¡Amor
y paz!
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, a la manera de la lectio
divina, en este Domingo 2º del Tiempo Ordinario, ciclo A.
Dios
nos bendice...
Lectio
Divina: 2º Domingo del Tiempo ordinario (A)
Lectio
Domingo,
19 de enero de 2020
Juan 1,29-34
1.
Oración inicial
En esta lectura orante del evangelio de Juan nos podrán
acompañar y servir de estímulo las palabras de John Henry Newman, que con estas
palabras gustaba dirigirse orando al Señor: “Estás conmigo y yo comenzaré a
resplandecer como tú resplandeces; a resplandecer hasta llagar a ser luz
para los demás. La luz, oh Jesús, vendrá toda de ti: no será nada mérito mío.
Serás tú quien resplandece, a través de mí, sobre los demás. Haz que yo te
alabe así, en el modo que más te agrada resplandeciendo sobre todos aquellos
que me rodean. Dale la luz a ellos y dame la luz a mí; ilumina a los otros
juntamente conmigo y a través de mí. Enséñame a defender tu alabanza, tu
verdad, tu voluntad. Haz que yo te anuncie no con las palabras, sino con el
ejemplo, con aquella fuerza de atracción, aquella influencia sólida que
proviene de lo que hago, con mi visible semejanza a tus santos y con la clara
plenitud del amor que mi corazón nutre por ti”. (Meditations and
Devotions).
2.
El texto
En aquel tiempo, 29 al día siguiente
ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo. 30 Este es por quien yo dije: Detrás de
mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que
yo. 31 «Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en
agua para que él sea manifestado a Israel.» 32 Y Juan dio
testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo
y se quedaba sobre él. 33 Y yo no le conocía pero el que
me envió a bautizar con agua, me dijo: `Aquel sobre quien veas que baja el
Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo'. 34 Y
yo le he visto y doy testimonio de que ése es el Hijo de Dios.»
3.
Pausa de silencio orante
La Palabra de Dios exige ser deseada y escuchada por
medio del silencio. Hazte callar a ti mismo, vuélvete disponible para acoger la
presencia de Dios en su Palabra; un silencio que sabe dejar espacio en el
propio corazón para que Dios venga a hablarte.
4.
Lectura simbólica
El pasaje litúrgico del evangelio nos presenta a dos
animales de alto valor espiritual en la Biblia: el cordero y la paloma. El
primero alude a textos significativos en la Biblia: la cena pascual del éxodo
(cc. 12-13); la gloria del Cordero-Cristo en el Apocalipsis.
a) El símbolo del cordero:
Dirijamos ahora nuestra atención al símbolo del “Cordero
(amnos) de Dios” y a su significado.
- Una primera alusión bíblica para la comprensión de esta
expresión usada por Juan Bautista para indicar la persona de Jesús es la figura
del Cordero victorioso en el libro del Apocalipsis: en 7,17 el
Cordero es el Pastor de los pueblos; en 17,14 el Cordero destruye los poderes
malvados de la tierra. En tiempos de Jesús se creía que al final de la historia
se aparecería un cordero victorioso o destructor de las potencias del pecado,
de las injusticias, del mal. Tal idea es un síntoma también de la predicación
escatológica de Juan el Bautista: avisaba que la ira era inminente (Lc 3,7),
que el hacha ya estaba puesta a la raíz del árbol y que Dios está a punto de
abatir y echar en el fuego todo árbol que no llevase buenos frutos (Lc 3,9).
(Mt 3,12 y Lc 3,17).
Otra expresión muy fuerte con la que el Bautista presenta
a Jesús se encuentra en Juan 1,29: “Él tiene en la mano el bieldo para limpiar
su era y para recoger el grano en el granero; pero a la paja la quemará con
fuego inextinguible”. No es equivocado pensar que Juan el Bautista pudiese
describir a Jesús como el cordero de Dios que destruye el pecado del mundo. De
hecho, en 1 Juan 3-5 se dice: “ El apareció para quitar los pecados”; y en 3,8:
“El Hijo de Dios apareció para destruir las obras del diablo”. Es posible que
Juan Bautista saludase a Jesús como el cordero victorioso que debería, por
mandato de Dios, destruir el mal en el mundo.
Una segunda alusión bíblica es el Cordero como
Siervo sufriente. Esta figura del siervo de Dios sufriente o de JHWH es el
sujeto de cuatro cantos en el Deutero-Isaías: 42,1-4.7.9; 49,1-6.9.13;
50,4-9.11; 52,13-53,12). Nos preguntamos si el uso de “Cordero de Dios” en Juan
1,29 se coloree del uso de “cordero” para aludir al Siervo sufriente de Jawè en
Isaías 53. ¿En verdad Juan consideraba a Jesús el cordero de Dios siguiendo la
interpretación de Siervo sufriente?
Ciertamente no hay pruebas reales de que el Bautista haya
hecho una tal interpretación, pero tampoco hay pruebas para excluirlo. De hecho
en Isaías 53,7 se dice que el Siervo: “No abrió la boca; era como un cordero
llevado al matadero y como una oveja ante sus trasquiladores”. Esta descripción
se aplica a Jesús en las Actas 8, 32 y también la semejanza entre el Siervo
sufriente y Jesús se aplicaba por los cristianos (ver Mt 8,17 = Is 53,4; Heb
9,28 = Is 53,12).
Además en la descripción que Juan el Bautista hace de
Jesús en 1,32-34, hay dos aspectos que evocan la figura del Siervo: en el v. 32
Juan el Bautista afirma haber visto al Espíritu descender sobre Jesús y posarse
sobre Él; en el v. 34 él identifica a Jesús como el elegido de Dios. Así en
Isaías 42,1 (un pasaje que también los sinópticos conectan con el Bautismo de
Jesús) se dice: “He ahí mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me
complazco” (ver Mc 1,11). He puesto mi espíritu sobre él”. Como también en
Isaías 61,1: “El Espíritu del Señor Dios está sobre mí”. Estas alusiones
bíblicas pueden confirmar la posibilidad de que el evangelista estableciese una
conexión entre el Siervo en Isaías 42; 53 y el Cordero de Dios.
Que Jesús, después, se describa con los trazos del Siervo
sufriente lo encontramos en otras partes del evangelio de Juan (12,38 = Is
53,1).
Hay un aspecto interesante que queremos resaltar: se dice
que el Cordero de Dios quita el pecado del mundo. En Isaías 53,4.12 se dice que
el Siervo lleva o se carga los pecados de muchos. Jesús con su muerte destruye
el pecado o se lo carga Él mismo.
Por tanto según esta segunda acepción, el Cordero como
Siervo sufriente, Cristo es aquél que se ofrece libremente a sí mismo para
eliminar del mundo el pecado y llevar a Dios a todos sus hermanos en la carne.
Una confirmación moderna de esta interpretación de Jesús
como “Cordero de Dios” lo encontramos en un documento de los obispos italianos:
“El Apocalipsis de Juan, lanzándose hasta las últimas profundidades del
misterio del Enviado del Padre, llega a reconocer en Él al Cordero inmolado
“desde la fundación del mundo” (Apoc 13,8). Áquel con cuyas llagas hemos sido
curados (1Ptr 2,25; Is 53,5)” (Comunicare il vangelo in un mondo che
cambia,15)
Una tercera alusión bíblica es el Cordero como
cordero pascual. El simbolismo de la Pascua está muy difundido en el
evangelio de Juan especialmente en relación con la muerte de Jesús. Para las
comunidades cristianas a las que Juan se dirige con su evangelio, el Cordero
quita el pecado del mundo con su muerte. De hecho en Juan 19,14 se dice que
Jesús fue condenado a muerte al mediodía de la vigilia de la Pascua, o sea, en
el momento en el que los sacerdotes comenzaban a sacrificar los corderos
pascuales en el Templo para la fiesta de la Pascua. Otro nexo del simbolismo
pascual con la muerte de Jesús es que mientras estaba en la cruz, una esponja
empapada en vinagre fue levantada hacia Él con una caña (19,29) , y era la caña
o hisopo la que se mojaba en la sangre del cordero pascual para rociar las
jambas de las puertas de los israelitas (Éx. 12,22). Además en Juan 19,36 el
cumplimiento de las Escrituras, que ningún hueso de Jesús fue quebrado,
constituye una clara referencia al texto del Éx. 12,46 en el que se dice que
ningún hueso del cordero pascual debe ser quebrado. La descripción de Jesús
como Cordero está presente en otra obra de Juan, el Apocalipsis: en 5,6 se
habla del cordero inmolado; en Apocalipsis 7,17 y 22,1 el Cordero es áquel del
cual brota la fuente de agua viva , y también este aspecto es una alusión a
Moisés, que hizo brotar agua de la roca; en fin, en Apocalipsis 5,9 se hace
mención a la sangre redentora del Cordero, otro motivo pascual que se referirá
a la salvación de las casas de los israelitas de la muerte.
Existe un paralelismo entre la sangre del cordero rociada
sobre las jambas de las puertas como signo de liberación y la sangre del
cordero ofrecido en sacrificio de liberación. Los cristianos muy pronto
empezaron a comparar a Jesús con el cordero pascual y, al hacer esto, no
dudaron usar el lenguaje sacrificial: “Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado”
(1Cor 5,7), poniendo el oficio de Jesús el de quitar el pecado del mundo.
b) El símbolo de la paloma:
Este segundo símbolo también contiene varios aspectos.
Ante todo la expresión “como paloma” era un dicho común para expresar el lazo
afectivo con el nido En nuestro contexto evidencia que el Espíritu encuentra su
nido, su hábitat natural y de amor en Jesús. Todavía más: la paloma simboliza
el amor del Padre que se establece en Jesús como en una habitación permanente
(ver Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22)
La expresión, pues, “como paloma” está en conexión con el
verbo descender: para expresar que no se trata del aspecto físico de una
paloma, sino el modo de descendimiento del Espíritu (como el vuelo de una
paloma), en el sentido de que no impone miedo, más bien confianza. Tal
simbolismo bíblico de la paloma no tiene respuesta en otros simbolismos
bíblicos; pero una antigua exégesis rabínica compara el aletear del Espíritu de
Dios sobre las aguas primordiales con el revolotear de la paloma sobre su nido.
No hay que excluir que Juan al usar este símbolo, haya querido decir que la
bajada de Espíritu en forma de paloma sería una clara referencia al comienzo de
la creación: la encarnación del proyecto de Dios en Jesús es el culmen y la
meta de la actividad creadora d Dios.
El amor que Dios tiene por Jesús (correspondiente al
movimiento de la paloma al volver al nido) lo empuja a comunicar la plenitud de
su propio ser divino (el Espíritu que es amor y lealtad).
5.
El mensaje
a) Nuestra salvación es Cristo: El Bautista ha tenido como un deber el de indicar en Jesús “el cordero de
Dios que quita el pecado del mundo”. El anuncio del evangelio, la palabra de
Cristo Jesús, permanecen esenciales e indispensables hoy como lo han sido ayer.
El hombre no cesa nunca de tener necesidad de liberación y salvación. Anunciar
el evangelio no significa, comunicar las verdades teóricas y ni siquiera un
conjunto de normas morales. Significa, por el contrario, llevar a los hombres a
hacer la experiencia de Jesucristo, venido al mundo – según el testimonio de
Juan – para salvar al hombre del pecado del mal, de la muerte. Por tanto, no se
puede transmitir el evangelio prescindiendo de las necesidades y las esperanzas
del hombre de hoy. Hablar de la fe en Jesús, cordero de Dios que quita el
pecado del mundo, significa hablar al hombre de nuestro tiempo preguntándose
primero qué busca él en lo profundo de su corazón.
“Si queremos adoptar un criterio oportuno..., debemos
cultivar dos atenciones entre sus complementarios.. De entrambos es testigo
Jesucristo. La primera consiste en el esfuerzo de ponernos a la escucha de la
cultura de nuestro mundo, para discernir las semillas del Verbo de tiempo
presente en ella, incluso más allá de los confines visibles de la Iglesia..
Escuchar las esperanzas más íntimas de nuestros contemporáneos, tomar en serio
sus deseos e investigaciones, tratar de entender qué es lo que hace arder sus
corazones y qué es lo suscita en ellos miedo y desconfianza”. Además, la
atención de aquello que brota como necesidades y esperanzas en el corazón de
los hombres “no significa renuncia a la diferencia cristiana, a la
trascendencia del Evangelio...el mensaje cristiano aún proponiendo un camino de
plena humanización, no se limita a proponer un mero humanismo. Jesucristo ha
venido a hacernos partícipes de la vida divina, de la que ha sido felizmente
llamada “la humanidad de Dios” (Comunicar el evangelio en un mundo que
cambia n. 34)
b) El Espíritu no sólo viene a posarse sobre Jesús, sino que Él lo posee de modo
permanente, de forma que lo puede dispensar a otros en el
bautismo. Finalmente, el cordero que perdona los pecados y “la paloma de la
Iglesia se encuentran en Cristo”. Traemos a colación una expresión de San
Bernardo en la que une así los dos símbolos: “El cordero es entre los animales
lo que la paloma es entre las aves: inocencia, dulzura, sencillez”.
c) Algunas líneas operativas:
- Renovar la disponibilidad de colaborar con la misión de
Cristo en comunión con la Iglesia ayudando al hombre a ser liberado del mal,
del pecado.
- Unirse en el camino de todo hombre y de toda mujer para que vivan en la esperanza en Jesús que libera y salva.
- Testimoniar el propio gozo de experimentar la eficacia de la palabra de Jesús en la propia vida.
- Vivir en la comunicación de la fe dando testimonio de Jesús salvador de todo hombre.
- Unirse en el camino de todo hombre y de toda mujer para que vivan en la esperanza en Jesús que libera y salva.
- Testimoniar el propio gozo de experimentar la eficacia de la palabra de Jesús en la propia vida.
- Vivir en la comunicación de la fe dando testimonio de Jesús salvador de todo hombre.
6.
Salmo 39 (40)
El salmo expresa la situación de un hombre que libre de
una situación opresora, no encuentra una forma más auténtica de respuesta a
Dios que la disponibilidad existencial y total a su palabra.
Yo esperaba impaciente a Yahvé:
hacia mí se inclinó
y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un cántico nuevo,
una alabanza a nuestro Dios.
hacia mí se inclinó
y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un cántico nuevo,
una alabanza a nuestro Dios.
No has querido sacrificio ni oblación,
pero me has abierto el oído;
no pedías holocaustos ni víctimas,
dije entonces: «Aquí he venido».
pero me has abierto el oído;
no pedías holocaustos ni víctimas,
dije entonces: «Aquí he venido».
Está escrito en el rollo del libro
que debo hacer tu voluntad.
Y eso deseo, Dios mío,
tengo tu ley en mi interior.
que debo hacer tu voluntad.
Y eso deseo, Dios mío,
tengo tu ley en mi interior.
He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he contenido mis labios,
tú lo sabes, Yahvé.
ante la gran asamblea;
no he contenido mis labios,
tú lo sabes, Yahvé.
7.
Oración final
¡Oh Padre!, que en el día del Señor
reúnes a tu pueblo para celebrar
a Aquél que es el Primero y el Último,
el Viviente que ha destruido la muerte.
Danos la fuerza de tu espíritu,
para que rotos los vínculos del mal,
te prestemos el libre servicio
de nuestra obediencia y de nuestro amor,
para reinar con Cristo en la gloria.
Él es Dios, y vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo,
por todos los siglos de los siglos .
(De la Liturgia)
reúnes a tu pueblo para celebrar
a Aquél que es el Primero y el Último,
el Viviente que ha destruido la muerte.
Danos la fuerza de tu espíritu,
para que rotos los vínculos del mal,
te prestemos el libre servicio
de nuestra obediencia y de nuestro amor,
para reinar con Cristo en la gloria.
Él es Dios, y vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo,
por todos los siglos de los siglos .
(De la Liturgia)
Orden
de los Carmelitas
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