denuncia suena a subversión. Los pobres, los oprimidos, los débiles no tienen derecho a protestar y si lo hacen aparecen como rebeldes. Juan le había dicho a Herodes que no le era lícito quedarse con Herodías, la mujer de su hermano y esto fue causa suficiente para que lo encarcelaran y después lo decapitaran. 

Herodías no ve con buenos ojos a Juan porque va en contra de sus intereses, ella se las ingenia para hacerlo encarcelar y luego para desparecerlo. Aparece aquí la figura de la mujer para guardar la imagen del rey, en primer plano se nota la maldad de las mujeres, madre e hija, se confabulan para hacer desparecer a Juan Bautista y quitarse de encima esa palabra que atormenta e intranquiliza la conciencia. La hija saca a relucir en la danza sus encantos, su belleza y agilidad de movimientos y la madre coloca su astucia para dar el golpe certero. La belleza se confabula para darle muerte a Juan Bautista y mostrar su cabeza como un trofeo. También Judit, en el Antiguo Testamento, se vale de su belleza y, con un sentido opuesto al que encontramos en el texto de hoy, decapita a Holofernes para salvar a su pueblo. Mientras la cabeza de Juan se exhibe como trofeo del triunfo de un sistema corrupto, la de Holofernes es signo de liberación.

Servicio Bíblico Latinoamericano

viernes, 29 de julio de 2011

Confianza en Jesús debe ser a toda prueba

¡Amor y paz!

Por la festividad de Santa Marta, el evangelio de hoy es el de la resurrección de Lázaro, el hermano de Marta y María. También en este texto se trasluce ese estar nuestra vida en las manos de Dios. Lázaro ha muerto; Marta, desconsolada, sale al encuentro de Jesús y le habla, totalmente segura de que si él –que es la Vida- hubiera estado, su hermano no habría muerto.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes en que se celebra la memoria de Santa Marta.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 11,19-27.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.  Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".  Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo". 
Comentario

La amistad de Marta con Jesús es una amistad fuerte. Tan pronto siente ella que Jesús ha llegado sale a su encuentro y le reclama el no haber venido cuando Lázaro estaba enfermo, Marta estaba segura de que Jesús lo hubiera curado. 

En nuestra vida acudimos a las suposiciones para ir encontrando justificación a lo que hicimos o dejamos de hacer. La muerte de Lázaro era una realidad inevitable y Jesús lo sabía, por eso no se hizo presente antes. A veces para solucionar un problema es necesario que llegue a su clímax, porque parece que es allí cuando nos hacemos más conscientes de la realidad y sentimos la necesidad de enfrentarla y de buscar salidas.

En la vida hay realidades que nos cuesta mucho aceptar y decimos: “si hubieras estado aquí...”, “si se hubiera hecho esto...”, “si no hubiera ido...”, “si no hubiera dicho...”. Encontramos la solución a los problemas cuando ya no hay nada que hacer. Pero la pregunta es: ¿por qué en ese momento no se nos ocurrió?  Lo que tiene que suceder, sucede.

Un cristiano debe formarse para sobrellevar los acontecimientos de la vida, principalmente los que más nos afectan y nos duelen. Marta es consciente también de aunque su hermano esté muerto, Dios le concederá a Jesús lo que él le pida. Sin embargo, cuando Jesús le dice que su hermano resucitará ella le responde que en el último día. Jesús le dice que quien cree en Él aunque muera, vivirá y que todo el que vive y cree en El no morirá jamás. La muerte de Lázaro es un símbolo de nuestra vida espiritual. Es necesario que la palabra de Jesús nos saque de la tumba en que vivimos, nos libere de nuestras ataduras interiores, para poder tener actitudes de vida con los demás.

Servicio Bíblico Latinoamericano

jueves, 28 de julio de 2011

El día del juicio, separarán a buenos y malos, ahora mezclados

,¡Amor y paz!

La última parábola de la serie, la de la red, sólo la encontramos en el evangelio de Mateo y tiene como tema principal la oposición de los justos y de los malos, el horno encendido, los llantos y el rechinar de dientes, que encontramos en la parábola anterior. 

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y bel comentario, en este Jueves de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,47-53.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.
Comentario

Las redes de los pescadores pueden atrapar cualquier clase de peces. Así es el Reino.

Atrae por igual a gente honesta con buenos propósitos y a gente manipuladora y oportunista. Sin embargo, la lógica misma del Reino hace que unos se diferencien radicalmente de los otros.

Muchos discípulos de Jesús lo siguieron con aparente fidelidad pero ocultaban oscuros intereses. A lo largo del camino fueron manifestando sus verdaderas intenciones. Se vestían con el manto del servicio a Dios para servir a sus propias ambiciones. Jesús les anuncia la inevitable fuerza que tiene el Reino para descubrirlos y separarlos de la auténtica comunidad. Al final, Dios les servirá de lo mismo que han cultivado.

Al terminar la parábola, Jesús diferencia entre los escribas o intelectuales que se han hecho sus discípulos de otros que se han encerrado en sus doctrinas. El intelectual que se hace hijo del Reino sabe combinar lo que sabe, lo que tiene con la novedad constante que irrumpe con el Reino. Saca de sus reservas cosas nuevas y cosas antiguas. El intelectual que no se abre a la acción del Reino, se encierra en sus doctrinas para sólo sacar vejestorios inservibles. De este modo, Jesús acoge entre sus discípulos a los que están dispuestos a poner al servicio del pueblo y del Reino lo que saben. Aquellos hábiles y creativos que combinan su ciencia con la novedad que irrumpe en la vida del Pueblo de Dios.

Servicio Bíblico Latinoamericano

miércoles, 27 de julio de 2011

El Reino de los cielos, un tesoro de valor inigualable

¡Amor y paz!

Hoy leeremos dos parábolas más, muy breves, que coinciden en la intención:  la del que encuentra un tesoro escondido bajo tierra y la del comerciante que, entre las perlas, descubre una particularmente preciosa. Los dos venden cuanto tienen, para asegurarse la posesión de lo que sólo ellos saben que vale tanto.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 17ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,44-46.
El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. 
Comentario

Las parábolas muestran la actitud de quienes descubren el valor del Reino. En la primera el Reino no es algo obvio. Es un tesoro escondido que sobresalta a quien lo encuentra. La persona que descubre el Reino de Dios, en Jesús y en su Palabra, se siente conmovido por esta experiencia. La ve como una verdadera fortuna por la cual es necesario darlo todo. En la segunda, se trata de un comerciante que busca perlas finas hasta que encuentra la definitiva.

Estas actitudes identifican dos grupos de personas. Unas que accidentalmente tropiezan con Jesús y su Palabra y descubren su valor. A estas personas las sobrecoge la alegría porque no esperaban nada, sin embargo, Dios les ha salido al encuentro. Su existencia a partir de ese momento estará iluminada por una nueva luz. Otras personas, están en el afán de buscar un valor que dé significado a su vida. Si ven la trascendencia del mensaje de Jesús descubrirán lo que estaban buscando. A sus manos ha llegado algo que transformará su existencia. De ahí en adelante, percibirán toda su vida como un camino que los ha conducido al lugar adecuado.

A nuestro pueblo le ha ocurrido como a la persona que descubrió el tesoro. El pueblo duró muchos años sin poder acceder a la Palabra de Dios. La veía, recibía y aprendía siempre de forma indirecta. La alegría ha sido inmensa ahora que la tiene en sus manos. Pone en ella toda su esperanza y han dado todo para llegar a conocerla. La Biblia ha transformado su vida y la de las comunidades cristianas: se han enriquecido con un tesoro inagotable. El pueblo sabe lo que tiene y, por eso, la Palabra va a quedar siempre en sus manos.

Servicio Bíblico Latinoamericano

martes, 26 de julio de 2011

Jesús sigue sembrando la semilla en el mundo

¡Amor y paz!

Jesús hace hoy la homilía sobre la parábola que leíamos el sábado, la de la cizaña que crece junto al trigo en el campo. Se nos insiste que el juicio no nos corresponde a nosotros. Le pertenece a Dios y lo hará al final. En otro aparte del Evangelio, Jesús nos ha advertido que podemos ser malos jueces: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?” (Lc 6, 37-42)

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Mateo 13,36-43.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga! 
Comentario

En su casa, junto a sus discípulos, Jesús da unas claves simbólicas para comprender la parábola del "trigo y la maleza". La explicación muestra cómo en la obra de Dios se filtran fuerzas negativas, por lo que se hace necesario esperar y ver los frutos para saber quién es quién.

Con esta parábola Jesús nos muestra cómo las opciones humanas pueden estar a favor del proyecto de vida o en favor del proyecto de muerte. Los que han optado por la solidaridad, la justicia y el servicio darán los frutos correspondientes. Ellos serán verdaderos hijos de Dios y manifestación del Reino entre las personas. Los que han caído en la tentación de la codicia desmedida, del poder a cualquier precio... ostentarán con sus obras la propia maldad. Equivocado camino que los ha conducido a torcer el camino ajeno con escándalos y a utilizar sus dones exclusivamente en provecho propio.

Cada día vemos en nuestras organizaciones eclesiales, familiares y sociales personas que han crecido entre la buena semilla pero que, pasado el tiempo, dan malos frutos.

Personas que utilizan empresas humanitarias para escalar posiciones de prestigio y de poder, causando de paso múltiples escándalos y contradicciones. Su conducta hace titubear la fe de la gente sencilla que ha creído en ellos y les ha brindado su confianza. Es deber de la comunidad ponerlos en evidencia, descubrir sus manipulaciones y denunciar con voz profética sus escándalos y maldades. Con esto la comunidad hace lo que Dios le ha encomendado pero queda reservado a Dios el juicio sobre ellos.

Servicio Bíblico Latinoamericano

lunes, 25 de julio de 2011

El que quiera ser grande, que se haga servidor

¡Amor y paz!

Ayer reflexionábamos acerca de que la lectura y meditación de la Palabra debe llevarnos a ver la realidad con los ojos de Dios. Pues bien, en esa misma tónica, el Evangelio de hoy nos invita a reconocer que el cristiano no tiene que ver los temas del Reino con los mismos ojos con que los ve el mundo. Son muy distintos los valores del mundo, tener, placer y poder, a los valores del Reino de Dios, que nos propone Jesús en el Evangelio. Recordemos que Jesús lo dijo: “Mi Reino no es de este mundo” (Jn 18, 33ss).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este lunes en que, como Iglesia, celebramos la fiesta de Santiago apóstol.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 20,20-28.

Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".  Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". 

Comentario

Ser cristiano no puede ser un pretexto para situarse bien en el mundo, para escalar  primeros puestos o acceder a desmedidos privilegios. Cuando la religión se degrada a esos  menesteres, la fe fácilmente deriva en pseudo-creencia o en peligroso fanatismo.

Ser cristiano es seguir a Xto, no fabricarse hermosas ensoñaciones o atesorar buenos  deseos. Seguir a Xto es acompañarle, de momento, en su subida a Jerusalén, la ciudad que  asesina a los profetas y a los enviados de Dios, porque le estorban e incordian.

Quizá en otros tiempos, no muy lejanos, pudo resultar bien visto o cosa de buen tono el  ser y aparecer como cristiano. Hoy día no es así. Incluso hoy, en un clima de libertad  religiosa, puede resultar enojoso el tener que hacer frente a un cierto revanchismo de otros  tiempos. Como dice Pablo, en la carta a los corintios que hemos leído (2Co/04/07-15),  pudiera parecer a veces que nos atosigan por todas partes, aunque no pueden hundirnos;  pudiera parecernos que se nos ríen y burlan, aunque no pueden desanimarnos; y podría  suceder que sintiéramos incluso una cierta persecución o campaña en contra, aunque no  puedan aniquilarnos.

¿Podemos beber el cáliz? ¿Estamos dispuestos a afrontar todo por amor a Jesús y por su  evangelio? El desafío cristiano espera de nosotros una respuesta generosa y reflexiva,  como la de los hijos del trueno: "podemos". La fe es una opción, una respuesta incondicional  a la palabra de Dios, un sí rotundo a la llamada de Jesús. Y hoy, al recordar y celebrar con  Santiago nuestra llamada a la fe, es momento propicio para renovar nuestro compromiso. Aunque, tal vez adoctrinados por nuestra propia experiencia, tenemos que matizar nuestro  entusiasmo y contar, sobre todo, con la gracia de Dios. Porque podemos ser fieles al  evangelio, pero no sin la gracia de Dios.

Necesitamos, más que nunca, sentirnos unidos en su Iglesia y a su Iglesia. Es demasiado  peligroso ese esnobismo, demasiado frecuente en nuestro tiempo, de hacer alarde de  cristianismo y de menosprecio a la Iglesia. No podemos prescindir de la mediación de la Iglesia, querida por Jesús. También resulta temerario ese prurito de ser fieles al evangelio,  menospreciando las prácticas sacramentales, la misa, la oración, como si todo se redujera  sólo a una lucha por la justicia, a un compromiso meramente temporal.

Debemos recordar que sólo podemos ser cristianos con la gracia de Dios. Y la primera  gracia de Dios es su Iglesia. (...).

Celebrar la eucaristía es comer el pan y beber el cáliz. Con ese gesto de comunión  significamos nuestra comunión con Jesús y con los hermanos. Comulgamos, pues, con la  causa de Jesús. Así damos sentido a nuestra fe y nos enrolamos en la misión de la Iglesia, fundada sobre los apóstoles. La fiesta de Santiago, el apóstol de Jesús, el primer testigo de  entre los apóstoles, será un motivo de gozo y de alegría para todos, si todos estamos como él, como el hijo del trueno, dispuestos a apurar el cáliz de Jesús hasta el fin. Y podemos  hacerlo, si queremos, porque la gracia de Dios está con nosotros. 

EUCARISTÍA 1985, 34

domingo, 24 de julio de 2011

La Palabra nos ayuda a ver la realidad con los ojos de Dios

¡Amor y paz!

Los protestantes nos critican a los católicos entre tantas cosas que no conocemos ni aprovechamos la Palabra de Dios y que, ejemplo de eso, es que muchos de nosotros exhibimos un muy lujoso ejemplar de la Biblia, abierto, sobre en un atril, para que lo admiren quienes nos visitan, nunca para leerlo y aprovecharlo.

¿Para qué le sirve a usted la lectura diaria del Evangelio en este blog?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo XVII del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,44-52.
El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". 
Comentario

Hugo Canavan, teólogo carmelita norteamericano, especializado en estudios bíblicos y en la animación de pequeñas comunidades de base entre los campesinos de Colombia, desde hace muchos años, daba un curso de Biblia en un barrio popular de Bogotá. Yo colaboraba en esa época en las pequeñas y frágiles Asambleas familiares que iban creciendo en medio de las luchas entre las pandillas y el hambre que produce el desempleo y la falta de oportunidades. Recuerdo, como si fuera ayer, la manera como Hugo fue explicando, en la casa de don Carlos y doña Isabel, la importancia de la Palabra de Dios para nosotros. Estando en medio de la gente, éramos unas treinta y cinco personas, contando a las mujeres y los niños, se quitó las gafas y comenzó a contar:

"Había una vez un señor que pertenecía a una comunidad de base. Su nombre era Marcos. Todas las semanas participaba de la reunión en la que hablaban de los problemas del barrio, leían la Biblia y rezaban juntos pidiendo a Dios o dándole gracias por lo que iba realizando en medio de ellos. Un buen día don Marcos, que ya tenía setenta y siete años, comenzó a saludar a la gente con otro nombre; a doña Belén la saludó como si fuera Ángela; a Ángela la confundió con Mariela; a Saulo lo confundió con Benjamín; a don José lo saludó como si fuera la señora Josefina. (Mientras Hugo contaba la historia, iba haciendo la representación de lo que iba diciendo con los miembros de la comunidad a los que daba el curso y les iba confundiendo los nombres).

Los que estaban presentes no corrigieron a don Marcos. Lo saludaban naturalmente, aunque sabían que estaba equivocándose. Algunos, después de la reunión, comentaron lo sucedido. Don Marcos estaba perdiendo la vista... por eso, decidieron recoger una platica para llevarlo al médico, para que le formularan una gafas. Así se hizo. La señora Mercedes se encargó de recoger la colaboración de todos y de llevar a don Marcos al médico. A los quince días llegó don Marcos otra vez a la reunión con las gafas en las manos y mostrándole a todo el mundo el regalo que le habían hecho. Evidentemente, como llevaba las gafas en las manos, volvió a confundir a todo el mundo. Le decía a Carlos: «¡Mire don Saulo las gafas tan bonitas que me regalaron!»; y a doña Belén le dijo: «¡Cuánto les agradezco doña Josefina por estas gafas tan buenas que me han regalado entre todos! ¡Dios se lo ha de pagar!» (Hugo iba representando a don Marcos con las gafas en sus manos y mostrándoselas a la gente, confundiéndoles el nombre)".

Después de contar la historia y representarla, Hugo lanzó la pregunta, «¿Entienden ustedes lo que esto significa?» Y fue recogiendo las conclusiones que la gente iba sacando: Por ejemplo, decían: «Así pasa con la Biblia; la gente la recibe y está muy orgullosa de tenerla, pero no la utilizan para lo que es». «La Biblia no es para mostrarla a los demás, sino para poder ver a los hermanos que tenemos al lado; es para reconocer a los que sufren junto a nosotros». «La Biblia es como unas gafas que nos sirven para ver la realidad con los ojos de Dios; no es para quedarnos viéndola a ella sola y mostrándola orgullosamente a los demás». «Tener gafas y no colocárselas es como los que compran la Biblia y luego la colocan en un lugar bien bonito de la casa, pero nunca la leen en grupo, ni personalmente. Es como un adorno más en la casa». 
Y así, sucesivamente...

Las parábolas, que fue la forma como Jesús comunicó los secretos del Reino a los hombres y mujeres de su época, siguen teniendo hoy un valor incalculable. Implican a los que las escuchamos en el aprendizaje. No nos deja por fuera de lo que se está enseñando, sino que nos toca interiormente. Más que comentar el contenido de la predicación de Jesús, deberíamos hacer como Hugo Canavan a la hora de comunicar nuestro mensaje a los que tenemos alrededor... copiarnos su estilo...

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá.

sábado, 23 de julio de 2011

Jesús nos enseña a actuar frente al mal

¡Amor y paz!

En otra parábola relacionada con el campo, el Evangelio nos ofrece hoy una reflexión sobre la realidad de la presencia del bien y del mal en el mundo. El mal, como cizaña, crece mezclado con el trigo, que representa al bien. De noche, se acercó cautelosamente el Maligno y sembró las semillas del mal en medio de las semillas sembradas por Jesús. Una de las principales armas del Maligno es crear confusión en medio del campo, tratando de llamar al mal bien, y al bien mal. 

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según san Mateo 13,24-30.
Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'". 
Comentario

a) Otra parábola tomada del campo y también relacionada con la semilla: el trigo que crece mezclado con cizaña.

Jesús les da a sus discípulos una lección de paciencia. Dios ya sabe que existe el mal, pero tiene paciencia y no quiere intervenir cada vez, sino que deja tiempo para que las personas cambien.

A lo largo del evangelio hay momentos en que los apóstoles se muestran impacientes e intolerantes. Como cuando en un pueblo no les recibieron: «Maestro, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo?». Juan el Precursor también usaba un lenguaje duro: «ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego» (Lc 3,9). Pero Jesús mostró paciencia con los pecadores, y contó la parábola de la higuera a la que el dueño, antes de darla definitivamente por estéril, le concedió tiempo para ver si daba fruto.

El jueves de la próxima semana leeremos otra parábola de Jesús, la de la red del pescador que recoge peces buenos y malos, con la misma lección de paciencia que la de hoy.

b) En este mundo -y también en la Iglesia y dentro de cada uno de nosotros- conviven, de momento, el bien y el mal. Conviene que lo recordemos y no nos pongamos nerviosos.

Jesús nos dice que hay quien siembra cizaña en su campo. Más adelante (lo leeremos el martes de la semana próxima), él mismo nos explicará la parábola. Él habla de «un enemigo» que actúa de noche. No hay que extrañarse de que existan fuerzas opuestas al Reino de Jesús. Hay que tener paciencia y serán poco más tolerantes, no ser demasiado precipitados en nuestros juicios ni dejarnos llevar de un excesivo celo, queriendo arrancar a toda costa la cizaña. Si Dios tiene paciencia y concede a todos un margen de rehabilitación, ¿quiénes somos para desesperar de nadie y para tomar medidas drásticas, con un corazón sin misericordia?

Sí, pero ¿y el escándalo? ¿Y el mal que pueden hacer los «malos» en la comunidad? No es que Jesús nos invite a no luchar contra el mal, o que no nos advierta que hemos de saber discernir lo que es trigo y lo que es cizaña, lo que son ovejas y lo que son lobos. Sino que nos avisa que no seamos impacientes, que no condenemos ni tomemos la justicia por nuestra mano. Eso lo dejamos a Dios, para cuando él crea llegado el momento, «cuando llegue la siega». Y, por tanto, no nos ponemos en una actitud de queja continua ni de condena sistemática de los demás, buscando una comunidad perfecta y elitista, o como los fariseos, que se creían los perfectos y juzgaban a los demás.

Dios no es ciego. Ve el mal, ve a los malos. Pero tiene paciencia. Todo tiene su tiempo.

Jesús come con los pecadores y publicanos, y consigue, a veces, su conversión. El Reino ya está actuando, aunque no lo parezca y conviva, de momento, con el mal. La Iglesia no es la comunidad de los ya perfectos. Es la comunidad de los que van camino de la salvación, luchando contra el mal en sí mismos y en el mundo. Con respeto a la situación personal y al ritmo de maduración de cada uno. Como hizo Jesús.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 187-191

viernes, 22 de julio de 2011

Las mujeres, comunicadoras del triunfo de la vida sobre la muerte

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes en que celebramos la memoria de Santa María Magdalena.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 20,1.11-18.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.  Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. 
Comentario

 El evangelio de hoy nos presenta la aparición de Jesús a María Magdalena, cuya fiesta celebramos hoy. La muerte de Jesús, su gran amigo, le hace perder el sentido de la vida. Pero ella no desiste de la búsqueda. Va al sepulcro para volver a encontrar a aquel que le habían robado. Hay momentos en la vida en que todo se desmorona. Parece que todo se termina. Muerte, desastre, enfermedad, decepción, traición. Tantas cosas que pueden hacernos faltar la tierra bajo nuestros pies y echarnos en una crisis profunda. Pero también acontece lo siguiente. Como que, de repente, el volverse a encontrar con una persona amiga puede rehacer la vida y puede hacernos descubrir que el amor es más fuerte que la muerte y la derrota. En la manera de describir la aparición la aparición de Jesús a María Magdalena aparecen las etapas de la travesía que ella tuvo que hacer, desde la búsqueda dolorosa del fallecido amigo hasta el encuentro con el resucitado. Estas son también las etapas por las que pasamos todos nosotros, a lo largo de la vida, en busca de la dirección hacia Dios y en la vivencia del Evangelio. Es el proceso de la muerte y de la resurrección que se prolonga en el día a día de la vida.

Juan 20,1: María Magdalena va al sepulcro. Había un amor muy grande entre Jesús y María Magdalena. Ella fue una de las pocas personas que tuvieron el valor de quedarse con Jesús hasta la hora de su muerte en la cruz. Después del reposo obligatorio del sábado, ella volvió al sepulcro para estar en el lugar donde había encontrado al Amado por última vez. Pero, con su gran sorpresa, el sepulcro estaba vacío.

Juan 20,11-13: María Magdalena llora, pero busca. Llorando, María Magdalena se inclina y mira para dentro del túmulo, donde ve dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había sido colocado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles preguntan: "¿Por qué lloras?" Respuesta: "¡Porqué se han llevado a mi señor y no dé dónde lo han puesto!" María Magdalena busca al Jesús que ella había conocido, el mismo con quien había convivido durante tres años.

Juan 20,14-15: María Magdalena conversa con Jesús sin reconocerle. Los discípulos de Emaús vieron a Jesús, pero no le reconocieron (Lc 24,15-16). Lo mismo acontece con María Magdalena. Ella ve a Jesús, pero no le reconoce. Piensa que es el jardinero. Al igual que los ángeles, también Jesús pregunta: "¿Por qué lloras?" Y añade: "¿A quién buscas?" Respuesta: "«Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré." Ella sigue buscando al Jesús del pasado, de hace tres días. La imagen de Jesús del pasado le impide reconocer al Jesús vivo, presente ante ella.

Juan 20,16: María Magdalena reconoce a Jesús. Jesús pronuncia el nombre: "¡María!" (Miriam) Fue la señal de reconocimiento: la misma voz, la misma manera de pronunciar el nombre. Ella responde: "¡Maestro!" (Rabuni) Jesús había vuelto. La primera impresión es de que la muerte no fue que un accidente doloroso a lo largo del camino, pero que ahora todo había vuelto a ser como antes. María abraza a Jesús con fuerza. Era el mismo Jesús que había muerto en cruz, el mismo que ella había conocido y amado. Aquí se realiza lo que Jesús dijo en la parábola del Buen Pastor: "El las llama por su nombre y ellas reconocen su voz". - "Yo conozco mis ovejas y ellas me conocen" (Jn 10,3.4.14).

Juan 20,17: María Magdalena recibe la misión de anunciar a los apóstoles la resurrección. De hecho, es el mismo Jesús, pero lo que ha cambiado es la manera de estar unido a ella: Jesús le dice: "Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre”

Jesús sube al Padre. María Magdalena tiene que soltarle y asumir su misión: “Pero vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”. Llama a los discípulos “mis hermanos”. Subiendo al Padre, Jesús nos abrió el camino e hizo con que Dios se quedara de nuevo cerca de nosotros. “Quiero que donde yo esté ellos estén conmigo” (Jn 17,24; 14,3).

Juan 20,18: La dignidad y la misión de la Magdalena y de las Mujeres. María Magdalena es citada como discípula de Jesús (Lc 8,1-2); como testigo de su crucifixión (Mc 15,40-41; Mt 27,55-56; Jn 19,25), de su sepultura (Mc 15,47; Lc 23,55; Mt 27,61), y de su resurrección (Mc 16,1-8; Mt 28,1-10; Lc 24,1-10; Jn 20,1.11-18). Y ahora recibe la orden, la ordenación, de ir a los Doce y anunciarles que Jesús está vivo. en esta Buena Nueva de la Resurrección, las siete lámparas de los sacramentos se apagarían (Mt 28,10; Jn 20,17-18).

jueves, 21 de julio de 2011

“Muchos profetas desearon ver y oír lo que ustedes ven y oyen”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Jueves de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,10-17.
Los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?". El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron. 
Comentario

Mateo 13,10: La pregunta. En el evangelio de Marcos los discípulos piden una explicación de las parábolas (Mc 4,10). Aquí en Mateo, la perspectiva es otra. Quieren saber porqué Jesús, cuando habla a la multitud, sólo habla en parábolas: "¿Por qué usas parábolas para hablar con ellos?" ¿Cuál es el motivo de esta diferencia?

Mateo 13,11-13: A ustedes les es dado conocer el misterio del Reino. Jesús responde: "«Es que a vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. ”. ¿Porqué a los apóstoles era dado conocer y a los otros no? Una comparación para ayudar en la comprensión. Dos personas escuchan a la madre que enseña sobre algo:"quien ama, no corta no cose…”. Una de las dos personas que escucha es hija y la otra no lo es. La hija entiende y la otra no entiende nada. ¿Por qué? Porque en casa de la madre, la expresión "cortar y coser" significaba calumniar

Así, la enseñanza de la madre ayuda a la hija a que entienda mejor cómo practicar el amor. Crece en ella aquello que ya sabía. A quien tiene se le dará y le sobrará.La otra persona no entendió nada y perdió hasta lo poco que pensaba entender respecto del amor y del ‘cortar y coser’. Se quedó confusa y no consiguió entender qué tenía que ver el amor con ‘cortar y coser’. Quien no tiene, aún aquello que tiene se le quitará. Una parábola revela y esconde ¡al mismo tiempo! Revela para “los de dentro”, que aceptan a Jesús como Mesías Siervo. Esconde para los que insisten en decir que el Mesías será y debe ser un Rey Glorioso. Estos entienden las imágenes de la parábola, pero no llegan a entender su significado. En cuanto a los discípulos, crecen en aquello que ya saben respecto del Mesías. Los otros no entienden nada y pierden hasta lo poco que pensaban saber sobre el Reino y el Mesías.

Mateo 13,14-15: La realización de la profecía de Isaías. Como la otra vez (Mt 12,18-21), en esta reacción diferente de la gente y de los fariseos ante la enseñanza de las parábolas, Mateo ve de nuevo una realización de la profecía de Isaías. Y hasta cita por extenso el texto de Isaías que dice así: 

“Oír, oiréis, pero no entenderéis,
mirar, miraréis, pero no veréis.

Porque se ha embotado el corazón de este pueblo,
han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado;
no sea que vean con sus ojos,
con sus oídos oigan,
con su corazón entiendan y se conviertan,
y yo los sane.

Mateo 13,16-17: Dichosos los ojos que ven lo que estáis viendo. Todo esto explica la frase final: «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.

Las parábolas: una nueva manera de hablar a la gente sobre Dios. La gente queda impresionada con la manera que Jesús tiene de enseñar. “¡Una nueva enseñanza! ¡Dada con autoridad! ¡Diferente a la de los escribas!” (Mc 7,28). Jesús tenía una capacidad muy grande de encontrar imágenes bien sencillas para comparar las cosas de Dios con las cosas de la vida que el pueblo conocía y experimentaba en su lucha diaria para sobrevivir. Esto supone dos cosas: estar por dentro de las cosas de la vida de la gente, y estar por dentro de las cosas de Dios, del Reino de Dios. En algunas parábolas acontecen cosas que no acostumbran acontecer en la vida. Por ejemplo, ¿dónde se vio un pastor de cien ovejas que abandona a las noventa y nueve para encontrar aquella única que se perdió? (Lc 15,4) ¿Dónde se vio a un padre que acoge con una fiesta al hijo que ha malgastado todos sus bienes, sin decirle una palabra de reproche? (Lc 15,20-24). ¿Dónde se vio a un samaritano ser mejor que el levita y el sacerdote? (Lc 10,29-37). La parábola induce a pensar. Nos lleva a implicarnos en la historia desde nuestra propia experiencia de vida. Hace que nuestra experiencia nos lleve a descubrir que Dios está presente en lo cotidiano de nuestra vida. La parábola es una forma participativa de enseñar, de educar. No nos da todo cambiado en un minuto. No hace saber, sino que hace descubrir. 

La parábola cambia la mirada, hace que la persona sea contemplativa, observadora de la realidad. Aquí está la novedad de la enseñanza de las parábolas de Jesús, distinta de la de los doctores que enseñaban que Dios se manifestaba sólo en la observancia de la Ley. Para Jesús “el Reino no es fruto de observancia. ¡El Reino está presente en medio de ustedes!” (Lc 17,21). Pero los oyentes no siempre lo perciben.

miércoles, 20 de julio de 2011

“¡El que tenga oídos, que oiga!"

¡Amor y paz!

Desde hoy hasta el viernes de la semana siguiente vamos a leer el famoso capítulo 13 de san Mateo, el de las parábolas de Jesús: el sembrador y su semilla, el grano de mostaza, la levadura, el tesoro y la perla escondidos, la red que recoge peces buenos y malos.


Las parábolas son relatos inventados, pedagógicos, tomados muchas veces de la vida del campo o del ambiente doméstico, relatos fáciles de entender, porque se refieren a la vida de cada día. En labios de Jesús, contienen una intención religiosa y una lección para que sus oyentes comprendan las líneas-fuerza del Reino, con comparaciones llenas de expresividad.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este miércoles de la XVI semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,1-9.
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!". 
Comentario

a) La primera parábola es la del sembrador: Dios siembra con generosidad. La aplicación, en días sucesivos, se referirá más bien a la clase de terrenos, preparados o no, que acogen esta semilla. Pero, inicialmente, la página de hoy describe al sembrador mismo y la fuerza de la semilla que él siembra en terrenos diversos. Y a pesar de todas las dificultades (los pájaros o las piedras o las zarzas), su semilla al final produce fruto.

Aunque a veces la siembra parezca que ha sido inútil, Jesús nos dice que, a la larga, es fecunda y que no se pierde la semilla de Dios.

b) ¿Somos buenos sembradores? ¿tenemos fe en la fuerza interior de la semilla que sembramos, la Palabra de Dios, y confianza en que, a pesar de todo, Dios hará que dé fruto?

Dios es generoso en su siembra: generoso y universal. También los alejados y los que son víctimas de la secularización creciente de nuestra sociedad, y los que no han recibido formación religiosa, son hijos de Dios y están destinados a la salvación. Dios siembra en el corazón de todos. No va seleccionando de antemano los terrenos. Eso sí, no obliga ni fuerza a nadie a responder a su don.

Cuando Pablo estaba desanimado, porque los habitantes de Corinto, la ciudad pagana, no le hacían mucho caso, escucha la voz de Cristo que le dice: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles, porque yo estoy contigo... yo tengo un pueblo numeroso en esta ciudad» (Hch l 8,9- l 0). Y, en efecto, Pablo se quedó en Corinto año y medio, «enseñando entre ellos la Palabra de Dios» o sea, sembrando en abundancia.

La comunidad cristiana -los pastores y los equipos de catequesis y las familias y todos los fieles- hemos recibido el encargo de que el mensaje de Cristo llegue a todos, a los campos preparados y también a los cubiertos de zarzas. La sociedad actual es claramente pluralista y tendremos que utilizar en nuestra «siembra» el lenguaje adecuado, para niños, jóvenes, mundo rural, ciudades, personas cultas o menos cultas. Lo importante es sembrar, porque la Palabra de Dios tiene una fuerza interior que germina y da fruto también en terrenos hostiles.

La parábola de hoy es una llamada a la esperanza y a la confianza en Dios. Porque la iniciativa la tiene siempre él, y él es quien hace fructificar nuestros esfuerzos. Nosotros tenemos que sembrar sin tacañería y sin desanimarnos fácilmente por la aparente falta de frutos.

J. ALDAZÁBAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 174-179
www.mercaba.org